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Una Tailandia vestida de negro vela a su rey
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duelo tras la muerte del monarca rama ix

Una Tailandia vestida de negro vela a su rey

El Gobierno ha impuesto oficialmente un periodo de duelo para la ciudadanía de un mes, durante el que no habrá celebraciones. Los funcionarios deberán vestir colores oscuros durante un año

Foto: Miles de personas acompañaron a los restos mortales del rey Bhumibol, en Tailandia. (EFE)
Miles de personas acompañaron a los restos mortales del rey Bhumibol, en Tailandia. (EFE)

“Estoy muy triste. Todos estamos muy tristes”. Mam había mantenido una sonrisa tímida durante la mayor parte de la conversación. Pero la voz se le quebró en el momento en que dijo la palabra “triste”. Siachai, el vocablo en tailandés para decir triste –literalmente con el corazón estropeado o roto– es la palabra que más repiten los tailandeses desde que el pasado jueves la Casa Real anunciara la muerte del que había sido su rey durante los últimos 70 años.

Mam iba vestida de riguroso negro y miraba fijamente la puerta del Palacio Real, símbolo de la monarquía tailandesa. En la noche del jueves, cuando se anunció la muerte de Bhumibol Adulyadej, la mayoría de los tailandeses que se encontraban alrededor del palacio o del hospital Siriraj, donde el monarca había pasado sus últimos meses de vida, aún vestían el color rosa que deseaba buena salud al rey. Al día siguiente, esas mismas calles se habían tornado en una marea negra en la que incluso los paraguas para refugiarse del intenso sol estaban mal vistos si eran de algún otro color.

Foto: Maha Vajiralongkorn junto a su hermana Sirindhorn en una imagen de archivo (Gtres)

Rama IX es el único monarca que han conocido la mayor parte de los tailandeses y para la mayoría de ellos era un semidiós al que veneraban y respetaban. Durante su reinado, la población tailandesa creció desde los 17 millones de habitantes a los 68 millones de personas y el país pasó del subdesarrollo a ser considerado un país de ingresos medios-altos. Ese desarrollo económico, que muchos achacan a la teoría de la ‘economía de la suficiencia’, propuesta por el mismo Bhumibol y materializada en sus Proyectos Reales, fue clave en la popularidad del rey.

La propaganda no fue, sin embargo, menos importante en la construcción de la imagen divina de Bhumibol. El rey fue un incesante viajero que se recorrió varias veces la geografía tailandesa para que sus súbditos lo conocieran. El país se llenó además de pequeños elementos cotidianos que recordaban a cada momento la existencia del rey. Así, cada día, a las 8 y a las 6 de la tarde, todos los lugares públicos, parques incluidos, se paralizan al son del himno del rey y es imposible siquiera comprar un tique de metro en la ventanilla mientras suene la melodía. En el cine, la misma armonía suena antes del inicio de cada película, con un mensaje previo que pide a todos los espectadores que se levanten para “rendir respeto” al monarca. La fotografía del rey salpica cada rincón de cada calle, ya sea en los grandes retratos oficiales, o en las paredes de tiendas o restaurantes. “En un sitio abierto al público tienes que ponerlo, porque puedes tener problemas si no lo haces”, explica un tailandés que prefiere guardar el anonimato.

Muchos, como Ponlachet, un tailandés de etnia china que vive a pocos metros del palacio real, tienen también la imagen del rey en sus propias casas. La estancia principal de la casa de Ponlachet apenas llega a los ocho metros cuadrados, pero en sus paredes cuelgan siete retratos de Bhumibol, uno de la reina Sirikit y otro del abuelo de Bhumibol, el también rey Chulalongkorn. “Era una persona muy buena. Ahora estamos sin padre”, asegura Ponlachet, quien a sus 70 años, ha vivido toda su vida bajo el reinado de Bhumibol. Y la orfandad va a durar más tiempo del esperado. El heredero al trono, Vajiralongkorn, no ha asumido aún las funciones reales “para poder llorar a su padre”, según aseguró el primer ministro Prayuth Chan-ocha. Sin embargo, el único hijo varón de Bhumibol no goza de la popularidad de su padre, y construirse la misma aura de divinidad de su progenitor va a ser una dura tarea.

Sin embargo, la draconiana ley lesa majestad, codificada por primera vez en el año 1900 y cuyo uso se endureció durante la última década del reinado de Rama IX, seguirá la garante de que la imagen del monarca sea impoluta. La legislación tailandesa prevé así penas de entre 3 y 15 años de prisión para cualquiera que “difame, insulte o amenace al rey, la reina, el heredero o el regente”. Sin embargo, varios analistas aseguran que su uso ha estado más ligado a las pugnas de poder entre partidos políticos y militares que a la defensa de la imagen del monarca. Así, el académico David Streckfuss asegura en su ensayo ‘Verdad a juicio en Tailandia. Difamación, traición y lesa majestad’, que los casos que llegaban a los tribunales fueron excepcionales hasta 2006, cuando un golpe de Estado depuso al entonces primer ministro Thaksin Shinawatra.

El único hijo varón de Bhumibol no goza de la popularidad de su padre, y construirse la misma aura de divinidad de su progenitor va a ser una dura tarea

Un informe más reciente de la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH) aseguraba que mientras que solo seis personas estaban en prisión por lesa majestad cuando los militares que siguen hoy en el poder dieron el golpe de Estado en 2014, a mediados de febrero de 2016, la cifra se había elevado a 53, casi nueve veces más. Aún no está claro cuál será la deriva de la lesa majestad durante el reinado de Rama X.

Una Tailandia en silencio

Mam estaba ya a las puertas de Palacio Real apenas dos horas después de que se anunciara la muerte del monarca el jueves, en espera a que el cuerpo de Bhumibol llegara al día siguiente en una comitiva real desde el hospital donde había fallecido. “Voy a dormir aquí”, aseguró Mam. Otros cientos de personas llevaban varios días rezando en el hospital Siriraj, donde el monarca murió. Apenas había lágrimas. Reinaba el silencio.

Ese silencio ha sido el hilo conductor de los primeros días tras la muerte de Bhumibol. La música ha parado en la mayor parte de los lugares públicos y muchas de las pantallas que suelen mostrar anuncios en el metro o en la calle exhiben mensajes de condolencias. Cuando una marea de miles de personas se congregó el viernes en ese mismo sitio en el que Mam llevaba horas esperando para ver llegar el féretro del rey, apenas se oían murmullos. En ese mismo silencio, colegios, hospitales, edificios gubernamentales e incluso algunas casas y tiendas se vestían con las telas negras y blancas típicas de los funerales.

Tailandia seguirá siendo mucho más silenciosa de lo habitual durante al menos un mes más. El gobierno ha impuesto un mes de luto para la ciudadanía y ha prohibido cualquier tipo de celebración durante ese tiempo. Los bares han reducido sus horarios de apertura, aunque en muchas zonas de la capital se vivía un ambiente casi de normalidad y aún se podía beber alcohol. El negro tardará más en desaparecer de las calles. El gobierno ha impuesto oficialmente un periodo de duelo de un año para los funcionarios del gobierno, que tendrán que vestir con colores oscuros.

A las 6 de la tarde del viernes, la hora del himno real, el silencio se hizo aún más abrumador en los alrededores del Palacio Real. La mayor parte de los tailandeses emprendían entonces el camino de regreso a casa comentando la comitiva que había llevado al féretro hasta residencia oficial. Al fondo, se oía el ruido de los cañones. A las seis en punto, un pequeño toque de trompeta devolvió el silencio a la calle, mientras varios militares arriaban una gran bandera tailandesa en un último adiós al único rey que la mayoría han conocido.

“Estoy muy triste. Todos estamos muy tristes”. Mam había mantenido una sonrisa tímida durante la mayor parte de la conversación. Pero la voz se le quebró en el momento en que dijo la palabra “triste”. Siachai, el vocablo en tailandés para decir triste –literalmente con el corazón estropeado o roto– es la palabra que más repiten los tailandeses desde que el pasado jueves la Casa Real anunciara la muerte del que había sido su rey durante los últimos 70 años.

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