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Cisma en el Gobierno británico ante el primer presupuesto de la 'era Brexit'
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Cisma en el Gobierno británico ante el primer presupuesto de la 'era Brexit'

La primera ministra Theresa May y su titular de Hacienda, Philip Hammond, tienen prioridades muy diferentes. La aprobación presupuestaria no será solo una cuestión de política nacional

Foto: La primera ministra Theresa May junto al responsable de Hacienda Philip Hammond, en octubre de 2016 (Reuters)
La primera ministra Theresa May junto al responsable de Hacienda Philip Hammond, en octubre de 2016 (Reuters)

Es un clásico en Downing Street: las relaciones entre el Número 10 -donde vive el primer ministro- y el Número 11 -donde vive el responsable del Tesoro- siempre han sido tormentosas. Con Tony Blair y Gordon Brown quedó más que constatado. Pero antes que ellos ya se vivieron grandes guerras entre Margaret Thatcher y Nigel Lawson o John Major y Norman Lamont. Con David Cameron y George Osborne quizá se vivió una excepción. Sin embargo, aún incluso con este matrimonio perfecto había enfrentamientos entre el conservadorismo del primero con respecto a las ideas económicas más liberales del segundo.

¿Pero quién puede culparles? Las tensiones van intrínsecas en los cargos porque mientras que un primer ministro siempre querrá popularidad para sobrevivir (en el caso de Theresa May más que nunca teniendo en cuenta que puede haber elecciones anticipadas), un 'Chancellor' siempre apostará por una estabilidad para prosperar.

En Reino Unido, el año fiscal es de abril a abril, pero en el ecuador se realiza una revisión que permite adaptar la praxis gubernamental a la evolución económica

Ahora bien, el Brexit ha iniciado una nueva era. Cinco meses después del terremoto político que provocó el histórico referéndum, el Ejecutivo presenta este miércoles su primer presupuesto. En Reino Unido, el año fiscal es de abril a abril, pero en el ecuador se realiza una revisión que permite adaptar la praxis gubernamental a la evolución económica. Y en esta ocasión, la cita constituye más que nunca una declaración de intenciones. La batalla entre el Número 10 y el Número 11 alcanza otra dimensión porque ya no se trata de política nacional, sino de dos maneras de afrontar las negociaciones más importantes que ha tenido en su historia la Unión Europea.

Mientras que May se encuentra acorralada (al igual que estuvo su predecesor) por las presiones de los tories más euroescépticos para que reduzca el número de inmigrantes, el responsable del Tesoro, Philip Hammond, está convencido de que las negociaciones con Bruselas deben priorizar la prosperidad sobre el control de las fronteras. “Los británicos no votaron el 23 de junio para ser más pobres”, ha sentenciado.

La esperada intervención del Chancellor en la Cámara de los Comunes no desvelará el gran secreto, es decir, si Reino Unido permanecerá dentro o fuera del mercado común. Pero despejará dudas sobre cómo de dividido está el Gobierno antes de solicitar el artículo 50 del Tratado de Lisboa a finales de marzo de 2017.

¿Turbulencias económicas?

Mientras que May quiere incluir un paquete de medidas específicas para los más desfavorecidos (tal y como prometió al mudarse a Downing Street), Hammond asegura que lo mejor que se puede hacer por estas familias es que “la economía funcione”. Así, May afirma que buscará un acuerdo para que las empresas dejen de sentir que están “al borde del acantilado”, al tiempo que Hammond asegura que la salida del bloque ocasionará “un nivel sin precedentes de incertidumbre”, que afectará a los pronósticos económicos del país.

La supuesta “falta de optimismo” de la que le acusan al Chancellor los eurófobos (calificada más bien de “realidad” en la City) ha llevado incluso a los “Tres Brexiteers” (Fox, Davis y Johnson) a bautizar al responsable del Tesoro de “profeta del desastre”. Los tres ministros euroescépticos siguen insistiendo en que el Brexit ofrece más oportunidades que ventajas. Aseguran que la economía británica ha demostrado más resistencia de lo esperado, creciendo un 0,7% y un 0,5% en el segundo y tercer trimestres, respectivamente, pese a que los analistas preveían una contracción, tanto a corto como a medio plazo. Con todo, la libra ha caído un 18 % desde el referéndum y se teme que los efectos de la votación se noten a partir del año próximo.

Según la Oficina Nacional de Estadísticas la deuda neta acumulada del Reino Unido fue en octubre de 1,64 billones de libras (1,92 billones de euros), equivalente a un 83,8 % del PIB

En este sentido, Hammond recalca que hay que preparase para “los desafíos que vienen en los próximos años”. Reconoce además que los niveles de deuda pública son elevados. Según informó este martes la Oficina Nacional de Estadísticas - que supervisa las finanzas públicas- la deuda neta acumulada del Reino Unido se situó en octubre en 1,64 billones de libras (1,92 billones de euros), equivalente a un 83,8 % del PIB. La cantidad, que excluye las ayudas a los bancos, representa un aumento de 50.900 millones de libras (59.700 millones de euros) respecto al mismo mes de 2015, si bien supone un descenso de medio punto en el porcentaje respecto al PIB, lo que significa que éste ha crecido a mayor ritmo que la deuda.

Con todo, a raíz del Brexit, se espera una desaceleración el próximo año y en 2018, por lo que Hammond se ha visto obligado a cancelar el objetivo de su predecesor de convertir el déficit presupuestario en un superávit para el 2020. Entre otros, el presupuesto contendrá una partida suplementaria anual de 2.000 millones de libras suplementarias al año (2.300 millones de euros) para investigación y desarrollo, otra de 1.000 millones de libras (1.200 millones de euros) para el desarrollo de internet y de 1.300 millones de libras (1.500 millones de euros) para mejorar la infraestructura, concretamente las carreteras.

Por su parte, aunque los expertos prevén que el Gobierno anuncie estímulos fiscales para favorecer el crecimiento, no esperan que estas ayudas sean “importantes”. “Estamos muy limitados en cómo podemos abordar esto, tenemos que hacerlo con cautela y de manera apropiada”, matizó Hammond este fin de semana.

Bajada al impuesto de sociedades

En cualquier caso, la premier se ha comprometido a convertir al Reino Unido en “el país más atractivo del mundo para hacer negocios cuando salga de la UE”. Durante su intervención este lunes en la Confederación de la Industria Británica, donde buscaba una reconciliación con el sector empresarial, la líder tory prometió tener el impuesto de sociedades más bajo del G20.

May prometió tener el impuesto de sociedades más bajo del G20, incluso menor al 15% que Donald Trump quiere aplicar en EEUU

El anterior Ejecutivo de Cameron ya prometió bajar esta tasa del 20% al 17% para 2020. Pero la prensa interpreta que quizá May ahora pueda dejarla incluso por debajo del 15%, que es la tasa que quiere aplicar en Estados Unidos el nuevo presidente electo Donald Trump. Según los rotativos, una de las opciones podría ser dejarla incluso al 10%, para amortiguar los efectos del Brexit.

Un dato significativo al respecto es la decisión que ha tomado Facebook de abrir una nueva sede en la capital británica el año que viene y contratar a 500 personas para aumentar su plantilla en el país. Sigue así la estela marcada la semana pasada por Google, que pretende convertir la capital británica en su principal centro de desarrollo europeo. La presencia de estas dos compañías unida a otras como Apple afianzaría por tanto la apuesta de Londres como centro europeo de empresas tecnológicas.

El Gobierno alemán ha reaccionado con indignación. El ministro Wolfgang Schäuble ha recordado a Reino Unido que, como miembro de la UE, sigue vinculado a sus normas. Y que incluso cuando abandonen el club europeo, deberán respetar los acuerdos sobre fiscalidad del G20. “Si es que son gente decente”, apostilló el ministro en Berlín. Más quebraderos de cabeza para Downing Street.

Es un clásico en Downing Street: las relaciones entre el Número 10 -donde vive el primer ministro- y el Número 11 -donde vive el responsable del Tesoro- siempre han sido tormentosas. Con Tony Blair y Gordon Brown quedó más que constatado. Pero antes que ellos ya se vivieron grandes guerras entre Margaret Thatcher y Nigel Lawson o John Major y Norman Lamont. Con David Cameron y George Osborne quizá se vivió una excepción. Sin embargo, aún incluso con este matrimonio perfecto había enfrentamientos entre el conservadorismo del primero con respecto a las ideas económicas más liberales del segundo.

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