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Los controvertidos planes de Turquía para crear una 'Zona de Seguridad' en Siria
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"no podemos tomar la decisión unilateralmente"

Los controvertidos planes de Turquía para crear una 'Zona de Seguridad' en Siria

Ankara lleva años pidiendo respaldo a una iniciativa para establecer un área donde puedan instalarse los desplazados. Tras su irrupción militar, el momento puede haber llegado

Foto: Soldados turcos montan guardia mientras un niño sirio observa desde el otro lado de la frontera en Akçakale, en junio de 2015 (Reuters)
Soldados turcos montan guardia mientras un niño sirio observa desde el otro lado de la frontera en Akçakale, en junio de 2015 (Reuters)

“Los [refugiados] sirios que viven en nuestro país y aquellos que quieren abandonar Siria tendrán ahora la oportunidad de vivir pacíficamente en su tierra y en sus propias casas”. El presidente turco Recep Tayyip Erdogan ha aprovechado la cumbre del G20 para insistir en la finalidad humanitaria de la Zona de Seguridad que Turquía quiere imponer en el norte de Siria. Un área de 95 kilómetros entre las localidades de Azaz y Yarábulus que no sólo pretende alejar a los grupos terroristas de su frontera, sino también servir de refugio para miles de desplazados. Incluso, según sus propias palabras, para aquellos que residen desde hace años en Turquía y, así, puedan retornar a sus ciudades.

La operación militar Escudo del Eufrates, que el ejército turco inició el pasado 24 de agosto, tiene como objetivo “eliminar los elementos terroristas” de la frontera de Turquía. Es decir, desplazar a los grupos armados que suponen una amenaza para su seguridad nacional, como el Estado Islámico, o las Unidades de Protección Popular kurdas, las YPG. Para ello, el ejército turco se sirve de milicias de oposición sirias, algunas de ellas próximas a Estados Unidos, como Jabhat al Shamiya o Nur al Din al Zinki, u otras salafistas-yihadistas como Ahrar al Sham. El duodécimo día, la alianza dio por concluida la segunda fase de la operación, tras la incursión en al Rai, en la que se consiguió expulsar a Daesh de todos los pueblos fronterizos.

Ahora, rebeldes y tropas turcas avanzan hacia al Bab, una ciudad bajo el control de Daesh, y hacia Manbij, tomada por los kurdos y árabes de las SDF (Fuerzas Democráticas Sirias). La gran batalla por Manbij, que los expertos auguran para la próxima semana, y la consiguiente victoria, daría a Turquía el margen territorial que necesita para establecer la Zona de Seguridad. Un área libre de elementos hostiles para los turcos pero que también les permita defender sus intereses. El área de refugio, de 40 kilómetros de profundidad, eximiría al país vecino de acoger más refugiados. Además, complacería a Europa ya que los sirios, al no entrar en Turquía, no podrían alcanzar el Mediterráneo.

“Si tuviéramos esta Zona de Seguridad en la frontera de Siria probablemente no tendríamos tantos refugiados en Turquía”, manifestó el portavoz de presidencia turco, Ibrahim Kalin, en una entrevista a CNN. Y es que desde el inicio de la guerra, Turquía ha dado asilo a más de 3 millones de sirios, 253.045 de ellos residen en las denominadas ciudades-campamento del sureste del país. Los servicios proporcionados en estos campos, el sistema de sanidad gratuita así como la educación primaria y secundaria ha costado a Turquía cerca de 10.000 millones de dólares (hasta marzo 2016), según el director de AFAD (la Agencia turca para la Gestión de los Desastres y Emergencias) Fuat Oktay.

Un corredor humanitario hacia Turquía

“La Zona de Seguridad es una de las primeras demandas que hicimos en el comienzo de la revolución, un emplazamiento que no fuera bombardeado, en el que los médicos pudiéramos trabajar. Para nosotros es un logro que se hable de esto porque por primera vez desde que comenzó la guerra podremos introducir técnicas médicas avanzadas”. El Doctor Saleh es el gestor del proyectos de IDA (Asociación de Doctores Independientes, un comité independiente de médicos sirios). Ellos son los primeros que han entrado en Yarábulus para asistir a la población civil afectada por los combates, unas 70.000 personas. Gracias a la coordinación de AFAD, han introducido “4 ambulancias, 3 médicos y 7 paramédicos”.

Esta red de médicos está estableciendo el mecanismo sanitario que funcionará en la futura Zona de Seguridad. “Estamos preparando la apertura de un hospital en Yarábulus para el mes que viene, así como 2 salas de operaciones y 12 especialidades médicas”, afirma el doctor Saleh. Así pues, por primera vez, la oposición siria levanta una estructura médica desarrollada con la protección de un ejército regular. Un corredor humanitario, conectado con Turquía, que también se prepara para una posible oleada de desplazados tras las batallas en Manbij o al Bab. Por su parte, AFAD ha establecido tiendas para 1.000 personas en Karkemish, al otro lado de la frontera.

“Estamos preparados para la tarea”, afirmó Tahir Tellioglu, el presidente de la Confederación de Constructoras de Turquía (IMKON). “El sector de la construcción es muy fuerte en Turquía. Podemos construir rápidamente 3 o 4 ciudades, para unas 100.000 personas, que estarían terminadas en sólo 18 o 24 meses”. Con estas declaraciones, la industria turca ofrecía públicamente sus servicios para ir más allá y alojar a los desplazados en nuevas ciudades-tienda edificadas en territorio sirio. Un área más grande que Estambul en la que los constructores turcos han visto una oportunidad de negocio.

El polémico proyecto, del que se ha hablado desde hace meses, se realizaría con materiales y empresas de construcción turcas pero sería financiado con dinero internacional. Tellioglu asegura a este periódico que “la oferta ha sido hecha con buena fe. Sólo hemos dicho que tenemos la capacidad para realizar el plan, pero Turquía no está en la posición de tomar esta decisión de manera unilateral. Así no sería posible. Naciones Unidas y Turquía deberían decidir de manera conjunta”. De momento, Ankara comenzará a suministrar electricidad a Yarábulus en los próximos días.

¿Compromiso occidental?

Tanto OSCHA, la Oficina para la Coordinación de los Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas, como AFAD han desmentido que exista un proyecto concreto. “No son necesarias [nuevas ciudades-campamento] porque la población civil está volviendo a sus casas”, sostiene una fuente dentro de AFAD. Según otras fuentes anónimas, los desplazados prefieren convivir dentro de sus comunidades, aunque sea bajo el control del ISIS o de las SDF, en lugar de mudarse a un campamento. “El asunto de la zona de seguridad no está claro…”, mantiene, “ni siquiera tiene una implementación práctica porque es improbable que la gente acuda en masa a una zona impuesta. Al menos, en los próximos meses”.

La implantación de una zona de exclusión aérea ha sido otra de las demandas que Erdogan ha llevado a la cumbre del G20: “Ésta ha sido mi propuesta a Putin y Obama. Pero sólo puede realizarse con las fuerzas de la Coalición”. Así pues, la imposición de una zona libre de tráfico aéreo en el norte de Siria exigiría mayor compromiso de los aliados, especialmente, de Estados Unidos, y podría ser la definitiva entrada de las potencias occidentales en la guerra por Damasco. Las fuerzas armadas de protección deberían ser capaces de responder a ataques del régimen de al Asad, Rusia, Irán o el ISIS ante una posible agresión al espacio reservado para los desplazados.

El pasado mes de febrero, el secretario de estado norteamericano John Kerry ya anunció que la Zona de Seguridad exigiría el desplazamiento de “entre 15.000 y 30.000 tropas norteamericanas” ya que “es necesario el despliegue de tropas terrestres para proteger a la población de posibles agresiones de Daesh”. Los republicanos siempre han sido favorables a este tipo de presencia estadounidense en Siria, pero los demócratas quieren evitar un posible enfrentamiento con Rusia o Irán.

Otra de las críticas procede del sector humanitario y se refiere a que las tropas internacionales no sean capaces de garantizar la seguridad en el territorio delimitado, como pasó en la masacre de Srebrenica en 1995. Un área habitada por miles de desplazados vulnerables podría ser un blanco potencial para los bandos que no acepten el asentamiento, como Assad o el ISIS. Ya que, según la Convención de Ginebra, sólo se considera “área segura” el lugar que ha sido previamente aceptado por todos los bandos del conflicto, que se respeta y concibe como neutral.

“Los [refugiados] sirios que viven en nuestro país y aquellos que quieren abandonar Siria tendrán ahora la oportunidad de vivir pacíficamente en su tierra y en sus propias casas”. El presidente turco Recep Tayyip Erdogan ha aprovechado la cumbre del G20 para insistir en la finalidad humanitaria de la Zona de Seguridad que Turquía quiere imponer en el norte de Siria. Un área de 95 kilómetros entre las localidades de Azaz y Yarábulus que no sólo pretende alejar a los grupos terroristas de su frontera, sino también servir de refugio para miles de desplazados. Incluso, según sus propias palabras, para aquellos que residen desde hace años en Turquía y, así, puedan retornar a sus ciudades.

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