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El regreso de las corridas de toros a Bogotá agita las pasiones de los colombianos
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"¡No más olés!", gritan algunos antitaurinos

El regreso de las corridas de toros a Bogotá agita las pasiones de los colombianos

La plaza Santamaría de Bogotá ha reabierto tras cinco años de prohibición, y con ella ha vuelto una polémica que no deja indiferente a casi nadie. Han llegado a producirse altercados violentos

Foto: Manifestación en contra de la reapertura de la plaza de toros de la Santamaría en Bogotá (H. Estepa)
Manifestación en contra de la reapertura de la plaza de toros de la Santamaría en Bogotá (H. Estepa)

La sala es escueta y fría. Sobre un par de sillas han sido dispuestos un traje de luces y un capote de paseo. Impolutos. Relumbrantes. Son parte del atuendo de Manuel Libardo, uno de los toreros más reconocidos de Colombia.

Vestirse es una ceremonia sagrada para todo matador. El diestro trata cada prenda es como un tesoro. Pareciera acariciar las piezas, intentando vestirlas con sutileza. “Trato de hacerlo todo muy despacio para que la gente a mi alrededor se llene de energía positiva”, desvela a El Confidencial. Antes de salir a la plaza despliega sobre una mesa decenas de estampas de hombres santos. Mezcla entre ellas fotografías de sus seres queridos. Es su particular altar.

Ora. La sala enmudece. El silencio se impone. Es la calma antes de la tempestad. Se avecina una de las corridas más tensas de su carrera. El matador va a torear en la plaza Santamaría de Bogotá, polémicamente reabierta hace unos días tras cinco años de prohibición del toreo en la capital colombiana.

Miles de antitaurinos se han dado cita en el lugar para protestar contra la corrida. Existe temor. El domingo anterior la manifestación se tornó violenta. Hubo gases lacrimógenos y granadas aturdidoras por parte de la policía. Los manifestantes que decidieron utilizar la violencia lanzaron ladrillos y piedras. El saldo final fue de 34 heridos –cinco policías fueron trasladados a centros médicos- y seis detenidos.

“Es muy duro tener que escuchar a vándalos llamar asesinos a la gente que va de espectador a una plaza de toros. Saber que escupieron a gente. Que les echaban orines y pintura, y los robaban”, lamenta Libardo. Esos fueron algunos de los hechos denunciados el pasado 22 de enero. Los colectivos animalistas se defendieron aduciendo y censurando la infiltración indeseada de elementos violentos “ajenos a la manifestación” y al movimiento animalista.

"El cierre de la plaza fue terrible"

Sea como fuere, la apertura de la Santamaría de Bogotá, cerrada por el alcalde izquierdista Gustavo Petro en 2012, ha devuelto el debate sobre la tauromaquia a las calles de Colombia. “Es una victoria volver a la Santamaría. Es la primera plaza del país. Nuestro Madrid. Su cierre fue terrible. No sólo para los toreros sino para un grupo muy grande de personas que trabajan en este mundo”, comenta Libardo.

El coliseo capitalino ha sido reabierto por el regidor liberal Enrique Peñalosa –también autoproclamado antitaurino- para dar cumplimiento a un fallo de la Corte Constitucional. El máximo tribunal del país concluyó en 2014 que el toreo es parte de la herencia cultural colombiana y no puede ser prohibido.

Libardo, por su parte, pide responsabilidad a jueces y políticos. También un estudio mayor de la tauromaquia: “El antitaurino dice que somos asesinos. Tienen que leer un poco de qué va la historia del toreo”. Niega sentir que hace daño al animal cuando torea: “Si no hubiera corridas de toros, entonces el toro de lidia no existiría. Es un animal que nació y se creó para la tauromaquia. Y tiene un fin, que es morir en la plaza de toros. Es un animal que muere muy bonito. Tiene la libertad de ser indultado y que se devuelva a la dehesa para ser un semental”.

Ninguno de los alrededor de 5.000 participantes en la manifestación antitaurina de este domingo piensa lo mismo. Es la primera convocatoria tras la marcha violenta del pasado 22 de enero: “¡No más olés! ¡Tortura, no estás en mi cultura!”, gritan quienes acuden a la protesta, esta vez pacífica y sin incidentes reseñables.

Lanzan sus proclamas ante los ojos atentos de la policía nacional. Unos 3.200 oficiales custodian la Santamaría, el doble que la semana anterior. Cientos de metros de vallas de metal han sido utilizados para atrincherar el ruedo capitalino. Sólo quienes muestran su entrada pueden ingresar en el perímetro de protección.

"Violentos y desequilibrados"

“La gente que va a los toros son violentos y desequilibrados. Los políticos y los jueces que apoyan el toreo han de pensar que la forma de tratar a los animales supone un ejemplo en la educación de sus hijos. Si crecen viendo eso van a ser violentos el día de mañana”, reflexiona Fernanda Torres, una joven estudiante de derecho. Otro de los presentes es Brayan Galarza. Estudia Ingeniería Sanitaria en la Universidad Distrital. Refuta el argumento de la extinción del toro de lidia si no existiesen las corridas: “La especie no puede ser un producto destinado al maltrato. Ese tipo de cultura no se puede defender. El rechazo es parte de la evolución de las sociedades. La esclavitud también fue legal, y finalmente acabó”.

Uno de los líderes de los manifestantes es Batman Camargo. Tiene nombre de superhéroe y es uno de los dirigentes de la asociación animalista Pata: “La tauromaquia no afecta sólo al toro. También incide directamente en la vida del ser humano porque minimiza nuestro aprecio por la misma”, critica minutos antes de escabullirse y lanzar proclamas entre los policías a pecho descubierto.

El apoyo a las corridas de toros mengua en Colombia desde la popularización de los grupos animalistas, a principios de los 90: “En las principales ciudades la gran mayoría de las personas repudia las corridas. Incluida gente que antes iba a verlas. El 86% en Bogotá se opone a estos festejos”, comenta Natalia Parra, directora de la asociación Alto y secretaria de la bancada animalista del Congreso de la República.

La controversia en cuanto al toreo se nota en la plaza. La asistencia a la Santamaría, algo menos de dos tercios de entrada, no está siendo la esperada. Felipe Negret, director del Consorcio Colombia Taurina, culpa a los incidentes violentos del 22 de enero: “Con lo de la reapertura a la gente le dio susto venir, nos hicieron daño tanto vandalismo y violencia. Los aficionados estaban temerosos de que los pudieran agredir”, lamentó en declaraciones a la prensa colombiana.

El futuro de los toros en Colombia, y por tanto de la empresa dirigida por Negret, está en manos de políticos y jueces. El papel más importante lo juega la Corte Constitucional. El máximo tribunal del país ha dado un plazo de dos años al Congreso para legislar sobre el toreo.

Límites jurídicos y reproches políticos

Serán los políticos quienes decidan si incluyen las corridas entre las conductas relacionadas con el maltrato animal, penado en Colombia con entre 12 y 36 meses de cárcel. La ley impone actualmente límites a la protección de los animales con respecto a la libertad religiosa, los hábitos alimenticios del ser humano, la investigación y experimentación médica y algunas manifestaciones culturales, entre las que se encuentran no sólo el toreo, sino también el rejoneo, los rodeos y las peleas de gallos. Esas manifestaciones culturales serán prohibidas por la Corte Constitucional de no emitirse una nueva legislación sobre las mismas en los próximos dos años.

Se prevén apasionados debates en el Congreso colombiano. En los últimos años han circulado en el congreso varias iniciativas para reducir el daño al toro o directamente prohibir el toreo. Ninguna ha pasado los primeros filtros.

Ahora podría ser diferente. El ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, se ha reunido con algunas organizaciones defensoras de los animales y los políticos que presentaron legislaciones antitaurinas en el pasado. Ha anunciado la creación de un plan unitario para presentar un proyecto de ley que borre las corridas de toros del país. Será anunciado en el Congreso el próximo 20 de marzo. “No podemos desconocer herencias traídas por quienes nos colonizaron. Algunas son buenas. Otras son malas o por lo menos no responden a la moralidad de los tiempos actuales”, comenta Natalia Parra.

Los debates en el congreso podrían inflamar aún más un escenario político ya caliente por la reapertura de la Santamaría. El ex alcalde izquierdista Petro ha denunciado al actual regidor, Peñalosa, por delito de calumnia. Culpa a su sucesor de haberle responsabilizado de exacerbar los ánimos de los manifestantes en la marcha violenta del 22 de enero. Ambos se declaran antitaurinos. Peñalosa dice haber reabierto la plaza solo por respeto a la Corte Constitucional.

Una investigación de la revista Semana pone en tela de juicio la vehemencia de ambos contra las corridas. Peñalosa condecoró a la Corporación Taurina de Bogotá en el año 2000, durante su anterior etapa como alcalde. Petro, por su parte, votó en 2004 a favor de la ley que reglamentó las corridas de toros en Colombia. Un político conservador dice haberle visto en la Santamaría en varias ocasiones, hace años. “Los políticos hacen votaciones para lo que les conviene. Hace años estaban en la plaza de toros. Se dieron cuenta de que haciendo política antitaurina pueden ganar votaciones. Les pido respeto”, reclama el matador Manuel Libardo.

La sala es escueta y fría. Sobre un par de sillas han sido dispuestos un traje de luces y un capote de paseo. Impolutos. Relumbrantes. Son parte del atuendo de Manuel Libardo, uno de los toreros más reconocidos de Colombia.

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