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El día en que el ejército volvió a salir a las calles en Brasil
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49 HERIDOS EN UNA JORNADA DE DISTURBIOS

El día en que el ejército volvió a salir a las calles en Brasil

Tras la quema de un ministerio, el presidente ordenó ayer el despliegue de las fuerzas armadas en la capital, despertando infaustos recuerdos de la época de la dictadura militar

Foto: Soldados del ejército brasileño custodian el Ministerio de Desarrollo Agrario, en la madrugada del 24 al 25 de mayo. (EFE)
Soldados del ejército brasileño custodian el Ministerio de Desarrollo Agrario, en la madrugada del 24 al 25 de mayo. (EFE)

“Corruptos pidiendo protección al ejército: esta es la situación de Brasil a la que finalmente, sin máscaras , hemos llegado”. Con estas palabras resumía su cobertura de ayer un fotógrafo brasileño que documentó los enfrenamientos entre manifestantes anti-Temer y soldados en Brasilia para una agencia internacional.

La capital de Brasil vivió un martes de mucha tensión después de que 150.000 manifestantes enfurecidos, según los organizadores (y 45.000 según la Policía) causaran estragos en la sede de ocho ministerios al grito de “Fuera Temer”. El corazón político del país tropical vivió escenas de guerra y destrucción que dejaron al menos 49 heridos. Fue la mayor manifestación que se vivió en Brasilia desde el impeachment del expresidente Fernando Collor, en 1992.

El presidente Michel Temer, cuya posición está muy comprometida tras el escándalo que le vincula a una compleja trama de corrupción, resolvió pedir el apoyo de las Fuerzas Armadas. El ejército desplegó 1.500 soldados para proteger los edificios del poder estatal de Brasil, en principio hasta el próximo 31 de mayo. Pero la decisión fue muy criticada por una gran parte de la sociedad brasileña, que no olvida los años de plomo de la dictadura militar, que duró de 1964 a 1985. Tanto que 24 horas después, Temer se ha visto obligado a revertir la medida.

Si bien era cierto que el ejército había realizado en los últimos años operaciones especiales en diferentes intentos de pacificación de algunas favelas de Río de Janeiro y durantelos Juegos Olímpicos, esta era la primera vez que salía a patrullar las calles de la capital desde la época de la dictadura. “Hay que estar al loro porque los militares puede aprovechar la ocasión para hacerse con el poder”, advertía Marlene, consultora y doctora en Políticas de Educación Pública.

Para la politóloga Ariane Roder, del Instituto COPPEAD de Administración de la Universidad Federal de Río de Janeiro, el uso del Ejército es un intento desesperado del Gobierno para mantenerse en el poder. “Aunque está amparada por la Constitución, esta decisión fue precipitada y revela que el Gobierno está muy debilitado. Es algo simbólico que demuestra que el presidente no tiene más legitimidad y está perdiendo también el respaldo político”, opina esta profesora.

Apocalipsis en la capital

Ayer el escenario en Brasilia era apocalíptico: columnas de humo negro se alzaban desde varios edificios ministeriales por causa de los incendios. Había cristales rotos y por todos los lados caían bombas de gas lacrimógenos y tiros de balas de goma, mientras centenares de manifestantes corrían en todas las direcciones. Al mismo tiempo, en el centro de Río de Janeiro se registraron violentos enfrentamientos entre funcionarios públicos y Policía. Los primeros protestaban contra una nueva ley que eleva del 11% al 14% su contribución a la Seguridad Social.

“Quieren que los funcionarios, los mismos que todavía no cobramos la extra de Navidad y que seguimos recibiendo nuestro sueldo prorrateado por la crisis, paguemos el pato de la corrupción que ha sumido el Estado de Río en el caos y en la miseria. Nuestro gobernador Sérgio Cabral y sus compinches están presos porque han robado todo lo que han podido en los años de las vacas gordas y ahora quieren que nosotros, los trabajadores, paguemos los platos rotos. Es indignante”, afirma Roberto, un funcionario de la administración pública que ayer se manifestó en Río de Janeiro.

Desde hace una semana las calles en Brasil piden a gritos un cambio político que acabe con una clase política clamorosamente corrupta, como han demostrado la operación Lava Jato y la reciente delación premiada de los dueños de JBS, la mayor empresa cárnica del mundo. La semana pasada el diario O Globo publicó la transcripción de una grabación entre Temer y el empresario Joesley Batista que demostrarían la implicación del presidente de Brasil en un esquema de propinas y desvío de dinero.

Al mismo tiempo, la Policía Federal grababa a un asesor de Temer, el diputado Rodrigo Rocha Loures, cuando recibía una maleta con 500.000 reales (136.000 euros). El caso ha tenido tanta trascendencia que los abogados de este asesor devolvieron el lunes pasado la ya famosísima maleta. Eso sí, faltaban 35.000 reales (9.500 euros), algo que demuestra que la enrevesada vida política de Brasil no deja de ofrecer sorpresas dignas de una serie de la cadena HBO.

Ayer la Orden de los Abogados de Brasil presentó la 17º petición de impeachment contra Temer, en un momento en que la base política del presidente se tambalea cada vez más. No solo los editoriales de los principales periódicos del país, sino también sus propios aliados están pidiendo que dimita antes de que en el país reine el caos. Y mientras Temer se mantiene aferrado al poder, diputados, ministros y politólogos ya han empezado a hacer cábalas sobre el posible sucesor, en el caso de que el presidente sea derrocado a través de una casación de su mandato o de un nuevo impeachment.

placeholder El Ministerio de Agricultura incendiado por los manifestantes, el 24 de mayo de 2017. (Reuters)
El Ministerio de Agricultura incendiado por los manifestantes, el 24 de mayo de 2017. (Reuters)

Hacia nuevas elecciones

Por ley, quien asume el poder en este caso, a falta de la figura de un vicepresidente, es el Presidente de la Cámara Rodrigo Maya. Para muchos brasileños es un enchufado que pertenece a una familia de políticos involucrados desde hace décadas en casos de corrupción, como su padre Cesar Maia, exalcade de Río de Janeiro. “Rodrigo Maia no tiene la capacidad de lidiar con la compleja situación política que atraviesa Brasil. Es un inepto y no tiene la experiencia suficiente”, asegura Marcelo, funcionario público en Río de Janeiro.

Entre los 'papables' a llevar el país hasta las próximas elecciones presidenciales, previstas para el mes de octubre de 2018, está el exministro de Hacienda Henrique Mireilles, un hombre muy respetado por los mercados financieros dentro y fuera de Brasil. Su gran problema es que ha sido asesor de la J&F. Es el holding que controla JBS, la empresa cárnica investigada por corrupción, la misma que ha lazando la bomba informativa entregando a la Justicia brasileña las grabaciones de sus conversaciones con Temer y con Áecio Neves, candidato a las presidenciales en 2014.

Otro nombre que suena estos días es el del exministro de Justicia y de Defensa Nelson Jobim. El que también ha sido miembro del Tribunal Supremo Federal es considerado la persona ideal para aunar las fuerzas políticas del país en un momento tan delicado, ya que mantiene buenas relaciones tanto con el Partido de los Trabajadores de Luiz Inácio Lula da Silva, como con el PMDB de Temer. El punto negativo es que está ligado al banco BTG Pactual, también investigado en la operación Lava Jato.

Hay quien sugiere que sea un magistrado sin máculas y sin contactos con el deteriorado mundo político quien asuma la presidencia interina. Los favoritos serían Gilmar Mendes y Joaquim Barbosa, ambos expresidentes del Tribunal Supremo Federal, o su actual presidenta Cármen Lúcia, que ya ha declarado que no aceptará este cargo.

Mientras, las calles piden con fuerza las elecciones anticipadas bajo el lema “Directas ya”. El próximo domingo, 10 artistas encabezados por Caetano Veloso participarán en un concierto reivindicativo en la playa de Copacabana, en Río de Janeiro, que promete ser multitudinario. El culebrón político brasileño está muy lejos de haber acabado.

“Corruptos pidiendo protección al ejército: esta es la situación de Brasil a la que finalmente, sin máscaras , hemos llegado”. Con estas palabras resumía su cobertura de ayer un fotógrafo brasileño que documentó los enfrenamientos entre manifestantes anti-Temer y soldados en Brasilia para una agencia internacional.

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