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"Ver los Balcanes de hoy con el prisma de la guerra de los años 90 es un error"
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entrevista al autor de "bosnia en el limbo"

"Ver los Balcanes de hoy con el prisma de la guerra de los años 90 es un error"

Borja Lasheras, director del ECFR Madrid, vivió dos años en Bosnia oriental a principios de la década. El Confidencial habla con él sobre los desafíos a los que se enfrenta la región

Foto: Vista general de Sarajevo, en noviembre de 2016. (Reuters)
Vista general de Sarajevo, en noviembre de 2016. (Reuters)

En el Valle del Drina, en Bosnia Oriental, la niebla es espectacular. Es obvio que a Borja Lasheras le impresionó profundamente durante su estancia con la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), porque es una de las primeras cosas que menciona en nuestra conversación. Y lo mismo hace en las páginas iniciales de “Bosnia en el limbo” (Ed. 360º), el libro que acaba de publicar sobre el país, justo cuando se cumplen 25 años del inicio de la guerra que lo devastó.

“El Valle del Drina es un lugar muy específico, que durante la guerra sufrió el grueso de la limpieza étnica”, nos explica. “Viví dos años allí a principios de esta década, realizando tareas de apoyo al retorno de los desplazados por la guerra y haciendo seguimiento de incidentes de carácter étnico, así como de asistencia a la gobernanza. Entonces ya estaba teniendo lugar un declive de la presencia internacional. Se estaba produciendo una reconstrucción sin reconciliación”, comenta.

¿Por qué hablar hoy de Bosnia, un país que apenas genera noticias destacables? “Es una crisis no resuelta. Y en estos momentos en los que la atención va saltando de una crisis a otra, cuando no termina una pero ya estamos poniendo el foco en otra, yo quería colmar un vacío”, asegura “Hay mucho escrito sobre la guerra, sobre el sitio de Sarajevo, la intervención de la OTAN o los sucesos de Srebrenica, pero hay muy poco sobre lo que ha pasado después. Quería ver qué pasa en una sociedad que surge de ese contexto. Porque Bosnia fue un proyecto masivo de la comunidad internacional”, dice, que hoy ha caído en el olvido.

Borja Lasheras es ahora el director de la oficina en Madrid del European Council on Foreign Relations, y probablemente una de las personas más preparadas de España para hablar sobre los Balcanes hoy. Entre otras cosas, porque es uno de los pocos que ha seguido viajando regularmente a la zona. “La idea que permanece sobre Bosnia es la de los años 90, pero la región ya no está en ese mismo punto, y verlo así es un error. Bosnia está en tierra de nadie, un país que avanza sin avanzar. Puede acabar convertido en candidato a la entrada en la Unión Europea, pero sigue teniendo muchos problemas sin resolver”, indica.

El principal, probablemente, es el nacionalismo furioso que agita aquella zona, y que se llevó por delante incluso la idea del Sarajevo multicultural que, a principios de la guerra, todavía resistía como bastión de tolerancia. Pero los odios y las divisiones, a menudo artificiales, fueron más fuertes. “Yo soy muy crítico con esa visión étnica, porque en Bosnia son todos eslavos, solo que algunos de ellos resultan ser ortodoxos, otros católicos y otros musulmanes. Pero el énfasis étnico y religioso tiene un gran éxito entre las elites políticas de Bosnia. Y la comunidad internacional está presa de este prisma”, dice. “En ese sentido, el libro es también una crítica al etnonacionalismo”, afirma.

Revolución ciudadana y vuelta a la tensión

En uno de sus viajes posteriores al país, en 2013, coincidió con lo que algunos llaman “la Bevolución”, las protestas masivas a raíz de la muerte de una bebé de 3 meses que, por cuestiones burocráticas impuestas por motivos nacionalistas, no pudo recibir a tiempo el vital tratamiento médico que necesitaba. Muchos bosnios, hartos de la situación, se echaron a las calles, y Lasheras estuvo allí para verlo. “Fue casualidad. Con Bosnia desarrollas una relación de amor-odio, y yo quería volver para ver a algunas de las personas que aparecen en el libro”, comenta.

Al año siguiente, la revolución ciudadana en Sarajevo y otras ciudades amenazó con superar las divisiones étnicas del país en favor de una auténtica convivencia nacional. “Luego estalló la violencia, no por razones étnicas sino de mal gobierno”, explica Lasheras, que también estaba en Sarajevo, de visita en Bosnia. “Las revoluciones son buenas para derribar pero muy malas para construir. Y Bosnia es un país muy fragmentado: hubo confusión, miedo y torpeza, que impidieron a la gente reorganizarse”.

De modo que los problemas del país siguen sin resolverse. “Bosnia sigue perdiendo población, y es una dinámica general en toda la región. Así que al final vas a tener sistemas mal llamados democráticos, donde la gente activa, que es el tejido social, que hace cambios, está viviendo en Austria, y por lo tanto hay muy baja participación", comenta Lasheras.

Sin embargo, no comparte la percepción de algunos expertos de que la región se dirige necesariamente hacia una nueva guerra. “Yo soy muy crítico con los titulares alarmistas, que, además, pueden funcionar como una profecía autocumplida. Es cierto que tienes unos niveles preocupantes de armamento, y en manos de grupos no estatales, pero sobre todo están los intereses de las clases dirigentes en cierta narrativa de conflicto, que es lo que les da de comer. Es decir, hay elementos de conflicto pero son azuzados de forma artificial”, explica. “Hace diez años estábamos en una etapa más estable. La UE estaba en su mejor momento, la gente la veía de forma positiva. Estábamos en una fase de lo que llamamos 'geopolítica contenida', nos llevábamos bien con Rusia, Turquía no había entrado en la espiral actual con Erdogan… Los Balcanes habían pasado de producir geopolítica a ser protegidos. Hoy tenemos la crisis de la eurozona, la nueva agenda rusa, las fuerzas eurófobas… En un momento dado esta contención se rompe, estalla la crisis de los refugiados, que ha tenido mucho impacto en los Balcanes, y se refuerza el autoritarismo y las tensiones geopolíticas. En resumen, creo que las menciones a una futura guerra son sensacionalistas. Pero si los incentivos son a favor del enfrentamiento y no de la resolución, podríamos tener cierto nivel de conflicto”.

Como observador la zona, considera que no hay muchas razones para el optimismo. "Los líderes políticos tienen muy mala relación con sus vecinos. Serbia y Kosovo pasan por fases alternativas de cooperación y confrontación, igual que Croacia y Serbia. Los medios no son independientes. Los datos sobre emigración son muy preocupantes, igual que los de analfabetismo", explica. "Ahora mismo los actores influyentes tienen más incentivos para no realizar reformas que para la normalización, así que a corto plazo yo espero más malas noticias. En historia no se puede ser determinista, pero la región no va bien. Y Bosnia es de los países que peor van”.

Rusia, el nuevo actor clave

Un ejemplo de la inestabilidad es el reciente incidente golpista en Montenegro, cuyo Gobierno acusa a Rusia de haber orquestado el intento de asesinato de su presidente con la intención de implantar un liderazgo más favorable a Moscú. "Sin tener acceso a información de inteligencia, te digo que el consenso entre los expertos es que hubo algún tipo de influencia externa. Dicho esto, uno no puede creer lo que dice el Gobierno de Montenegro a pies juntillas", opina Lasheras del oscuro episodio.

Foto: Manifestación contra la OTAN en Podgorica, la capital de Montenegro, en diciembre de 2015 (EFE)

De ser cierto, sería un ejemplo de la creciente asertividad rusa en los Balcanes, que algunos comparan con la situación en Ucrania. Lasheras, sin embargo, considera que las diferencias son importantes. "Para Rusia, Ucrania es una prioridad. Hay una importante carga emocional, e incluso no se reconoce la identidad ucraniana como independiente. En los Balcanes es diferente, para Rusia no es una esfera de influencia sino de interés. Rusia siempre ha intentado tener representación en los elementos de poder: está, por ejemplo, en los acuerdos de Dayton, y busca tener capacidad de bloqueo", explica.

"Lo que sucede ahora es que han elevado un poco el juego. Han pasado del consenso permisivo a no aceptar ni una más, sobre todo a raíz de la independencia de Kosovo. El mensaje al Gobierno de Montenegro es muy claro, que no van a permitir que entre en la OTAN. El problema, entonces, es que Rusia no acepta la libre decisión de los estados de la zona. Ha establecido líneas rojas, y estas no son solo la OTAN, sino también la Unión Europea: por ejemplo, Moscú ha bloqueado el lenguaje en documentos oficiales de Bosnia que hablaba de adhesión a la UE", señala Lasheras. "Ahora bien, qué está dispuesto a llegar a hacer, todavía no está claro. Es sobre todo oportunista, y los Balcanes son un punto débil de la UE, un punto donde pueden elevar las cuerdas".

placeholder Ceremonia de cambio de mando en la misión de la EUFOR en Sarajevo, el 28 de marzo de 2017. (Reuters)
Ceremonia de cambio de mando en la misión de la EUFOR en Sarajevo, el 28 de marzo de 2017. (Reuters)

"Unos Balcanes en la OTAN o la UE, Rusia los ve como un desafío. Eso no quiere decir que Rusia quiera per se la inestabilidad. La diferencia viene sobre qué es considerado inestabilidad, y ahí su visión no encaja con la nuestra. Por ejemplo, reconoce la primera etapa de los acuerdos de Dayton pero no la segunda. En algunos casos quieren el status quo, en otros su reversión", comenta. "Jugando la batalla de la opinión pública han logrado muy buenos resultados. Han logrado que cale el mensaje de que la UE es decadente, de que está contra el pueblo, quiere defender a los gays, etc".

En ese sentido, Rusia se permite ocupar el espacio de influencia que la Unión Europea ha perdido en los Balcanes, a menudo por su propia falta de interés. "Lo primero que tiene que hacer la UE es cumplir con sus propias líneas rojas: el cumplimiento de la ley, la lucha contra la corrupción… Ahora mismo es percibida como demasiado cercana a los autócratas balcánicos", comenta Lasheras. "Sea como sea, la política actual no está funcionando".

En el Valle del Drina, en Bosnia Oriental, la niebla es espectacular. Es obvio que a Borja Lasheras le impresionó profundamente durante su estancia con la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), porque es una de las primeras cosas que menciona en nuestra conversación. Y lo mismo hace en las páginas iniciales de “Bosnia en el limbo” (Ed. 360º), el libro que acaba de publicar sobre el país, justo cuando se cumplen 25 años del inicio de la guerra que lo devastó.

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