La debacle del Pasok en Grecia, un primer aviso para el socialismo europeo
Lo del Pasok ha sido una debacle sin ambages. Casi ha desaparecido del mapa político. ¿Contagiará la debacle al PSOE? ¿Veremos una reacción en cadena?
Lo del Movimiento Socialista Panhelénico (Pasok) ha sido una debacle sin ambages. Tras gobernar Grecia durante una parte importante de las últimas cuatro décadas, ahora prácticamente ha desaparecido del mapa político. Y todo ha ocurrido a una velocidad de vértigo. Lo vimos resurgir de formafulgurante en 2009, cuando prometió regenerar un país arruinado en parte por el falseamiento de las cuentas que llevaron a cabo los conservadores de Nueva Democracia. Entonces obtuvo casi un 44% de los votos y 160 de los 300 asientos del Parlamento. Cinco años después ha sufrido la más humillante de las derrotas, quedando con tan sólo 13 escaños y menos de un 5% de los sufragios.
La noticia ha hecho que los partidos del socialismo europeo pongan sus barbas a remojar. ¿Se contagiará la debacle al PSOE? ¿Veremos una reacción en cadena en un centro izquierda del viejo continente, incapaz de ofrecer una alternativa a las políticas de austeridad europeas?
“Yo soy escéptico con los paralelismos”, opina Ignacio Molina, del Real Instituto Elcano. “El Pasok, desde que le quitó el poder a Nueva Democracia, no ha hecho más que administrar la austeridad y para colmo se alió con Nueva Democracia; el PSOE ya llevaba tiempo en el gobierno antes de que llegara la crisis, y ha estado tiempo fuera después”.
Javier García Toni, de ESADE-Geo y fundador de "Con copia a Europa", le contradice: “Es evidente que para el PSOE y la socialdemocracia europea corren malos tiempos, quizá con la excepción de Italia”. Otros como Carlos Carnero, exeurodiputado socialista y director de la Fundación Alternativas, recuerdan que las encuestas aún dan un nivel de votos considerable para el PSOE, en nada comparable a lo que venían dando al Pasok antes de su caída.
El partido conservador griego Nueva Democracia, liderado por Kostas Karamanlis, había mentido sobre las cuentas del país: a Bruselas le había prometido que el déficit era del 3,7%, pero en realidad la cifra era de un 12,7% cuando el Pasok llegó al poder. Este anuncio de los socialistas fue el “momento Lehman Brothers” para Grecia y para la zona euro, que se asomó desde entonces al abismo financiero.
“Al Pasok les explotó en las manos una bomba fiscal”, explica desde Atenas Nick Malkoutzis, editor en el diario conservador Kathimerini. No estaban preparados para una crisis de la magnitud de la que hubo en 2009 y 2010, y fallaron a la hora de tratar de impedir los serios errores de diseño del rescate griego, sobre todo porque no consiguieron aliviar el tamaño de la deuda lo suficiente ni tratar de que el ajuste no fuera tan abrupto que hiciera descarrilar la economía griega, argumenta. Desde entonces todo ha ido cuesta abajo.
“El Pasok ha tenido parte de la culpa de la crisis porque ha sido el partido que más tiempo ha gobernado desde la caída de la dictadura en 1974 y fue el que llevó a Grecia a entrar en el euro. Pero lo más importante de su debacle es que se habían convertido en una sombra de Nueva Democracia durante los últimos dos años y medio de coalición de gobierno: incapaces de encontrar una respuesta a la crisis diferente a la del corazón conservador de la zona euro. Los votantes han sentido que el Pasok era por tanto irrelevante e incapaz de defender los principios de la justicia social como se le supone a un partido socialista”, agrega el analista.
El último clavo en el ataúd lo ha puesto, ya en la recta final de la campaña, una pelea de gallos dentro del partido. Tan sólo unos días antes de las elecciones, el expresidente Yorgos Papandreu decidió romper con su enemigo interno, Evánguelos Venizelos. Papandreu abandonaba así el partido fundado por su propio padre y dejaba a Venizelos al mando del timón del que era ya un barco a la deriva.
La Coalición Radical de Izquierdas,Syriza, hizo el resto, en parte porque ocupó el lugar tradicional del Pasok. “En realidad, el propio Pasok había sido una especie de Syriza de los años ochenta: muy populistas antes de moderarse”, nos recuerda Ignacio Molina.
¿Puede haber efecto contagio en España? La ecuación sería la siguiente: aplicación de recortes del Estado del Bienestar + partido populista radical de izquierdas que sube en las encuestas + divisiones internas = accidente mortal. En el PSOE español tratan de cortar de raíz cualquier intento de asociación. “Grecia no es España, el Pasok no es el PSOE y Syriza no es Podemos”, ha asegurado tras los resultados de las elecciones griegas Iratxe García, presidenta de la delegación socialista española en el Parlamento Europeo.
Desde la Fundación Alternativas, el think tank progresista vinculado al PSOE, insisten en la distinción: “Las expectativas de voto, según las encuestas, son muy distintas; el PSOE oscila entre el 23% y el 29% de los votos”, afirma Carlos Carnero, su director gerente. “Y además el 22 de marzo se volverán a ganar las elecciones en Andalucía y con ello se podrá contar con una prueba práctica que evitará fricciones”.
En Ferraz recuerdan que en las últimas elecciones generales casi siete millones de personas votaron al PSOE. “Pero la novedad es que ahora ningún partido puede contar ya un suelo de votos”, advierte Jorge Galindo, de Politikon. “En España los que más votan a Podemos son paradójicamente los ciudadanos de clase media, en parte porque este tipo de movimientos trata de defender el statu quo, defender el Estado del bienestar que les protege. Las clases bajas sólo han conocido a unos que han distribuido, los socialistas, y otros que no, la derecha”.
La otra extrapolación del caso griego es hacia la socialdemocracia europea. François Hollande sufriendo en las encuestas, los socialistas españoles asustados… ¿Y si el Pasok se acaba convirtiendo en el primer síntoma de algo más, la primera pieza que cae de un dominó europeo que triture a una Internacional Socialista que no consigue encajar en una Europa cada vez más liberal?
En realidad, la salud del Partido Socialista Europeo (S&D) es bastante buena. En las últimas elecciones europeas sólo perdieron siete escaños, frente a los 51 esfumados para los conservadores del PPE. Han recuperado el gobierno en Italia, Francia, Suecia, Dinamarca oAustria, y forman parte de la coalición en el poder en Alemania, Finlandia o Irlanda.
En Reino Unido, que celebrará elecciones generales el próximo 7 de mayo, las últimas encuestas otorgan al partido laborista una consistente victoria sobre los conservadores (41%, frente al 33%, según YouGov/Evening Standard). Los mismos sondeos muestran una especie de “efecto Syriza” o “efecto Podemos”, pero esta vez arañando votos a la derecha: el UKIP tendría alrededor de un 9% de los votos.
De hecho, la aparición de partidos alternativos populistas está haciendo mucho daño también a la derecha europea. El UKIP y los conservadores británicos son un ejemplo, pero lo mismo ocurre con el centro derecha y la Liga Norte en Italia, o con el Frente Nacional y la UMP en Francia, apunta Molina.“El populismo resta a todos los partidos, no sólo a los socialdemócratas”.
Su idea es que la interdependencia económica en el mundo globalizado hace más difícil a los Gobiernos socialistas operar, pero cuando hay repliegue y rechazo a la inmigración, como ahora, el centro derecha también sufre. En mayo, subraya, podríamos realizar el mismo ejercicio con los tories y el UKIP que hacemos ahora con el PSOE y Podemos.
“Quizá para el PSOE no se dé un escenario tan catastrófico como con el Pasok en Grecia”, reconoce Javier García Toni, de ESADE-Geo. “Pero tienen en esencia el mismo problema: la falta de credibilidad, tras demostrar su incapacidad en el gobierno frente a la crisis. Ahora cualquier cosa que venden se pone en duda. Si a eso le añades que Pedro Sánchez es un líder cuestionado, lo que tienes es que el PSOE está la mayor parte del tiempo tratando de aclarar esta cuestión y de formar un discurso anti-Podemos, y no hilando un discurso con sus propuestas”.
La nota común, apuntan los analistas, es que la socialdemocracia europea está tratando de enfrentarse a los problemas de 2015 con herramientas de los años ochenta. Tienen que cuadrar el círculo entre el control del déficit y la cesión de soberanía en materia monetaria y fiscal, lo que implica recortes, y al mismo tiempo tratar de sostener y ampliar el Estado del bienestar.
Una contradicción en los términos para los socialdemócratas europeos según Jorge Galindo: “Cuando a los Gobiernos socialdemócratas les quitas la política monetaria, y tienes una política fiscal condicionada por Bruselas, y encima tienen que aplicar reformas estructurales, ocurre lo que le ocurrió a José Luis Rodríguez Zapatero: que te quedas con cara de no sé qué hacer”. La política fiscal, explica, en tanto que depende de negociaciones entre países acreedores y deudores, para los deudores está de facto condicionada. Por otro lado, en Bruselas (o en Berlín más bien) solo se tienen miramientos hacia quien lo pasa peor dentro de sus fronteras. El resultado es que Alemania y otros países acreedores presionan con éxito para que no sea posible ningún tipo de estímulo fiscal del norte al sur, y sí la austeridad.
Esta, la falta de encaje en un mundo globalizado, es la espada sobre el pecho del centro izquierda europeo. La pared, el pecado que no se puede cometer visto lo ocurrido con el Pasok, es el de administrar el desastre en coalición con el enemigo natural. Toda una advertencia para los socialistas españoles.
Lo del Movimiento Socialista Panhelénico (Pasok) ha sido una debacle sin ambages. Tras gobernar Grecia durante una parte importante de las últimas cuatro décadas, ahora prácticamente ha desaparecido del mapa político. Y todo ha ocurrido a una velocidad de vértigo. Lo vimos resurgir de formafulgurante en 2009, cuando prometió regenerar un país arruinado en parte por el falseamiento de las cuentas que llevaron a cabo los conservadores de Nueva Democracia. Entonces obtuvo casi un 44% de los votos y 160 de los 300 asientos del Parlamento. Cinco años después ha sufrido la más humillante de las derrotas, quedando con tan sólo 13 escaños y menos de un 5% de los sufragios.
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