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Brady, el asesino más macabro, pidió esparcir sus cenizas junto a las víctimas
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mató a cinco menores en la década de 1960

Brady, el asesino más macabro, pidió esparcir sus cenizas junto a las víctimas

Brady cometió los crímenes cuando tenía 23 años con la ayuda de su novia, Myra Hindley, una niñera de Manchester que se enamoró de él en 1961

Foto: El asesino en serie británico Ian Brady
El asesino en serie británico Ian Brady

El asesino en serie más temido de Reino Unido, Ian Brady, que torturó y mató a cinco niños en la década de 1960, falleció este martes en un hospital psiquiátrico de alta seguridad a los 79 años. Su muerte, sin embargo, no pone punto y final al calvario que viven los familiares de las víctimas, y es que Brady guardaba un as en la manga que no se ha desvelado hasta su fallecimiento: pidió que se esparciesen sus cenizas por los páramos en los que enterró a los menores.

Según informa el diario británico 'The Telegraph', el forense Christopher Sumner se habría opuesto a esta demanda, negándose a entregar el cuerpo hasta que se garantice que sus cenizas no serán esparcidas por la pradera. "Yo, al igual que las familias, también quiero tener la seguridad de que, cuando Brady sea incinerado, sus cenizas no serán esparcidas en Saddleworth Moor. Creo que es un juicio moral correcto y apropiado de hacer. Creo que sería ofensivo que sus cenizas sean esparcidas en la misma zona en la que fueron enterradas todas sus víctimas", ha argumentado.

Cabe señalar que, entre todas las víctimas, hay una sobre la que no se sabe nada, y es que Brady se ha llevado el secreto a la tumba. El pequeño Keith Bennett fue uno de los niños torturados por este asesino, pero Brady nunca dio a conocer el paradero de sus restos. Algunos años atrás, uno de los abogados que defendía a Brady aseguró que éste había entegado una carta a los familiares del pequeño que sólo podría ser abierta una vez él falleciera.

Sin embargo, tras su muerte, esto no ha ocurrido. Por ello, los abogados de la familia han reclamado a los del asesino que les entreguen cualquier documento que tuviera en su celda o que desde la misma hubiera dado a terceros que pudiera ayudar a encontrar los retos del pequeño, para que su familia pueda darle sepultura y, por fin, descansar después de tantos años.

Los cinco asesinatos

Brady cometió los crímenes cuando tenía 23 años con la ayuda de su novia, Myra Hindley, una niñera de Manchester que se enamoró de él en 1961. Sin padre y criado por una familia adoptiva, el asesino pasó la adolescencia entrando y saliendo de reformatorios, llegando incluso a ser fichado por la Policía por torturar a animales y por su obsesión con el sexo y la ideología nazi. El primer asesinato lo cometió en 1963, cuando violó, mató y enterró en la pradera de Saddleworth a Pauline Reade, de 16 años, con la ayuda de su novia Mira Handley.

Cuatro meses después volvió a matar. En esta ocasión la víctima fue un niño de 12 años, John Kilbride. Y Myra fue cómplice de nuevo. Le buscó, le convenció y le llevó a la misma pradera, donde les esperaba Ian Brady. Allí le violó en repetidas ocasiones. Sin embargo, un error lo precipitó todo ya que el arma que iba a utilizar para matarle no funcionó, así que optó por estrangularle. Era el 23 de noviembre de 1963.

Desde este segundo asesinato, todas las alarmas se activaron en la zona. Sus siguientes planes tuvieron que esperar hasta el 16 de junio de 1964, cuando Ian Brady cometió su tercer asesinato. En esta ocasión la víctima, Keith Bennett, de 12 años, fue engañado por ambos y llevado de nuevo a la ya famosa pradera, donde fue violado, asesinado y enterrado. Aunque ambos confesaron el crimen y señalaron la zona de enterramiento, su cuerpo nunca se encontró.

Tras dos niños, Brady optó en el cuarto crimen por una niña y por su víctima más joven: tenía tan solo 10 años. Lesley Ann Downey fue secuestrada por la pareja en un parque de atracciones. Pero este asesinato fue distinto a los anteriores. Brady y Myra se recrearon y crearon una especie de ritual. Le quitaron la ropa y fue fotografiada desnuda desde distintos ángulos. Después, Myra grabó los gritos de la niña mientras era violada. Tras asesinarla, no fue enterrada el mismo día de su muerte, sino al día siguiente en esa misma pradera de Saddleworth. Tanto las fotos como la grabación fueron guardadas en una maleta, que años después fue encontrada por la Policía.

Cincuenta años después de cometer estos crímenes, los familiares de sus víctimas se encuentran ahora con que Brady quiere ahondar en su dolor, pidiendo como último deseo que sus cenizas sean esparcidas por la escena del crimen. Aunque todo apunta a que las autoridades no lo permitirán, la hermana de Lesley, una de sus víctimas, no puede evitar escandalizarse ante su petición. "Es el último giro de una mente enferma que quiere causar el máximo dolor a las familias desde la tumba", aseguraba a 'The Telegraph'.

El asesino en serie más temido de Reino Unido, Ian Brady, que torturó y mató a cinco niños en la década de 1960, falleció este martes en un hospital psiquiátrico de alta seguridad a los 79 años. Su muerte, sin embargo, no pone punto y final al calvario que viven los familiares de las víctimas, y es que Brady guardaba un as en la manga que no se ha desvelado hasta su fallecimiento: pidió que se esparciesen sus cenizas por los páramos en los que enterró a los menores.

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