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Chiíes y suníes trasladan su conflicto a las calles de Bruselas
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"Todos irán al infierno"

Chiíes y suníes trasladan su conflicto a las calles de Bruselas

Ambas comunidades conviven de espaldas la una de la otra en la diáspora belga. Los radicales suníes consideran herejes a los chiíes. El enfrentamiento ya ha dejado muertos

Foto: Miembros de la comunidad musulmana de Bruselas participan en un homenaje a las víctimas de los atentados, el 9 de abril de 2016. (Reuters)
Miembros de la comunidad musulmana de Bruselas participan en un homenaje a las víctimas de los atentados, el 9 de abril de 2016. (Reuters)

“Me da miedo decirles que soy chií a otros musulmanes suníes porque no quiero morir ni quiero que me peguen. Nos consideran unos herejes y nos sentencian a morir sin darnos una oportunidad”, reconoce Alí, seguidor de la rama chií del islam y residente en Bruselas desde hace dos décadas. Ha recibido amenazas y lamenta no poder vivir libremente su fe. “En Bélgica, los chiíes estamos bajo amenaza en todo momento”, alerta en una entrevista con El Confidencial, aunque intenta relajar la tensión remarcando que tiene “algún que otro amigo suní” con el que no hay problemas. Los chiíes belgas denuncian que viven en una constante tensión y lamentan estar marginados por el Gobierno de Bruselas, quien sí financia los centros de culto suníes y los reconoce como representantes del islam.

Aloushe, procedente del Líbano, mantiene la misma versión. “No es fácil la convivencia, hay mucha tensión y eso se ha hecho más fuerte con la situación en Oriente Medio”, explica. Este joven, que no duda en recordar la situación de los chiíes en su país de origen, explica que el conflicto sirio “aumentó más el odio” hacia su gente, pues combatientes libaneses e iraníes batallan en las filas del régimen sirio de Bashar al Asad desde comienzos del conflicto, en 2011. “Muchos de mis familiares han muerto luchando por lo que creen y lo han hecho con las armas. En Bélgica, seguiremos luchando también por nuestros derechos”, dice, a la vez que muestra unas fotos de parientes y amigos suyos fallecidos en el Líbano, en las que aparecen cubiertos de telas verdes y amarillas, o con la bandera de Hizbulá.

Se trata de un tema muy espinoso, tanto que los musulmanes en general rehúyen hacer comentarios sobre ello y prefieren dejar correr esta cuestión. Preguntada por los chiíes, una mujer con velo que pasaba por la puerta de una mezquita de Molenbeek, en Bruselas, respondió con un gesto despectivo y espetó, con acento marroquí: “Haram' [prohibido, ilícito], lo que hacen es 'haram', todos irán al infierno”. Sin hacer más comentarios ni acceder a responder a las preguntas, condenó como herejes a los chiíes. La misma reacción tuvo otro hombre, que dice llamarse Mustafá y ser de Argelia. “Esa gente no sabe lo que hace, la 'sunna' es el verdadero islam y ahora deberíamos estar todos unidos, no decir tonterías, como están haciendo ellos [los chiíes]”, sentenció este creyente.

Por su parte, desde el Centro Islámico y Cultural de Bruselas, de tendencia suní, niegan la existencia de tensiones con los chiíes. Mohamed Ghali, su portavoz, asegura a El Confidencial que “cada culto tiene sus mezquitas y sus instituciones y ninguno molesta al otro”. Además, califica el sentimiento de miedo que tienen los chiíes como “una paranoia suya” que nada tiene que ver con los suníes. “Ellos actúan como quieren, nosotros no les decimos lo que tienen que hacer. No hay ninguna relación conflictiva entre nosotros, excepto un ataque a una de sus mezquitas hace años, pero que nada tiene que ver con ninguno de nuestros miembros”, intenta justificar.

El chiísmo se expande por el Magreb

Aunque no existan cifras oficiales, en Bélgica residen al menos 40.000 chiíes, procedentes de países como Argelia, Marruecos, el Líbano o Siria, según datos de varias mezquitas e investigadores. La tensión histórica que han mantenido con la comunidad suní se ha hecho aún más fuerte desde que, hace tres años, un imán chií fue asesinado en una mezquita en el barrio de Anderlecht, en Bruselas. Un salafista declarado entró al templo, armado con un hacha y un cuchillo, y tras derramar gasolina en el suelo, prendió fuego en presencia de los fieles a la hora del rezo. El atacante les acusaba de asesinar civiles inocentes en Siria, pues siguen el mismo islam que el grupo libanés Hizbulá, que combate junto a la filas de Al Asad. El imán fallecido era de origen marroquí y se convirtió al chiísmo en 1980 después de estudiar en Irán.

Este religioso fue enterrado en Marruecos, un hecho que provocó mucha polémica y una situación tensa en las relaciones con Irán. Según la prensa marroquí, las conversiones al chiísmo de sus nacionales en Bélgica se han convertido ya en un “problema importante”. Datos de Seguridad, mencionados por los medios, elevan la cifra de los marroquíes chiíes en Bruselas y Leija a casi 2.000 seguidores, en su mayoría procedentes de ciudades del norte de Marruecos. Algunos han viajado a Irán o Irak para recibir educación en referencias chiíes. Y eso, señala el diario marroquí 'Al Masae', ha supuesto la apertura de “investigaciones” en Marruecos porque “algunos marroquíes han recibido dinero extranjero para financiar las actividades de dos mezquitas” de Bruselas.

La investigadora belga Anne Claire Urban, que ha centrado muchos de sus estudios en la situación de los chiíes, explica a El Confidencial que “los chiíes están más asustados ahora, y la situación es más dura con el aumento de la influencia del wahabismo”. Se refiere a la corriente del islam que se practica en Arabia Saudí, país que, junto a Qatar, financia la construcción de las mezquitas en Europa, imponiendo así su visión de la religión y haciéndose con el control de los centros de culto europeos.

Los wahabíes en Arabia Saudí han mantenido siempre un mensaje contrario a los chiíes, una cuestión que ha aumentado la tensión tanto en Oriente Medio como en otras partes del mundo. Riad “financia las mezquitas aquí y fomenta un discurso antichií. Facilita un clima de odio que hace que muchos decidan mantener en secreto sus creencias”, reitera Urban.

Discriminación oficial

En Bruselas hay cinco mezquitas chiíes y ninguna recibe fondos del Gobierno, como si lo hacen los centros de los otros seis cultos reconocidos en Bélgica. “El Gobierno excluye el chiísmo y solo considera representantes del islam a los suníes, que están más organizados porque reciben dinero y ordenes de países del Golfo”, afirma la investigadora belga. Para ser reconocida como culto, la religión debe tener una asociación representativa. La Comisión de Musulmanes en Bélgica está formada “solo por suníes, y son los que reciben fondos gubernamentales, que no cooperan precisamente con los chiíes”. Anne asegura que los seguidores de esta última corriente “sobreviven gracias a las donaciones” de los fieles.

"Parece que no pueden convivir juntos en el mismo espacio. Viven en una especie de tensa paz que les mantiene alejados unos de otros para evitar ataques", resume Anne

“Los chiíes tienen su propia red y siguen intentando ser reconocidos por el Gobierno. Quieren practicar su religión de forma separada de los suníes, buscan crear sus propias estructuras, recibir financiación. Mientras tanto, y sobre el terreno, no se juntan con los suníes. “Es difícil ver a un suní y un chií sentados a la misma mesa”, relata esta investigadora, que ha seguido ambos movimientos en la última década. Además, como ejemplo, señala los matrimonios entre jóvenes suníes y chiíes. “Son imposibles, ninguno de los dos quiere que sus hijos se junten unos con otros. Los chiíes, especialmente los de Irán, se niegan permitir algo así y empujan a sus hijos a declarar su chiísmo, a gritarlo con orgullo y a mantenerse separados” de los suníes, reitera Anne.

Los suníes y chiíes representan dos corrientes independientes del islam, entre las que ha existido una tensión histórica. La división se produjo en el siglo VII como consecuencia de un debate sobre la designación del sucesor del profeta Mahoma. Los chiíes apostaban por descendencia de sangre, por Alí (primo y yerno del profeta), mientras que los suníes querían elegir a uno de sus compañeros.

Los suníes forman hoy en día la corriente mayoritaria del islam, mientras que los chiíes, que suponen un 15% de la comunidad musulmana, son normalmente señalados como un movimiento de resistencia y vistos como unos infieles por las voces más extremistas. La mayoría de los chiíes residen en Irán y en gran parte de Irak, Bahréin, Siria y el Líbano, otros intentan hacerse un hueco entre los suníes de los países del Golfo, Marruecos, Argelia, Libia o Egipto.

“Parece que no pueden convivir juntos en el mismo espacio. Viven en una especie de tensa paz que les mantiene alejados unos de otros para evitar ataques”, resume Anne, quien no duda en informar de que muchos suníes -e incluso católicos y ateos- se están convirtiendo al islam chií en Bélgica. “Cada día al menos una persona en Bélgica se convierte al chiísmo, según las mezquitas”, asegura. ¿Las razones? Algunos consideran que es una rama más liberal del islam, y otros lo hacen, afirma, para desvincularse de grupos extremistas como el Estado Islámico. “Dicen: ‘Vale, el terrorismo está vinculado con los suníes, yo no quiero tener nada que ver, me convierto al chiismo’. Conozco muchos casos así, aunque la mayoría se convierte por razones teológicas”, concluye.

“Me da miedo decirles que soy chií a otros musulmanes suníes porque no quiero morir ni quiero que me peguen. Nos consideran unos herejes y nos sentencian a morir sin darnos una oportunidad”, reconoce Alí, seguidor de la rama chií del islam y residente en Bruselas desde hace dos décadas. Ha recibido amenazas y lamenta no poder vivir libremente su fe. “En Bélgica, los chiíes estamos bajo amenaza en todo momento”, alerta en una entrevista con El Confidencial, aunque intenta relajar la tensión remarcando que tiene “algún que otro amigo suní” con el que no hay problemas. Los chiíes belgas denuncian que viven en una constante tensión y lamentan estar marginados por el Gobierno de Bruselas, quien sí financia los centros de culto suníes y los reconoce como representantes del islam.

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