¿Se avecina una pugna internacional por la Antártida?
La Antártida es foco de atención de expertos en geopolítica. Varios países aumentan su influencia para adelantarse a la posible revisión de los tratados de protección. Rusia y China toman la delantera
Todo en la Antártida es extremo. No solo sus temperaturas, que pueden alcanzar los 60 grados bajo cero de media en la temporada más fría. El continente austral tiene la altitud media más elevada de todos los continentes. Colosos montañosos de más de 3.000 metros se combinan con interminables llanuras. Es también el mayor desierto del planeta. Aunque está completamente cubierta de hielo, las precipitaciones anuales son escasas.
El misterioso lugar, fuente interminable de enigmas y leyendas, es últimamente foco de atención de los expertos en geopolítica. Varios países están aumentando su influencia en la Antártida para adelantarse a la posible revisión de los tratados de protección medioambiental que hasta ahora han regido el continente. Rusia y China destacan en el grupo que intenta tomar la delantera. “La Antártida es un territorio en disputa”, explica a El Confidencial Kaus Dodds, profesor de Geopolítica de la Universidad de Londres.
El territorio al sur de los 60 grados latitud sur está protegido por el Tratado Antártico, firmado en 1959 por doce países –después sería suscrito por 40 estados más- y que supuso ‘de facto’ el primer acuerdo de control de armas de la Guerra Fría. Los rubricantes convirtieron al continente en una reserva científica y prohibieron la actividad militar en la zona. No fue el último acuerdo. Hasta 28 países firmaron en 1991 el Protocolo de Madrid, que prohíbe la actividad minera con fines comerciales en la Antártida. No para siempre. La clave radica en que el tratado podría ser revisado en 2048 o incluso impugnado con anterioridad. Varios países estarían posicionándose para no rezagarse en el caso de darse luz verde a las prospecciones.
Podría flotar en petróleo
¿Por qué es tan interesante el subsuelo de la Antártida? A simple vista, solo es hielo, pero no hay que dejarse engañar por ese desierto blanquecino. “El continente posee una reserva incalculable de recursos minerales”, comenta el experto en Geopolítica Damian Jacubovich. Las estimaciones varían mucho, pero los expertos creen que de la Antártida podrían extraerse entre 36.000 millones y 200.000 millones de barriles de petróleo y gas natural. No sólo eso. La presencia, en algunas zonas, de kimberlita, anunciaría la posible existencia de diamantes.
“La idea de lo que hay bajo el hielo ha disparado la imaginación de los cartógrafos, escritores de ficción, científicos y políticos”, reflexiona Dodds. Los recursos más importantes, eso sí, podrían no ser ni los hidrocarburos ni las piedras preciosas. “A mi entender el agua es un elemento más prioritariamente necesario en otros lugares del mundo y la Antártida tiene la mayor reserva del planeta”, comenta a El Confidencial el investigador Alejandro Bertotto, ex jefe de la base argentina San Martín y habitante durante años en el continente austral. Los científicos calculan que en la Antártida se encuentra, congelada, el 70% del agua dulce del planeta.
Las estimaciones varían, pero los expertos creen que podrían extraerse entre 36.000 millones y 200.000 millones de barriles de crudo
Los retos para extraer esos recursos naturales son mayúsculos. A las bajas temperaturas se unen las enormes distancias. La Antártida es más extensa que Europa. Los expertos creen, aun así, que el cambio climático –en algunas zonas la temperatura se ha elevado más de tres grados- y el avance de la tecnología permitirán operaciones extractivas en el continente austral.
La demanda de recursos en un mundo dependiente todavía de la energía producida por hidrocarburos podría aumentar la presión para que se permitan algunas aventuras comerciales antes de 2048, según 'The New York Times'. “En la medida en que las crisis vayan agudizándose en el mundo y los descubrimientos vayan acrecentándose, es posible imaginar la aparición de nuevos países interesados en reclamar la soberanía del continente, invocando tal vez la ‘gobernabilidad mundial’ del mismo”, comenta Jacubovich.
Siete países y dos ilustres 'vigilantes'
La Antártida tiene multitud de pretendientes. “La cuestión de a quién pertenece el continente no está resuelta y todavía es objeto de controversia, así que la geopolítica del lugar gira en torno a la incertidumbre y a la especulación”, expone Dodds.
Siete países -Argentina, Australia, Chile, Francia, Noruega, Nueva Zelanda y Reino Unido- reclaman soberanía sobre parte del continente y son reconocidos por el Tratado Antártico, que invalida las reivindicaciones posteriores de otros países. EEUU y Rusia se reservan el derecho de reclamar toda la Antártida, al haber, según ambos, descubierto el lugar, en el caso de que otros estados hagan valer sus reclamaciones de territorialidad en el continente austral.
Las fuertes inversiones de Moscú
“La cuestión de los recursos naturales es inseparable de la cuestión de soberanía. Rusia y China han sido los más inflexibles en cuanto a que la conservación de recursos no supere su explotación”, cree Dodds. Moscú está realizando fuertes inversiones en la Antártida. Ha modernizado bases construidas durante la Unión Soviética. La ampliación de una de sus estaciones, situada en la isla 25 de Mayo -también conocida como Rey Jorge-, incluye la construcción de una pequeña iglesia ortodoxa, habitada permanentemente por un sacerdote. Los troncos para su construcción fueron llevados a la Antártida directamente desde Siberia.
China ya cuenta con cuatro bases y planea la construcción de una quinta. EEUU, por ejemplo, solo tiene tres
Parte de la estrategia rusa es utilizar el continente austral para expandir el desarrollo de Glonass, una tecnología de posicionamiento satelital global con el que pretende hacer competencia al GPS norteamericano. Ya ha construido tres sistemas de monitoreo de satélites en la Antártida y estaría planeando más. Algunas zonas del continente favorecen la recepción –e intercepción- de las señales provenientes del espacio, según los expertos. Las operaciones de Inteligencia podrían entrar así en juego en el territorio austral, aunque la actividad militar está prohibida.
También China tiene estaciones satelitales en la Antártida. La expansión del gigante asiático ha sido tardía, pero veloz. Construyó su primera base antártica en 1985, cuando la mayoría de países desarrollados ya tenían presencia permanente en el continente. Ahora ya cuenta con cuatro bases y planea la construcción de una quinta. EEUU, por ejemplo, solo tiene tres bases que operen a lo largo de todo el año.
Pekín no es parte de los países reclamantes de soberanía en el territorio austral registrados por el Tratado Antártico. La construcción de esas estaciones podría ser, según los expertos, una estrategia para posicionar al país de cara a la posible revisión de los tratados medioambientales en 2048.
Bases como instrumento de influencia
“Las bases científicas siempre han sido consideradas como encarnaciones de soberanía y asuntos de seguridad. Reino Unido, Argentina y Chile usan sus estaciones científicas para apuntalar sus intereses territoriales y en recursos. EEUU y la Unión Soviética hicieron lo mismo en la Guerra Fría. La construcción de bases científicas por china es ampliamente vista como un indicativo de su estatus de poder en el polo”, comenta el analista Dodds. “La ciencia es la manera en se proyecta el poder geopolítico en el polo”, añade.
Pekín dice que sus nuevas estaciones han sido creadas para la ciencia. Con matices, eso sí. “Hasta ahora, nuestra investigación está basada en la ciencia natural, pero sabemos que hay más y más interés en cuanto a la seguridad de recursos”, señaló en mayo de 2015 Yang Huigen, director general del Instituto de Investigación Polar de China.
Reino Unido usa sus estaciones científicas para apuntalar sus intereses territoriales y en recursos. EEUU y la Unión Soviética hicieron lo mismo en la Guerra Fría
La Institución ha abierto recientemente una nueva división para el estudio de recursos, leyes y geopolítica en ambos polos, según el científico. “¿Necesitamos más estaciones científicas?”, se pregunta el analista Dodds. “Sospecho que no, y además las bases podrían ser pequeñas y posiblemente más automatizadas si simplemente se trata de registrar lecturas climáticas y medioambientales. Pero el sistema actual incentiva a aquellos que invierten en ciencia y logística”, añade.
El ritmo chino de producción de naves rompehielos, helicópteros y aviones especializados es también muy elevado. No es el único país que intenta hacerse un hueco en el continente austral. Turquía, Irán y Colombia también están proyectando abrir nuevas bases.
El conterbunio del Mar de Ross
Rusia y China no sólo ejercen su influencia a través de sus bases. Los dos países torpedearon durante casi un lustro un acuerdo para declarar una zona protegida en el Mar de Ross, un lugar considerado como el último ecosistema marítimo intacto en todo el planeta. “El lugar alberga el 38% de la población mundial de pingüinos de Adelia, el 30% de los petreles antárticos y alrededor del 6% de las ballenas enanas de la Antártida”, enumera el científico Bertotto.
Tanto Rusia como China tienen grandes intereses pesqueros en la zona. La pesca es la única actividad comercial que se lleva a cabo en la actualidad en territorio antártico, junto con el turismo. Las flotas rusas se centran, sobre todo, en la pesca de bacalao antártico, de lenta regeneración. Las chinas ambicionan el kril, un pequeño crustáceo rico en proteínas y básico para las actividades de acuicultura del gigante asiático. El problema es que también es un elemento fundamental en la cadena alimenticia del mundo marino antártico.
El fallo sobre la protección de la zona debía ser tomada por consenso. China dio primero su brazo a torcer y finalmente Rusia decidió apoyar la moción en octubre del año pasado. El Mar de Ross es ahora la mayor zona protegida del mundo. Algunos expertos creen, eso sí, que fue una victoria pírrica. La zona protegida es un tercio de la que se pretendía, no reduce las cuotas permitidas de pesca en las zonas donde puede producirse y además tiene una fecha límite. Expirará en 2051.
Otros ven el acuerdo como un éxito, después de unas negociaciones difíciles: “Hubo que sortear intereses contrapuestos de países como Rusia o China que proponían periodos de vigencia menores a los 35 años, finalmente consensuados”, admite Bertotto. “Protege también las partes que se deshelarán con el calentamiento del planeta”, puntualiza Andrea Kavanagh, de la ONG The Pew Charitable Trusts.
Soberanía latinoamericana
Los países latinoamericanos luchan por no quedarse rezagados en la batalla velada por la influencia en la Antártida. Argentina fue el primer país en construir una base habitada en el continente austral. Fue en 1904. Mucho ha cambiado desde entonces. “Considerando que en el Siglo XXI la soberanía pasa por la ciencia, y que esta en la Antártida se basa principalmente en la logística, resulta evidente que Argentina ha disminuido peligrosamente su influencia en el concierto antártico internacional”, lamenta Bertotto.
Su país, al igual que Chile, reclama territorio en el continente austral. Ambos estados reivindican zonas solapadas a las también reclamadas por Reino Unido. Bertotto tiene clara la solución para contrarrestar la pérdida de peso: “Debemos liderar la llamada Antártida Latinoamericana, integrando equipos multidisciplinarios regionales”, reclama. Todo para no quedarse atrás en la ofensiva mundial por ganar influencia en el lugar más global de todo el planeta.
Todo en la Antártida es extremo. No solo sus temperaturas, que pueden alcanzar los 60 grados bajo cero de media en la temporada más fría. El continente austral tiene la altitud media más elevada de todos los continentes. Colosos montañosos de más de 3.000 metros se combinan con interminables llanuras. Es también el mayor desierto del planeta. Aunque está completamente cubierta de hielo, las precipitaciones anuales son escasas.
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