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Qué piensan los canadienses de Justin Trudeau: ¿hay algo más allá de la foto?
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de legalizar la marihuana a apoyar oleoductos

Qué piensan los canadienses de Justin Trudeau: ¿hay algo más allá de la foto?

La imagen internacional del primer ministro de Canadá no puede ser más positiva. Sin embargo, en casa su popularidad se ha visto empañada por algunas de sus decisiones

Foto: Justin Trudeau habla en la Cámara de los Comunes de Parliament Hill en Ottawa, el 3 de mayo de 2017. (Reuters)
Justin Trudeau habla en la Cámara de los Comunes de Parliament Hill en Ottawa, el 3 de mayo de 2017. (Reuters)

Carismático, inteligente, joven, atractivo, deportista… La fama de Justin Trudeau, el primer ministro canadiense, ha trascendido fronteras no solo por su marcado carácter mediático sino también por la respuesta de su gobierno a situaciones como la crisis de los refugiados sirios. En los últimos meses, además, a causa de la victoria de Donald Trump y del auge de los partidos de extrema derecha en varios países de Europa, Canadá se ha convertido ante los ojos de una buena parte de la población mundial en el último bastión de las políticas sociales y humanitarias. Pero, ¿qué hay más allá de la foto? ¿Es igual de positiva la opinión que tienen los canadienses de su primer ministro?

La exposición mediática de Trudeau consiguió sin duda movilizar a una buena parte del voto joven: “Los canadienses no piensan demasiado en la política, con lo que uno de sus grandes logros ha sido el de convertir su nombre en una marca positiva muy presente en redes sociales”, comenta Asif, community manager especializado en temas deportivos, “y muchos jóvenes apreciaron la cercanía digital que supuso, por ejemplo, la encuesta online del gobierno preguntando la opinión de los ciudadanos sobre la reforma electoral”. Dicha reforma fue una de las promesas electorales estrella durante la campaña electoral de 2015 y cerca de 400.000 usuarios –un 1.5 % de la población con derecho a voto- respondió a la llamada del gobierno durante la media hora aproximada que tardaba en completarse la encuesta. Pocos meses después, sin embargo, Ottawa anunciaba que la reforma electoral se paralizaba alegando falta de consenso en los resultados. Algunas voces llegaron a tildar de traición la ruptura de la promesa de consensuar con todos los partidos un sistema más proporcional de representación política, uno de los proyectos de mejor dal país deseados desde hace años por una buena parte de la sociedad.

Para Peter, piloto de una de las principales aerolíneas del país, esa omnipresencia mediática es algo que Trudeau comparte con Trump: “Aunque sus políticas son como el día y la noche, ambos han basado su popularidad en promesas electorales amplificadas por las redes sociales a pesar de carecer de experiencia política previa”, y añade que “ambos, al llegar al poder, han visto lo complicado que es mantener esas promesas”. La espada de dos filos de la popularidad ha unido también a ambos mandatarios tras la decisión de la Casa Blanca de reanudar la construcción del oleoducto canadiense Keystone XL en tierras consideradas sagradas por algunas comunidades nativas estadounidenses. Mientras que esta medida ha contentado a muchos de los votantes de Trump, el posible impacto ecológico de transportar petróleo desde la provincia canadiense de Alberta a varios puntos de Estados Unidos ha hecho que muchos de los que apoyaron a Trudeau en las urnas ahora duden de si el compromiso de Ottawa con el medio ambiente era real.

Las políticas de acogida, muy populares

El propio primer ministro ha tenido que aprender a equilibrar su mensaje para intentar contentar al mismo tiempo a la fuerte industria petrolífera –uno de los principales motores de la economía del país- y a los grupos ecologistas. Con respecto a estos últimos, Trudeau parece seguir contando con la confianza del mundo científico, aunque solo sea por contraste con la censura estatal impuesta por Stephen Harper, su predecesor en el cargo: durante su mandato, los científicos que trabajaban en instituciones públicas tenían prohibido hablar con los medios sobre los resultados de sus investigaciones por si acaso se contradecían con las líneas políticas del gobierno, algo similar a lo que ha planteado Trump en Estados Unidos. Para Claire, profesora de química, “era muy triste hablar con compañeros que trabajaban en instituciones científicas públicas porque no veían salida ni sentido alguno a su situación”. La percepción sobre la gestión económica no parece dar tantas alegrías en Ottawa: algunas encuestas muestran, incluso, que a la mayoría de los canadienses les convence más la política económica de Trump que la de Trudeau, con lo que un potencial éxito del magnate a este respecto supondría un varapalo a la imagen del joven maestro de francés.

Foto: Trudeau pasea con sus hijos durante un desfile en Calgary, Alberta, el 4 de julio de 2014 (Reuters). Opinión

Pero incluso esas encuestas muestran que Canadá prefiere a su primer ministro en todos los demás aspectos, especialmente en lo tocante a solidaridad y representación internacional. El modelo canadiense de acogida a los refugiados sirios ha llamado la atención de varios países ya que abre la puerta a que tanto empresas privadas como grupos de ciudadanos cubran los gastos de los demandantes de asilo. De esta forma, el consabido argumento reaccionario de “pues si tanto te gustan los refugiados te los llevas a tu casa” se convierte en una realidad: el propio Ministerio de Inmigración, Refugiados y Ciudadanía (el mismo nombre ya es una declaración de intenciones en sí) ha tenido que suspender temporalmente el programa para poder procesar debidamente las solicitudes recibidas por grupos de canadienses. Se estima que a lo largo de 2017 Canadá alojará a otros 25.000 refugiados, de los cuales 16.000 lo harán gracias a la iniciativa privada. Incluso Kevin O´Leary, ex candidato a controlar el partido conservador, y a quien algunos medios llegaron a comparar a Trump por su tono desafiante y populista, ha dejado claro que la política aislacionista y antiislámica de la Casa Blanca es una oportunidad para Canadá, ya que terminará atrayendo a profesionales de países árabes que de otro modo nunca pensarían en mudarse tan al norte.

Todo apunta, por tanto, a que en lo tocante a las cada vez más tensas relaciones con sus vecinos del sur, los canadienses confían en su primer ministro. Muchos se ven reflejados en la actitud cordial pero firme de Trudeau durante su reciente visita a la Casa Blanca. “Los canadienses tenemos fama de ser muy amables, pero al mismo tiempo nos enorgullecemos de ser un país de leñadores”, dice Asif. Tras sus cambios de opinión sobre el NAFTA (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), es precisamente a la industria maderera canadiense a quien Trump pretende ahora gravar con nuevos aranceles. La opinión pública sigue con la mirada puesta en Ottawa, y queda por ver si será posible mantener ese equilibrio entre firmeza y diplomacia hacia el único país con el que Canadá hace frontera.

Entre la improvisación y los ideales

La otra gran promesa electoral de Trudeau, junto a la reforma electoral y la acogida de refugiados, fue la de legalizar la marihuana para usos recreativos. El proyecto de ley ya ha sido presentado y se espera que entre en vigor el 1 de julio para que coincida con el 150 aniversario de Canadá. Esta medida llega tras un año en que el gobierno ha estudiado legislaciones similares pero, como era de esperar, hay opiniones para todos los gustos. Los partidarios aducen que el consumo de cannabis en el país es muy alto (un 12.6%, según Naciones Unidas) y que la ley permitirá al gobierno controlar los medios de distribución, del mismo modo que sucede con el alcohol (vendido directamente por los gobiernos provinciales a través de establecimientos de gestión pública y con una alta carga impositiva). Pero otras voces avisan de riesgos adicionales para los que el país podría no estar preparado. La asociación canadiense de jefes de policía, por ejemplo, presentó hace unas semanas sus recomendaciones al respecto. “Ahora mismo no disponemos de medios eficaces para detectar si alguien conduce bajo los efectos del cannabis”, comenta Rachael, oficial de policía, que no se opone a la nueva ley aunque echa en falta una mayor planificación antes de seguir adelante con ella.

Con todo, tanto partidarios como detractores del primer ministro canadiense parecen estar de acuerdo en que uno de sus máximos aciertos ha sido el de dar una respuesta inclusiva al eterno debate social sobre la identidad canadiense. En este 150 cumpleaños del país, Trudeau recoge los ideales de su padre, primer ministro desde 1968 hasta 1979 y desde 1980 hasta 1984): “No existe un modo ideal o determinado de ser canadiense. Una sociedad que recalca la idea de uniformidad crea intolerancia y odio” -decía Pierre Trudeau en 1969- “lo que el mundo debería buscar y lo que en Canadá tenemos que continuar atesorando no es la uniformidad sino valores humanos: compasión, amor y comprensión”. Ahora su hijo está al frente de un gobierno paritario y multicultural que cuenta, entre otros, con una atleta paralímpica como ministra de Deportes y Personas Discapacitadas y con un veterano de guerra Sikh como ministro de Defensa. “Cuando mis padres llegaron aquí desde Chile en los años setenta la mentalidad de la gente no era tan abierta”, reconoce Priscila, coordinadora de actividades para estudiantes internacionales, “pero yo me he criado aquí y nunca me he sentido discriminada. Cuando veo las políticas de integración de otros países me siento como en un oasis”.

Foto: Harjit Sajjan, durante su época en Afganistán, en una fotografía de su perfil de Facebook

Tras la victoria de Trump, el ahora expresidente Joe Biden destacó el peso internacional de Merkel y Trudeau como los últimos líderes liberales de Occidente frente a la incertidumbre política mundial. Los casi dos años y medio para las próximas elecciones canadienses son demasiado tiempo en un panorama internacional tan imprevisible como el que vivimos y está por ver si el gobierno será capaz de cumplir con esa responsabilidad. Y del mismo modo que Justin Trudeau quiere contar con todos para seguir formando una sociedad cada vez más plural y solidaria, parece que los canadienses seguirán contando con él durante algún tiempo. “Lo normal aquí es que un primer ministro salga reelegido al menos una vez y ahora mismo no hay ningún motivo de peso para que eso no vuelva a suceder”, dice Asif sonriendo. “Somos un país fuerte con gente de todos lados que viene aquí a crear una vida. Yo nací en Bangladesh pero soy y me considero canadiense. Damos lo mejor de nosotros mismos y construimos entre todos un país mejor con nuestras ideas, nuestro trabajo y nuestros impuestos. Eso es lo que significa para mí ser ciudadano, y me gusta saber que también es lo que piensa mi gobierno”.

Carismático, inteligente, joven, atractivo, deportista… La fama de Justin Trudeau, el primer ministro canadiense, ha trascendido fronteras no solo por su marcado carácter mediático sino también por la respuesta de su gobierno a situaciones como la crisis de los refugiados sirios. En los últimos meses, además, a causa de la victoria de Donald Trump y del auge de los partidos de extrema derecha en varios países de Europa, Canadá se ha convertido ante los ojos de una buena parte de la población mundial en el último bastión de las políticas sociales y humanitarias. Pero, ¿qué hay más allá de la foto? ¿Es igual de positiva la opinión que tienen los canadienses de su primer ministro?

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