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"Yo o el caos": Renzi se juega la estabilidad de Italia con la sucesión de Napolitano
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el presidente se marcha hoy

"Yo o el caos": Renzi se juega la estabilidad de Italia con la sucesión de Napolitano

Napolitano, muy anciano, se va tras haber sostenido el país en los momentos de caos político. Ahora Renzi tiene que encontrar un candidato de consenso

Foto: El ya expresidente de Italia, Giorgio Napolitano, durante una conferencia de prensa en el Palacio del Quirinal, en Roma (Reuters)
El ya expresidente de Italia, Giorgio Napolitano, durante una conferencia de prensa en el Palacio del Quirinal, en Roma (Reuters)

En el coqueto barrio de Monti, cerca del Coliseo, en el centro de Roma, algunos comercios han preparado una fiesta para celebrar el retorno de su vecino más célebre. “Ya me he puesto de acuerdo con el del bar de la plaza. Será una cosa sencilla: una tarta y un poco de música”, dice Pietro Estecchiotti, el carnicero de la zona. Ocho años y medio después de abandonar su apartamento en la histórica Via dei Serpenti, Giorgio Napolitano vuelve a casa. Deja por fin el Palacio del Quirinal, sede de la presidencia de la República, desde donde se ha erigido durante las últimas crisis políticas como una de las pocas garantías que le quedaban a Italia para evitar el colapso institucional.

El anciano jefe de Estado italiano, de 89 años, presenta hoy su dimisión después de anunciar a finales del pasado diciembre que se acababa su tiempo en el más alto cargo institucional del Estado. Su marcha no es ninguna sorpresa, pues aceptó este segundo mandato, comenzado en la primavera de 2013, sin intención de completar los siete años previstos. Fue la solución de urgencia de la que tuvieron que echar mano los parlamentarios porque ningún otro candidato conseguía los apoyos suficientes en las votaciones de las que debía salir su sucesor. Al final optaron por el bis de Napolitano, el único presidente de la República que ha repetido en el cargo.

Este anciano militante comunista ha elegido con cuidado el momento para volver a su casa del barrio de Monti. Italia terminó ayer su semestre de presidencia europea y el Gobierno de Matteo Renzi parece estable, al menos según los estándares nacionales. Su sucesor será elegido en una votación que se celebrará previsiblemente el 28 o 29 de enero en la que participarán diputados, senadores y delegados nombrados por las regiones.

Aunque ahora la situación parece más sencilla que en 2013, el Ejecutivo se la juega con la elección del nuevo jefe del Estado. El anterior líder del izquierdista Partido Democrático (PD), Pierluigi Bersani, se vio entonces obligado a dimitir después de que los candidatos que presentaba para la Presidencia de la República fueran rechazados desde las filas de su propia formación política.

A Renzi le toca comprobar si tiene realmente las riendas del PD. Él, que llegó al poder gracias a un golpe interno con el que desalojó al anterior primer ministro, Enrico Letta, está ahora a merced del sector de su partido situado más a la izquierda, crítico con algunas medidas estrella del Gobierno, como la facilitación del despido. Los díscolos son en principio una minoría, pero el secreto de la votación al sucesor de Napolitano puede propiciar uno más de esos ajustes de cuentas internos a los que son tan aficionados los partidos italianos.

Quien entra Papa, sale cardenal

“La elección del nuevo presidente no será fácil, pero no creo que haya una crisis política grave”, dice Dario Antiseri, director del departamento de Ciencia Política de la Universidad Luiss de Roma. “Renzi es una consecuencia del vacío político anterior y puede amenazar a los rebeldes de su partido con convocar elecciones y no meterles en las listas. En la oposición no tiene rivales. Beppe Grillo (líder del Movimiento 5 Estrellas) ha perdido fuelle y la derecha está hecha trizas. No hay un proyecto político alternativo. Es o Renzi o el caos”.

Los diarios italianos llevan semanas presentando a posibles candidatos para convertirse en el próximo inquilino del Palacio del Quirinal. Entre los papables destaca Romano Prodi, primer ministro en dos ocasiones y ex-presidente de la Comisión Europea. Otros nombres que se han barajado son los del también expremier izquierdista Giuliano Amato o el del actual titular de la cartera de Economía, Pier Carlo Padoan. Si se opta por elegir a una mujer suenan Roberta Pinotti, ministra de Defensa, y Laura Boldrini, presidenta de la Cámara de los Diputados. También se barajó la opción de la excomisaria europea Emma Bonino, pero se autodescartó el lunes al anunciar que tiene un tumor en un pulmón.

Cuando hay que elegir al próximo Pontífice siempre se recuerda en Roma que “quien entra Papa en la Capilla Sixtina sale cardenal”. Ocurre algo similar con el ascenso al palacio del Quirinal, que fue residencia de los Papas: todos los candidatos repiten estos días que no tienen aspiración alguna de suceder a Napolitano. Nadie quiere quemar sus posibilidades. “Probablemente se tome a una figura con un perfil distinto al del presidente saliente”, sostiene Fulco Lanchester, director del departamento de Ciencia Política de la Universidad La Sapienza de Roma.

Aunque está presente la posibilidad de que resulte elegido algún personaje de fuera de la política, como el director de orquesta Riccardo Muti, Lanchester no cree que finalmente vaya a ocurrir así: “Poner a alguien sin experiencia política es como intentar dirigir un avión sin haberse sacado el permiso de vuelo. El jefe de Estado en principio debe actuar como una especie de notario, pero en casos de dificultades tiene que intervenir. Tiene una fuerte función política por encima de los partidos”.

Bipersonalismo imperfecto

Ese escenario se dio en Italia a finales de 2011, cuando el Gobierno de entonces, liderado por Silvio Berlusconi, parecía incapaz de impedir la quiebra del país. Con la prima de riesgo por las nubes y la economía en parálisis, Bruselas y Napolitano hicieron pinza para sustituir al magnate por un Ejecutivo técnico liderado por Mario Monti. “Desde entonces Napolitano se convirtió en el eje del sistema político italiano. Por eso existe una preocupación por quién puede ser su sucesor”, dice el catedrático de La Sapienza.

Paul Ginsborg, autor de numerosos ensayos políticos sobre las últimas décadas de Italia y profesor de Historia de Europa Contemporánea en la Universidad de Florencia, considera que un candidato tapado con posibilidades es Sabino Cassese, de 79 años, juez del Tribunal Constitucional y ministro en los años 90. “Renzi y Berlusconi tienen un pacto para sacar adelante la reforma del Senado y la nueva ley electoral y, probablemente, buscarán una figura de consenso para el Quirinal”, sostiene Ginsborg. A su juicio, están fuera de juego figuras de primera línea como Prodi o Amato; se optará en cambio por un personaje con un perfil más institucional, que aunque sea de izquierdas resulte aceptable al ex-Cavaliere. “Cassese reúne las características que los partidos están pidiendo para el próximo presidente de la República”.

Todos los expertos consultados coinciden en que no pueden descartarse sorpresas, algo por otro lado habitual en Italia. “Hoy ninguno de los sujetos importantes de la política son diputados o senadores”, recuerda Lanchester. “Renzi, Berlusconi, Grillo y Matteo Salvini, el líder de la Liga Norte, están fuera del Parlamento. El primer ministro debe ser muy cauteloso, pues no tiene elementos para saber de verdad qué puede ocurrir en la votación para elegir al nuevo jefe del Estado. Es una consecuencia más de este bipersonalismo imperfecto en que nos encontramos. A un lado está Renzi, que aúna a quienes desean la estabilidad. Al otro lado antes estaba Grillo y ahora, tras su retroceso político, está Salvini. Son los antisistema”.

En el coqueto barrio de Monti, cerca del Coliseo, en el centro de Roma, algunos comercios han preparado una fiesta para celebrar el retorno de su vecino más célebre. “Ya me he puesto de acuerdo con el del bar de la plaza. Será una cosa sencilla: una tarta y un poco de música”, dice Pietro Estecchiotti, el carnicero de la zona. Ocho años y medio después de abandonar su apartamento en la histórica Via dei Serpenti, Giorgio Napolitano vuelve a casa. Deja por fin el Palacio del Quirinal, sede de la presidencia de la República, desde donde se ha erigido durante las últimas crisis políticas como una de las pocas garantías que le quedaban a Italia para evitar el colapso institucional.

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