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Niña refugiada, ¿y tú qué quieres ser de mayor?
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"una generación sin futuro si no se actúa"

Niña refugiada, ¿y tú qué quieres ser de mayor?

"Quise saber qué pensaban esos niños, cuáles eran sus anhelos”. Así nació el proyecto de un periodista brasileño que lucha para dar a conocer las historias íntimas de los pequeños refugiados

Foto: Lana, 9 años, Siria. "Cuando sea mayor quiero ser profe. Aquí estoy yo en clase con mis futuros alumnos. Quiero que todos los niños refugiados podamos ir al colegio. Lo necesito”. (André Naddeo)
Lana, 9 años, Siria. "Cuando sea mayor quiero ser profe. Aquí estoy yo en clase con mis futuros alumnos. Quiero que todos los niños refugiados podamos ir al colegio. Lo necesito”. (André Naddeo)

André Naddeo es el periodista brasileño que se ha propuesto cambiar el tratamiento mediático en torno a los niños refugiados. Viajó a Grecia en abril de 2016 y, sin conocer a nadie, se plantó en el puerto del Pireo. Repartidos por Grecia se hacinaban por aquel entonces 54.000 migrantes y refugiados. Hasta que se desmanteló esta zona franca como consecuencia del acuerdo de la UE con Turquía, el Pireo era un punto neurálgico de la ruta de la desolación. Rocío Z., voluntaria española que anduvo por allí y quedó marcada por este recuerdo inolvidable, cuenta que en los peores momentos sacaban a las personas del agua con sus propias manos.

Pero salir del mar no era la bendición que ellos esperaban. En tierra firme les aguardaba el tedio y la desesperanza. “Había pocos medios y poca voluntad. Nuestra lucha interna era no sucumbir a las condiciones deplorables, no tratarlos como al ganado, tener siempre un cariño con ellos, una atención personal”. La migración masiva despersonaliza a todos los niveles. André Naddeo se había propuesto combatir la despersonalización de los niños, su uso sensacionalista.

El brasileño tenía curiosidad de saber quiénes eran esas personas realmente. “Casi todo lo que salía en la prensa eran siempre las mismas preguntas, y cifras, aparecían como números, su existencia era estadística. También se explotaba la imagen de los niños, a veces para concienciar o sacudir a la población, otras para recrearse en el morbo. Yo quise saber qué pensaban esos niños, qué había en sus cabezas, cuáles eran sus anhelos y sus deseos”.

Así que Naddeo hizo lo que debe hacer un periodista: fue donde estaban esos niños y planeó cuidadosamente el mejor modo de preguntar. No era fácil: tenía ante sí criaturas que no han conocido nada que no sea la guerra, que no han vivido otra vida que la huída, el horror y el tránsito. Algunos habían llegado a Grecia solos, huérfanos, y eran confinados en orfanatos de campaña. Otros viajaban con parientes. Casi todas las familias sirias, iraquíes y afganas han sido destruidas. Recuerda a una cría de once años que se meaba encima cada vez que pasaba un avión, porque el sonido le recordaba a los bombardeos. Pero ¿qué había más allá?

En su libro “Contra el odio” (Taurus), lectura necesaria en estos tiempos dominados por el sesgo de confirmación y los prejuicios, Carolin Emcke señala la importancia de conocer las historias íntimas de los migrantes, el aspecto individual de estas personas, puesto que de otra forma es fácil empaquetarlos en un grupo extraño, incluso peligroso, y convertirlos en el arma propagandística de la extrema derecha.

Naddeo define su trabajo como periodismo voluntario: “no solamente absorber historias y vomitarlas en la prensa, sino involucrarme y ayudar”. Montó talleres de fotografía y vídeo con dinero de su bolsillo y así conoció a las familias, las escuchó, se dejó invitar a tomar té, comió lo que comían ellos, se duchó en las mismas duchas de plástico, pasó frío y calor, y creó una relación de confianza. Después se llevaba a los niños a dibujar. De ahí salió "Drawfugees", su proyecto de periodismo voluntario, que mezcla la ayuda con la información.

Sus preguntas eran simples: ¿qué quieres ser de mayor? ¿Qué te gusta? ¿Cómo es tu vida? Las respuestas de estos niños son las mismas que darían los nuestros, pero ellos han perdido sus países, sus casas, buena parte de sus familias y su futuro. Naddeo logró llevar a un grupo de refugiados a Lisboa para exponer sus trabajos. “Es vital que los niños europeos se enteren de lo que pasa con estos niños que son exactamente igual que ellos pero han tenido una vida espantosa. Los niños portugueses quedaron conmovidos. Enviaban mensajes a los refugiados. Como todos los críos, los refugiados también necesitan integrarse”.

Lo que les espera en Grecia, Turquía y otros países, si continúan en esas condiciones, es totalmente desolador. Cuenta Naddeo que algunos chicos jóvenes, especialmente los huérfanos, logran escapar de los campamentos y quedan tirados en la calle. “Se han enganchado a drogas y sobreviven a base de prostitución, con viejos chaperos. Tienen hambre, necesitan comer”. ¿Y cuál puede ser la solución? Naddeo se muestra tajante: “cuando se cierran las fronteras hacen negocio las mafias. Es automático. Cada persona en un barco vale como 2000 euros. Tengo mucho miedo de qué va a ser de estos niños. No hay vivienda, no hay alimentación apropiada. Es una generación que no sólo va a perder la infancia. Serán personas sin futuro. Sin estudios, sin infancia, ¿qué vas a ser de mayor? ¿Qué recuerdos va a tener de su vida, sino de sufrimiento? Y hablamos de toda una generación. Yo tengo mucho miedo del futuro. Cada uno de estos dibujos es miedo. Si las cosas no cambian pronto, estos dibujos son oportunidades perdidas, vidas rotas para siempre. Hay que hacer algo ya”.

André Naddeo es el periodista brasileño que se ha propuesto cambiar el tratamiento mediático en torno a los niños refugiados. Viajó a Grecia en abril de 2016 y, sin conocer a nadie, se plantó en el puerto del Pireo. Repartidos por Grecia se hacinaban por aquel entonces 54.000 migrantes y refugiados. Hasta que se desmanteló esta zona franca como consecuencia del acuerdo de la UE con Turquía, el Pireo era un punto neurálgico de la ruta de la desolación. Rocío Z., voluntaria española que anduvo por allí y quedó marcada por este recuerdo inolvidable, cuenta que en los peores momentos sacaban a las personas del agua con sus propias manos.

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