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El fundador de 'Blackwater', investigado por sus contactos con China y Libia
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El fundador de 'Blackwater', investigado por sus contactos con China y Libia

Erik Prince podría ser llevado a juicio en EEUU y Austria por tratar de vender servicios paramilitares a varios gobiernos extranjeros, entre otros posibles delitos, según "The Intercept"

Foto: Erik Prince, testificando ante un comité del Congreso estadounidense acerca de las actividades de Blackwater en Afganistán e Irak, en 2007 (Reuters)
Erik Prince, testificando ante un comité del Congreso estadounidense acerca de las actividades de Blackwater en Afganistán e Irak, en 2007 (Reuters)

Erik Prince, el fundador de la tristemente famosa empresa de contratistas militares 'Blackwater', se encuentra bajo investigación del Departamento de Justicia de EEUU y otras agencias federales por posibles delitos cometidos en sus contactos con China y Libia, entre otros ofrecer servicios militares a gobiernos extranjeros y posible lavado de dinero. Así lo asegura el periodista de investigación Jeremy Scahill en dos largos artículos en la publicación “The Intercept”, de la que es cofundador junto a Glenn Greenwald (el abogado y comentarista que hizo público el caso de Edward Snowden).

Según Scahill y Matthew Cole (coautor de los artículos), “lo que comenzó como una supervisión de los intentos de Prince de vender servicios de defensa en Libia y otros países de África se ha ampliado a una investigación oficial sobre las alegaciones de que Prince recibió asistencia de la inteligencia china para establecer una cuenta bancaria para sus operaciones en Libia a través del Banco de China. El Departamento de Justicia está intentando descubrir la naturaleza exacta de la relación de Prince con la inteligencia china”.

De acuerdo con la publicación, Prince fundó en 2014 una nueva empresa de transportes y logística llamada Frontier Services Group (FSG), utilizando capital de Citic Group, la mayor firma de inversión estatal de China, con base en Hong Kong, que se convertía en su principal accionista. Oficialmente, FSG era una empresa de aviación y logística especializada en operar en entornos complicados, como el continente africano, y en llevar a cabo evacuaciones de zonas de conflicto. Dada la importantísima presencia comercial china en África, el negocio parecía lógico y legítimo.

placeholder Miembros de Blackwater custodian un helicóptero junto al escenario de un atentado en Bagdad, en octubre de 2007 (Reuters)
Miembros de Blackwater custodian un helicóptero junto al escenario de un atentado en Bagdad, en octubre de 2007 (Reuters)

Sin embargo, todo parece apuntar a que Prince habría tratado de revitalizar su antigua compañía de servicios paramilitares, ofreciendo su trabajo, entre otros, a las nuevas autoridades de Libia. Y lo más grave: lo habría hecho en nombre de FSG, sin el conocimiento de muchos de sus socios, y careciendo de autoridad legal para ello, según confirma Gregg Smith, director de la empresa. Estas actividades habrían llamado la atención de varias instituciones gubernamentales de EEUU, que habrían informado a los compañeros de Prince sobre la conveniencia de cortar lazos con él.

La publicación ha obtenido una presentación en Power Point con la que, según “The Intercept”, Prince habría tratado de vender a las autoridades libias un plan militar para pacificar el país. “La propuesta libia tenía el nombre en clave de 'Operación Lima'. Ofrecía a los libios un conjunto de equipación militar y servicios, incluyendo vehículos armados, helicópteros, embarcaciones, y aviones de vigilancia, para ayudar a estabilizar el este de Libia. La fuerza terrestre, según una persona que participó en el plan, consistiría de antiguos comandos de las fuerzas especiales australianas”, indica el artículo. El proyecto, de acuerdo con aquellos que lo han revisado, viola la legislación estadounidense al carecer de las autorizaciones necesarias.

Libia, Nigeria, China...

“Dada la inestabilidad del Gobierno y la incapacidad de Prince de moverse entre las complejas facciones libias para vetar a compañeros potenciales, se encontró con muchos problemas para encontrar a los hombres al cargo adecuados que le ayudasen a vender la propuesta”, afirma. También viajó a Nigeria para tratar de vender una idea similar orientada a la lucha contra el grupo yihadista Boko Haram, que tampoco prosperó.

Posteriormente, el mercenario intentó rediseñar el proyecto de Libia para vendérselo a las autoridades europeas, orientándolo a la lucha contra la inmigración irregular, pero como una forma de poner tropas sobre el terreno con las que poder realizar otro tipo de operaciones orientadas a la contrainsurgencia y la lucha contra las redes criminales. La iniciativa acabó fracasando, no sin antes hacer saltar unas cuantas alarmas.

Las autoridades estadounidenses sospechaban que Prince podría estar implicado en operaciones de tráfico de armas en África, pero lo que reveló la vigilancia fue que estaba intentando abrir cuentas bancarias en entidades de China, supuestamente para ayudar a sus socios libios. ¿A qué? A lavar dinero, sospechan los investigadores. Primero lo intentó en Macao, en la rama local de un banco europeo, cuya oficina central rechazó la petición. Entonces Prince viajó a Pekín para reunirse con agentes del Ministerio de la Seguridad del Estado, que presuntamente le aconsejaron cómo hacerlo. El estadounidense regresó a Macao y logró abrir con éxito una cuenta en el Banco de China.

Además, según revelan Scahill y Cole en un artículo adicional aparecido esta semana, en 2014 Prince trató de convertir avionetas fumigadoras Thrush 510G en versátiles aviones ligeros de combate a través de la compañía austríaca Airborne Technologies, especializada en instalar armamento y aparatos de vigilancia en aeronaves. El mercenario pretendía crear su propia fuerza aérea, una de sus viejas obsesiones, según varios conocidos suyos entrevistados por los propios reporteros.

“Durante un período de dos años, Prince hizo uso de sociedades pantalla y cortafuegos, propiedades corporativas ocultas, un encuentro con el suministrador del traficante de armas ruso Viktor Bout, y al menos una guerra civil en un esfuerzo parara manufacturar y posteriormente vender sus aeronaves contrainsurgentes a medida del cliente”, dice el artículo. “Si hubiese tenido éxito, Prince sería el propietario de dos prototipos que marcarían la fundación de una fuerza aérea de bajo coste y alto poder, capaz de generar grandes beneficios mientras cumplía su sueño de privatizar la guerra”, afirma.

Avionetas civiles para violar los embargos de armas

La gran ventaja de las avionetas de fumigación es que eran baratas, resistentes y, sobre todo, podían evitar los embargos de armas vigentes en numerosos países del mundo. Su manufactura, sin embargo, prometía generar problemas ante las autoridades austríacas, por lo que Prince estableció una empresa subsidiaria en Bulgaria, donde la normativa de exportación es mucho más laxa, y donde se completarían las modificaciones a las aeronaves. Pero se hiciera donde se hiciera, esto también violaría las leyes estadounidenses y europeas.

Prince tenía mucha prisa por sacar adelante el proyecto: esperaba asegurar un lucrativo contrato en el recién independizado Sudán del Sur, donde estos aviones se usarían para proteger los campos petrolíferos afectados por la guerra civil que se venía desarrollando desde hace un año, mediante un contrato entre el Gobierno local y FSG. La empresa, sin embargo, no sabía nada acerca de los “aviones de guerra” que Prince les había prometido a los sudaneses del sur.

Pero los problemas no tardaron en surgir: por ejemplo, el retroceso de las ametralladoras obligó a realizar cambios de última hora, que no pudieron ser testados de forma adecuada. El prototipo tuvo dificultades técnicas en su primer vuelo, lo que le obligó a aterrizar en Malta. Allí, un aficionado a los aviones pudo fotografiarlo. La difusión de esa imagen sería el principio del fin: las autoridades de San Marino, que habían expedido la licencia para la avioneta fumigadora, decidieron retirarla alegando que aquello había sido convertido en un aparato militar. La aeronave nunca llegó a Sudan del Sur, lo que sacó de sus casillas a las autoridades del país, que cancelaron el contrato de FSG.

El pasado octubre, la empresa canceló la división de aviación que había creado Prince y despidió a una veintena de empleados implicados en el asunto. También decidió que los dos prototipos serían desprovistos de las modificaciones y posteriormente vendidos o convertidos en chatarra. A Prince se le privó de toda autoridad para tomar decisiones importantes.

Pero ese es el menor de sus problemas: el parlamentario austriaco Peter Pilz se prepara para presentar ante la fiscalía de su país una investigación criminal contra él y Airborne Technologies. “Estamos seguros de que va contra nuestras leyes de neutralidad. Prince y los demás no son culpables hasta que haya una imputación y un juicio. Pero este caso es lo suficientemente sólido. Va a ser una imputación criminal”, declaró a “The Intercept”. Sumado al proceso judicial que podría tener que afrontar en EEUU, parece que Erik Prince -o ”Echo Papa”, la única identidad por la que le conocían los empleados de Airborne en Austria- pasará menos tiempo viajando y más preparando su defensa legal en los próximos años.

Erik Prince, el fundador de la tristemente famosa empresa de contratistas militares 'Blackwater', se encuentra bajo investigación del Departamento de Justicia de EEUU y otras agencias federales por posibles delitos cometidos en sus contactos con China y Libia, entre otros ofrecer servicios militares a gobiernos extranjeros y posible lavado de dinero. Así lo asegura el periodista de investigación Jeremy Scahill en dos largos artículos en la publicación “The Intercept”, de la que es cofundador junto a Glenn Greenwald (el abogado y comentarista que hizo público el caso de Edward Snowden).

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