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Italia tiembla ante el posible 'cerrojazo' de Austria en la frontera
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¿CUÁNTO CUESTA CERRAR EL ESPACIO SCHENGEN?

Italia tiembla ante el posible 'cerrojazo' de Austria en la frontera

Nuestro plan es estar listos para activar las medidas lo más rápidamente posible, si se produce una oleada de refugiados hacia nuestro territorio”, confirma el Gobierno de Viena

Foto: Agentes dan instrucciones a migrantes cerca de la frontera con Austria, en Freilassing, Alemania (Reuters).
Agentes dan instrucciones a migrantes cerca de la frontera con Austria, en Freilassing, Alemania (Reuters).

"Si suspenden Schengen en el confín del Brennero [Brenner, en alemán, el idioma de la mayoría en este territorio italiano], el daño será enorme. Perderemos más de 170 millones al año en gastos de transporte”. Esta es la queja desesperada de Paolo Ugge, presidente de la asociación de transportistas de Italia, ConfTransporto. Refleja la angustia en el sector ante el restablecimiento por parte de Austria de los controles en su frontera con Italia, como parte de las sonadas medidas para frenar la llegada de migrantes y refugiados. Ugge no esgrime razones humanitarias, sino solo comerciales.

Por esa frontera, “pasan 4,7 millones de camiones al año que transportan cerca de 14.000 millones de euros en mercancías que ingresan o salen de Italia. Se trata de casi un cuarto del comercio mundial de Italia y un tercio del europeo”. Así, las medidas de los países europeos para detener la ola migratoria están dañando también la economía del continente.

El fin de Schengen: una catástrofe económica

En realidad, ha sido un efecto dominó. Austria -que ya reintrodujo controles en su frontera con Eslovenia- es solo uno de los últimos países europeos que han anunciado medidas que implican suspender por un tiempo indeterminado Schengen, el acuerdo que prevé la libre circulación de personas y también mercancías en suelo europeo. En lo que respecta a Italia, ya en junio pasado, Francia restableció los controles para impedir la llegada de inmigrantes provenientes de la ciudad italiana de Ventimiglia, lo que creó días de colas y fuerte tráfico en ese punto.

Y lo mismo hizo Croacia. O mejor, hizo peor. En septiembre pasado, durante casi una semana, Zagreb no aumentó los controles, sino que cerró completamente su frontera sureña, incluso el importante cruce de Batrovci, por donde pasan los productos que van de Sur a Norte de los Balcanes, y hasta Alemania. Algo que dejó bloqueados a centenares de camiones provenientes de Serbia, lo que motivó una furiosa reacción de Belgrado. La razón: según el ministro de Comercio de Serbia, Rasim Ljajic, el daño económico a Serbia por la medida ascendía a 21 millones cada día, en particular por todos los productos perecederos que se estropearon. El incidente se zanjó con la intervención de Bruselas, que obligó a Zagreb a abrir el paso, pero, en paralelo, varias naciones europeas restablecieron los controles. Entre otros, Hungría -que fue una de las primeras en blindar sus confines- cerró su frontera con Serbia y Croacia, Suecia con Dinamarca, Alemania con Austria…

La Comisión Europea (CE) decidió hacer públicas las cifras del coste de la suspensión definitiva de Schengen. Según sus estimaciones, el restablecimiento de los controles en las fronteras europeas costaría hasta 18.000 millones al año (el equivalente al 0,13% del PIB europeo) a la Unión. Lo que, para naciones como Alemania, Polonia y Países Bajos, implicaría un coste añadido de al menos 500 millones de euros en transportes; mientras que países como España y República Checa pagarían 200 millones más en gastos para sus empresas. Además, en el escenario particularmente nefasto desdibujado por la CE, se perderían 13 millones de turistas, por un valor de 1.200 millones de euros anuales, al tiempo que el gasto burocrático ascendería a, al menos, 1.100 millones de euros.

Según el centro de estudios Brueguel, con sede en Bruselas, la suspensión indeterminada de Schengen “no impediría a la UE de funcionar”, pero sí podría poner fin a las mejoras económicas que se están produciendo “justo ahora”, es decir, tras la crisis financiera de los últimos años. En lo que concierne a los particulares, “hay 1,7 millón de personas que trabajan en países del área Schengen diferentes de en los que viven (…) lo que alcanzaría gastos por entre 3.000 y 4.000 millones de euros al año”, explicó Bruegel, al subrayar que para naciones como Luxemburgo y Eslovaquia el peso de la medida sería más costosa.

Estrategia del miedo

De momento, no hay fecha para el cierre de la frontera ni ninguna razón que Italia considere válida. Únicamente la afirmación de que Austria no puede acoger a tantos migrantes y refugiados como el año pasado -90.000 solicitudes de asilo- y previsiones... Previsiones de que, bloqueada la "ruta balcánica" en la frontera greco-macedonia, migrantes y refugiados se vuelquen en Albania y, desde ahí, lleguen a Apulia, en el extremo sur de Italia, para luego ascender hacia el Norte. O que pasen por Eslovenia y, de ahí, a Italia. O que los desembarcos en las costas italianas se intensifiquen de nuevo, tal y como apuntan los últimos comunicados de prensa de la Guardia Costera italiana que, ya a mitad de marzo -cuando el tiempo suele ser inestable y el mar aún más peligroso-, informaba de rescates de hasta 1.500 personas en un solo día.

Todo ello se suma a la situación política en Viena, donde los ánimos están particularmente tensos. Se temen resultados sin precedentes de la derecha xenófoba del Partido de la Libertad (FPÖ) en las elecciones presidenciales de este año.

'Tenemos que cerrar el paso del Brennero lo antes posible. El mensaje debe ser: por aquí, no se pasa'

“Nos estamos preparando, tanto a nivel de infraestructuras como de personal”, confirma a este diario Karl-Heinz Grundböck, portavoz del Gobierno de Viena. “Nuestro plan es estar listos para activar las medidas lo más rápidamente posible, si se produce una oleada hacia nuestro territorio”, añadió, al explicar que entre dichas medidas se incluyen controles en los trenes y en vehículos que pasen por la autopista que conecta Bolzano (Bolzen, en alemán, el idioma de la mayoría en esta provincia italiana), en Italia, con Innsbruck, la capital de entidad austríaca federada de Tirol.

Medidas que servirán para cumplir lo anunciado en febrero por el Gobierno central de Viena, es decir, la aceptación de un máximo de 80 solicitudes de asilo al día para no superar el techo de 37.500 en 2016. Por eso, Austria también ha previsto la creación de un campo de identificación pocos metros después de que los migrantes, provenientes del Brennero, hayan entrado en su territorio. “Allí se les interrogará para saber adónde quieren ir y por qué”, explica una fuente del Gobierno regional de Tirol -que goza de amplia autonomía, al ser Austria una República federal-, que pide el anonimato.

De ahí el nerviosismo italiano. Las repercusiones amenazan con ser mayúsculas. “Estamos trabajando para limitar los daños. Si la amenaza se concreta, y nosotros partimos de la base que así será, el escenario que tendremos en la frontera será de colas de algunos kilómetros de vehículos, en particular camiones, y la necesitad de organizar campos de acogida para centenares de personas”, dice a El Confidencial el italiano Pierluigi La Spada, directivo de la ONG Voluntarios y miembro de un comité institucional que Italia ha creado hace unas semanas con el preciso objetivo de limitar las consecuencias que la medida podría conllevar. “Están completamente equivocados. Cerrar el Brennero no es la solución desde un punto de vista conceptual y simbólico”, declaró el primer ministro italiano, Matteo Renzi.

Así y todo, el mensaje que Viena ha hecho llegar a Roma es que su decisión es inamovible. “Tenemos que cerrar el paso del Brennero lo antes posible”, ha dicho Hans Peter Doskozil, el ministro de Defensa austríaco. “El mensaje debe ser: por aquí, no se pasa”, añadió Günther Platter, gobernador de Tirol. Según Austria -tanto a nivel de Gobierno nacional como del regional federado de Tirol- el modelo ha de ser el de Spielfeld, en la frontera entre Eslovenia y Austria, donde Viena suspendió de facto Schengen en enero y también hay un campo de detención e identificación de migrantes. “Sí, el modelo es ése”, asegura Grundböck.

Símbolo de la desunión de Europa

En este sentido, en el marco de la historia europea, el caso del Brennero resume muchas de las divisiones y, al mismo tiempo, esfuerzos unitarios que ha hecho Europa en las últimas décadas. Porque en este territorio -anexado por Italia tras la primera guerra mundial, cuando el Tirol fue dividido en dos y repartido entre Italia y Austria-, las fronteras se volvieron a abrir en 1998. Fecha en la que se disiparon las tensiones acumuladas en el siglo XX en el que fue uno de tantos territorios especialmente conflictivos de Europa. Donde Hitler y Mussolini ratificaron su pacto de Acero en 1939, en el amanecer de la Segunda Guerra Mundial; donde la división étnica llevó al terrorismo de extremistas de idioma alemán hasta los 70 y donde, luego, en 1995 -con la entrada de Austria en la UE- se creó una macroregión europea, llamada Euregio, e integrada por las provincias de Bolzano y Trento, en Italia, y el Tirol, en Austria, que aún hoy es un laboratorio europeo.

Cerrar la frontera sería un grave paso hacia atrás. Europa debe permanecer unida”, dice a El Confidencial el presidente de Euregio y de la provincia autónoma de Trento, Ugo Rossi, al aclarar, sin embargo, que entiende el malestar austríaco por la oleada de inmigrantes y refugiados a Europa. De acuerdo con las autoridades italianas, con el plan de recolocación, las provincias autónomas de Trento y la de Bolzano -que a su vez integran la también autónoma región de Trentino-Tirol del Sur (Alto Adigio, en italiano)- recibieron el año pasado “1.500 inmigrantes y refugiados cada uno, mientras que Tirol sumó 6.500”, según aclara La Spada.

Algo que, por cierto, no es necesariamente negativo, según señala un reciente estudio de Fondo Monetario Internacional (FMI), el cual subraya que, tras el inicial período de integración de refugiados e inmigrantes, habrá un impacto positivo sobre las economías y el mercado laboral de los países que los acogerán.

"Si suspenden Schengen en el confín del Brennero [Brenner, en alemán, el idioma de la mayoría en este territorio italiano], el daño será enorme. Perderemos más de 170 millones al año en gastos de transporte”. Esta es la queja desesperada de Paolo Ugge, presidente de la asociación de transportistas de Italia, ConfTransporto. Refleja la angustia en el sector ante el restablecimiento por parte de Austria de los controles en su frontera con Italia, como parte de las sonadas medidas para frenar la llegada de migrantes y refugiados. Ugge no esgrime razones humanitarias, sino solo comerciales.

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