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Las multinacionales que cortejan a Trump: inversiones millonarias tras sus amenazas
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prometen miles de empleos en eeuu

Las multinacionales que cortejan a Trump: inversiones millonarias tras sus amenazas

Las amenazas de Donald Trump han generado un reguero de anuncios y compromisos de multinacionales estadounidenses y extranjeras que aseguran que invertirán en EEUU

Foto: El presidente de EEUU, Donald Trump, saluda a la multitud durante su toma de posesión, en Washington, el 20 de enero de 2016. (Reuters)
El presidente de EEUU, Donald Trump, saluda a la multitud durante su toma de posesión, en Washington, el 20 de enero de 2016. (Reuters)

Las amenazas de Donald Trump contra las compañías que produzcan en el extranjero han generado un reguero de anuncios y compromisos por parte de muchas multinacionales estadounidenses y extranjeras. Las compañías se han lanzado a prometer inversiones millonarias y la creación de cientos de miles de empleos en territorio estadounidense.

¿Cuáles son las principales empresas y a qué sectores pertenecen? Entre las firmas norteamericanas, destacan los gigantes de la automoción, y resultan especialmente ilustrativos los casos de Ford y General Motors (GM). El presidente mundial de Ford, Bill Ford, acaba de suspender una inversión de 1.600 millones de dólares en México —que habría supuesto trasladar allí una fracción de su producción en Estados Unidos— después de que Trump lo llamase insistentemente a su móvil para presionarlo. Aunque GM sugirió que no le intimidaban las advertencias del entonces presidente electo sobre la imposición de aranceles sobre la producción mexicana de sus modelos Chevy Cruz, solo una semana después tuvo que prometer que invertiría 1.000 millones de dólares en la primera potencia mundial. Su portavoz aclaró, por si hiciera falta, que el anuncio estaba diseñado para coincidir con la llegada del nuevo inquilino a la Casa Blanca.

Otras empresas estadounidenses que han empezado a movilizarse son IBM, WalMart, Carrier y Amazon. Justo la víspera de una cumbre entre el entonces presidente electo Trump y las empresas tecnológicas en diciembre, Ginni Rometty, CEO de IMB, publicó una columna en el diario 'USA Today' donde anunciaba que contrataría a 25.000 empleados durante los próximos cuatro años y que invertiría 1.000 millones de dólares en capacitar a su plantilla en Estados Unidos.

WalMart, que forma parte del eje de grandes corporaciones que Trump considera que deberían replantearse su estrategia para producir la mayor parte de sus bienes en el país, ha asegurado que contratará a 10.000 trabajadores. Carrier va a mantener, contra pronóstico, 1.100 empleos en su factoría de Indianápolis.

La situación de Amazon es más espinosa. Trump acusó a su fundador y principal propietario, Jeff Bezos, de utilizar su periódico, 'The Washington Post', para hacerle daño políticamente. Además, añadió que las motivaciones de Bezos eran evitar una investigación de su empresa por posición dominante y por los malabares fiscales que hace para pagar pocos impuestos. Después de expresar su oposición a Trump durante la campaña, el fundador de Amazon le ha felicitado por ganar las elecciones, ha intentado reconducir la relación y ha prometido la creación de 100.000 empleos en Estados Unidos entre 2017 y 2018.

Más allá de Estados Unidos

Obviamente, el reguero de las multinacionales que intentan cortejar al nuevo inquilino de la Casa Blanca no termina en las fronteras estadounidenses. Hasta el momento, las extranjeras que más se han acercado al nuevo jefe de Estado americano para seducirle con inversiones y puestos de trabajo son las asiáticas. Destacan, entre ellas, la china Alibaba, las japonesas Toyota y Softbank, la surcoreana Hyundai y un batallón de firmas taiwanesas que esperan que les favorezca la antipatía de Trump hacia Pekín y la simpatía que mostró como presidente electo hacia Taipéi.

El presidente de Alibaba le ha sugerido en persona al nuevo inquilino de la Casa Blanca que podría crear un millón de trabajos en Estados Unidos ayudando a las pequeñas empresas a satisfacer con sus productos la demanda de la clase media china. El presidente de Toyota, Akio Toyoda, ha dicho que está dispuesto a invertir 10.000 millones de dólares en suelo americano durante los próximos cinco años. Los movimientos de Softbank son fáciles de apreciar en sus intenciones de crear hasta 50.000 empleos (esa cifra incluye 8.000 contrataciones nuevas en total por parte de Sprint y de OneWeb, dos firmas donde Softbank posee una influencia enorme).

Mientras Hyundai dejaba claro en enero que, en los próximos cinco años, espera invertir 3.000 millones de dólares en Estados Unidos, el 'Financial Times' contabilizó en diciembre hasta siete empresas taiwanesas interesadas en expandir su presencia en el país. Entre ellas, destaca Foxconn, que, entre otras cosas, produce los teléfonos de Apple.

Pero a la cola de los nuevos amigos de Trump también hay multinacionales europeas. Aunque Fiat Chrysler no ha sorprendido a muchos anunciando una inversión de 1.000 millones de dólares en Estados Unidos y recibiendo un tuit de agradecimiento de Trump, lo que sí ha llamado la atención es que su CEO, Sergio Marchionne, haya afirmado que está dispuesto a cerrar algunas de sus factorías en México si Washington impone aranceles contra los bienes de su vecino del sur.

Solo los planes de seis compañías se habían decidido en los últimos dos meses. Las multinacionales pueden "prometer inversiones, pero no las acometen hasta que no las aprueban sus accionistas"

El mundo del lujo y los fármacos no ha sido inmune al nuevo encanto de Trump. Bernard Arnault, presidente del conglomerado francés del lujo LVMH, le dijo a Trump durante su reunión, a principios de enero, que no solo estaba planteándose expandir sus fábricas en California, sino también abrir otras dos posiblemente en Carolina del Norte, y tras la petición expresa de Trump, en el Medio Oeste. Bayer ha puesto más condiciones: creará 3.000 empleos e invertirá 8.000 millones de dólares si aprueban su fusión con Monsanto.

A pesar de la fanfarria de los anuncios, las amenazas y las muestras de afecto y simpatía hacia el inquilino de la Casa Blanca, todavía quedan muchas sombras de duda sobre lo que ocurrirá en los próximos años. La primera incógnita es hasta qué punto las decisiones de inversión y creación de empleo que anuncian las compañías no llevan meses procesándose y han tenido poco que ver con los exabruptos de Trump. Bloomberg, tras analizar las promesas de 11 firmas, ha documentado que solo los planes de seis se habían decidido en los últimos dos meses.

Para Federico Soto, profesor asociado del departamento de Empresa de la Universidad Europea de Madrid, esto tiene mucho sentido. Las multinacionales pueden “prometer inversiones, pero estas no se acometen hasta que no las aprueban sus accionistas”. En todo caso, sigue, “van precedidas de un análisis PEST [político/económico/social y tecnológico] del país donde se va a invertir, y en este caso la P es una interrogación”. La incertidumbre regulatoria que provoca una figura tan volátil como Trump no es buena para los negocios.

La segunda incógnita es qué ocurrirá a largo plazo con las inversiones de las empresas, suponiendo que lo que han anunciado hasta ahora solo sea el principio. Santiago Carbó, catedrático de Economía de Cunef, cree que “los costes de producción en Estados Unidos son más elevados que en otros lugares” y que, si las compañías se ven obligadas a poner su dinero durante años en un país más caro solo por complacer al Gobierno, “a largo plazo dejarán de invertir en él”. Trump está creando oportunidades ahora, pero es posible, según Carbó, que sean pan (y circo televisivo) para hoy y hambre para mañana.

La tercera gran incógnita pasa por la credibilidad del nuevo presidente estadounidense y su capacidad para cumplir sus objetivos y amenazas proteccionistas. Paul Isbell, investigador asociado del Real Instituto Elcano, recuerda que “Trump ha tenido que matizar algunos de sus planes [proteccionistas] porque perjudicaban, por ejemplo, a las empresas estadounidenses que importan petróleo de México”.

Presiones inmensas

No solo va a sentir las presiones de miles de empresas perjudicadas, sino también las de millones de ciudadanos y las del propio poder legislativo. Como recuerda Federico Soto, “poner aranceles a las importaciones de automóviles de México o primar la producción en Estados Unidos solo conlleva, en primer lugar, que un americano pague más mañana que hoy por el mismo coche”.

En cuanto al poder legislativo, muchos congresistas republicanos —incluso algunos de los que lo apoyaron, como Orrin Hatch— han asegurado que se opondrán a medidas como la de gravar con un 35% de impuestos la venta de los productos de aquellas firmas que muevan parte de su producción fuera de Estados Unidos. Los demócratas ya se están planteando revocar los amplios poderes comerciales de los que Barack Obama disfrutó para cerrar acuerdos como la Asociación Transpacífica y negociar un tratado de libre comercio con la Unión Europea.

Ya se han publicado en medios oficiales chinos los nombres de productos y multinacionales estadounidenses que podrían sufrir la venganza de las autoridades de Pekín

Es verdad que, pese a las resistencias de los legisladores, seguiría disfrutando de un enorme margen de acción. Paul Isbell apunta que, por ejemplo, “Trump puede limitar las importaciones y subir los impuestos si considera que el déficit por cuenta corriente es excesivo y que determinados países están vulnerando el espíritu y las normas de los tratados”. El dictamen de la Organización Mundial del Comercio sobre la legalidad de esas medidas tardaría años en llegar.

La cuarta incógnita pasa por la respuesta de Trump al riesgo de represalias por parte de otros países que se sientan perjudicados. China no va a tolerar que Washington perjudique ni a sus exportaciones ni a sus empresas unilateralmente (de hecho, ya se han publicado en los medios oficiales chinos los nombres de algunos productos y multinacionales estadounidenses que podrían sufrir la venganza de las autoridades de Pekín).

Habría consecuencias y ya nadie puede descartar completamente una guerra comercial. Santiago Carbó subraya, igualmente, que “la Unión Europea no se va a quedar de brazos cruzados si ve que discriminan a las empresas de sus países miembros”. Así es como comenzaría una espiral proteccionista mundial que acabaría empobreciéndolos a todos.

El excéntrico espectáculo de la presidencia de Donald Trump no ha hecho más que comenzar y, por ahora, muchas grandes multinacionales han aceptado formar parte del reparto con distintos grados de sinceridad, miedo y convicción. La incertidumbre es, sencillamente, enorme.

Las amenazas de Donald Trump contra las compañías que produzcan en el extranjero han generado un reguero de anuncios y compromisos por parte de muchas multinacionales estadounidenses y extranjeras. Las compañías se han lanzado a prometer inversiones millonarias y la creación de cientos de miles de empleos en territorio estadounidense.

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