Este es el juez que aterroriza a los corruptos de Brasil
En días, Sérgio Moro, el juez que no se detiene ante nada, se ha convertido en el hombre más poderoso de Brasil y en el más temido por los líderes del Partido de los Trabajadores
Joven, de buena familia, pijo, muy reservado e hijo de un profesor que apoyó la dictadura en Brasil. Así es Sérgio Moro, el juez federal que instruye el caso Lava Jato, el mayor escándalo de corrupción de la historia del país. En pocos días, se ha convertido en el hombre más poderoso de Brasil y en el más temido por los líderes del Partido de los Trabajadores (PT).
No siempre ha sido así. Hasta el domingo pasado, cuando 3,6 millones de brasileños salieron a la calle para protestar contra la corrupción, el Gobierno de Dilma Rousseff y el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, pocas personas habrían sabido reconocer su foto. Pero algo cambió el 13 de marzo, cuando se produjeron las mayores manifestaciones de la democracia brasileña. En Curitiba, los organizadores de la protesta distribuyeron 10.000 máscaras de papel con la imagen del que, para algunos, es el mayor experto en corrupción del país y para otros, un profesional “imprudente” que acaba de poner en jaque al Ejecutivo filtrando las escuchas telefónicas realizadas a Lula y Dilma.
Moro lanzó la bomba el 16 de marzo, poco después de que Lula fuese nombrado jefe de la Casa Civil, un cargo que equivaldría a una mezcla de primer ministro y jefe de Gabinete. En las grabaciones telefónicas difundidas por el telediario de la cadena Globo, en una edición que para muchos fue improvisada y sesgada, la presidenta decía al exmandatario: “Usa este papel solo si lo necesitas. Es el acta [de ministro]”. De esta forma, quedaba prácticamente demostrado lo que muchos han pensado desde el anuncio de la entrada de Lula en el Gobierno: Lula buscaba ser aforado y no articular una ofensiva en contra del ‘impeachment’, como declaró.
Parece que Moro está empeñado en demostrar que Lula es el 'deus ex machina' del 'petrolão', el esquema de propinas y desvío de dinero que ha vaciado las cajas de Petrobras, la mayor petrolera de América Latina. Ni corto ni perezoso, resolvió filtrar la información más delicada de su amplia investigación el mismo día en que Lula intentaba articular el contraataque.
Esta ha sido su justificación para un acto tan político y tan poco jurídico, que ha provocado manifestaciones espontáneas en las calles de varias ciudades en contra del nombramiento de Lula: “El levantamiento [del secreto de sumario] favorecerá no solo el ejercicio de la amplia defensa por parte de los investigados, sino también el saludable escrutinio público sobre la actuación de la Administración pública y de la propia Justicia criminal. La democracia en una sociedad libre exige que los gobernados sepan lo que hacen los gobernantes, incluso cuando intentan actuar protegidos por las sombras”.
Sin embargo, esta decisión ha sido criticada tanto por juristas y politólogos como por los ciudadanos afines al PT. “Dilma posee un foro especial y privilegiado. Aunque haya sido captada accidentalmente en una conversación con otra persona sin foro especial, como es el caso de Lula, dicha conversación debería haber sido remitida al Tribunal Supremo Federal (STF). Los ministros del Supremo son quienes tienen que decidir si es el caso de filtrar el diálogo a la prensa”, explica el profesor de Derecho Penal y Constitucional Alexandre Wünderlich.
“El juez Moro ha sido totalmente irresponsable. No solo ha realizado escuchas a un jefe de Estado, sino que ha divulgado el audio en los últimos momentos de vigencia de su prerrogativa de investigar al expresidente, lanzando el país hacia el caos. Si los manifestantes deciden invadir el Planalto [palacio presidencial], si los defensores del Gobierno resuelven atacar a los manifestantes en São Paulo, caminaremos hacia un estado de sitio”, señala Pablo Ortellado, profesor de Gestión de Políticas Públicas de la Universidad de São Paulo (USP).
"Dilma posee un foro especial. Aunque haya sido captada accidentalmente en una conversación con otra persona sin foro especial, dicha conversación debería haber sido remitida al Tribunal Supremo Federal"
“Las explicaciones que [Moro] ofrece no son suficientes. Puede sufrir un proceso administrativo por haber divulgado las escuchas. No basta simplemente con evocar el interés público y divulgar los contenidos. Está en contra de la ley”, explica Marcelo Figueiredo dos Santos, profesor de Derecho en la Universidad Pontificia (PUC) de São Paulo.
Nacer en una "cuna de oro"
¿Quién es este juez de 43 años, del que poco o nada se sabe porque raramente concede entrevistas? Un portal de noticias 'online' afín al PT realizó una investigación el pasado mes de enero en Maringá, la ciudad del estado del Paraná donde nació Sérgio Moro el 1 de agosto de 1972, en plena dictadura militar (1964-1985). Según este reportaje, basado en el testimonio de familiares, amigos, excompañeros de facultad y alumnos del juez, Moro fue un estudiante modelo, que en su juventud nunca manifestó a los compañeros de curso su intención de entrar en la magistratura.
Maringá es un municipio joven, fundado en 1950 e íntegramente planificado por arquitectos. Durante muchos años, fue la ciudad más limpia y más segura de Brasil, con un nivel de violencia inferior al de Ámsterdam, y también una de las más arboladas del mundo. Su población es mayoritariamente blanca (76%). Según el 'Diário do Centro do Mundo', Moro nació en una “cuna de oro”, estudió de los seis a los 16 años con monjas carmelitas españolas y usó el transporte público por primera vez a los 18 años, cuando comenzó la universidad.
Descendiente de inmigrantes italianos, el juez acabó sus estudios en Harvard, antes de comenzar una sólida carrera que culminaría con el caso Lava Jato. Sus colaboradores lo tildan de “meticuloso”, al mismo tiempo que reconocen que es una persona de “hábitos simples”. Según otros periodistas, es un juez con impulso, que no se detiene ante nada y que posee un gran “sentido de la justicia”.
Especializado en crímenes financieros, es autor de un libro sobre reciclaje de dinero, que se ha convertido en una referencia para muchos juristas brasileños. Según el presidente de la Asociación de los Jueces Federales de Brasil (Ajufe), Antonio César Bochenek, Moro representa una nueva generación de jueces que entraron en la magistratura después de la adopción de la Constitución de 1988, a través de concursos y sin depender de nombramientos. “Son personas más sensibles a los reclamos de la sociedad”, sostiene Bochenek. Moro es considerado un juez “incansable” y que "trabaja con rapidez”. “Despertaba admiración entre sus colegas antes de la repercusión de la operación Lava Jato", añade Bochenek.
Jamás ha concedido una entrevista
Durante las manifestaciones del 13-M, Moro fue aclamado como un héroe nacional por decenas de millares de manifestantes. “Me siento muy tocado”, ha reconocido en un comunicado oficial el juez, que prefiere expresarse a través de los autos y las sentencias. De hecho, desde el principio de la investigación del caso Petrobras, jamás ha concedido una entrevista.
Hace tan solo ochos meses, el magistrado más conocido de Brasil decía en una conferencia: “No soy una celebridad, soy una pieza dentro de un proceso mucho más amplio”. Al filtrar la conversación entre Dilma y Lula, Moro ha entrado de cabeza en la arena política, provocando un terremoto en el ya crispado panorama nacional. Considerado el azote de empresario y políticos, podría convertirse en un nuevo Antonio di Pietro, el juez italiano que en los años noventa acabó con el régimen político de la Democracia Cristiana a través de la operación Manos Limpias.
"Si Moro fuese un juez de EEUU y tuviese usado al FBI para realizar escuchas a Obama, y además mandase las grabaciones a la cadena Fox, ¿qué pasaría con él?"
En un artículo publicado en 2004 en la revista del Consejo de la Justicia Federal (CEJ), el juez, que entonces tenía 32 años, analizó los resultados de la célebre operación Manos Limpias. Con un lenguaje simple y despojado de términos jurídicos, Moro escribió que esta operación fue posible gracias a una nueva generación de jueces jóvenes “que no sienten alguna deferencia en relación al poder político”, combinada con una percepción generalizada de la “deslegitimación de la clase política”.
Solo la historia será capaz de determinar si al filtrar las escuchas, Moro actuó por un exceso de profesionalidad, como creen sus defensores, o si está intentando cazar a Lula por razones políticas, como defienden sus detractores. “Creía que en Brasil teníamos jueces y no justicieros”, señala el artista Marco Antonio Portela. “Si Moro fuese un juez de primera instancia de EEUU y huviese usado el FBI para realizar escuchas a Obama, y además mandase las grabaciones a la cadena Fox, ¿qué acontecería con él?”, se pregunta un funcionario federal que prefiere no ser identificado.
Mientras, la palabra golpe comienza a ser recurrente. “Algunos derechos han sido violados. Los golpes comienzan así”, declaró Dilma Rousseff durante la ceremonia de investidura de Lula. “Los gritos de los golpistas no van a hacerme mudar de rumbo”, añadió, en relación a las caceroladas y manifestaciones espontáneas que se repiten a todas horas desde el anuncio de la entrada de Lula en el Gobierno.
Por lo pronto, otro juez federal, Itagiba Cata Preta, suspendió ayer de forma cautelar la posesión del cargo de ministro de Lula inmediatamente después de la ceremonia, alegando que es irregular. El tablero de la complicada política brasileña queda de esta forma aún más enrevesado. Una cosa, sin embargo, está clara: en esta contienda política, los jueces están demostrando que quieren actuar como árbitros.
Joven, de buena familia, pijo, muy reservado e hijo de un profesor que apoyó la dictadura en Brasil. Así es Sérgio Moro, el juez federal que instruye el caso Lava Jato, el mayor escándalo de corrupción de la historia del país. En pocos días, se ha convertido en el hombre más poderoso de Brasil y en el más temido por los líderes del Partido de los Trabajadores (PT).
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