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"¡No pasarán!": costureras marroquíes contra un puerto deportivo en Tánger
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impiden que se demuela su antigua empresa

"¡No pasarán!": costureras marroquíes contra un puerto deportivo en Tánger

Tras décadas cosiendo prendas para firmas españolas, Fatima se quedó en la calle sin indemnización. Ahora custodia junto a sus compañeras la empresa en la que trabajaba para que no la demuelan

Foto: Manifestación de las extrabajadoras del sector textil ante su antigua empresa en el puerto de Tánger (Foto: S. Moreno).
Manifestación de las extrabajadoras del sector textil ante su antigua empresa en el puerto de Tánger (Foto: S. Moreno).

Marruecos demuele la zona franca del puerto de Tánger, que acogía 83 empresas, la mayoría del sector textil, para construir un puerto deportivo. Todas han sido trasladadas a otras zonas industriales, pero dos de ellas han cerrado sus puertas sin ofrecer ninguna indemnización a sus empleadas. Estas compañías son las únicas que quedan en pie, porque sus extrabajadoras las custodian día y noche desde hace nueve meses.

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Padecieron frío, viento y lluvia en los meses de invierno. Estos días se quejan del calor, precisamente después del mes del Ramadán, cuando ayunaban hasta la caída del sol. Es la vida de las 20 extrabajadoras de compañías textiles que se concentran día y noche en la zona franca de Tánger desde hace nueve meses.

Fátima Abjij, de 52 años, lleva trabajando desde los 17. Tiene cinco hijos y un marido enfermo. Se quedó sin empleo cuando cerró la empresa Textile Manufacturing en Tánger, en la que trabajaba desde hacía 20 años. Desde entonces no paga el alquiler y ahora su casero la ha denunciado. Ella le pide tiempo porque deben indemnizarla con 14.000 euros tras dos décadas cosiendo prendas para Zara, Stradivarius, Pedro del Hierro y El Corte Inglés, entre otras marcas españolas. El juez así lo dictaminó en la sentencia, pero Fátima todavía no ha recibido el dinero.

Meryem también ha dedicado dos décadas de sus 50 años a manejar una máquina que pone botones a las prendas. Ahora se queda en casa con sus siete hijos y un marido sin empleo fijo. "Es muy difícil encontrar trabajo cuando pasas de los 40 años y en mi especialidad es complicado, porque no hay muchos puestos", lamenta.

Fatima y Meryem son dos de las 20 mujeres que se concentran desde hace nueve meses en la zona franca del puerto de Tánger para evitar que el dueño de la empresa se lleve la maquinaría y las autoridades tiren abajo los dos edificios donde han trabajado durante décadas. A finales de 2014 comenzaron la guardia medio centenar de mujeres, pero algunas ya han encontrado trabajo o han recibido la indemnización del propietario. De origen humilde, todas visten con yelabas y velo. Solo pueden explicar su caso en árabe, aunque cuentan con la ayuda de otros compañeros del sector, partidos políticos y organizaciones de derechos humanos.

De zona franca a puerto deportivo

Domingo, cinco de la tarde, una grúa saca escombros de la zona franca del puerto de Tánger. El desmantelamiento de la misma, donde se concentraban hasta el pasado mes de septiembre 83 empresas, la mayoría de confección textil para marcas españolas, es inminente. En junio, dos camiones entraron en la zona franca, acompañados por autoridades locales y policía, para sacar útiles e inmobiliario de las dos únicas empresas que se mantienen en pie, Alia Image y Textile Manufacturing, ambas del mismo propietario.

La zona franca se creó por un decreto ley en 1961, el mismo que derogó Mohamed VI el 1 de julio de 2014 con un decreto real que tiró por tierra lo construido por Hassan II. Pasará de ser un área industrial a convertirse en un puerto deportivo al lado de otro de pesca, que estarán operativos en 2016. Los trabajos fueron lanzados por el Rey en 2010 y la inversión asciende a 700 millones de euros, que se sumarán a fondos provenientes de los países del Golfo, que financian el puerto deportivo.

Entre los escombros que han dejado las demoliciones, que avanzan paulatinamente desde el pasado año, solo se alzan ya dos locales con puertas de metal azul, ilustradas con el mosaico de una modelo, y donde todavía permanecen algunas máquinas. Las veinte mujeres hacen guardia las 24 horas, en turnos de día y noche, para exigir que se les ofrezca un nuevo puesto de trabajo o se les indemnice. El juez ya dictó sentencia a su favor y, dependiendo de la edad, la antigüedad en la empresa o el número de hijos, tienen que recibir entre 10.000 y 24.000 euros. Sin embargo, nadie se hace responsable. "No queremos que saquen las máquinas porque, si no nos pagan lo que el juez dictaminó, no tenemos más garantía que la maquinaría que hay aquí adentro. Vender todo y coger el dinero que nos han otorgado en el juicio, que nos corresponde", explica a El Confidencial Toria Zekri, una extrabajadora de Textile Manufacturing.

La empresa les concedió 15 días de vacaciones el pasado mes de octubre y, a su regreso, se toparon con las puertas cerradas. "El 31 de octubre nos encontramos las puertas cerradas pero no nos querían indemnizar; ni vacaciones, ni antigüedad, ni pagas. El propietario no se presentó a las audiencias, ni en Tánger ni en Rabat", explica Amal.

Las extrabajadoras confiesan que sus problemas comenzaron ya en 2004. "Con la crisis, el dueño empezó a mandarnos semanas a casa, a no pagarnos todo el sueldo, las horas extras o las vacaciones". Cuando Fátima Zhora, otra de las trabajadoras, cayó enferma y tuvo que someterse a una operación, descubrieron que el propietario no estaba pagando a la Caja Nacional de la Seguridad Social (CNSS), el sistema de seguridad social marroquí. "Pero sí nos lo descontaba del sueldo", apuntilla Zebri. Un año y medio antes de cerrar las empresas, ya había sido denunciado por sus empleadas.

Para transformar la zona industrial en un puerto deportivo y turístico, el Gobierno ha indemnizado a los empresarios para que se trasladen a otras zonas francas de la ciudad. Sin embargo, el "patrón" -como le llaman las trabajadoras- de las dos compañías ha cogido el dinero, alrededor de 180.000 euros, y ha desaparecido.

Activistas se unen cada domingo a las protestas

Cada domingo se unen a las 20 mujeres otras trabajadoras del sector textil, activistas de derechos humanos y políticos de partidos de izquierdas. El Confidencial los acompañó a lo largo de estos meses en varias de las concentraciones. Yassin, de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos, encabezaba los cánticos de una de las protestas, celebrada en la entrada de la zona franca del puerto, donde todavía puede verse un cartel con un mapa de las empresas.

Fátima Allemmah, del partido Vía Democrática, se siente orgullosa mientras traduce del árabe al español los eslóganes: "Tenemos que seguir luchando en la batalla, aunque nos traten mal o nos peguen. Es una cuestión de dignidad"; "Nos echaron del trabajo políticos clasistas"; "Mirad, a los trabajadores los tiraron a la basura"; "Unión de los trabajadores para destruir el capital"; "Oye patrón, si la cosa sigue así, la cosa se va incendiar"... Son los cánticos del Movimiento 20 de febrero -como se denominó en el país a la Primavera árabe-. Fátima lo confirma: "Hemos aprendido mucho del 20F. Antes en Marruecos nadie se atrevía a manifestarse en la calle, pero ahora la gente ha perdido el miedo".

Diferente es la opinión de los empresarios. "Uno nos informó de que la Primavera árabe se había traducido en una mayor tensión en los centros de trabajo, sin señalar sin embargo ningún conflicto concreto, ni tampoco ningún planteamiento reivindicativo, en su empresa", explica Isidoro Boix, responsable de Responsabilidad Social Empresarial en la Secretaría Internacional de la Federación de CCOO.

Fátima Allemmah se solidariza con sus compañeras y acude todos los domingos a las manifestaciones. Ella ha corrido mejor suerte. Su empresa ha reabierto en la nueva zona industrial creada en la carretera de Rabat, y mantiene a las mismas empleadas con las mismas condiciones. Sin embargo, reconoce que también hay irregularidades. "Ha cambiado el nombre de Troyaco por Paveco y desde hace nueve años el jefe holandés no paga la Seguridad Social a parte de la plantilla", confiesa.

Las malas condiciones del sector textil

Las malas condiciones laborales que ofrecía este empresario, que se instaló en Tánger en 1978, ya se arrastran desde 2004, se queja Amal Bentouif. La empresa abonaba las horas extra al mismo precio que una hora normal, 13 dírhams -poco más de un euro-. "Y así se ahorraban el 25% del precio de la hora extra según el convenio", explica Amal. Además, se les paga por hora, el salario mínimo, 13 dírhams la hora (un poco más de un euro), de un total de nueve horas de trabajo con media hora de descanso. El último sueldo que recibieron era de 1.270 dírhams, una cifra que no llega a los 120 euros.

Las empresas que solo trabajan para la exportación disfrutan de ventajas fiscales, con la obligación de exportar un mínimo del 70% de su producción. "Ninguna tiene previsto trabajar de inmediato para el mercado interno del país. El diseño les viene proporcionado por la marca que contrata su actividad, y ésta en general les proporciona también el tejido, lo que las convierte en empresas exclusivamente de ensamblaje", expone Isidoro Boix en el informe 'Aproximación sindical a la Industria de la Confección de Tánger, proveedora de las marcas españolas de Inditex, Mango y El Corte Inglés'. Estas son las tres primeras marcas en volumen de compra en Marruecos, casi todas en la zona de Tánger, donde se registra la mayor concentración industrial de tales características.

El pasado febrero, el ministro de Industria y Comercio, Moulay Hafid Ellamay, anunció que el sector textil se reforzará dentro del plan de aceleración industrial. Su desarrollo se centrará en el aumento del valor entregado y sus expectativas para 2020 se centran en la creación de 100.000 empleos estables. El aumento en los ingresos por exportaciones de 500 millones de euros es también uno de los pilares de este proyecto.

Marruecos demuele la zona franca del puerto de Tánger, que acogía 83 empresas, la mayoría del sector textil, para construir un puerto deportivo. Todas han sido trasladadas a otras zonas industriales, pero dos de ellas han cerrado sus puertas sin ofrecer ninguna indemnización a sus empleadas. Estas compañías son las únicas que quedan en pie, porque sus extrabajadoras las custodian día y noche desde hace nueve meses.

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