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Un “curandero sexual” que amenazaba a las familias de los caídos en Afganistán
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HARON MONIS, EL SECUESTRADOR DE SIDNEY

Un “curandero sexual” que amenazaba a las familias de los caídos en Afganistán

Monis no era un desconocido para la policía. Era un refugiado iraní culpable de escribir cartas amenazantes a las familias de soldados muertos en Afganistán

Foto: Una imagen de archivo de Man Haron Monis difundida por los medios australianos (Reuters).
Una imagen de archivo de Man Haron Monis difundida por los medios australianos (Reuters).

Man Haron Monis no era un desconocido para la policía australiana. El hombre que mantuvo secuestradas a decenas de personas en una cafetería del distrito financiero de Sidney hasta que fue abatido por la policía, era un refugiado político iraní de ideas radicales que se declaró culpable el pasado año de escribir cartas amenazantes a las familias de soldados australianos muertos en Afganistán. Fue entonces cuando atrajo la atención de las fuerzas de seguridad. Su pena por aquel crimen: 300 horas de servicios comunitarios.

Acusado en 2013 de actuar como cómplice en el asesinato de su exmujer, con quien tuvo dos hijas y que fue apuñalada y quemada viva en un bloque de apartamentos, terminó consiguiendo la libertad bajo fianza. Pero meses después, Monis, que se definía a sí mismo como un “clérigo”, fue acusado de agresión sexual a una mujer y comportamiento indecente. Fue durante su etapa de “curandero espiritual” -o “sanador sexual”, en sus propias palabras-, actividad que ejerció durante dos años en el oeste de Sidney.

Sin embargo, la noticia de su detención llevó a otras seis víctimas a denunciar otras agresiones. Por aquel entonces, Monis, nacido en Irán en 1964 bajo el nombre de Manteghi Boujerdi, llevaba seis años en el país, al que llegó como refugiado político tras solicitar asilo en 1996. También en esta ocasión logró la libertad bajo fianza.

“Esto es una prueba del terrorismo de América”

Soy como (Julian) Assange”, decía en su página web (sheikhharon.com). El secuestrador justificaba la comparación con el fundador de WikiLeaks con la “persecución política” de la que aseguraba ser víctima. En su opinión, los cargos por amenazar a las familias de soldados desplegados en Afganistán tenían “motivos políticos”.

Sus denuncias se acompañaban de fotografías de niños víctimas de supuestos bombardeos estadounidenses y australianos. En la parte superior de la web, hay una dura imagen de un menor asesinado bajo la cual puede leerse: “Esto es una prueba del terrorismo de América y sus aliados, incluida Australia”. En dicha web también escribió que era un clérigo musulmán y activista residente en Sidney que “ha estado continuamente bajo ataques y falsas acusaciones por parte del Gobierno australiano y los medios de comunicación desde que comenzó su campaña política de cartas en 2007”. En su obstinada estrategia de presentarse como víctima también colgó un vídeo en YouTube el pasado noviembre en el que aparecía en una calle de Sidney, cubierto de cadenas y portando un cartel que rezaba: “He sido torturado en prisión por mis cartas políticas”.

Una de sus primeras acciones dentro de local Lindt Chocolate Cafe fue obligar a dos rehenes a sujetar una bandera negra en el cristal del establecimiento con un mensaje escrito en árabe que decía: “No hay otro Dios que Alá y Mahoma es su profeta”. Se trata de la sahada, o declaración de fe musulmana. Su acto hizo que ayer saltaran todas las alarmas. Las hipótesis apuntaban a que Monis podía ser otro lobo solitario inspirado en las acciones del Estado Islámico. Otro terrorista solitario como Mehdi Nemmouche, quien en mayo asesinó a cuatro personas en el Museo Judío de Bélgica, el joven australiano de 18 años que en septiembre intentó matar a dos agentes en Melbourne, o Martin Rouleau, que en octubre atropelló a dos soldados canadienses en Quebec.

La lucha contra la Yihad se ha recrudecido en Australia. Antes de que se tuviera constancia del secuestro, la Policía australiana arrestó a un hombre con domicilio en Sidney en el marco de una operación para cortar la red de tráfico de capital y combatientes hacia Siria e Irak. Decenas de australianos han viajado hasta estos países para ingresar en las filas de grupos islamistas radicales. Al cierre de esta edición, las autoridades no habían confirmado si ambos sucesos están relacionados. El detenido, un varón de 25 años de edad, era el objetivo de una investigación en torno a un presunto ataque terrorista que iba a tener lugar en suelo australiano.

Ambos incidentes han ocurrido en medio de un intenso debate en Australia acerca de si el país debe ampliar o limitar su respuesta al terrorismo. El pasado septiembre, fuerzas de inteligencia y agentes de policía ejecutaron varias redadas antiterroristas en Sidney y Brisbane, que se saldaron con un arresto. Después, las autoridades australianas elevaron la alerta terrorista a alto ante la posibilidad de ataques a cargo de una sola persona, pequeños grupos o grandes organizaciones. Durante las últimas décadas, Australia ha mantenido un importante papel en la guerra de Irak, la intervención en Afganistán tras los atentados del 11-S y la actual lucha contra el Estado Islámico. Tales intervenciones y las amenazas de ataques islamistas en su territorio han provocado que el país oceánico endureciera este año sus leyes en materia de luchar antiterrorista.

Man Haron Monis no era un desconocido para la policía australiana. El hombre que mantuvo secuestradas a decenas de personas en una cafetería del distrito financiero de Sidney hasta que fue abatido por la policía, era un refugiado político iraní de ideas radicales que se declaró culpable el pasado año de escribir cartas amenazantes a las familias de soldados australianos muertos en Afganistán. Fue entonces cuando atrajo la atención de las fuerzas de seguridad. Su pena por aquel crimen: 300 horas de servicios comunitarios.

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