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¿Está poniendo en peligro Theresa May la paz en Irlanda del Norte?
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"podría reactivar a los disidentes del ira"

¿Está poniendo en peligro Theresa May la paz en Irlanda del Norte?

La primera ministra necesita a los unionistas del DUP para formar gobierno. Pero sus demandas maximalistas y discriminatorias atentan contra los cimientos de una convivencia todavía frágil

Foto: Bolardos pintados con los colores de la Union Jack en la zona unionista de Sandy Row en Belfast, Irlanda del Norte, en mayo de 2017. (Reuters)
Bolardos pintados con los colores de la Union Jack en la zona unionista de Sandy Row en Belfast, Irlanda del Norte, en mayo de 2017. (Reuters)

La inestabilidad en Downing Street ha vuelto a poner el foco sobre la incertidumbre política que se vive en Belfast. Tras su estrepitoso fracaso en las urnas -donde no sólo no afianzó su liderazgo sino que acabó perdiendo la mayoría absoluta- la supervivencia política de Theresa May depende ahora de un acuerdo con el Partido Democrático Unionista (DUP). Sin el “apoyo” (que no coalición) de estos 10 diputados protestantes, la premier no podrá formar gobierno en minoría.

Sin embargo, si accede ahora a todas sus demandas se podría poner en riesgo el valioso proceso de paz en la provincia británica, donde las instituciones autonómicas llevan suspendidas desde enero, ante la incapacidad de llegar a un pacto entre católicos y protestantes. Londres estaba actuando como mediador. Pero los republicanos denuncian ahora que el Ejecutivo central ha roto su neutralidad.

La pregunta es: ¿está poniendo May en peligro el valioso Acuerdo de Viernes Santo? “Desde luego no está facilitando las cosas”, asegura Colin Talbot, profesor de la Universidad de Manchester y Cambridge. “La situación en la región es delicada y si la inestabilidad continúa los disidentes republicanos podrían volver a activarse”, asegura el experto a El Confidencial.

Lo cierto es que la tormenta política que se vive en Westminster no ha podido llegar en peor momento. Era ahora cuando más se necesitaba un Gobierno estable para que la situación en la Asamblea de Stormont pudiera resolverse.

A principios de año, el entonces número dos del Sinn Fein, Martin McGuinness, dimitió de su puesto de viceministro principal, lo que obligó a convocar elecciones anticipadas, apenas once meses después de los comicios de mayo de 2016. Argumentó su decisión como protesta por el papel de la primera ministra norirlandesa, Arlene Foster, líder del DUP, salpicada por un escándalo de malversación para la promoción de energías renovables, un fiasco que costó a los contribuyentes del Ulster 600 millones de euros. Pero el trasfondo político, en cualquier caso, era la pérdida progresiva de confianza que han sufrido en los últimos años los dos partidos mayoritarios -uno católico y otro protestante-, obligados a Gobernar en coalición, tal y como establece el Acuerdo de Paz de 1998.

Demandas controvertidas

En los comicios celebrados en marzo, con una participación de casi un 65% -la más alta desde el Acuerdo de Viernes Santo- , los republicanos del Sinn Fein tan sólo se quedaron a 1.168 votos de una victoria histórica. Consiguieron 27 escaños, frente a los 28 del DUP, que se quedó por debajo de los 30 asientos que le habían asegurado hasta ahora el derecho a veto en la Asamblea para oponerse a cuestiones sociales como el matrimonio homosexual, el aborto o la política lingüística.

Era la primera vez que los unionistas no conseguían mayoría absoluta en Stormont, una situación que no sólo reflejaba un cambio significativo en la sociedad norirlandesa, sino que daba impulso a los católicos para retomar su objetivo histórico: la reunificación de la isla. “Es obvio que los unionistas salieron debilitados de estos comicios regionales. Es más, muchas voces del partido cuestionaban el liderazgo Foster. Pero ahora las elecciones generales han cambiado todo y han dado a Foster un gran poder”, asegura Talbot.

En Belfast, las negociaciones entre Sinn Fein y el DUP están estancadas en lo referente a la fórmula de afrontar el legado del conflicto. Y, según el experto, “los republicanos no están por la labor de llegar a un acuerdo ahora hasta que no sepan exactamente las concesiones que van a recibir de Londres”.

Sin confirmación oficial, desde luego que las demandas que, según la prensa, la líder unionista habría hecho a May esta semana en su reunión en Downing Street no ayudan a apaciguar las cosas. A cambio de conseguir su apoyo, el DUP habría pedido a la premier una amnistía para policías y soldados por asesinatos cometidos durante el conflicto (pero no así para los paramilitares republicanos), la prohibición de que los partidos reciban donaciones del extranjero (el Sinn Féin obtiene la mayoría de sus fondos de simpatizantes en Irlanda y Estados Unidos) y la retirada de la partida económica de las formaciones que no ocupen sus escaños en Westminster (el Sinn Fein es el único que no acude a la Cámara de los Comunes en protesta por la soberanía británica).

¿Más fondos para el Ulster?

La tensión ha llegado hasta tal punto que los católicos han pedido que el actual ministro británico para Irlanda del Norte, James Brokenshire, deje de actuar como mediador para formar Gobierno en Belfast. “No me extrañaría que pidieran una figura independiente de Estados Unidos como ya ocurrió para los Acuerdos de Paz. El plazo que tienen para llegar a un acuerdo termina el 29 de junio. Se ha ampliado ya en varias ocasiones y podría volver a hacerse porque no creo que ninguna formación tenga ánimos de otras elecciones regionales. Sería la cuarta vez en un breve periodo de tiempo que obligarían a los norirlandeses a acudir a las urnas”, matiza el académico que ve muy “significativas” las palabras pronunciadas esta semana por John Major.

El que fuera primer ministro conservador al mando del Gobierno que estableció las bases de los acuerdos del Viernes Santo que Tony Blair cerraría años más tarde ha mostrado su “preocupación” con todo lo que está sucediendo. “La situación en el Ulster es muy delicada, y aunque existe un amplio consenso para la paz, hemos de tener mucho cuidado en evitar que se amplíen las ya de por sí enormes diferencias entre católicos y protestantes. Londres ha de ser visto como un interlocutor neutral, y el pacto con el DUP hace que no lo sea, o que no lo parezca, que a efectos prácticos es lo mismo”, matizó en una entrevista con la BBC.

Con la intención de calmar los ánimos, May mantuvo este jueves encuentros por separado en Downing Street con los representantes de todos los partidos de Irlanda del Norte. En cualquier caso, dentro de las filas tories tampoco existe gran entusiasmo por depender ahora del apoyo del DUP, una formación que se declara antiabortista, contraria al matrimonio homosexual, partidaria de la pena de muerte, negacionista del cambio climático y, ante todo, opuesta por completo a la reunificación con la República de Irlanda.

Por su parte, el ministro del Tesoro, Philip Hammond, también habría expresado su inquietud en privado, ya que si, tal y como dicen los medios, May accede a dar más dinero a Irlanda del Norte para paliar los fondos que dejará de recibir la provincia de Bruselas tras el Brexit, Londres estaría obligado bajo la llamada “fórmula Barnett” a incrementar también el presupuesto al resto de naciones que forman el país. Y ahora mismo no hay dinero.

En definitiva, May está contra las cuerdas. Pero es consciente que sin el acuerdo con el DUP no podrá gobernar ni negociar el Brexit, cuyas conversaciones comenzarán oficialmente el 19 de junio. Dos días más tarde, la premier presentará su programa legislativo a través del denominado “Discurso de la Reina”. Con la pertinente votación, se sabrá finalmente si la Cámara de los Comunes le muestra su respaldo. Pero, ¿qué supondrá su supervivencia política en Belfast? Católicos y protestantes tienen la última palabra.

La inestabilidad en Downing Street ha vuelto a poner el foco sobre la incertidumbre política que se vive en Belfast. Tras su estrepitoso fracaso en las urnas -donde no sólo no afianzó su liderazgo sino que acabó perdiendo la mayoría absoluta- la supervivencia política de Theresa May depende ahora de un acuerdo con el Partido Democrático Unionista (DUP). Sin el “apoyo” (que no coalición) de estos 10 diputados protestantes, la premier no podrá formar gobierno en minoría.

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