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¿Por qué arde otra vez la frontera más peligrosa del planeta?
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el asesinato de Burhan Wani prende cachemira

¿Por qué arde otra vez la frontera más peligrosa del planeta?

Los enfrentamientos en Cachemira, desencadenados por la muerte de Burhan Wani, comandante del grupo separatista Hizbul Mujahideen, se recrudecen. La eterna zona caliente arde de nuevo

Foto: Manifestantes enmascarados protestan contra la violencia en Cachemira, en Srinagar, el 5 de agosto de 2016 (Reuters).
Manifestantes enmascarados protestan contra la violencia en Cachemira, en Srinagar, el 5 de agosto de 2016 (Reuters).

El joven de 22 años, fue asesinado el 8 de julio junto a otros dos militantes en el sur de la parte cachemir administrada por India. Su muerte fue honrada en numerosas ciudades, con concentraciones multitudinarias que medios locales cifran en hasta 200.000 personas, y episodios de violencia que se han saldado con más de 50 muertos (entre ellos dos policías) y 6.000 heridos.

Pero, ¿por qué la muerte de Burhan Wani, comandante del grupo separatista Hizbul Mujahideen, ha desencadenado otra vez la violencia en Cachemira? "Su asesinato ha sido un desencadenante de una situación que existe como un volcán político. Wani simboliza el descontento político que existe en Cachemira en ausencia de un esfuerzo serio y sincero por resolver una disputa que dura desde hace tantos años”, explica a El Confidencial Shujat Bukhari, editor jefe del periódico 'Rising Kashmir'.

Terrorista para unos, mártir para otros, Burhan Wani ha sabido atraer a la población más joven por su gran presencia en las redes sociales. Sus vídeos, con miles de visitas en Youtube, se compartían de móvil a móvil a través de Whatsapp. En ellos aparecía con vestimenta militar, AK47 en mano, y a cara descubierta, marcando esto último una de la grandes diferencias con líderes de generaciones anteriores.

Para Khurram Parvez, se trata de un asesinato extrajudicial. 'Y no es el primero. El Estado ha tenido una política no de arresto, sino de matar'

Se unió a la militancia cuando tenía 15 años después de sufrir una humillación por parte de las fuerzas de seguridad junto a su hermano mayor Khalid, según contó su padre a medios locales: fueron parados en un control de carretera, obligados a comprarle tabaco a los policías y después golpeados. Khalid fue asesinado por las fuerzas de seguridad en abril de 2015.

El carismático joven se ha convertido en un símbolo más fuerte aun si cabe tras su muerte. “Fíjense en mis palabras - La habilidad de Burhan de reclutar a la militancia desde la tumba superará con creces cualquier cosa que hubiese podido hacer en las redes sociales”, twiteaba el ex jefe de gobierno de Cachemira, Omar Abdullah, tras los enfrentamientos. En las calles de Srinagar se leen pintadas en las paredes con frases como “Burhan sigue vivo” o “Larga vida en nuestros corazones Burhan”.

Para Khurram Parvez, coordinador de Jammu Kashmir Coalition of Civil Society (JKCCS), se trata de un asesinato extrajudicial. “Y no es el primero”, declara a El Confidencial, “el Estado ha tenido una política de no arresto, sino de matar. Todos estos “encuentros” tienen que ser investigados, pero el Estado se niega a hacerlo ya que saben lo que cualquier investigación justa e independiente revelaría”. Mientras, el Inspector General Syed Javaid Mujtaba Gillani describía la muerte de Wani como “el mayor éxito contra los militantes”.

Las imágenes de la multitud durante el funeral de Wani dieron paso a las de calles vacías debido al toque de queda. Tiendas cerradas, suspensión de la prensa durante tres días y hasta la cancelación de un peregrinaje hindú. Los intermitentes cortes de las redes de telefonía e internet no han evitado, sin embargo, que la gente se mobilizara, y los disturbios han sido, una vez más, inevitables.

Al grito de "azadi" (libertad), se lanzaban piedras contra armas y gases lacrimógenos. Especial protagonismo en estos enfrentamientos han tenido las armas de aire comprimido utilizadas por las fuerzas de seguridad. Las redes sociales se llenaron de rostros agujerados por los perdigones, que disparados a gran velocidad penetran en las capas más suaves de la piel, pudiendo producir ceguera si llegan a los ojos. Según fuentes oficiales, una persona ha muerto y 53 han resultado heridas, pero los doctores del Hospital Sri Maharaja Hari Singh afirman haber operado a cientos de personas en el transcurso de las últimas semanas.

Categorizadas como “arma no letal” (junto a spray de pimienta y gases lacrimógenos) que podría ser usada en Cachemira para “controlar multitudes”, las 'pellet guns' pueden matar si se disparan demasiado cerca. Se introdujeron en Cachemira tras los disturbios de 2010, lo últimos que vio la zona, en los que murieron más de 100 personas. Según la policía, en estas últimas semanas se han disparado más de 6.000 cartuchos de perdigones.

“Lo desaprobamos, pero tendremos que persistir con este demonio necesario hasta que encontremos una alternativa no letal”, dijo Nayeem Akhtar el portavoz de gobierno del estado. El Ministro del Interior Rajnath Singh ha anunciado un panel de expertos para buscar otras alternativas.

Eterna zona caliente

La partición entre India y Pakistán en 1947 dividió Cachemira en dos zonas, cada una administrada por uno de los dos países. Ambos, hermanos y enemigos, y potencias nucleares, reclamen su supremacía sobre el territorio. Escenario de tres guerras y de numerosos episodios de violencia durante más de 20 años, Cachemira es una de las zonas más militarizadas del mundo, con más de medio millón de soldados desplazados.

La ONU definió una línea de control, con un alto al fuego, que se ha saltado numerosas veces, convirtiéndola en la frontera más peligrosa del planeta. Desde los 90, más de 65.000 personas han muerto en su lucha contra las fuerzas de seguridad indias, y entre 8.000 y 10.000 personas han desaparecido.

Bajo una ley especial antiterrorista, las fuerzas de seguridad que operan en la parte del territorio administrada por India han sido acusadas por numerosas organizaciones nacionales e internacionales de violación de los derechos humanos, desapariciones forzosas y asesinatos extrajudiciales.

“Cachemira nunca será un estado indio normal mientras los derechos básicos estén suspendidos. Esos soldados omnipresentes saben que están por encima de la ley que los limitaría en el resto del país. Cachemira nunca será normal, o ligeramente indio, hasta que el estado tome responsabilidad por sus acciones del modo que lo haría en otras partes del país”, comentaba el columnista Mihir Sharma en medios locales.

La población, de mayoría musulmana, se divide entre los que quieren pertenecer a un país, al otro, a ninguno. Una encuesta realizada por The Royal Institute of International Affairs de Londres arrojaba los siguientes datos: en la zona administrada por India, al 2% de la población le gustaría unirse a Pakistán, mientras que al 28% quedarse en India. En la zona controlada por Pakistán, el 50% quiere quedarse en Pakistán y al 1% de gustaría unirse a India. Del total de la población, el 43% querría la independencia de Cachemira y el 14% le gustaría que la línea de control fuese una frontera permanente.

La disputa sobre la región continúa, sin un proceso de estabilidad claro en el horizonte. En palabra de Shujat Bukhari “La solución no puede ser tan simple que sea aceptada por todos, pero tiene que llegar a través de un proceso de negociación que no se está llevando a cabo”.

El joven de 22 años, fue asesinado el 8 de julio junto a otros dos militantes en el sur de la parte cachemir administrada por India. Su muerte fue honrada en numerosas ciudades, con concentraciones multitudinarias que medios locales cifran en hasta 200.000 personas, y episodios de violencia que se han saldado con más de 50 muertos (entre ellos dos policías) y 6.000 heridos.

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