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Viaje prohibido a las islas disputadas en el Mar de China
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las xisha solo pueden visitarlas chinos

Viaje prohibido a las islas disputadas en el Mar de China

El Confidencial visita parte del archipiélago que el Gobierno chino se disputa con Vietnam y Taiwán, donde un puñado de pescadores trata de apuntalar la soberanía china en el lugar

Foto: Bandera china en Quanfu Dao (Foto: J. Ibáñez)
Bandera china en Quanfu Dao (Foto: J. Ibáñez)

“Una forma de demostrar nuestra soberanía sobre este territorio y de dar a conocer el desarrollo respetuoso con el medio ambiente que China está llevando a cabo en las islas Xisha”. Así justifica Pekín los viajes turísticos a unas islas situadas en el Mar Meridional de China, conocidas también como Islas Paracelso, y cuyo control se disputan Taiwán, Vietnam y la propia China. Unos viajes que se enmarcan dentro de un ambicioso plan de expansión política y militar que, al contrario de lo que afirman perseguir, están causando un daño medioambiental que es ya irreversible.

“¡Amo las Xisha, amo China!”, gritan los cerca de 300 turistas chinos que descienden del barco en la Isla de la Fortuna Completa (Quanfu Dao), segundos antes de que comience el izado de la bandera de las cinco estrellas con la “Marcha de los voluntarios”, el himno nacional chino, como banda sonora. Esta ceremonia es una de las primeras actividades de unos viajes vetados a extranjeros y a los que solo nacionales chinos con un pasado individual y familiar 'limpio', pueden acudir.

“Tienes que solicitar el registro en una agencia y es difícil conseguir un lugar porque las plazas son limitadas. Antes de concederte el permiso investigan tu pasado y el de tus familiares, algo que no hacen en otros viajes por el país”, asegura a El Confidencial Wang, jubilado residente en Pekín e integrante de uno de estos viajes.

Una vez conseguido el permiso, la primera parada es la Isla del Fénix, en Sanya, ciudad de la provincia insular de Hainan. Desde allí, el barco parte sobre las tres de la tarde y tarda unas 12 horas en cubrir la distancia que separa el punto de partida de Yongxing Dao, nombre que se podría traducir como “Isla de la prosperidad eterna”, donde se encuentra el centro gubernamental de una región que comprende cerca de 260 islas e islotes esparcidos en unos dos millones de kilómetros cuadrados.

Yongxing Dao es un misterio incluso para los chinos. Con poco más de dos kilómetros cuadrados de tsuperficie y unos 1.500 habitantes, solo se puede acceder a ella siendo invitado por alguno de los trabajadores que allí se encuentran y, una vez allí, está prohibido hacer fotos.

Según las opiniones de varios expertos, China estaría utilizando este lugar como base de operaciones para una expansión militar en el área, algo que coincide con lo apuntado por el Departamento de Defensa de EEUU, que el pasado mes de febrero anunció el despliegue chino de un sistema de misiles tierra-aire en la isla.

Guerra de banderas

Las doce horas en barco, según Wang “fueron placenteras, aunque algunos miembros de la tripulación comentaron que la estabilidad del nuevo navío era peor que la del antiguo, de menor capacidad”. Por tres noches y cuatro días de navegación, una cama en un camarote de 16 personas y un guía que hacia las veces de vigilante, Wang pagó unos 400 € al cambio.

Los viajes como el que relata este artículo comenzaron en 2014 y lo hicieron como parte de una iniciativa gubernamental que buscaba demostrar la soberanía china sobre unas islas cuyo control -de facto que no de iure- tiene China, pero que reclama con insistencia Vietnam desde que tropas chinas tomaran las islas tras derrotar a los soldados sudvietnamitas en la Batalla de Hoang Sa en 1974.

Según reza la guía turística recién publicada por el Ejército Popular de Liberación chino, los viajes se encuentran en una primera etapa, que se verá ampliada con la conexión de las principales ciudades chinas por vía aérea con el nuevo aeropuerto de Yongxing Dao. En la actualidad, el viaje abarca tres islas, la mencionada Isla de la Fortuna Completa (Quanfu Dao), deshabitada, el Islote Plateado (Yinyu Dao), donde viven unas 12 personas, y la Isla del Pato (Yagong Dao), que cuenta con una población de 40 individuos.

“Quanfu Dao fue la primera parada y allí solo encontramos dos cosas: una bandera y una cámara enfocando a la bandera. La explicación que nos dieron es que antes de que se creara el gobierno local en 2014, pescadores vietnamitas llegaban durante la noche y cambiaban la bandera por la de Vietnam, lo que daba muy mala imagen a los turistas, que llegaban pensando que iban a pisar territorio chino pero se encontraban ondeando la bandera de otro país”, relata Wang.

Tras realizar la ceremonia de izado, sobre las 9:30 de la mañana del segundo día, se regresa al barco donde, además de los turistas, viajan trabajadores de la construcción de los diferentes proyectos militares y de infraestructuras que se están llevando a cabo en esta zona.

La construcción de islas artificiales sobre arrecifes de coral, la expansión de las islas existentes y el consecuente control sobre las aguas adyacentes a estos territorios ha puesto en alerta a varios países del Sudeste asiático como Filipinas, Brunei, Malasia, Indonesia o el propio Vietnam y, por extensión, a Estados Unidos, que han asegurado estar “profundamente preocupados” por las acciones llevadas a cabo por Pekín.

Según la legislación vigente, establecida en la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, un país sólo será dueño de una parte del mar si lo es de la tierra próxima al mismo. En este caso, el país que es dueño de una isla también posee, por decirlo de una forma simplificada, los 22 kilómetros de lecho marino que rodean a la isla y el derecho a explotar los recursos existentes en un radio de 370 kilómetros aunque, en este caso, sin soberanía territorial.

placeholder Una manifestante de la Liga de Estudiantes Filipinos protesta contra el sistema de misiles en las islas Woody (Reuters).
Una manifestante de la Liga de Estudiantes Filipinos protesta contra el sistema de misiles en las islas Woody (Reuters).

Explotar los fondos marinos

El último choque relativo a esta expansión de China se produjo en mayo de 2014, cuando la empresa estatal china CNOOC instaló una plataforma petrolera en las aguas en disputa, provocando una reacción “antichina” en Vietnam que dejó varios muertos y centenares de heridos y puso al borde de la ruptura las relaciones bilaterales entre ambas naciones.

Con respecto a este caso, desde China se limitaron a apuntar que las operaciones de perforación “se encuentran a 17 millas náuticas (31 kilómetros) de las islas Xisha y a unas 150 (278 kilómetros) de Vietnam”, y es que tanto chinos como vietnamitas sospechan que bajo el lecho marino de las Islas Paracelso puede haber vastos yacimientos de petróleo y gas, una posibilidad que desde el Departamento de Energía de Estados Unidos, sin embargo, han calificado de “cercana a cero”.

Volviendo al viaje y, tras visitar Quanfu Dao e izar la bandera, el barco se dirigió a su segunda parada, Yagong Dao, una isla habitada por 40 pescadores, todos hombres, originarios en su mayoría de Hainan y que reciben un salario del Gobierno por vivir en el lugar. “Si alcanzan los 180 días viviendo en la isla reciben un salario de 45 yuanes diarios (6 Euros) y, si superan ese numero de días, la cifra se incrementa hasta los 90 yuanes (12 Euros) al día”, explica Wang.

La forma de ganarse la vida en la isla, además de con el salario gubernamental, pasa por la venta de artículos artesanales y pescado a los turistas. “Aunque sus condiciones de vida siguen siendo bastante precarias, en los últimos años han mejorado bastante y ahora tienen suministro de agua potable y electricidad, aunque siguen dependiendo casi al cien por cien de lo que les llega desde Hainan”, comenta Wang, quien añade que, a pesar de las dificultades, “la gente es feliz con el estado actual de las cosas. Ven que algo está cambiando y que esta zona va a crecer”.

Según la descripción del viaje, en este lugar “el agua es cristalina y se puede encontrar un paraíso respetuoso con el medio ambiente donde el hombre vive en armonía con la naturaleza”. Sin embargo, una de las actividades del viaje, un paseo por la costa en un barco con el suelo de cristal, pone al descubierto otra realidad. “Esta isla está formada por restos de coral mientras que Quanfu Dao es de arena. En Yagong Dao nos subimos a un barco con suelo transparente para ver el lecho marino y lo que vimos fue desolador. Esperábamos un fondo lleno de corales y peces de colores pero, en su lugar, lo que apareció bajo nuestros pies fueron sólo corales muertos”, recuerda Wang.

La explicación que se da desde la organización del viaje es que los pescadores vietnamitas, durante la llamada ocupación de los años 60, realizaron pesca con explosivos y eso dañó los arrecifes de coral en el área. Este tipo de pesca, prohibida por la legislación internacional, es aún relativamente frecuente en varias zonas del Sudeste asiático, con ejemplos como el de Filipinas, donde está documentada desde antes de la Primera Guerra Mundial. La dinamita comercial o bombas caseras son los medios más habituales en una técnica que persigue aturdir a los peces y que es extremadamente agresiva con el lecho marino, ya que destruye los esqueletos de carbonato de calcio del coral y, en consecuencia, reduce el número de peces en la zona afectada.

A pesar de que China asegura llevar a cabo un desarrollo sostenible en las islas Xisha, desde el Congreso estadounidense se ha apuntado este mismo mes que los trabajos llevados a cabo por el país asiático en la zona “han destruido arrecifes de coral, dañado reservas pesqueras en una zona del mundo altamente dependiente de la pesca e infringido la ley internacional de protección del medio ambiente”. La construcción, a la que se ha apodado como la “Gran Muralla de Arena”, ha reducido, según un estudio de la Universidad de Hawai, un 30 por ciento los arrecifes y, como declaró el director de dicho estudio, Camilo Mora, al diario “The Huffington Post Australia”, “gran parte del resto esta condenada”.

Pescadores "héroes"

China rechaza las acusaciones, pero la realidad parece ser otra. Una fuente que, por seguridad, ha pedido no ser identificada, explica a “El Confidencial” los métodos utilizados por los pescadores chinos en las islas Xisha y que estarían más cerca del uso de cianuro por parte de los pescadores filipinos en los años 60 que con la pesca responsable. “Utilizan una nueva generación de veneno traída de Hong Kong en forma de pequeñas esferas. Cuando la pones en el agua paraliza a los peces sin matarlos, pero termina con otras formas de vida como el coral", indica.

"Al poco tiempo de echarlo ves como si el coral empezara a llorar, ya que un líquido sale de los arrecifes mientras su color se difumina lentamente. Al día siguiente el coral afectado aparece de color blanco y al tercer día se vuelve negro", señala la fuente. "Todos en esas islas utilizan esta técnica y ya no hay vuelta atrás, queda un diez por ciento de lo que había y es como un cementerio, está todo destruido”, asegura alguien originario de este área que asegura haber pasado “más tiempo en el agua que en tierra firme”. Sin embargo, nada parece detener a las autoridades chinas, decididas a consolidar su dominio en las islas gracias, en parte, a sus escasos habitantes traídos desde otras zonas del país, algunos de ellos considerados “héroes” por sus acciones contra los pescadores vietnamitas, algo que, según Wang, queda patente cuando se visita la tercera y última isla del recorrido, Yinyu Dao.

Una zona prácticamente deshabitada se ha convertido en uno de los principales escenarios de la batalla por la supremacía naval a nivel global

“El tercer día llegamos a Yinyu Dao, una isla de 0,01 kilómetros cuadrados que está siendo totalmente reconstruida. Allí viven unas doce personas que forman un comité de gobierno cuyo presidente es considerado un héroe por una historia que el mismo cuenta a todo el que quiera escuchar”.

La historia era la siguiente: “El año pasado se acercó un barco vietnamita. Lo escuchamos por radio y todos dejamos de hacer lo que estábamos haciendo para unirnos y repeler la invasión. Nos subimos los doce a un barco para asistir a nuestro Gobierno y derrotar al enemigo. Los vietnamitas tenían un navío más grande que el nuestro pero logramos abordarlo. Una vez allí comencé a luchar con el capitán y, aunque me hirió, logré tirarlo por la borda y proteger a mis compatriotas. El resto de su tripulación se rindió y nos hicimos con su captura. Retuvimos a los pescadores durante tres días más y, finalmente, les dejamos ir”.

La historia, de ser cierta, sería solo uno de los muchos encontronazos que chinos y vietnamitas han tenido en estas aguas. Una zona prácticamente deshabitada pero que se ha convertido en uno de los principales escenarios de la batalla por la supremacía naval a nivel global mientras Pekín critica a Washington por inmiscuirse en los asuntos de terceros países y el resto de naciones involucradas participan como actores secundarios.

Tras dejar atrás al héroe de Yinyu Dao y hacer una nueva parada en Yagong Dao, el barco emprendió el viaje de vuelta hacia la isla de Hainan. Según cuenta Wang, “en la última noche hubo una reunión para hablar del sueño chino (un concepto relativamente abstracto creado por el presidente del país, Xi Jinping, y relativo a la mejora de las condiciones de vida y al progreso de China como nación)”.

Mientras en Pekín se continúan trazando los esquemas de ese sueño chino, varios miles de kilómetros al sur de la capital la ambición expansionista de China y sus disputas territoriales han creado una zona casi vedada al mundo exterior que, además, amenaza con convertir un paraíso natural en un infierno submarino.

“Una forma de demostrar nuestra soberanía sobre este territorio y de dar a conocer el desarrollo respetuoso con el medio ambiente que China está llevando a cabo en las islas Xisha”. Así justifica Pekín los viajes turísticos a unas islas situadas en el Mar Meridional de China, conocidas también como Islas Paracelso, y cuyo control se disputan Taiwán, Vietnam y la propia China. Unos viajes que se enmarcan dentro de un ambicioso plan de expansión política y militar que, al contrario de lo que afirman perseguir, están causando un daño medioambiental que es ya irreversible.

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