El 'factor Transnistria': temor a las tropas rusas en la frontera de Ucrania
Este estado no reconocido se declara independiente de Moldavia, mientras sus autoridades apoyan la política exterior rusa. Al mismo tiempo, a sus ciudadanos les preocupa sobre todo la economía
En Transnistria, uno puede disponer de tres pasaportes. En la capital, Tiraspol, se ven oficinas donde los ciudadanos pueden tramitar un pasaporte ruso. Cuando uno viaja a Europa puede presentar el documento moldavo, porque a efectos administrativos la región sigue siendo parte oficialmente de la República de Moldavia. Hay, finalmente, un pasaporte propio de Transnistria, una moneda y una aduana. Ubicado geográficamente entre Moldavia y Ucrania, este país fantasma, no reconocido a nivel internacional, funciona desde hace más de veinte años con el apoyo de Rusia.
Normalmente, este territorio rara vez aparece en los informativos. Pero ahora preocupa la presencia de 40.000 soldados rusos desplegados en la frontera ucraniana, incluyendo un millar en la propia Transnistria. La guerra híbrida en el este de Ucrania -que sigue causando muertos- y las elecciones de este otoño en Moldavia hacen que la tensión contamine toda la zona. "Es sólo una demostración de fuerza, una manera de decir: estamos aquí”, comenta el joven sociólogo moldavo Vitalie Spranceana. “No creo que se prepare una intervención, pero se trata de una manera de ejercer el control, aunque sea de forma indirecta”, explica.
En la frontera entre Transnistria y Moldavia, uno recibe un permiso de estancia por horas o por pocos días, tras justificar una razón para cruzar a la región secesionista. Los milicianos de la aduana no sellan el pasaporte, sino que entregan un papel con el nombre del extranjero y la hora de salida, documento que uno debe devolver al abandonar el país. Aunque esta división arbitraria provocó en su momento una profunda incisión en la vida de los campesinos de la zona, que vieron cómo sus familias y sus terrenos quedaban separados a ambos lados de la frontera, a día de hoy la herida parece haber cicatrizado. Pero la tensión que se respira en la región amenaza el vacilante equilibro de Transnistria.
“Las mujeres y los niños no tienen problemas para entrar ahora en Ucrania desde Transnistria, los hombres sí. Y además las relaciones comerciales a través de la frontera están rotas. Antes, los hombres de negocio de Ucrania y Tiraspol sí que mantenían relaciones comerciales”, explica una estudiante de Tiraspol. Rusia es omnipresente en Tiraspol, y no sólo en los carteles publicitarios: “Existe apoyo económico y a nivel bancario. El gas llega casi de forma gratuita. Así el dinero público se invierte en carreteras o en el ejército, y no para pagar los carburantes”, explica el periodista Nikolai Kuzmin.
La falta de reconocimiento internacional influye en la vida diaria de los ciudadanos, desde el hecho de no poder recurrir a las instancias internacionales cuando se cometen abusos de derechos humanos, hasta en cuestiones monetarias. No obstante, este vacío legal se ha traducido en una ventaja a nivel económico. “Hay una situación que puede ser una paradoja: por un lado aquí se consumen muchos subsidios rusos, pero por otro lado las becas occidentales aumentan. El dinero procede de los dos lados”, explica Kuzmin, que prepara un libro sobre esta cuestión.
Divorcio con las elites
El Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea se aplica en todo el territorio de Moldavia, incluida Transnistria, lo cual le permite el acceso al mercado de la UE. A la vez, en Tiraspol se promueve la Integración Euroasiática. Varios pasaportes, varias fuentes de financiación y una historia común que comparten muchas familias mixtas de Moldavia, Transnistria y Ucrania, atrapadas ahora en medio del conflicto: “Existe una distancia importante entre los ciudadanos y las llamadas 'elites'. La gente se busca la vida allí donde puede, muchos emigran a Rusia o a Moldavia. Mientras tanto, las 'elites' mantienen la retórica 'Rusia, Rusia'. Hablan de amenazas geopolíticas para no mencionar los problemas locales que tenemos” explica el periodista. Para los moldavos, Tiraspol es un agujero negro. No quieren recordar la guerra de 1992 que escindió una parte del país, provocó decenas de muertes, acabó con las tropas rusas instaladas en esta zona y provocó un proceso de negociación que todavía no ha finalizado, a pesar de que el alto el fuego fue declarado hace más de veinte años.
A nivel político, las relaciones de Transnistria con sus vecinos Ucrania y Moldavia son tensas, y las autoridades de Tiraspol manifiestan abiertamente su apoyo a Rusia. En cuanto a los vínculos con las nuevas regiones separatistas del este de Ucrania [el llamado Donbás], las más cercanas geográficamente, la periodista Elena Pahomova, que trabajó en la televisión pública de Tiraspol, explica que la actitud oficial de las autoridades de Tiraspol se mueve entre la discreción y el hermetismo. “Nadie comenta nada sobre Donbás a nivel oficial. Y mucha gente no quiere que se haga la comparación Transnistria-Donbás, porque no quieren afirmar que tienen relaciones. Lo justifican a través de la existencia de una historia diferente y alegan los más de veinte años de independencia de Transnistria, frente a la reciente separación de las zonas de Donbás” Ucrania, del otro lado de la frontera, ve en Tiraspol una amenaza para su seguridad. Los recientes desfiles militares organizados en Tiraspol, en los que participaron efectivos de las tropas rusas estacionadas en Transnistria, han despertado temores tanto en la capital moldava, como en Ucrania.
Si Tiraspol mira hacía Rusia aun cuando aplica las normativas del mercado europeo, a nivel social existe una guerra de información entre los medios rusos, los ucranianos, los moldavos y los de Tiraspol. “Yo tengo una tía en Donbás, he estudiado en Kiev y vivo en Tiraspol. Y en función de la fuente que leo, tengo otra información, que además es diferente de lo que me cuenta mi familia.” explica Kuzmin, quien sí cree que existe un apoyo tácito, informal, a los separatistas del Donbás: “Si se reconociera de forma oficial este apoyo, cambiarían de forma radical las relaciones diplomáticas con Ucrania, que encontraría en Tiraspol una amenaza directa", indica el periodista.
"La integración de Crimea en la estructura de Rusia ha sido importante para todas las regiones no reconocidas, como Abjasia u Osetia [o la propia Transnistria], porque ha sentado un precedente: es posible desprenderse de un país. Y, a la vez, ha afianzado los temores y el conflicto en la zona", señala Kuzmin. "No se debe olvidar, sin embargo, que en el plano industrial y bancario las conexiones con Rusia existen. Así pues, no se trabaja tanto en el terreno de las declaraciones como en lo que podríamos llamar un ámbito subterráneo que asegura la interdependencia de las dos economías, la de Transnitria y la de Rusia, lo mismo que podría pasar, en el futuro, entre la zona del Donbás y Rusia.” De hecho, en el centro de Tiraspol se puede ver una embajada de otro no-país, Abjasia.
Para reforzar la presencia rusa en la zona, las autoridades de Transnitria han aprobado una ley que prevé multas o incluso prisión para quienes critiquen el papel de las tropas pacificadoras de Rusia en Transnistria. Así, no sólo la presencia económica rusa, sino también la militar, están blindadas por las leyes de Tiraspol. A pesar de los veinte años transcurridos, las fuerzas de pacificación rusas siguen sobre el terreno aunque ya no haya disparos y el lugar funcione como un país autónomo, en un proceso nunca concluido. A nivel oficial, Transnistria no se considera parte de Moldavia sino un estado independiente, aunque para ello solo cuenta con el apoyo ruso. Pero desde Chisinau o Ucrania, la permanencia de las tropas rusas se ve como una medida de control de toda la zona por parte de Rusia. En el caso transnistrio, con el apoyo de las autoridades: la semana pasada, el presidente Yevgueni Shevchuk firmó un decreto reclamando una futura adhesión a la Federación Rusa.
"Nuestra política exterior es la de Rusia"
Kuzmin cree que la misma situación podría darse en la zona del Donbás: “Un conflicto latente que no acabará nunca, porque el objetivo es mantener esta inestabilidad. Así Rusia controla la zona. Un conflicto que puede activarse en cualquier momento", indica. "Es difícil hablar de geopolítica en Transnistria porque aquí no hay una política exterior independiente, sino que es la de la Federación Rusa”, añade.
Sin embargo, los propios ciudadanos de Transnistria son los que padecen las consecuencias de las disputas geopolíticas en la región, pues son las que animan las agendas electorales, para evadir así las preocupaciones reales de la gente, que son sobre todo económicas. “El grupo que apoya al actual presidente, Yevgheny Shevchuck, pinta a Moldavia y Ucrania como enemigos que quieren anular la identidad de Transnistria, para crearle problemas a Rusia. El otro grupo, el candidato de Sherif [el nombre de la principal red de supermercados del país, cuyos oligarcas controlan la economía] dice que el principal culpable de los problemas económicos es Shevchuk, que ha destrozado la economía de forma intencionada para que se produzca la anexión de Tiraspol por Moldavia lo antes posible", afirma Kuzmin.
Del pasado que pretenden defender, en la capital dirigida por el Soviet supremo queda solo la estatua de Lenin, una especie de museo al aire libre. A pocos metros se ven las mismas marcas comerciales que en cualquier país occidental. Al lado de las fotos de los héroes de Transnistria, las nuevas tiendas se alzan sin ningún impedimento. El conflicto geopolítico parece no haber llegado a los centros comerciales. La gente consume los mismos productos que se venden en la vecina Moldavia, Ucrania o la Unión Europea. E igual que en los países de alrededor, los jóvenes de Tiraspol se preocupan más por su falta de futuro que por el conflicto en la región. Para muchos, la solución es emigrar, ignorando los carteles con eslóganes patrióticos que se ven en la capital.
“Ahora existe una fuerte tensión política entre Tiraspol, Moldavia, Ucrania, pero la realidad de los que emigramos es diferente", dice la joven estudiante, que prefiere que no demos su nombre. "Dos amigos de Tiraspol y Bender han ido a trabajar a San Petersburgo. En Rusia, muchas veces te ven como moldavo, aunque vengas de Tiraspol. Ahora se han mudado a Chisinau y traen grupos de turistas a la zona de Tiraspol. Y les funciona: de momento no se oyen balas", comenta entre risas.
En Transnistria, uno puede disponer de tres pasaportes. En la capital, Tiraspol, se ven oficinas donde los ciudadanos pueden tramitar un pasaporte ruso. Cuando uno viaja a Europa puede presentar el documento moldavo, porque a efectos administrativos la región sigue siendo parte oficialmente de la República de Moldavia. Hay, finalmente, un pasaporte propio de Transnistria, una moneda y una aduana. Ubicado geográficamente entre Moldavia y Ucrania, este país fantasma, no reconocido a nivel internacional, funciona desde hace más de veinte años con el apoyo de Rusia.
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