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Este hombre cultiva en su 'dacha' las verduras que Moscú prohíbe importar de España
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los efectos de la 'guerra de sanciones'

Este hombre cultiva en su 'dacha' las verduras que Moscú prohíbe importar de España

Anatoly, a sus 63 años, deja cada tarde su taxi para trabajar en el huerto. Cultiva frutas y verduras que su familia ya no puede pagar en el mercado desde que escaló la tensión entre Rusia y la UE

Foto: Anatoly Epifanov posa en su huerto (Foto: Marta Amézaga).
Anatoly Epifanov posa en su huerto (Foto: Marta Amézaga).

A AnatolyEpifanovle delatan sus manos.Basta con pedirle que las ponga boca arriba: es un moscovitaurbanoconpalmasde campesino. De lunes a viernes trabaja como conductor para una empresa internacional en la capital.Conduce uncoche de gama alta enhorario de 9 a 5.Pero cuando llega el fin de semana,Anatoly, a sus 63 años,sustituye el fino cuero del volante por los pantalones de panayempiezasu verdadera jornada intensiva,la que le hace pasar horasy horasen su huerto a las afueras de Moscú.

Estas frutas y verdurasque siembran y recogenellos mismos, en su propia tierra,son la respuesta demiles defamiliasrusas,como la de Anatoly,al cruce de vetos y sanciones internacionales entre Rusia y Occidente. Los consumidores rusos pagan con su trabajolas consecuencias delembargo agroalimentario que su presidente decretó contra Europa, Estados Unidos y otros países antelasrepresaliaspor laguerradeUcrania.

Sanciones que no parece que vayan a levantarse por ahora.El presidente ruso,Vladimir Putin, dijoprecisamente ayer miércoles que ampliará duranteun año la prohibición de importaralimentos procedentes de Occidente.

Como muchosde losrusos que viven en lasciudades,la familiaEpifanovtiene una dachaen el campo.Las dachasson unas pequeñas fincas campestres de recreo, con un pequeño terreno para cultivar flores, frutas o verduras.La suya, enKuznetsóvo, al suroeste de Moscú,la compraron hace décadas. Anatoly construyó la casa con sus propias manos.

Yahora que la situación económica en Rusia estan precaria -en febrero, la inflación de los alimentos llegó a subir por encima del 20%- estos huertos están jugando un papel fundamental en muchas familias, para quienes ir a hacer la compra al mercado se ha convertido en un lujo casi inalcanzable.

placeholder Una mujer rusa en un mercado de alimentos de Stávropol, al suroeste del país (Reuters).

Además de la grave crisis del rublo, queen2014perdió el 40% de su valor frente al euro y dejó el poder adquisitivo delos rusospor el suelo,lapoblación se enfrenta a otro grave problema:elalzade precios. La inflación se ha disparadoconel embargo a las exportaciones agroalimentarias de la Unión Europea, Estados Unidos,Australia, Canadá y Noruegadecretada por el Gobierno ruso hace un año.

Era la respuesta del presidente Putinalas sancionespolíticasy financieras que los 28 impusieron aMoscú,en 2014,porsu papel enlaguerradeUcrania y laadhesión de Crimea.Este invierno, para los moscovitas, cadaincursión al supermercado deparaba una sorpresamás desagradable quela del día anterior:los tomates que en agosto de 2014costaban 40 rublos el kilo (65 céntimos de euro),en febrero deesteaño llegaroncasia los300 rublos (4,91 euros)ylas manzanaspasaron de 34 a 71 rublos(de 0,55 a 1,16 euros).

Los quesos franceses se convirtieron en productos de lujo. Alcanzaron precios desorbitados antes de desaparecer de las estanterías de los supermercados, junto con losembutidos alemanes y lasfrutas españolas.Esta semana, los ministros de exteriores de la UEdecretaronla extensión de las sancionesal paíspor seis meses más, hastael 2016.Y el Kremlin ya ha anunciado sucontraataque:prolongará el embargo alimentario durante el mismo tiempo.

“La patata es elsegundo pan, decimos en Rusia”. Ante la escalada de precios en los supermercados,AnatolyEpifanovdecidió, hace unos meses, destinar una zona extra delterrenode su dachaa plantarmáspatatas. En esa zona queríahacer una piscina para sus tres nietos, pero ahora la crisis le obliga a ser previsor.

“Los abuelos nos contaban que las patatas siempre salvana la gente, sobre todo en los tiempos de guerra”, recuerda.“Es un cultivo rápido, mucho másque otros:“en abril las sembramos y en junio o julio ya tenemos la cosecha”.Anatoly pensóincluso sembrar más allá de la valla de su terreno, en una zona de maleza sin dueñoconocido,“pero mi mujer me dice que esoseríaunavergüenza”,aceptaresignado.De momento lo que sí ha hecho es construir un invernadero para plantarle cara al invierno ruso y poder cultivar durante los meses más fríos.

placeholder Empleados de una granja local descargan sacos de patatas en Divnogorsk, Siberia (Reuters).

Desde el Gobierno ruso hacen una lectura positiva de la situación: laconsideran “propicia al desarrollo de la agricultura rusa”, según ha dicho esta semanaAlexandrTkachov, el Ministro de Agricultura. “Sabemos muy bien qué tenemos qué hacer, cuál es la hoja de ruta, estoy seguro de que podremos alimentarnos yya pensamos en exportaciones”, sostuvo.

Pero eloptimismogubernamental se cuece, de momento, a fuego lento. Porque apesar del importante aumento presupuestario en agricultura, la realidad es que plantar árboles y cultivar la tierra lleva su tiempo.En un país de 145 millonesde personas, no es fácil conseguiruna producciónnacional de carne que satisfaga al mercado internode la noche a la mañana.

Así queRusia hatenido que reorientargeográficamente sucesta de la comprahacia otros mercadosde frutas y hortalizas, comoSuiza,Turquía, Egipto oNueva Zelanda.Brasil yArgentinasuministranla carne que antes llegaba de los países vetados.Pero estos nuevos productosno parecen cubrir toda la demanda rusa, y son más caros.

Otros se benefician del mercado que dejó España

“Otrospaísesse están beneficiando del mercado dejado por los españoles”, se lamentan desde la embajada de España en Rusia.Españatambiénestá pagando, y caro, el embargo de las importaciones aun socio comercialhasta ahora muyimportante:“Indudablemente, en materia de frutas y verduras, España ha sido el país más perjudicadopor el embargo ruso, junto con Polonia”,aseguraIgnacioGandarias, Consejero de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente en la embajada de España en Rusia.

Y añade:“el mercado se ha caído, ha desaparecido. Habrá que recuperarlo en el momento en que se levanten las sanciones. Ya veremos si somos capaces, habrá que trabajarmuchoen ello”.Las pérdidas del sector agroalimentario ascienden a338 millones de euros,explican desdela consejería comercial española. Melocotones, nectarinas, albaricoques, manzanas o peras son las frutasespañolas que ya no llegan a los mercados rusos. Tampoco los tomates, lechugas o pepinos.Todo cultivado en zonas como Levante, Andalucía, Cataluña y Murcia.

EnelhuertodelosEpifanov,además depatatas hayzanahorias, coles, tomates,pepinosy otras hortalizas.Desde hace un año tienenmontado un corral con gallinas, y con los huevos que venden cubrenlos gastos de la finca.El trabajo aquí es continuo:"es imposible hacer algo y pensar que voy a descansar porque ya he terminado".

AyerAnatolytrajo a Moscú un kilo de fresas para sus dos hijas, que viven en la capital.Son sólo los primeros frutos, porquela temporada de recolección apenas empieza:hastadentro de dos semanasnotendrásu cosecha completa.Mientras llega ese momento,la familia se ve obligadaa acudir a los comercios: “Me muerdo cuando veo los precios”,asegura mientrastuerce el gestoconexpresiónde enfado.

Esta misma mañanaAnatolyha ido al supermercadoa comprar unos pimientos dulces que le había encargado su esposa Raixa. Estaban a más de 200 rublos(3,27 euros), casi el doble de lo habitual.“He llamado a mi mujer, ¿compro por ese precio?.Ella me ha dicho que no”.Raixaes economistayestambién, por supuesto,quien lleva la economía en casa.Y no está dispuesta a gastar más de 120 rublos(1,96 euros)en pimientos dulces.

A pesar de que es el consumidor ruso quien está pagando las consecuencias de las decisiones del gobierno, la mayoría vecon buenos ojosel veto a los productos europeos y americanos. Según las encuestas del prestigioso centro de análisis Levada, casi el 40 por ciento de los rusos tienen una imagen negativa de Estados Unidos y la Unión Europea. Más del 70 por cientove en Estados Unidos a su principal enemigo.La popularidad del presidente Vladimir Putin sigue intacta.

AnatolyEpifanovsigue con interés la actualidad política, yconoce perfectamenteel juego político,las presiones y las circunstancias internacionales que han llevado al gobierno de Rusia a emprender este rumbo. Aun año de jubilarse,Tola, como le llaman sus allegados,planea retirarsecon su mujera vivir alaDacha. Llevan tiempo reformando ese rincón de las afueras,con calefacción y otras comodidades,para hacer más llevadero el próximoinvierno ruso. Elfuturodel matrimonioestá fuera de la ciudad, de la infértil y prohibitiva Moscú.

Anatoly resume la situación actual en su país: “no me gusta. No me parece justa”. Cuenta quecadalunes por la mañana,trasdos díastrabajandoen lahuerta, llega a su trabajo enla capitalagotado,sin fuerzas para mover un dedo:“kakvyzhatyylimon-como unlimón exprimido”, dice.Y en estos tiempos críticos, no debe ser el único que se siente así.

A AnatolyEpifanovle delatan sus manos.Basta con pedirle que las ponga boca arriba: es un moscovitaurbanoconpalmasde campesino. De lunes a viernes trabaja como conductor para una empresa internacional en la capital.Conduce uncoche de gama alta enhorario de 9 a 5.Pero cuando llega el fin de semana,Anatoly, a sus 63 años,sustituye el fino cuero del volante por los pantalones de panayempiezasu verdadera jornada intensiva,la que le hace pasar horasy horasen su huerto a las afueras de Moscú.

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