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"El Estado Islámico es una enfermedad y nosotros vamos a erradicarla"
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LOS KURDOS PREPARAN UNA OFENSIVA contra el ISIS

"El Estado Islámico es una enfermedad y nosotros vamos a erradicarla"

En las afueras de la ciudad siria de Hasaka, tropas kurdas se preparan para nuevas ofensivas contra el 'Califato'. El Estado Islámico ha perdido territorios que conquistó, pero está lejos de ser derrotado

Foto: Un combatiente de las YPG kurdas observa el frente desde el interior de un edificio en la ciudad siria de Hasaka, el 22 de julio de 2015 (Reuters).
Un combatiente de las YPG kurdas observa el frente desde el interior de un edificio en la ciudad siria de Hasaka, el 22 de julio de 2015 (Reuters).

Zana Handok mira a sus compañeros. Se agacha, deja el kalashnikov recostado y coge el 'walkie talkie' de su chaleco. Empieza girar el dial buscando una frecuencia en concreto. Al cabo de un momento, una voz en árabe se escucha por el transistor. Zana vuelve a mirar a su alrededor, donde se han agolpado unos cuantos milicianos que le observan atentos, aprieta un botón y susurra: “Abu Alí, Abu Alí, ¿estás ahí? ¿Cómo va la 'sharia'?”. Todo el pelotón se echa a reír.

Zana, como todos sus camaradas, es un miembro de las fuerzas populares de defensa kurdas, o YPG, como se las denomina habitualmente. La unidad se encuentra a escasos 2,5 km de las posiciones del Estado Islámico, justo a las afueras de la ciudad siria de Hasaka, en una antigua central eléctrica. Hasta hace pocas semanas en funcionamiento, la central ha sido escenario de los enfrentamientos entre las milicias kurdas y las tropas del régimen sirio de Bachar Al Asad, que, combinadas, acabaron expulsando al 'Califato' más allá de la ciudad a principios de agosto.

“El Estado Islámico es una enfermedad, y nosotros, los kurdos, vamos a erradicarla. Los kurdos siempre hemos estado perseguidos, pero ahora tenemos una oportunidad para luchar y defendernos”, afirma Zana, mientras revisa su fusil con otros compañeros en las afueras de la central. “Muchos compañeros han caído en Kobane y otros sitios, no vamos a permitir que su sacrificio no sirva para nada. Liberaremos todos los territorios kurdos y echaremos a los demonios del ISIS”.

Cuando el autodenominado Estado Islámico apareció a las puertas de Hasaka, las tropas regulares del ejército sirio se batieron en retirada. En ese momento, las milicias kurdas del YPG combatieron al 'Califato', conquistando gran parte de la ciudad. Días más tarde, las tropas de Al Asad volvieron, quedándose en algunas zonas dentro de la urbe, obligando a una especie de extraña convivencia entre la facción kurda y los reductos del régimen sirio.

A partir del inicio de la guerra civil siria, en 2011, y de la posterior irrupción y amenaza del Estado Islámico, que avanzó sin encontrar apenas oposición por parte del ejército regular iraquí, surgieron las milicias populares o YPG. Con el objetivo de defender las poblaciones kurdas, las YPG sufrieron derrotas hasta el pasado mes de febrero, cuando pudieron resistir el embate del ISIS en la ciudad de Kobane. Apoyados por una coalición internacional liderada por EEUU que les ha ofrecido apoyo aéreo, las milicias han revertido la situación original: ahora controlan más territorios que nunca en toda su historia, alimentando de nuevo el viejo anhelo de conectar los cantones kurdos existentes en los distintos países y proclamar la independencia del Kurdistán.

Aunque no oficiales, las cifras hablan de unos 40 millones de kurdos repartidos en cuatro países en total: Turquía (Bakhur, en lengua kurda) con 20 millones; Irak (Bashur), seis millones; Siria (Rojava), cuatro millones, y, finalmente, Irán (Rojalat), con 10 millones. En conjunto, suponen la primera etnia del mundo sin Estado propio. Solo en Irak cuentan con un estatus equiparable a la independencia, en la llamada Región Autónoma del Kurdistán, con capital en Erbil, al norte del país.

'Después de la victoria en Kobane lo celebramos, muchas de nuestras familias regresaron a sus casas y, entonces, nos atacaron desde dentro'

A escasos 300 metros del puesto de avanzada en la central eléctrica, se erige el cuartel general de defensa de la milicia kurda, formada tanto por las YPG como por las YPJ, la ya famosa unidad femenina. Aunque comparten espacio, las dos unidades disponen de barracones separados y realizan las mismas tareas durante el día, alternándose en algunas de ellas, como las guardias en los puestos de vigilancia, la preparación de la comida o la limpieza del cuartel.

La mujer que conquistó Kobane

“Nosotras somos tan buenas guerreras como nuestros compañeros, las kurdas estamos luchando por la seguridad de nuestra gente y por tener el mismo papel que los hombres. Fue el sacrificio de una mujer kurda el que permitió conquistar Kobane…”, afirma Taikuchin, de 19 años, refiriéndose a Arín Merkan, una miliciana del YPJ que se inmoló en Kobane matando a varios yihadistas, permitiendo el avance de sus compañeros en la ofensiva. Convertida en mártir de la causa kurda, es inspiración para gran número de chicas y mujeres de la milicia. Taikuchin es también de Kobane, aunque ahora se encuentre combatiendo en las afueras de Hasaka. Se alistó en las milicias en 2012 y tiene ocho hermanos, tres de los cuales también forman parte de las unidades de defensa populares.

“No sé cuándo volveré con mi familia, pero mis compañeras y compañeros aquí en el frente son mis hermanos y hermanas ahora. Para todos, estar aquí es un orgullo, no entiendo los que huyen de la milicia, en el mismo momento en que se marchan dejan de ser kurdos. Es nuestra obligación defender a nuestra gente”, concluye Taikuchin.

Después de desayunar, las dos unidades del cuartel, hombres y mujeres, se reúnen para llevar a cabo una asamblea. En la misma se revisa el estado de las operaciones militares y cada miliciano tiene turno abierto de palabra para expresar lo que considere oportuno. Algunos días reciben la visita de algún general o comandante, en varias ocasiones una mujer, que les habla sobre el estado de la situación en otras localidades y escucha sus peticiones. Después de comer, los milicianos tienen tiempo libre, en el cual algunos simplemente descansan, otros juegan a fútbol y otros toman té y cantan canciones en kurmangi, uno de los dialectos de la lengua kurda.

El día a día pasa también por la mejora del campamento. Las milicias afianzan el cuartel, construyendo una trinchera y un búnker que lo rodea y que conecta el puesto con la ciudad de Hasaka, por razones de seguridad. Aunque no se registran combates durante el día, la situación puede cambiar. El Estado Islámico ha perdido territorios que conquistó, pero está lejos de ser derrotado. Los mandos de la milicia están satisfechos con los últimos resultados militares, pero se muestran reservados.

“Aún hay muchos pueblos bajo el yugo del Estado Islámico, la victoria en Hasaka nos da confianza pero no podemos pensar que está todo hecho. Por la noche podemos ver cómo trasladan camiones y se mueven a lo lejos. Tenemos que permanecer alerta”, afirma Rohat, uno de los comandantes del puesto. “Después de la victoria en Kobane lo celebramos, muchas de nuestras familias empezaron el viaje de regreso a sus casas y, entonces, nos atacaron desde dentro”.

El comandante Rohat se refiere al ataque que unas decenas de yihadistas realizaron el pasado junio infiltrándose en territorio kurdo vestidos con sus mismos atuendos militares. Más de 40 civiles murieron y el golpe supuso un revés importante en la confianza de la milicia, que permanece especialmente alerta a partir de ese episodio. Aunque los milicianos no hablan mucho de ello, este tipo de tácticas, alejadas del combate al uso, son las que preocupan al mando kurdo, que afirma haber detenido en este tiempo algunas estrategias similares, como inmolaciones o ataques suicidas en territorio ya conquistado.

“No nos daremos por vencidos ni nos iremos de aquí. Las YPG son la única defensa de la gente kurda. El día a día es duro, pero resistiremos, como nuestros hermanos y hermanas de Kobane. No daremos ni un paso atrás”, comenta Mazlum, de 23 años, uno de los francotiradores del campamento. Mazlum coge su rifle, una mochila con agua y unos prismáticos. Firme y con una sonrisa, se encamina a una de las atalayas del campamento, donde, al caer el sol, otros milicianos otean el horizonte.

Zana Handok mira a sus compañeros. Se agacha, deja el kalashnikov recostado y coge el 'walkie talkie' de su chaleco. Empieza girar el dial buscando una frecuencia en concreto. Al cabo de un momento, una voz en árabe se escucha por el transistor. Zana vuelve a mirar a su alrededor, donde se han agolpado unos cuantos milicianos que le observan atentos, aprieta un botón y susurra: “Abu Alí, Abu Alí, ¿estás ahí? ¿Cómo va la 'sharia'?”. Todo el pelotón se echa a reír.

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