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La Iglesia de Rumanía toma el micrófono: menos creyentes pero más influencia
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la iglesia ortodoxa, caladero de votos

La Iglesia de Rumanía toma el micrófono: menos creyentes pero más influencia

El número de rumanos que afirma confiar en esta institución se ha reducido considerablemente. Para compensarlo, los sacerdotes ortodoxos hacen campaña en todos los foros disponibles

Foto: Sacerdotes ortodoxos rumanos durante una ceremonia de Pascua en Bucarest, el 20 de abril de 2016 (EFE)
Sacerdotes ortodoxos rumanos durante una ceremonia de Pascua en Bucarest, el 20 de abril de 2016 (EFE)

Un minibús se acerca a la iglesia de Bărbătescu Vechi en Bucarest. Acto seguido, la mitad de los viajeros se santiguan. En ese preciso instante, el mismo gesto se repite en todos y cada uno de los tranvías o minibuses que circulan delante de alguna iglesia en Rumanía. Miles de ciudadanos saludan una y otra vez a una autoridad invisible, pero que tiene un peso cada vez mayor. Ante el semáforo, el conductor estira con una mano un icono colgado del retrovisor, donde descansa toda una congregación de santos de distintos tamaños: “Con la nueva alcaldesa, veremos acabada la Catedral”.

En efecto, toneladas y toneladas de ladrillos de las obras de la Catedral de la Redención del Pueblo se alzan cerca de la Casa del Pueblo, compitiendo con los moles de hormigón levantadas por Ceausescu en el centro de Bucarest. Gabriela Firea, la nueva alcaldesa de Bucarest, del Partido Socialdemócrata de Rumanía, acaba de anunciar que destinará alrededor de 3 millones de euros del presupuesto público a finalizar la construcción de la Catedral de la Rendición del Pueblo, junto con la de otras iglesias de Bucarest. La alcaldesa ha declarado que la suma se justifica, “dado que la Catedral no es sólo una iglesia”. La Catedral pretende albergar también una biblioteca, una cantina y convertirse en un importante espacio de intermediación social. Sus dimensiones y el elevado coste de su construcción han suscitado una gran polémica, sobre todo por la importante aportación financiera del estado rumano, que al mismo tiempo no ha dudado en aplicar durísimos recortes en otras áreas sociales.

En 2015 había 18.300 iglesias activas en Rumanía. En la ciudad de Vaslui hay una por cada 655 habitantes, frente a un hospital por cada 125.000 personas

Igual que la Catedral rivaliza con la Casa del Pueblo, también la Iglesia Ortodoxa rumana (BOR) compite por suplantar cada vez más la función de los servicios sociales y comunitarios desatendidos por el gobierno. Algo que ayuda a explicar su financiación, así como la extensión de la red de instituciones que posee dentro del país. El año 2015 el balance se cerró con un record de 18.300 iglesias activas en todo el país, un número tras el cual se acumulan sueldos, donaciones e incluso sobornos cuyos destinatarios son los sacerdotes. Si muchas escuelas de las zonas rurales han cerrado debido a la emigración, las iglesias no solo quedan en píe, sino que se renuevan constantemente.

“En las zonas rurales ha desaparecido la red de escuelas, bibliotecas o cines que existía antes de los años 90. Solo ha quedado la iglesia, el único lugar donde la comunidad se encuentra. La iglesia y el bar del pueblo” comenta el analista político Ovidiu Gherasim Proca de la Universidad de Iasi. En Vaslui, una ciudad del noroeste del país hay un hospital por cada 125.000 habitantes y una iglesia ortodoxa por cada 655 habitantes. No obstante, este explosión cuenta con el apoyo de los ciudadanos. A pesar de que un sondeo de INSCOP señala un pronunciado descenso de la confianza de los rumanos en la iglesia, alrededor del 86% de los ciudadanos se declaran todavía ortodoxos.

Iglesia y Estado: un matrimonio consolidado

“El discurso público a favor del secularismo tiene cada vez más presencia en la prensa y en los medios sociales”, explica Proca. No obstante, lo que muestra el termómetro de la calle no es una disminución de la confianza en la iglesia como institución, sino la decepción de los creyentes con muchos curas. El hecho de que se cobre por los entierros, bodas o bautizos ha afianzado la convicción de que la corrupción alcanza también a los funcionarios de la iglesia.

A pesar de lo dicho, la financiación de las iglesias a través de fondos públicos no constituye una novedad. La relación entre Iglesia y Estado viene de lejos, incluida la época comunista, en la que algunos curas fueron acusados de colaborar con la policía política, la Securitate. A día de hoy el coqueteo se ha convertido en sólido matrimonio. Los cargos eclesiásticos no solo que aparecen cada vez más en compaña de políticos, sino que están firmando un número creciente de acuerdos con las instituciones estatales rumanas. El dinero corre más hacia los bolsillos de la Iglesia que hacia los servicios sociales. Esta connivencia también se ha extendido a la educación primaria y secundaria. Desde hace más de diez años, la clase de religión ortodoxa, asignatura que antes de esa fecha no estaba incluida en el currículo escolar, se ha convertido en una asignatura obligatoria. Los padres solo pueden alegar que no quieren que su hijo se convierta en un ortodoxo practicante si explican que profesan otra religión.

La Iglesia Ortodoxa rumana busca ahora la prohibición del matrimonio entre un ciudadano ortodoxo y una persona que no profese esta confesión

Este mes de agosto, la Iglesia Ortodoxa ha dado un paso más: se ha propuesto la prohibición del matrimonio entre un ciudadano ortodoxo y una persona que no profese esta confesión. Al mismo tiempo, prosigue con su intento de impedir la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo. Los sacerdotes han utilizado la infraestructura de la que disponen dentro del país para intensificar esta campaña, aunque sus promotores oficiales sean los miembros de la Coalición por la Familia.

“Los sacerdotes van a las casas de las personas en las fechas de las celebraciones religiosas y promueven sus ideas. Es la institución que posee la red más extensa dentro del territorio. La implicación de la Iglesia Ortodoxa en esta campaña se debe también al hecho de que la confianza en la Iglesia ha disminuido. Si en 2011 teníamos más de un 80-84% de confianza en la Iglesia, hoy día se ha llegado a un porcentaje de 58%”, comenta Vlad Levinski, de la asociación MozaiQ, una organización comunitaria de las personas LGTB de Rumanía. A pesar de ello, miles de ciudadanos siguen participando en las peregrinaciones religiosas, como la de Santa Parascheva, que reúne en el norte del país a más de 150 000 personas cada año, que hacen cola durante más de diez horas para poder tocar las reliquias de la Santa, la patrona de Iași.

Influencia electoral

"No se debe olvidar que la expresión de la libertad de culto ha sido una de las reivindicaciones de la transición rumana, en oposición a la prohibición de la religión que se ejercía antes 1989”, concluye Proca. Pero más que un resultado de las prohibiciones del pasado, el actual fervor religioso se debe también a las actuales medidas de austeridad. Apoyar o rechazar la presencia de la Iglesia se ha convertido muchas veces en símbolo de pertenencia a una determinada categoría social, y en instrumento para ganar votos en las elecciones. "La religión ofrece también el sentimiento de la solidaridad y pertenencia que muchos necesitan para resistirse a los efectos producidos por las duras medidas de austeridad impuestas”, explica Proca.

En Rumanía, la afirmación de una identidad religiosa se ha convertido en un campo de batalla entre el mundo urbano y el rural

De este modo, a medida que disminuye la confianza ciudadana en la Iglesia Ortodoxa, aumenta su presencia e intervención en en el debate público, especialmente en el contexto electoral. Debido a la conexión directa que mantiene con los ciudadanos dentro del país, la Iglesia Ortodoxa rumana aparece como la administradora potencial de un fructífero caudal de votos. A la vez, al disponer de un mayor apoyo en el ámbito campesino, la afirmación de una identidad religiosa se ha convertido en un campo de batalla entre el mundo urbano y el rural, entre una clase media que defiende en los últimos años un secularismo militante y las personas con ingresos bajos que apoyan a la iglesia.

Este conflicto, más bien social, será rentabilizado por todos los partidos políticos: "Desde el punto de vista político, la Iglesia Ortodoxa Rumana está asociada tradicionalmente en el imaginario público con el partido que posee el mayor número de electores en el mundo rural, el Partido Socialdemócrata, que sufre un acentuado declive político en los últimos diez años. Esto provoca que las actitudes críticas frente a la Iglesia Ortodoxa rumana estén presentes en cada cita electoral como parte de las campañas electorales de los adversarios del PSD”, aclara Proca. Con las elecciones parlamentarias a la vista, la financiación de la Catedral se puede leer también como un acto político. Cada vez más, los sacerdotes ortodoxos salen de la iglesia y entran en las tertulias, ganando presencia pública e influencia política. Dios prepara la campaña electoral de los próximos meses.

Un minibús se acerca a la iglesia de Bărbătescu Vechi en Bucarest. Acto seguido, la mitad de los viajeros se santiguan. En ese preciso instante, el mismo gesto se repite en todos y cada uno de los tranvías o minibuses que circulan delante de alguna iglesia en Rumanía. Miles de ciudadanos saludan una y otra vez a una autoridad invisible, pero que tiene un peso cada vez mayor. Ante el semáforo, el conductor estira con una mano un icono colgado del retrovisor, donde descansa toda una congregación de santos de distintos tamaños: “Con la nueva alcaldesa, veremos acabada la Catedral”.

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