Un hospital de un millón de dólares vacío y otros fracasos: Haití, la 'República de las ONG'
Costó un millón de dólares y seis años después sigue vacío. Este consultorio médico representa uno de los grandes fracasos de la cooperación en Haití tras el terremoto que devastó el país
Podría pensarse que los habitantes de la pequeña localidad de Petit Goâve tienen la salud más fuerte de todo Haití. Que ni las infecciones, los traumatismos o las fiebres les aquejan. Ni siquiera el cólera, que solo en 2015 afectó a 22.500 personas, de las cuales 185 fallecieron. Podríamos pensarlo porque, a pesar de contar con uno de los mejores centros de salud en kilómetros, está vacío. Nadie espera su turno, nadie ocupa las camillas ni recorre los pasillos de suelo enlosado que hoy envidiarían todos aquellos haitianos que siguen viviendo en casas de latón.
En este Centro de Salud Integral, construido en 2011 con fondos de la ONG Solidaridad Internacional, no se reparó en gastos. Se invirtió un millón de dólares en un gran edificio de dos plantas, con un pequeño centro para casos de cólera e incluso una casa para alojar a los médicos. El problema es que el presupuesto solo les permitió construir el envoltorio, cuando llegaron al momento de dotarlo de material, se quedaron sin dinero. Hoy, seis años más tarde, solo es un precioso edificio vacío, más fácil de describir por lo que le falta que por lo que tiene.
'El plan que se ha estado aplicando no se diseñó en Haití, por eso no se hizo un buen diagnóstico de nuestras necesidades', explica el sociólogo Franck Seguy, profesor en la Universidad del Estado
En la sala de urgencias, lo único que espera es una camilla solitaria, nada más. El pequeño almacén para guardar el instrumental queda grande para una sola caja de jeringuillas. Los consultorios siguen brillantes, pero desiertos; como si fuera el atrezo de una representación que nunca se llegó a estrenar. “Al principio abríamos las 24 horas, había tres médicos y varios enfermeros. A finales de 2012, la ayuda bajó drásticamente, no había dinero para comprar material y la gente dejó de venir”, explica Mehilove Jean Nestel, presidente en Haití de la ONG dominicana Mostcha, que se ocupa de gestionar el centro. Ahora solo acude un médico de lunes a jueves de 8:00 a 16:00 y los pocos pacientes que trata solo buscan comprar alguna pastilla suelta porque allí las venden más baratas que en las farmacias. Poco más podría hacer el doctor, ni siquiera un simple análisis de sangre.
No es que los vecinos de Petit Goâve no enfermen. Es que, cuando lo hacen, no saben lo que tienen. “Es muy peligroso”, insiste Mehilove, “si las personas no se tratan convenientemente, corremos el riesgo de que surjan nuevas epidemias”. Imposible no pensar en el cólera. El centro de salud, curiosamente, sí dispone de material para el tratamiento de esta enfermedad. En una pequeña habitación se amontonan decenas de bolsas de suero del primer brote en 2011. “Las mandaron desde Europa ya casi caducadas. Ahora no sirven, están para quemar”, explica el director. Sinsentido tras sinsentido. Frente a esta montaña de suero inútil, ahora mismo no tendrían ni una sola bolsa para atender un posible caso.
"Había 60 ONG, ninguna haitiana"
El centro sanitario de Petit Goâve ejemplifica lo que algunas organizaciones y activistas haitianos critican a la cooperación internacional desplegada tras el terremoto. La experiencia de estos años ha demostrado que “la solidaridad sin precedentes” que celebró en 2010 el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon (los países donantes se comprometieron a desembolsar 13.000 millones de dólares entre 2010 y 2020), no logró todos los resultados esperados. Hacía falta mucho más que la buena voluntad.
Como explica Franck Seguy, profesor de Sociología de la Universidad del Estado de Haití, “el primer error fue que en la primera reunión para la reconstrucción había 60 ONG y ninguna haitiana. El plan que se ha estado aplicando no se diseñó en Haití, por eso no se hizo un buen diagnóstico de nuestras necesidades”. Desde el terremoto, el impacto de la cooperación ha hecho posible progresos como la reducción de la desnutrición de niños menores de cinco años, el impacto de la extrema pobreza, o la mejora en el acceso al agua. Sin embargo, no todos los proyectos han cumplido sus objetivos o llegado a término. Es el caso, por ejemplo, de la aldea de Curtis. Una iniciativa de la ONG EPER Suisse (Entraide Protestante Suisse) permitió construir 71 casas parasísmicas para los vecinos que habían perdido sus viviendas, hasta que en 2013 se quedaron sin presupuesto. Hoy, 360 familias siguen esperando la casa que les prometieron.
Carmen Rodríguez Arce, coordinadora de la Agencia Española de Cooperación al Desarrollo (AECID) en Haití, reconoce que hubo fallos. “Al principio, fuimos demasiado optimistas pensando que se podía arreglar el país de un día para otro. La experiencia nos ha demostrado que inyectar demasiados fondos en un momento no es suficiente. Los dos primeros años fueron para apagar fuegos”. España se comprometió a donar 340 millones, de ellos 290 han sido ya desembolsados; si bien tan solo se ha ejecutado un 20% de esta cantidad. Las prioridades de la cooperación española se han centrado en proyectos de agua y saneamiento, educación y gobernabilidad democrática.
La fragilidad del Gobierno haitiano también ha complicado la reconstrucción durante estos seis años. Tras el terremoto, centenares de funcionarios murieron y el Ejecutivo quedó paralizado. Asimismo, los enfrentamientos políticos y las revueltas sociales contra el presidente Michel Martelly obligaron a retrasar una y otra vez las elecciones. Finalmente, tuvieron lugar en primera vuelta el pasado 25 de octubre. “Los problemas de debilidad institucional y la falta de estabilidad política han dificultado el trabajo de la cooperación, pero aun así se han conseguido muchas cosas”, asegura la coordinadora de la AECID para Haití.
El reto ahora está en mantener el apoyo más allá de la urgencia humanitaria. “Haití no tiene capacidad para recuperarse solo, necesita cooperación, pero esa cooperación debe contar con los haitianos”, defiende el profesor Frank Seguy. Solo así, insiste, será posible que el país supere su histórica dependencia de la ayuda exterior que le ha valido el apodo de 'República de las ONG', pero sobre todo será la única forma de evitar que otro millón de dólares acabe financiando un centro de salud fantasma.
Podría pensarse que los habitantes de la pequeña localidad de Petit Goâve tienen la salud más fuerte de todo Haití. Que ni las infecciones, los traumatismos o las fiebres les aquejan. Ni siquiera el cólera, que solo en 2015 afectó a 22.500 personas, de las cuales 185 fallecieron. Podríamos pensarlo porque, a pesar de contar con uno de los mejores centros de salud en kilómetros, está vacío. Nadie espera su turno, nadie ocupa las camillas ni recorre los pasillos de suelo enlosado que hoy envidiarían todos aquellos haitianos que siguen viviendo en casas de latón.
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