Es noticia
Cuenta atrás en la colonia israelí de Amona
  1. Mundo
"NUNCA VI ÁRABES AQUÍ. NO HABÍA NADIE"

Cuenta atrás en la colonia israelí de Amona

La colonia de Amona, objeto de años de procesos ante la justicia israelí, será desmantelada antes del día 25 por situarse en tierras privadas palestinas. Sus habitantes piden protección al Estado

Foto: Un niño israelí junto a una bandera en la entrada de la colonia de Amona, en Cisjordania, durante una protesta contra su desmantelamiento, el 20 de octubre de 2016 (Reuters).
Un niño israelí junto a una bandera en la entrada de la colonia de Amona, en Cisjordania, durante una protesta contra su desmantelamiento, el 20 de octubre de 2016 (Reuters).

La llamada del muecín a la oración del mediodía en la vecina ciudad palestina de Deir Jarir se cuela por las ventanas de las casas prefabricadas de la colonia israelí de Amona. Acostumbrado, Eli Greenberg no se inmuta ante el quejumbroso cántico en árabe que podría recordarle que sus días en este asentamiento de Cisjordania, su casa desde 2004, están contados.

Tras largos años de demandas, investigaciones y audiencias, el Tribunal Supremo israelí ha decidido que Amona debe ser desmantelada antes del 25 de diciembre de este año porque se sitúa en tierras privadas palestinas. Si bien el derecho internacional considera ilegales todos los asentamientos en los territorios palestinos ocupados, la ley israelí también califica de ilegales a un centenar, llamados ‘outpost’, que fueron creados sin ningún tipo de autorización. Amona es uno de ellos.

“Estamos aquí para quedarnos. Hemos pasado muchos años en Amona y no tenemos intenciones de marcharnos. Para mí estar aquí es como volver a casa y retomar nuestras raíces bíblicas. No tengo un plan B, no podemos irnos a otro lado”, dice Greenberg.

Tras la sonrisa, entre irónica y convencida, de este judío ortodoxo se siente sin embargo la preocupación ante una cuenta atrás que ya ha comenzado. Alrededor de 40 familias viven actualmente en Amona, nacida en 1996 en la cima de una colina, no lejos de otro asentamiento, llamado Ofra, y de las ciudades palestinas de Silwad, Taybeh y Deir Jarir. En estas localidades residen la mayoría de palestinos que poseen títulos de propiedad en las tierras de Amona.

Foto: Un colono crea una barricada durante la evacuación del asentamiento ilegal de Shirat Hayam, en la Franja de Gaza, el 18 de agosto de 2005. (Reuters)

“Recuerdo cuando vimos las primeras caravanas. Llegaron un buen día y se quedaron. No pudimos ir más a nuestra tierra. Varias mujeres lo intentaron y les dispararon. Dejamos de acercarnos por miedo pero esa tierra es nuestra, digan lo que digan”, asegura en Silwad, Mariam Hammad, de 82 años, cuya familia tiene un título de propiedad de 24 "dunams" (2,4 hectáreas) en Amona. “Aún recuerdo cuando era niña e íbamos con mi padre al campo. Le ayudaba a sembrar, a recoger tomates. Poníamos un toldo para resguardarnos del sol y descansar. Lo recuerdo muy bien, no han podido robarme la memoria”, agrega.

Con ayuda de la ONG israelí Yesh Din, Hammad y una veintena de familias palestinas llevaron su caso ante la justicia. La decisión del Tribunal supremo israelí data de 2012, pero ha costado cuatro años de recursos y apelaciones llegar a esta orden definitiva de desmantelamiento de Amona.

Nunca vi árabes aquí. Cuando llegué no había nadie”, zanja Greenberg.

“Amona fue establecido a instancias del Gobierno israelí después de los acuerdos de Oslo (1993). La colina estaba vacía cuando los residentes de Amona llegaron pero ahora organizaciones de izquierda dicen que había tierras privadas, 20 años después. Extraño. La gente de Amona merece ser respetada y defendida”, agrega Avi Roe, del consejo regional que agrupa a más de 40 colonias de la zona.

Una ley contrarreloj

Para evitar el desalojo y demolición de Amona, un proyecto de ley impulsado por el partido nacionalista religioso Hogar Judío, que forma parte de la coalición gubernamental, fue presentado en la Knesset, el Parlamento israelí. La normativa contempla legalizar con carácter retroactivo todos los ‘outposts’ o colonias ilegales a ojos de la justicia israelí. El texto prevé además la indemnización de los palestinos que demuestren que tienen títulos de propiedad sobre estas tierras.

“Tenemos esperanza de que el proyecto de ley prospere. Estoy seguro de que estaremos aquí después del 25 de diciembre. Y si algún ciudadano árabe de la zona viene y prueba que esta tierra les pertenece, podemos pagarles el precio conveniente. Eso dice la futura ley”, asegura Eli Greenberg. “Yo he intentado negociar con ellos pero no ha funcionado. Tienen miedo de venir aquí. No nos temen a nosotros, sino a grupos árabes radicales que matan a quien negocia con judíos. Nosotros queremos vivir en paz con ellos. Yo quiero que la gente de Amona y la gente de Silwad vivan tranquilos uno al lado del otro”, agrega.

Sin embargo, el proyecto de ley fue modificado y excluyó finalmente de la legalización a Amona porque sería muy complicado oponerse al veredicto del Tribunal Supremo sobre su desmantelamiento. Además, éste podría dejar sin valor la nueva ley una vez aprobada por los diputados. El nuevo texto, que debe ser sometido a tres lecturas en el Parlamento, estipula que los colonos usan esta tierra pero no la poseen, limita el número de legalizaciones a los asentamientos impulsados de una manera u otra por el Gobierno, lo cual afectaría a unas 50 colonias aproximadamente, y mantiene las indemnizaciones para los palestinos que demuestren que son propietarios de las tierras en cuestión.

'Esperamos de Trump una política diferente. Tenemos una patria y no vamos a salir de la tierra de Israel. Tenemos la responsabilidad de desarrollar y proteger esta tierra y expandirnos', asegura Avi Roe

El plan del Gobierno de Benjamin Netanyahu ahora sería lograr una prórroga de un mes de la justicia para el desmantelamiento de Amona hasta preparar un lugar cercano donde poder instalar a las 40 familias afectadas.

Pero con o sin Amona, este proyecto de ley ha despertado un innegable recelo y reacciones de rechazo dentro y fuera de Israel. “El Parlamento israelí no tiene soberanía en Cisjordania y en el pasado nunca aprobó leyes referentes explícitamente a la tierra en Cisjordania, solo normas que incumbían a ciudadanos israelíes viviendo allí”, explica Gilad Grossman, portavoz de Yesh Din.

Para el líder del partido de oposición Union Sionista, Isaac Herzog, esta ley significará “un suicidio nacional”. Según el enviado de la ONU para la paz en la región, Nicolai Mladenov, esta nueva normativa “es para muchos un paso hacia la anexión de Cisjordania”, un acto que puede traer graves consecuencias y “disminuirá notablemente las perspectivas de paz” entre israelíes y palestinos.

“Representaría un paso inédito y preocupante que contradice a la justicia israelí y rompe con la política en vigor de que no se construye en tierra privada palestina. Esperamos que no se convierta en ley”, confió por su parte una portavoz del departamento de Estado norteamericano. Pero en Amona hacen oídos sordos a las palabras de la Administración saliente de Estados Unidos y esperan la llegada de Trump.

El presidente estadounidense Barack “Obama dijo que nuestras comunidades eran un obstáculo para la paz. Esperamos de Trump una política diferente y acciones distintas. Tenemos una patria y no vamos a salir de la tierra de Israel. Tenemos la responsabilidad de desarrollar y proteger esta tierra y expandirnos”, asegura Avi Roe.

A pocos kilómetros y ante la cercanía del 25 de diciembre, las expectativas de los palestinos que poseen títulos de propiedad en Amona aumentan. Saben, no obstante, que el desmantelamiento de Amona será complicado. En 2006 el desalojo de varias casas prefabricadas del asentamiento por orden judicial se saldó con graves enfrentamientos entre colonos y fuerzas del orden israelíes y varias decenas de heridos. Saben también que será difícil volver a instalarse en aquellas tierras, muy cercanas a la colonia de Ofra.

“Cuando me quitaron la tierra fue como si me robaran un hijo. Nosotros vivíamos en esa tierra, la trabajábamos. No era algo simbólico, era nuestra vida. En 2002 mi padre me pidió que lo llevara a verla antes de morir. Nos dispararon cuando estábamos a un kilómetro más o menos. No pudimos llegar”, recuerda Issa Zayed, palestino de 57 que reside en Taybeh.

¿Asentamientos legales, asentamientos ilegales?

Para los responsables palestinos, los más de 200 asentamientos y sus más de 600.000 habitantes en Cisjordania y Jerusalén-Este son “ilegales” sin distinción y en ningún caso el Parlamento israelí logrará revestirlos de legitimidad. “No corresponde al Gobierno o a un tribunal israelí definir qué asentamiento es legal o ilegal. De Gilo a Efrat, de Ariel a Amona, todos los asentamientos que se alzan en nuestro país ocupado tienen el mismo estatus”, aseveró el secretario general de la OLP Saeb Erekat ante la polémica del desmantelamiento de Amona. Para el responsable, lo que pretende el Gobierno israelí es “enterrar la solución de dos Estados y perpetuar la negación sistemática de los derechos inalienables del pueblo palestino”.

Erekat pidió a la comunidad internacional “medidas concretas” para parar el avance de la colonización, incluyendo el rechazo a los productos procedentes de las colonias y la interrupción de sus inversiones en compañías “que sacan provecho de la ocupación”.

“La idea de dos Estados es ya irrelevante hoy en día porque lleva 50 años fracasando”, lanza Avi Roe. “Lo que hay que hacer es concentrarse en mejorar la vida diaria de los ciudadanos que viven en esta zona. Palestinos e israelíes queremos una vida normal. Hay más de 450.000 judíos viviendo en Judea y Samaria (nombre bíblico de Cisjordania) y esa cifra seguirá creciendo. La realidad es más fuerte que las palabras”, agrega. Ante la inminente llegada de las excavadoras, los colonos de Amona y de la región instan a la desobediencia civil. ”Siempre de los límites de la ley, haremos cuanto esté en nuestras manos para impedir el fin de Amona”, concluye Roe.

La llamada del muecín a la oración del mediodía en la vecina ciudad palestina de Deir Jarir se cuela por las ventanas de las casas prefabricadas de la colonia israelí de Amona. Acostumbrado, Eli Greenberg no se inmuta ante el quejumbroso cántico en árabe que podría recordarle que sus días en este asentamiento de Cisjordania, su casa desde 2004, están contados.

Israel Palestina Benjamin Netanyahu Conflicto árabe-israelí Tribunal Supremo
El redactor recomienda