Muere Bernardo Provenzano, el antiguo 'capo máximo' de la Cosa Nostra
Detenido en 2006 tras 43 años en fuga, sufría importantes problemas de salud. Su muerte cierra una de las páginas más oscuras de la historia criminal de Italia
Bernardo Provenzano (Corleone, 1933), considerado 'capo dei capi' (jefe de los jefes) de la mafia siciliana, la Cosa Nostra, ha muerto esta mañana en las instalaciones del hospital San Paolo, en Milán. El cabecilla mafioso, que se hallaba recluido en la cárcel de San Vittore en régimen de aislamiento -en base al artículo 41bis de la legislación italiana, conocido también como 'cárcel dura'-, falleció a los 83 años tras una larga enfermedad -padecía un cáncer de vejiga y una infección pulmonar, entre otras cosas- que lo había mantenido en un estado de semiinconsciencia en el último periodo. Con su muerte, se cierra un trozo de la historia criminal y política de Italia.
Provenzano, arrestado en 2006 cuando llevaba 43 años fugado de la justicia, fue una verdadera pesadilla para los policías y magistrados que lo persiguieron. No solo porque durante más de cuatro décadas esquivó todo intento de captura, llegando a cambiar de refugio más de 40 veces, según reconstrucciones periodísticas.También porque, a pesar de la cacería contra él, logró lo increíble para un fugitivo: crio dos hijos, cultos y políglotas, se puso en contacto regularmente con su esposa, estuvo dos veces en una clínica de Marsella para operarse de la próstata y dirigió los negocios de la mafia más tradicional y folclórica de Italia durante más de medio siglo. Sumando, claro está, un sinfín de asesinatos: en concreto, 127 homicidios -periodistas, carabineros, políticos y jefes de clanes rivales, entre muchos otros- llevados a cabo entre los setenta y los primeros años noventa.
Cuando fue arrestado, el 11 de abril de 2006, Provenzano -también llamado 'la Bestia' y 'Binnu u tratturi' (Binnu el tractor, en dialecto siciliano), sobre quien en ese momento pesaban 20 órdenes de captura y nueve condenas a cadena perpetua- se hallaba tranquilamente inmerso en el intento de cocinarse un plato de achicoria. Estaba en un búnker en Corleone, el pueblo siciliano inmortalizado por Francis Ford Coppola en la película 'El Padrino', al cual los investigadores habían llegado siguiendo el rastro de los 'pizzini', los trozos de papel que eran el sistema de comunicación de Provenzano. Al ver a los agentes, el mafioso opuso una ligera resistencia. Luego, justo cuando le estaban haciendo la prueba de ADN, confesó: “Soy yo”. Aquel día fue el primero en el que finalmente el mundo (agentes incluidos) descubrió qué cara tenía, pues con anterioridad solo había habido retratos robot y una fotografía de 1958.
¿Cómo logró permanecer en la impunidad por tanto tiempo? Nadie nunca lo ha revelado. Lo que sí se sabe es que Provenzano contaba con apoyos, muchos apoyos, dentro incluso del mismísimo Estado italiano, según han revelado años de investigaciones y procesos judiciales. Y además, desde 1993 -tras el arresto de Totó Riina, quien todavía está vivo y pertenece al ala considerada más violenta de la mafia-, estaba a cargo no de un grupo criminal cualquiera, sino de la misma mafia que, en plena Segunda Guerra Mundial, había permitido el desembarco de los aliados en Sicilia y que sobrevivió como un Estado dentro del Estado, garantizándose también el sostén de la población de una de las regiones más deprimidas y olvidadas de Italia, Sicilia. Una mafia que solo ahora, años después de la durísima batalla llevada adelante desde la fiscalía de Palermo, se ha visto limitada en su alcance, en parte por el avance de la más globalizada y cruel ‘Ndrangheta calabresa.
De ahí que no llame la atención ni siquiera el último caso en el que ha estado involucrado Provenzano, el conocido como 'La Trattativa' (negociación, en italiano), un supuesto pacto llevado adelante entre el Estado italiano y la mafia de 1992 a 1994 que, según una investigación aún en curso, implicó concesiones a los mafiosos -como la reducción del régimen duro penitenciario y cambios para el programa de 'pentiti' (arrepentidos)- a cambio de poner fin a las matanzas perpetradas por la Cosa Nostra en los noventa. Una oscura alianza que, con toda probabilidad, seguirá siendo un misterio, pues además, por su estado de salud, Provenzano no acudió a testificar ante las autoridades por estos hechos. Más aún tras un extraño intento de suicidio acontecido en 2012, del cual se supo poco y nada.
Esta circunstancia ha generado en Italia la sospecha de que el jefe mafioso -al que algunos acusan de estar detrás del arresto de Riina- quería arrepentirse y contar lo que sabía sobre el caso. Lo dijo, entre otros, Sonia Alfano, hija de Beppe, un periodista incómodo por sus investigaciones y asesinado por la mafia en 1993. Una situación que hubiera implicado contar, de una vez, la verdad sobre una de las peores páginas de la historia reciente de Italia.
La noticia de la muerte de Provenzano ha sido acogida con frialdad por parte de las autoridades italianas, las cuales han informado que no permitirán que se celebre acto alguno por el singular fallecimiento. “No haré declaración alguna sobre esta muerte”, ha dicho el comisario jefe de Palermo (Sicilia), Guido Longo. “Solo informo de que prohibiremos los funerales públicos de Bernardo Provenzano”, ha añadido, cerrando así de un portazo la puerta a la posibilidad de una ceremonia en honor al difunto criminal, un práctica que los mafiosos han usado reiteradamente para mostrar su poderío y arraigo entre la población. Solo a sus familiares, los hijos Angelo y Francesco Paolo y su pareja Saveria Benedetta Palazzol, les fue permitido estar junto a él en los últimos instantes de su vida.
Bernardo Provenzano (Corleone, 1933), considerado 'capo dei capi' (jefe de los jefes) de la mafia siciliana, la Cosa Nostra, ha muerto esta mañana en las instalaciones del hospital San Paolo, en Milán. El cabecilla mafioso, que se hallaba recluido en la cárcel de San Vittore en régimen de aislamiento -en base al artículo 41bis de la legislación italiana, conocido también como 'cárcel dura'-, falleció a los 83 años tras una larga enfermedad -padecía un cáncer de vejiga y una infección pulmonar, entre otras cosas- que lo había mantenido en un estado de semiinconsciencia en el último periodo. Con su muerte, se cierra un trozo de la historia criminal y política de Italia.
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