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El Vaticano despide al 'mariscal de viaje' de tres papas
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TRAS CUMPLIR 70 AÑOS

El Vaticano despide al 'mariscal de viaje' de tres papas

El aspecto de modesto burócrata de Gasbarri hace difícil imaginarlo con un espía o entrando en el despacho de un presidente de Gobierno, pero es lo que ha hecho en las últimas cuatro décadas

Foto:  Alberto Gasbarri, en marzo de 2015 durante la visita a Paraguay de una comitiva enviada por el Vaticano. (EFE)
Alberto Gasbarri, en marzo de 2015 durante la visita a Paraguay de una comitiva enviada por el Vaticano. (EFE)

En este mundo hay poderes públicos, pero también otros mucho más ocultos y herméticos cuya trascendencia reside en estar detrás de lo visible. El italiano Alberto Gasbarri (Roma, 1946) pertenece a este segundo tipo de personas. Su aspecto de modesto burócrata hace difícil imaginarlo cenando con un espía o entrando en el despacho de un presidente de Gobierno. Y, sin embargo, eso es lo que ha hecho en las últimas cuatro décadas, primero como adjunto y luego como responsable de la organización de los viajes internacionales de los monarcas del Vaticano, los papas. Un cargo que dejará antes de marzo próximo por haber cumplido 70 años, llevándose consigo, eso sí, unos cuantos secretos.

Secretos que hasta ahora ha mantenido bien guardados, en tantos años de haber sido perseguido por todo periodista que haya cubierto la información vaticana. Porque, claro, no hay informador que no haya intentado entrar en contacto con él y obtener una entrevista. Y que, acto seguido, se haya topado con su proverbial discreción y sus rotundos ‘noes’. “Usted lo sabe. Yo no doy entrevistas”, decía a esta reportera hace tan solo algunas semanas, soltando una carcajada tan lacónica como inquietante.

La ocasión había sido el viaje de Francisco a México, que será precisamente el último organizado por él. Razón por la que, en el otoño, Gasbarri viajó dos veces hasta el país latinoamericano. Es lo que hace siempre. Antes de que el Papa pise un país, viaja para dejarlo todo atado: evalúa recorridos para los traslados, detecta amenazas, analiza riesgos y citas posibles, hace inspecciones en el terreno y se reúne con políticos, agencias de inteligencia y policías. Luego, con todos esos datos e información, regresa a Roma, prepara un fascículo y se lo entrega al Papa. El cual, después de un periodo de meditación y otros encuentros, comunica su agenda oficial. Esta, en el caso de México, será de seis largos días, a partir del próximo 12 de febrero.

Antes de que el Papa pise un país, viaja para dejarlo todo atado: evalúa recorridos para los traslados, detecta amenazas y analiza riesgos y citas posibles

Los vaticanistas italianos lo llaman el 'touroperador del Papa' y en su momento Benedicto XVI lo apodó 'Reisemarschall', el mariscal de los viajes. Sin embargo, Gasbarri es mucho más. Da ahí que no sea raro que delegaciones de visita en el Vaticano, así como otros agasajadores, no desperdicien ocasión para invitarlo a fiestas y recepciones para que este les tenga en consideración. Y eso que ni sus pequeños ojos negros, ni su cuerpo perennemente envuelto en un anónimo traje azul desprenden señas que dejen entrever sus opiniones.

Laico, casado, padre de dos hijos y licenciado en Derecho Laboral en los sesenta, Gasbarri entró a trabajar con apenas 23 años en Radio Vaticano, la emisora radiofónica de la Santa Sede. Ya en 1979, con la llegada al poder del polaco Karol Wojtyla, pasó a ocuparse también de la organización de las emisiones radiofónicas de los viajes papales.

Eran esos años revueltos para la Santa Sede. No solo por la llegada de un joven Juan Pablo II, un pontífice explosivo en sus opiniones y amante de las travesías aquí y allá por el mundo. También porque en ese periodo el responsable de los viajes y jefe de Gasbarri era, nada más y nada menos, el controvertido estadounidense Paul Marcinkus. Y este, conocido como el banquero de Dios, dirigía también el Instituto para las Obras de Religión (IOR), la banca del Vaticano, en momentos en que esta entidad fue protagonista del mayor escándalo financiero que haya implicado a la Iglesia católica.

De ahí que, caído en desgracia Marcinkus, el cardenal Agostino Casaroli, en ese entonces secretario de Estado del Vaticano, convocó en sus oficinas al jesuita Paolo Tucci y a Gasbarri. Allí nombró al primero responsable de los viajes y al segundo, su ayudante. Era el año 1982 y el cargo, al principio, tenía que ser temporal. Pero en 2005 Gasbarri seguía en la misma oficina y, muerto pocos meses antes Juan Pablo II, Benedicto XVI lo nombraba coordinador de sus viajes, en sustitución del italiano monseñor Renato Boccardo. Gasbarri se convertía así en el primer laico en ocupar ese cargo. En tanto, también se había convertido en director administrativo y técnico de Radio Vaticano.

Su primer desafío tenía que ser Polonia, la patria de Wojtyla a la que Benedicto XVI viajó en junio de 2006. Pero, en realidad, Gasbarri ya tenía la piel curtida por los imprevistos papales del predecesor de Joseph Ratzinger, al que acompañó en más de 130 países volando con 70 diferentes aerolíneas. “Como aquella vez en 1988, cuando el avión de Wojtyla dirigido a Lesotho tuvo que aterrizar de emergencia por problemas meteorológicos en Johannesburgo, Sudáfrica, y a Gasbarri le tocó organizar a último minuto el traslado de 200 personas (delegación papal y periodistas) hasta Maseru (la capital de Lesotho)”, recordaba esta semana el vaticanista italiano Andrea Tornielli. Otro fue el caso de un viaje de regreso desde India a Roma, en el que por una tormenta el avión aterrizó en Nápoles, por lo que Gasbarri tuvo que repensar la llegada a la capital italiana en tren y para todos los ocupantes del avión, pontífice incluido.

En su viaje a Río de Janeiro, Brasil, Francisco le pidió un encuentro con 5.000 fieles argentinos que no estaba en el programa y lo logró

Por supuesto, no solo gracias al clima Gasbarri aprendió su oficio. En 1992, estando ya Juan Pablo II de camino al aeropuerto para tomar un vuelo de regreso a Roma desde Israel, el pontífice polaco hizo frenar repentinamente su coche, reclamando que no iba a dejar el país sin rezar en el Gólgota, la colina a las afueras de Jerusalén donde, según la religión católica, tuvo lugar la crucifixión de Jesús. “Para las rigidísimas fuerzas de orden israelíes no había duda, eso era imposible (…) Se lo expliqué a Estanislao [Dziwisz, el secretario de Juan Pablo II] y al Papa. Pero el Papa me agarró de un brazo y me dijo: 'No puedo irme de Jerusalén sin rezar allí”​, confesó Gasbarri en una de sus raras entrevistas, concedida al 'Osservatore Romano', el diario del Papa​. ​“Se lo dije a las autoridades (israelíes) que había dos alternativas: o tener al Papa plantado allí en la calle por quién sabe cuánto tiempo o dejarlo ir”, añadió Gasbarri. Así,​ al final​, Juan Pablo​ II se salió con la suya.

Con Francisco, el Papa improvisador, no han sido de menor calado las aventuras. En su viaje a Río de Janeiro, Brasil, Francisco le pidió un encuentro con 5.000 fieles argentinos que no estaba en el programa, y lo logró. En el viaje del Papa argentino a Filipinas, Francisco se empecinó en ir hasta Tacloban, a pesar de que acechaba un tifón, en una zona donde miles habían muerto por un desastre natural similar en 2013. Así, Gasparri se tuvo que poner en contacto con los pilotos militares del avión del Papa, quienes al final despegaron pocos minutos antes de que la tormenta estallara.

Por supuesto, Gasbarri nunca estuvo solo en la organización de la logística papal. Es parte de una maquinaria. Su adjunto es Paolo Corvini, el cual ahora seguirá en la misma oficina bajo el mando de Mauricio Rueda Beltz, un monseñor colombiano con experiencia diplomática en Estados Unidos y Jordania. Desde años, además, los desplazamientos de Gasbarri han ido a menudo a la par de los de Domenico Giani, el jefe de los gendarmes del Vaticano (y ex de los servicios secretos italianos), y del maestro de las ceremonias del Vaticano, monseñor Guido Marini, quien se ocupa de todos los aspectos litúrgicos. Y a ellos, a menudo, se ha sumado la colaboración de policías de unidades especiales y miembros del ejército italiano.

En este mundo hay poderes públicos, pero también otros mucho más ocultos y herméticos cuya trascendencia reside en estar detrás de lo visible. El italiano Alberto Gasbarri (Roma, 1946) pertenece a este segundo tipo de personas. Su aspecto de modesto burócrata hace difícil imaginarlo cenando con un espía o entrando en el despacho de un presidente de Gobierno. Y, sin embargo, eso es lo que ha hecho en las últimas cuatro décadas, primero como adjunto y luego como responsable de la organización de los viajes internacionales de los monarcas del Vaticano, los papas. Un cargo que dejará antes de marzo próximo por haber cumplido 70 años, llevándose consigo, eso sí, unos cuantos secretos.

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