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Guerra mundial Troll

Rusia, China, Israel, Estados Unidos, Reino Unido... Las potencias libran una batalla propagandística en internet contratando a auténticos ejércitos de "trolls cibernéticos"

Foto: Una protesta contra la censura china en Hanóver. (Reuters)
Una protesta contra la censura china en Hanóver. (Reuters)

A la joven rusa Lyudmila Savchuk le pagaban algo más de 40.000 rublos (casi 700 euros) mensuales por escribir en foros unos 100 comentarios al día favorables a Vladimir Putin y las políticas del Kremlin. Desde “Putin es grande” o “El gobierno ucraniano es fascista” a argumentos más elaborados, como que Kiev se gasta los préstamos del Fondo Monetario Internacional en armamento en vez de ayudar a su pueblo. Ella pertenecía, hasta que dejó el trabajo, al “ejército” de propagandistas online del Kremlin.

Se los conoce como troles, alborotadores o polemistas que participan en los debates de la Red para romper el natural intercambio de opiniones y favorecer la propaganda gubernamental. Se ocultan tras perfiles aparentemente reales y lanzan mensajes que en realidad provienen de Estados, o de organizaciones políticas o religiosas, en una práctica llamada astroturfing.

Y Rusia no es la única que está levantando patrullas de troles: el Gobierno israelí paga a estudiantes para que se unan a los esfuerzos propagandísticos de la hasbará online. En China es famosa la llamada Wu Mao Dang o “banda de los 50 céntimos”, legiones de comentaristas online que reciben medio yuan por hacer elogios al gobierno. Prácticas similares, mejor financiadas y más avanzadas, son llevadas a cabo por Estados Unidos y Reino Unido, al menos.

“Las agencias de inteligencia pagan a personas para que monitoreen los medios y otros sitios de internet y defiendan la posición de sus empleadores en los foros, estableciendo así el tono de las conversaciones y atacando agresivamente a aquellos que discrepan”, asegura desde Londres Annie Machon, exagente del MI5 y crítica con los sistemas actuales de espionaje masivo. “Todas las agencias los usan. Últimamente se ha prestado mucha atención a los rusos, pero no se habla tanto del mismo tipo de trabajo realizado por Estados Unidos, Reino Unido e Israel”.

Ahora sabemos, gracias a las filtraciones de Edward Snowden, que existe un grupo dentro de la central de espionaje GHCQ dedicado a “propagar historias y enviar mensajes en masa” a través de las redes sociales en contra de sus objetivos. Estados Unidos ha lanzado la Operación Voz Justa: programas informáticos que crean usuarios falsos o sock-puppets y diseminan propaganda proestadounidense y antiyihadista en las redes sociales extranjeras.

Rusia: factoría de troles de Putin

Llegas por la mañana a la oficina, un edificio gris en la calle Savushkin de San Petesburgo. Abres el ordenador. Ahí tienes esperándote un correo con los asuntos a tratar ese día. Por ejemplo: “Ucrania ha aprobado las reformas para garantizar ayuda del FMI”. Has de escribir: “Para el gobierno ucraniano, las necesidades militares son más importantes que las de su gente”. Entras en uno de los foros más populares de Rusia, LiveJournal. Accedes primero con uno de tus perfiles, en el que te haces pasar por ama de casa, luego con el de estudiante, más tarde con el de un supuesto atleta.

Así describe el día a día una extrabajadora de las brigadas de troles rusos de internet, en una información de la agencia francesa de noticias AFP. Los medios locales rusos ya conocen esta práctica desde hace un par de años. Un periodista de Novaya Gazeta entró de incógnito en el edificio donde trabajaban alrededor de 400 empleados. Ahora se han trasladado a otro más grande, de cuatro plantas.

Tras el conflicto en Ucrania y su pulso con Occidente, el Kremlin ha incrementado sus actividades de propaganda online, hasta el punto que algunos medios han cerrado sus páginas de comentarios.

“Un trol es alguien que se cuela en un espacio virtual con diferentes fines y casi siempre molestos o cuando menos tendenciosos”, explica Miguel Pérez Subías, presidente de la Asociación de Usuarios de Internet. “Cuando además se organizan en grupos, ejércitos o granjas su efecto se multiplica y pueden llegar a inutilizar dicho espacio para el resto de sus usuarios o conseguir perjudicar económicamente a una campaña de comunicación o el prestigio de una marca o de un personaje. Recuerdo un acto que organizamos con la bloguera cubana Yoani Sánchez en el que nos fue imposible utilizar Twitter porque se llenaba continuamente de mensajes provenientes de todo un ejército de troles”.

Estados Unidos: troles automatizados

La palabra trol proviene del verbo inglés to troll, que significa “pescar con caña o curricán”. De hecho, un trol es un usuario de internet que “pesca” a otros con sus cebos: comentarios hirientes, salidos de tono, insultos o, simplemente, aseveraciones contra lo que se afirma en un foro. Si detrás del trol hay un gobierno o una organización, la práctica se llama astroturfing (de AstroTurf, una marca de césped artificial que aparentar ser real). Y si el usuario de internet del trol es falso, como suele ocurrir, se dice entonces que es un sock-puppet (marioneta hecha de calcetín).

El ejército de Estados Unidos desarrolla un software que permite crear miles de estos sock puppets para manipular de forma secreta las redes sociales. El objetivo es promover la agenda de Washington y amplificar la propaganda proestadounidense, según las revelaciones sobre el espionaje masivo efectuadas por el exconsultor de la Agencia de Seguridad Estadounidense (NSA) Edward Snowden.

En concreto, según el diario británico The Guardian, una empresa californiana se ha llevado un contrato con la Unidad Central de Mando de Estados Unidos (Centcom), que supervisa las operaciones militares en Oriente Próximo y Asia Central, para que fabrique un gestor informático de “personas online. Cada oficial podrá gestionar a través de este sistema hasta 10 identidades diferentes.

El contrato, reconocido por Centcom, especifica que todas las identidades falsas tienen que ser convincentes, contar con una historia y detalles que la hagan más creíble. El sistema estará ubicado en la base aérea de MacDill, cerca de Tampa, Florida. El desarrollo ha sido adjudicado por más de 2,5 millones de euros a la empresa Ntrepid.

Este sistema forma parte de la llamada Operación Voz Honesta (Operation Earnest Voice, OEV). “Es una tecnología que apoye actividades de blogging clasificadas en sitios de internet extranjeros para contrarrestar a extremistas violentos y la propaganda enemiga”, según el comandante de Centcom Bill Speaks.

Pero ¿se centra solo en la lucha contra el yihadismo? Aseguran que no actuarán en inglés ni en sitios ubicados en Estados Unidos, y que es ilegal dirigirse a audiencias estadounidenses. Lo que empezó siendo una herramienta de guerra sicológica contra Al Qaeda en Irak se ha convertido en un programa estimado en unos 200 millones de dólares.

Israel: brigadas de hasbará online

“La oficina del primer ministro recluta a estudiantes para librar las batallas online de la hasbará (propaganda israelí)”. Con este titular desvelaba el diario Haaretz en verano de 2013 el plan del gobierno de Tel Aviv de crear una “fuerza de incógnito” de estudiantes con la que contrarrestar las crecientes críticas en Internet por la ocupación de los Territorios Palestinos y las operaciones contra la franja de Gaza con una mayoría de bajas civiles.

Se trata de reclutar a centenares de estudiantes. Los jefes de las unidades recibirían una beca completa para sus estudios. Los miembros de este nuevo cuerpo forman parte de la oficina del Primer Ministro, colgarán posts en Twitter y Facebook de parte de Israel, pero no se identifican como miembros del gobierno. “La idea es precisamente que sea una actividad de estudiantes hecha por estudiantes y que no se destaque el papel del Estado”, escribe uno de los responsables del programa en un documento citado por Haaretz.

El texto habla de una disciplina cuasi-militar para el grupo. Tanto la organización estudiantil involucrada en la creación del grupo como fuentes de la oficina del Primer Ministro reconocían al diario los hechos, y los justificaban por el creciente “antisemitismo” y “deslegitimación” del Estado de Israel.

En España estos esfuerzos de astroturfing y trolling israelíes se han dado a conocer sobre todo en las redes sociales en las últimas campañas contra Gaza, en especial la de 2014, en la que murieron casi 1.500 civiles palestinos (más de 500 niños) y seis civiles israelíes. Las redes sociales echaron humo.

La corresponsal de RTVE en Israel, Yolanda Álvarez, ha asegurado que la hasbará, el aparato de propaganda al servicio del Gobierno de Israel, “acosa diariamente” a los periodistas a través de las redes. La neurosis entre los profesionales de los medios de comunicación en la zona es creciente. Un reportero senior de CNN, Jim Clancy, fue destituido tras unos tuits en el que denunciaba varias cuentas de Twitter que criticaban sus argumentos como parte de las hasbará online.

“Hay equipos pagados y una fuerza enorme de voluntarios, blogueros, tuiteros y en Facebook que llenan las redes de comentarios que se nutren de los argumentarios para llenar de propaganda las redes en cinco idiomas”, escribe Max Blumenthal en The Nation. “Crece así el fenómeno del trol hasbará, a menudo una molestia sin rostro, estridente e incansable, desplegada en Twitter o Facebook para molestar a las figuras públicas que expresan dudas sobre las políticas israelíes o simplemente simpatía por los palestinos”.

China, la banda de los 50 céntimos de yuan

Un internauta chino de la ciudad de Jiazhou había recibido una multa por una infracción que él aseguraba que no había cometido. Puso un comentario en un foro criticando a la policía. Un trol chino a sueldo del gobierno informó diez minutos después al Buró de Seguridad Pública (PBS en sus siglas en inglés). Este conminó a 120 personas a poner comentarios a favor de la policía hasta derivar el debate. “20 minutos después, la mayoría de los comentarios eran a favor de los cuerpos de seguridad, y de condena al usuario original”. Así exhibe un documento del Buró de Seguridad Pública de esa ciudad de Henan la eficiencia del grupo de “comentaristas de internet” a sueldo del gobierno chino.

La existencia de un enorme ciberejército de troles es ya parte del imaginario público en China. Los llaman “la banda de los 50 céntimos de yuan” (7 céntimos de euro) o Wu Mao Dang, lo que cobran por cada comentario positivo que ponen a favor de las autoridades. Hay centros físicos para estos usuarios. Su número es obviamente muy difícil de calcular, pero las principales estimaciones los sitúan en decenas de miles.

Mientras en Estados Unidos, Reino Unido o Israel, los casos conocidos de astroturfing se centran en la propaganda exterior, en China el objetivo primordial es controlar las opiniones contra el gobierno de su creciente masa de Internautas. Una parte importante, la más educada, de los más de 600 millones de usuarios de internet chinos acceden a la información a través de los sitios de microblogging y otros foros.

En un país en el que cada vez menos se creen ya la propaganda gubernamental de de la televisión estatal, Internet es el auténtico campo de batalla del control de la opinión pública. En vez de tratar de prohibir y censurar lo que dicen los usuarios, que también, el Partido Comunista Chino invierte en cambiar directamente la forma en la que estos piensan.

“El Troll es a las redes sociales lo que ha sido y es el Spam al correo electrónico, el 88% de todo el correo que circula por el mundo es correo basura, spam”, concluye Pérez Subías. “Esperemos que en las redes sociales podamos ponerle coto y que no se llegue a esos niveles”.

A la joven rusa Lyudmila Savchuk le pagaban algo más de 40.000 rublos (casi 700 euros) mensuales por escribir en foros unos 100 comentarios al día favorables a Vladimir Putin y las políticas del Kremlin. Desde “Putin es grande” o “El gobierno ucraniano es fascista” a argumentos más elaborados, como que Kiev se gasta los préstamos del Fondo Monetario Internacional en armamento en vez de ayudar a su pueblo. Ella pertenecía, hasta que dejó el trabajo, al “ejército” de propagandistas online del Kremlin.

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