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China, ¿la potencia ecológica del futuro?
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el mayor emisor de dióxido de carbono del mundo

China, ¿la potencia ecológica del futuro?

El gigante asiático es uno de los países que más contaminan, pero sus líderes se han dado cuenta de que la situación es insostenible. El esfuerzo de Pekín parece sincero

Foto: Una niña lee en el balcón de su casa mientras columnas de humo se elevan sobre una planta de acero en Quzhou, en la provincia china de Zhejiang. (Reuters)
Una niña lee en el balcón de su casa mientras columnas de humo se elevan sobre una planta de acero en Quzhou, en la provincia china de Zhejiang. (Reuters)

Tras décadas de desencuentros, China y EEUU podrían haberse puesto de acuerdo en la necesidad de llevar a cabo acciones decididas, e inmediatas, para luchar contra el cambio climático. El país asiático tiene, además, la posibilidad de liderar este cambio y convertirse, en un futuro cercano, en una potencia ecológica.

En noviembre de 2014, una declaración conjunta del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y de su homólogo chino, Xi Jinping, anunciaba que las emisiones de dióxido de carbono de China alcanzarían su tope en el año 2030, y que el peso de las energías limpias pasaría de menos del 10% del total en 2012, a más del 20% en el citado 2030. Este anuncio supuso el primer paso del acuerdo que se espera que ambos países alcancen en los próximos días en París, que hará que China, ahora el mayor productor y consumidor de energía y también el mayor emisor de dióxido de carbono del mundo, se ponga a la cabeza en la lucha por tener un futuro más verde.

“Somos la primera generación que ha experimentado los efectos del cambio climático y la última que puede hacer algo para solucionarlo”, ha asegurado Obama en la Cumbre del Clima en París. Con esto parecen estar de acuerdo los 150 jefes de Estado y de Gobierno presentes en la capital francesa, los cuales empezarán a trabajar en un documento que involucre a las dos mayores economías del mundo, ninguna de las cuales se comprometió con el protocolo de Kioto firmado en 1997. “China está ahora en condiciones de plantearse un cambio en su modelo que mire más por el medio ambiente. Hemos pasado de un crecimiento económico rápido a uno moderado, y es el momento de caminar hacia un modelo productivo que busque reducir sus emisiones contaminantes”, aseguran a El Confidencial desde la Oficina de Protección Medioambiental de Pekín.

A pesar del optimismo y de la aparente buena predisposición inicial, las negociaciones, que durarán hasta el 11 de diciembre, deberán lograr que tanto China como Estados Unidos se adhieran a un acuerdo vinculante, algo que pidió el presidente francés, François Hollande, pero que no ha sido confirmado por ninguno de los países en cuestión. El éxito del acuerdo pasa por eliminar los puntos de desencuentro entre los países desarrollados, los que más contaminan, y los considerados en vías de desarrollo. Si todo marcha según lo deseado, el denominado Fondo Verde recibiría, a partir de 2020, 100.000 millones de dólares para impulsar el desarrollo de este segundo grupo de naciones, algo con lo que Obama y Xi, al igual que otros líderes, como la canciller alemana Angela Merkel, se han mostrado conformes.

En todo caso, y aunque ya ha dado los primeros pasos, China tiene un largo camino por recorrer. Mientras Xi Jinping llegaba a París, en Pekín se batía el récord de contaminación de 2015 y los medidores de polución en las afueras de la capital china rozaban las 1.000 particulas en suspensión de menos de 2,5 micras (PM 2,5), peligrosas para el ser humano. Estos niveles superaban en cerca de 20 veces los recomendados por la Organización Mundial de la Salud y sumieron a la capital china, junto con otras ciudades del país, en una niebla tóxica. Las impactantes imágenes que dejan días con altos niveles de contaminación no deben, según asegura a este diario Dong Liansai, miembro del grupo para clima y energía de Greenpeace en Asia Oriental, ocultar los avances que el país asiático ha hecho a este respecto.

“Se están haciendo muchas cosas. Según nuestros últimos análisis, los niveles medios de PM 2,5 en los primeros nueve meses de 2015 fueron un 12% más bajos que en el mismo periodo del año anterior, lo que indica una tendencia hacia una mejora de la calidad del aire. Días de gran contaminación como este sirven para hacer ver que el Gobierno chino debe implementar medidas más agresivas y acelerar las destinadas a mejorar la calidad del aire”, afirma Dong.

Desde septiembre de este año, y ante la creciente preocupación de la población china por la deteriorada calidad del aire, la capital fue pionera a la hora de establecer un sistema de cuatro colores que, unido a medidas tales como la prohibición de la circulación o la suspensión de obras de construcción, perseguía combatir este fenómeno. Greenpeace, al igual que otros grupos en defensa del medioambiente, aplaudieron la iniciativa, aunque reconocen que aún queda mucho por hacer. “En la crisis de la calidad del aire que acabamos de tener, solo activaron la alerta naranja (segundo nivel más alto en la escala de cuatro colores). Según el Plan de emergencia para episodios de fuerte contaminación de Pekín, si se espera una gran polución del aire durante más de tres días, se debe activar la alerta roja. Proteger la salud pública es lo más importante en el corto plazo y activar un nivel de forma temporal no sirve para esto, especialmente cuando las predicciones suelen fallar”, declara Dong.

El sueño de las energías renovables

Los primeros pasos se han dado, pero ¿hacia dónde debe ir China para eliminar su dependencia del carbón y reducir sus emisiones? La respuesta, por paradójica que parezca, puede estar en la ciudad más contaminada del país, Baoding, en la provincia de Hebei. En esta urbe viven unos 12 millones de personas y está incluida dentro del ambicioso plan de desarrollo Jingjinji, que aspira a crear una megaciudad uniendo la capital, Pekín, la municipalidad de Tianjin, y la mencionada provincia de Hebei. Baoding es uno de los principales centros de fabricación de aspas y turbinas para molinos de viento, un punto clave para un país que es líder mundial en producción de energía solar y eólica.

Siguiendo las directrices marcadas por el decimotercer Plan Quinquenal, que establece las políticas a seguir por China en el periodo 2016-2020, el país ha comenzado a adoptar un modelo mixto de consumo energético que aumenta, paulatinamente, el uso de energías limpias en detrimento del carbón, una reducción que se ha marcado como objetivo recortar el consumo de este mineral en 80 millones de toneladas para 2017 y en 160 millones para 2020. Además de este menor consumo, el primer ministro chino, Li Keqiang, aseguró que también disminuirá la intensidad energética del país (la cantidad de energía que se utiliza por unidad de crecimiento del PIB) un 3,1% este año frente a la caída del 4,8% de 2014. Para sustituir a un carbón en retirada, desde el Ejecutivo chino se quiere apostar por las llamadas energías renovables, en especial la solar y la eólica, ya que entre China y Taiwán se producen cerca del 75% de las células fotovoltaicas a nivel mundial y, para 2020, se persigue alcanzar una potencia eólica instalada de 250 Gw desde los 114 de finales de 2014, unas cifras que certificarían la apuesta de Pekín por las energías limpias.

Otra parte del plan de reducción de emisiones, integrada en el plan de reforma de la economía para el periodo 2016-2020, es el cierre de las minas de carbón pequeñas o poco eficientes y la sustitución de aquellos centros industriales obsoletos y altamente contaminantes por otros que, en lugar de carbón, se alimenten con gas natural. A pesar de los avances, cifras oficiales muestran que la contaminación aún provoca 1.600.000 muertes prematuras cada año en China y que el carbón es utilizado en más del 65% del consumo primario de energía. Por todo esto, desde Pekín consideran que es hora de cambiar de rumbo y varias ONG piden que ese cambio vaya más allá del aire.

“Al menos una quinta parte del terreno cultivable de China está seriamente contaminado y, en cuanto al agua, datos oficiales de 2013 mostraron que el 30% de los ríos está gravemente afectado, al igual que el 70% de las aguas subterráneas. Se está trabajando en la limpieza de los ríos y se espera un plan de limpieza del suelo para el próximo año, aunque en lo relativo a los acuíferos subterráneos se está haciendo muy poco”, afirma a El Confidencial Ada Kong, responsable de la campaña de Tóxicos de Greenpeace en Asia Oriental.

El objetivo de evitar el anunciado incremento de dos grados en la temperatura del planeta para el año 2100 está en el horizonte de China y el resto de países. El gigante asiático busca ahora virar el rumbo de una economía que se ha desarrollado sin control y que busca redención.

“La conferencia de París no es una meta, sino el principio de una gobernanza global. Debemos crear un futuro en común, de cooperación, en el cual cada país aporte de acuerdo con sus capacidades”, ha asegurado el presidente chino en París. Esta parece será la posición de China para el futuro. Desarrollar el mercado de las energías limpias para, por un lado, impulsar este sector económico tras la ralentización de su crecimiento y, por otro, ponerse a la cabeza de un gran pacto global que sustituya al de Kioto, el cual solo cubría el 11% de las emisiones a nivel mundial. Desde Greenpeace apuestan por seguir con la reducción en el consumo de carbón como forma de aliviar la mala calidad del aire, y desde Naciones Unidas, su secretario general, Ban Ki-moon, lanza un ultimátum: “Un momento como el que estamos viviendo quizá no vuelva a repetirse”.

Tras décadas de desencuentros, China y EEUU podrían haberse puesto de acuerdo en la necesidad de llevar a cabo acciones decididas, e inmediatas, para luchar contra el cambio climático. El país asiático tiene, además, la posibilidad de liderar este cambio y convertirse, en un futuro cercano, en una potencia ecológica.

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