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Indonesia, el paraíso de las tabacaleras donde los niños fuman y trabajan los campos
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EL 73,3% DE LOS varones INDONESIOS FUMAN

Indonesia, el paraíso de las tabacaleras donde los niños fuman y trabajan los campos

Desde que el dictador Suharto descubrió la utilidad de promover los cigarrillos kreteks como símbolo de identidad, la industria tabacalera vive una luna de miel con el país. A costa de la salud de muchos

Foto: Un taxista fuma mientras espera clientes en Yakarta, el 21 de julio de 2015. (Reuters)
Un taxista fuma mientras espera clientes en Yakarta, el 21 de julio de 2015. (Reuters)

Tener una conversación con Lambok no siempre es fácil. Tose a menudo y encadena un cigarrillo tras otro, con cierta ansia. "No recuerdo bien cuándo empecé a fumar. Debía tener como 15 años", dice el indonesio de 29 años que fuma entre paquete y medio y dos al día. Como la mayor parte de sus conocidos varones. "Aquí todos fumamos. Es lo que hacemos cuando estamos con amigos", explica el joven.

Indonesia tiene una de las tasas de fumadores más altas del mundo, con un 73.3 por ciento de los hombres indonesios mayores de 15 años enganchados al tabaco, según datos de la Organización Mundial de la Salud de 2014. La cifra causa mayor preocupación, sin embargo, porque la adicción empieza desde jóvenes: el 36.2 por ciento de los chicos de entre 13 y 15 años y un 4.3 por ciento de las niñas son fumadores habituales.

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"Indonesia tiene una serie de políticas muy débiles con respecto al tabaco", explica Mark Hurley, director en Indonesia de la Campaña por Niños sin Tabaco (Tobacco Free Kids). Así el archipiélago es uno de los pocos países del mundo, y el único del Sudeste Asiático, que no ha firmado la Convención Marco sobre Control del Tabaco, explica Hurley, que establece unos estándares mínimos para reducir las consecuencias sanitarias del consumo de tabaco. El Convenio incluye desde medidas para prohibir fumar en espacios cerrados públicos a la restricción de la venta a menores, entre otros. "Las empresas indonesias tienen agresivas campañas dirigidas a los jóvenes [...] Hay anuncios por todos lados. La mayoría de los adultos fuma. Así que los niños miran alrededor y están constantemente expuestos al tabaco", continúa Hurley.

Ardi Rizal se convirtió en un buen ejemplo de ello. En 2010, un vídeo en el que se veía al bebé de dos años fumando con la seguridad de un adulto se hizo viral en las redes sociales del país y de medio mundo. Sus padres aseguraban que el pequeño fumaba unos 40 cigarrillos al día. Poco después, otro vídeo de la agencia local Antara mostraba a los desesperados padres del pequeño Ilham de ocho años, quien se ponía violento y rompía cristales y muebles si no podía fumar los dos paquetes diarios a los que estaba acostumbrado.

La popularidad de esta industria no es casualidad. A finales del siglo XIX, los indonesios comenzaron a poner pequeñas cantidades de clavo, especie originaria del archipiélago, en sus cigarrillos para dar sabor al tabaco que habían traído los holandeses y que se había impuesto al betel, la droga blanda por excelencia en el Sudeste Asiático durante siglos y aún común en países como Myanmar. Nacieron así los kreteks, hoy en día el cigarrillo más popular del país. En los años 70 y 80, el entonces dictador Suharto vio la oportunidad de utilizar los kreteks como símbolo en sus campañas nacionalistas, al mismo tiempo que premiaba a sus amigos y aliados con jugosas concesiones. Empezó entonces una luna de miel con la industria del tabaco, que hoy en día aún disfruta de escasas restricciones a sus campañas de publicidad o de bajos impuestos al consumo.

Gigantes del trabajo infantil

Los cigarrillos están así omnipresentes en la sociedad indonesia y se pueden conseguir a precios bastante reducidos. Según datos de la OMS, los paquetes de 20 cigarrillos pueden adquirirse por menos de 7000 rupias, en torno a medio euro. Sin embargo, para los mayores adictos, el tabaco puede ser un gasto importante en un país en el que el salario mínimo varía de los 80 a los 218 euros al mes, según la región. No en vano, fueron los 3 euros y medio al día que costaba la adicción de Ardi los que llevaron a sus padres a prohibirle los cigarrillos.

El tabaco no es sólo perjudicial cuando se fuma y el simple contacto continuado con las hojas puede provocar mareos, naúseas, vómitos y dolores de cabeza, así como daños permanentes en el cerebro a largo plazo. Es lo que sufren cada año miles de niños en Indonesia, algunos de tan sólo ocho años de edad, durante la época de recolección del tabaco, según una investigación reciente publicada por la organización Human Rights Watch (HRW). "Los niños trabajadores del tabaco están expuestos a la nicotina, manejan químicos tóxicos, utilizan herramientas cortantes, levantan pesadas cargas y trabajan bajo un intenso calor [... lo que] podría tener consecuencias a largo plazo para su salud y desarrollo", asegura el informe que pide que se prohíba el trabajo infantil en este sector, como ya ocurre en muchos otras industrias consideradas peligrosas por el gobierno. "Hemos pedido que se prohíba cualquier tipo de trabajo que suponga un contacto directo con el tabaco, lo que incluye la recolección o trabajar cerca de tabaco seco", explica Margaret Wurth, autora del informe, quien afirma que aún no han visto "ningún cambio positivo concreto" por parte del gobierno de Indonesia.

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Según Wurth, empresas "muy exitosas con una gran influencia" en el país no contestaron a la solicitud de información de HRW sobre sus proveedores ni mostraron interés en probar que no utilizan trabajo infantil. Una de ellas fue Djartum, propiedad de los hermanos Hartono, los empresarios más ricos del país durante los últimos ocho años, según la revista Forbes, gracias a su popular marca de cigarillos que les ha permitido expandir sus negocios a otros sectores como la banca. Las empresas internacionales, que compraron aproximadamente una cuarta parte del tabaco producido en Indonesia, fueron más transparentes, asegura Wurth, pero sus cadenas de producción tampoco pueden certificarse como libres de trabajo infantil. "Estas multinacionales siguen comprando tabaco en el mercado libre y no tienen forma de trazar su origen. No tiene forma de saber si el tabaco que compran ha sido producido con trabajo infantil o no", asegura Wurth.

La polémica está servida en el cuarto país más poblado del mundo. La luna de miel se apaga poco a poco y en 2014 el gobierno obligó a los fabricantes a añadir imágenes gráficas que alerten del impacto sobre la salud del tabaco, como las que se han expandido durante los últimos años por medio mundo. Ahora, están considerando prohibir la publicidad de tabaco en televisión y radio, al mismo tiempo que acaban de subir los impuestos.

Pero muchos sectores aún se resisten a abandonar el símbolo que supone el kretek para la cultura indonesia. Así, en 2015, un borrador de ley sobre patrimonio cultural nacional incluyó un apartado para los cigarrillos indonesios que hubiera obligado a las administraciones públicas a respetar y proteger al kretek. Las voces en contra llevaron a retirar los perfumados cigarillos de la propuesta, pero apenas ha habido avances en políticas para evitar el inicio del consumo o su abandono. "Para los indonesios es casi imposible dejar de fumar. Lo pueden intentar, pero tienen incentivos por todos lados para recaer", asegura Mark Hurley. "Si la ley fuera más estricta, quizá lo dejaría, pero ahora mismo es my complicado. No tengo fuerza de voluntad", asegura el fumador empedernido de Lambok.

Tener una conversación con Lambok no siempre es fácil. Tose a menudo y encadena un cigarrillo tras otro, con cierta ansia. "No recuerdo bien cuándo empecé a fumar. Debía tener como 15 años", dice el indonesio de 29 años que fuma entre paquete y medio y dos al día. Como la mayor parte de sus conocidos varones. "Aquí todos fumamos. Es lo que hacemos cuando estamos con amigos", explica el joven.

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