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Los doce mandamientos de una dictadura militar que te obliga a ser feliz en Tailandia
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represión tras el golpe de estado

Los doce mandamientos de una dictadura militar que te obliga a ser feliz en Tailandia

Los generales exigen que sus súbditos sean felices. Y por las malas, si es necesario. Tailandia se sume en un autoritarismo surrealista que supera cualquier ficción

Foto: Tailandeses celebrando el Festival del Agua en abril. (EFE)
Tailandeses celebrando el Festival del Agua en abril. (EFE)

El general Prayuth Chan-o-cha, jefe de la Junta Militar que gobierna Tailandia, asegura querer llevar la felicidad a su país. Incluso si sus ciudadanos se oponen. Está dispuesto a hacerlo por las buenas, poniendo su talento al servicio de su patria mediante canciones como la balada "Devolviendo la felicidad a Tailandia", que compuso en una hora, o películas como Orgullo Tailandés (Thai Niyom), hecha a medida tras seleccionar personalmente argumento y equipo de rodaje.

Pero también está dispuesto a imponer la armonía por las malas, ayudándose del Ejército para detener, amparado por la ley marcial, a cualquiera que haga gala del más leve índice de descontento y someterlo a uno de sus “ajustes de actitud”, como demuestran los 300 arrestos sucedidos desde que diera el golpe de Estado, el 22 de mayo.

Semejantes sacrificios caen a menudo en saco roto, para desolación de un militar con dejes megalómanos que se ve a sí mismo como el padre de los tailandeses. “La única felicidad que me proporciona se produce cada vez que veo su programa de televisión, porque me río mucho. Es muy difícil ser tan estúpido y, al mismo tiempo, estar tan orgulloso de ello”, comenta Didtita, estudiante de Artes Liberales, en referencia a Devolviendo la felicidad al pueblo, el espacio semanal en el que Prayuth desglosa su ideario, da cuenta de sus decisiones y distribuye doctrina.

El programa arrancó con gran tirón de audiencia para luego desinflarse, algo que no agradóal general: el 25 de noviembre, montó en cólera ante los técnicos de la Casa de Gobierno culpando del escaso seguimiento al aburrido fondo de escena que acompaña a sus discursos. “¿No os habéis aburrido de este fondo? ¿Pretendéis que baile frente a la cámara la próxima vez?”.

Se lo puso en bandeja a sus detractores en las redes sociales. Un grupo Facebook lanzó la convocatoria "Cambiemos el fondo del gran líder" con el objetivo de ‘regalar’ al presidente de la Junta escenarios mucho más cautivadores para sus discursos. Matrix, Teletubbies, Harry Potter, Hello Kitty, Doraemon... fueron muchos los elementos que inspiraron los más delirantes montajes haciendo las delicias de la disidencia. “No los he visto. Todos son repugnantes”, se pronunció Prayuth, requerido por la prensa.

En los más de siete meses de dictadura militar, el recorte de libertades que ha sufrido Tailandia es notorio, como denuncian organizaciones tan destacadas como Amnistía Internacional, Human Rights Watch (cuya web está bloqueada en el país surasiático)eInternational Crisis Group. El Consejo Nacional para la Paz y el Orden (nombre oficial de la Junta)ha suspendido la vida democrática del país y ha abolido libertades civiles como las protestas públicas y la actividad política de cualquier tipo, además de ejercer una fuerte censura sobre la prensa.

Además, el NCPO (siglas en inglés del Consejo) prepara una nueva constitución a medida que, se teme, restrinja aún más las libertades. “Es más que dudoso que el electorado acepte tranquilamente una disminución semejando de sus libertades”, valora el ICG en su último informe.

“Estamos viendo una espiral de silencio en Tailandia, restricciones severas que asfixian la libertad de expresión y sofocan una sociedad civil que llegó a ser vibrante", escribía Richard Bennett, director de Amnistía Internacional para Asia. “El respeto por las libertades fundamentales y la democracia en Tailandia bajo el mandato militar ha caído en un pozo aparentemente sin fondo. Seis meses después del golpe, las críticas son sistemáticamente perseguidas, el activismo político ha sido prohibido, los medios son censurados y los disidentes, juzgados en cortes militares”, denunciaba Brad Adams, director regional de HRW.

“Este golpe es más ambicioso. El objetivo ya no es sólo político: pretende crear un nuevo orden en mano de los militares. Una democracia débil con un Parlamento débil que les permita controlar desde la sombra al tiempo que presumen en el exterior de haber devuelto el poder al pueblo”. Otros expertos recuerdan el precedente creado por el general golpista Suchinda Kraprayoon en 1991, quien gestó la creación de un partido afín para ganar las elecciones y seguir así con su particular ficción de poder.

Al actual dictador, el general Prayuth Chan-o-cha, no le basta con estar a cargo. Quiere que los tailandeses le apoyen en su misión y le veneren como dirigente, y para ello ha lanzado toda una vasta campaña psicológica. Su arma más poderosa son los 12 valores* con los que pretende moralizar a la sociedad: desde el Ministerio de Educación se han introducido en el currículo de los colegios públicos (los niños los recitan obligatoriamente cada mañana)y se recomienda su adaptación a los privados.

En las radios truena la canción que los promuevey, en las universidades, es obligatorio memorizarlos. El último regalo navideño de la Junta militar son pegatinas gratuitas para el servicio de mensajería Line (uno de los favoritos en Tailandia)que representan los 12 valores.“Tailandia 2014 es el 1984 de George Orwell. Es ridículo pensar que van a convencer a nadie con una canción”, afirmaba el profesor tailandés de la Universidad de KyotoPavin Chachavalpongpuna la revista Time.

Los militares trabajan también en Facebook, una de las armas de la escasa disidencia: “Estableceremos una red en Facebook y otras redes populares entre los adolescentes para desarrollar una nueva generación de líderes”, anunció el general Watanna Noikamrop, responsable del Departamento de Asuntos Civiles del Ejército. El objetivo será "exigir adherencia a los 12 valores, aprender sobre unidad y orden, rechazar el uso de drogas y fomentar el orgullo por el hecho de ser tailandés”.

Wattana también anunció la creación de “campamentos juveniles” para unificar el pensamiento en el país. Una de las estrategias para lograrlo fue la proyección en cines, el 6 de diciembre, de "Orgullo Thai", pergeñada personalmente por el general para promover los 12 valores. El crítico cinematográfico deldiario Bangkok Post, Kong Rithdee, la descalificaba bajo el título “cuenta hasta 12 y te habrán lavado el cerebro”. Se trata de 12 cortos, uno de los cuales, titulado 30, puede verse aquí: lo protagoniza un exitoso niño rico tailandés amante de la lectura, de las ciencias, del deporte, de la pintura, de Hitler... La polémica por la escena donde aparece pintando al Fuhrer en un cuadro ha obligado a pedir disculpas al embajador de Israel.

Torpezas aparte, la dictadura de las mentes iniciada por los militares alcanza toda Tailandia. El NCPO ha amenazado con revocar las licencias de las emisoras de radio que rechacen emitir el programa Tailandia, adelante, elaborado por los militares para difundir sus esfuerzos para mejorar el país. Sólo en la región de Nakhon Ratchasima, 158 emisoras han firmado memorandos de entendimiento con los uniformados comprometiéndose a cumplir sus órdenes. El mes pasado, unos 100 DJ de radio fueron adoctrinados por los militares en el campamento militar de Chiang Mai para que no publicitaran las escasas protestas estudiantiles que se han multiplicado a raiz del estreno de la película Juegos del Hambre.

Fue la primera muestra de visibilidad de la disidencia desde las manifestaciones que siguieron al golpe. “Las protestas nunca murieron, simplemente se apartaron de las calles y se instalaron en las redes sociales”, estima un experto en Derechos Humanos que declina ser identificado. “Los estudiantes han empleado una estrategia brillante sirviéndose del estreno mundial de la película para recuperar el foco informativo. Pero su capacidad de maniobra es muy limitada, debido a la ley marcial, que está sirviendo como excusa a la NCPO para intimidar a cualquiera que muestre el más leve signo de disensión”.

En Juegos del Hambre, el signo de desafío son tres dedos alzados. Y un puñado de estudiantes osó dejarse fotografiar de la misma forma el día del estreno ante los carteles de la película: fueron arrestados. Unas horas antes, cinco universitarios del norte (feudo de los camisas rojas, oposición a la dictadura)habían interrumpido un discurso de Prayuth desvelando camisetas donde exigían el final de la ley marcial y libertad para Tailandia. Episodios similares se multiplicaron durante algunos días hasta ser completamente abortados por decenas de detenciones. Prayuth ha asegurado que aquellos que alzan tres dedos “ponen en peligro su futuro”.

Desde que entró en vigor la ley marcial, todo foro que huela remotamente a disidencia es cancelado y, a menudo, los participantes son detenidos. Derechos Humanos, Justicia, reformas impositivas, dictaduras árabes, libertades... cualquier tema es visto con recelo. “Yo mismo fui arrestado durante cinco horas por participar en un seminario acerca de las dictaduras en el mundo”, explica el profesor Kongkirati. Eso explica que ahora los militares visiten con frecuencia los campus universitarios y que apenas se autoricen eventos académicos: a finales de noviembre, la masiva presencia de uniformados en una actividad denominada “Comiendo y debatiendo sobre las actividades académicas bajo la ley marcial” obligó a cancelar. En reacción, los indignados estudiantes elaboraron folletos donde podía leerse: “Paremos el golpe”, “Dejen de intimidar a los estudiantes” y “Dictador, lárgate”.

Han sido decenas las actividades suprimidas por la Junta, que ha aportado su particular solución al problema: el ministro Suwaphan Tanyuvardhana ha anunciado la creación de foros oficialesdonde los disidentes puedan criticar el sistema vigilados por los militares. El intento de controlar cada movimiento social parece inagotable, y la censura es parte determinante de ese proceso. “Los medios tienen dos obligaciones”, ha afirmado el general Prayuth. “Una es explicar la situación y fomentar el entendimiento entre la gente, con algo de crítica. La segunda, apoyar la misión del Gobierno”. Uno de sus asesores declaró: “El general nunca ha censurado. Somos abiertos, pero por favor no se salgan de los límites. Limítense a dar noticias positivas”.

“Esto se parece cada vez más a Corea del Norte”, denuncia Nattayot, estudiante de Derecho de 20 años y miembro de la Liga Liberal Democrática de Thammasat, un grupo semiclandestino de universitarios con el objetivo de “terminar con la ley marcial y acabar con la dictadura”. “Los militares no toleran que el pueblo piense o haga cosas por sí mismo, de ahí el shock que sufre cada vez que alguien se salta las normas de la Junta”. Nattayot ha participado en actividades contra la dictadura pero admite, como sus compañeros, su limitada capacidad de acción.

“En Tailandia vivimos en un cuento de hadas y no nos permiten hablar de la cara negativa. No podemos leer porque no hay censura. No podemos hablar porque nos arrestan. No podemos denunciar en las redes sociales porque nos persiguen”, prosigue. “Ya no podemos tratar de temas sensibles ni siquiera en clase, por miedo a que los militares intervengan”, apunta Thanu, estudiante de Leyes. “Nos tratan como si fuéramos terroristas, la censura es muy dura. Pero si no actuamos ahora, será demasiado tarde”, señala Didtita.

La emisión de la película 1984, basada en la novela homónima de Orwell, fue prohibida en junio. Meses después, un presentador del canal Thai PBS era reemplazado después de que cuestionara el golpe en directo. El último libro de Andrew McGregor Marshall, periodista especializado en Tailandia, ha sido prohibido y su mera posesión es considerada una violación del artículo 112, referente a la lesa majestad, delito en el que se amparan los militares para detener a potenciales disidentes. Desde el golpe, 24 tailandeses han sido arrestados por lesa majestad (que proscribe cualquier crítica contra la monarquía y conlleva entre cuatro y 15 años de prisión) en lo que muchos ven como excusa para aplastar todo pensamiento crítico.

La nueva Constitución que preparan los militares también trabajaen la unificación el pensamiento, a juzgar por las declaraciones de Manit Suksomjit, miembro del comité que trabaja en el texto. “Bajo la nueva Constitución, los ciudadanos serán enseñados a ser críticos con los medios de comunicación y a no estar dispuestos a creer cualquier información que les filtren”. Según la ONG Freedom House, la censura militar sobre Internet ha llevado a Tailandia a la categoría de “país no libre”, por debajo de la vecina Birmania, que pese a acabar de poner fin a medio siglo de dictadura militar figura en la lista de “parcialmente libre”.

“Este golpe está resultando mucho más represivo que los anteriores”, señala en profesor Prajak. “Tratan de legitimarse con todo tipo de actividades porque saben que carecen de legitimidad y porque su apoyo social radica en la clase media-alta”. Eso explicaría, a juicio del académico, que “se haya disparado el número de perseguidos por lesa majestad, lo que está llevando a muchos académicos a marcharse del país por temor a ser detenidos”.

Exilios forzados

Se calcula que no se producían tantos auto-exilios desde hace 50 años, pero aun así, el general Prayuth no ve motivos de preocupación. “¿Qué estoy haciendo mal? Puede que no sea 100% democrático, pero me gustaría saber si ser 100% democrático conlleva algún bien para el país”. “Estoy listo para escuchar cualquier problema, pero no me pidáis democracia o elecciones. Eso, no os lo puedo dar”, dijo en otra ocasión.

A Prayuth le molesta que le pregunten por el final de la ley marcial. “¿A quién le molesta?”, se preguntaba días después de comentar que “es necesaria” para poner fin al “conflicto y las diferencias sociales”. El ministro de Justicia, Paiboon Koomchaya, ha adelantado que la ley marcial seguirá en vigor “indefinidamente”. “¿Me hace feliz la ley marcial? No, no me hace feliz. Cuanto más tiempo siga en vigor, más infeliz seré. Pero es necesaria”, afirma Prayuth.

Pese a la represión, son muchos los que piden en público el final de la ley marcial que ahoga a la sociedad tailandesa: el propio Prajak Kongkirati suscribió un llamamiento conjunto firmado por 100 académicos, intelectuales y activistas llamado “Abajo con la ley marcial. El poder pertenece al pueblo”. “Hay que esperar protestas esporádicas pero no grandes movilizaciones por los arrestos arbitrarios”, explica uno de los expertos que piden anonimato. “Es cierto que el éxito de la Junta depende de la economía. El turismo está en momentos muy bajos, y las inversiones en Tailandia han caído desde el golpe de Estado”.

“Si la Junta logra mejorar la situación económica la gente estará contenta, pero si no lo consigue, las cosas cambiarán. Los estudiantes no tenemos poder para cambiar la situación, pero estamos esperando al día en que fallen para aprovechar el descontento social”, asegura Itthipat, estudiante de Ciencias Políticas de 20 años. “No pararemos hasta conseguir el final de la ley marcial. Queremos que se vaya la Junta”.

*Los Doce Valores

-Lealtad a la nación, la religión y la monarquía.

-Honestidad, sacrificio, resistencia e ideología por el bien común

-Gratitud hacia los padres, guardianes y profesores.

-Diligencia a la hora de adquirir conocimiento, sea mediante los estudios u otros métodos.

-Preservación de las tradiciones y costumbres tailandesas

-Moralidad y buenos deseos hacia los demás

-Correcta comprensión de la democracia con el Rey como cabeza de Estado

-Disciplina, respeto por la ley y obediencia a los mayores

-Consciencia constante de practicar buenas acciones, como nos enseña Su Majestad el Rey

-Práctica de la autosuficiencia económica, de acuerdo con las enseñanzas de Su Majestad el Rey

-Fortaleza física y mental. Rechazo a rendirse a los pecados.

-Defender el interés de la nación sobre uno mismo.

El general Prayuth Chan-o-cha, jefe de la Junta Militar que gobierna Tailandia, asegura querer llevar la felicidad a su país. Incluso si sus ciudadanos se oponen. Está dispuesto a hacerlo por las buenas, poniendo su talento al servicio de su patria mediante canciones como la balada "Devolviendo la felicidad a Tailandia", que compuso en una hora, o películas como Orgullo Tailandés (Thai Niyom), hecha a medida tras seleccionar personalmente argumento y equipo de rodaje.

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