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Miedo en el epicentro árabe de Sidney: “Muchos relacionan islam con terrorismo”
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tres muertos en el secuestro de una cafetería

Miedo en el epicentro árabe de Sidney: “Muchos relacionan islam con terrorismo”

Lakemba, el corazón árabe de Sidney, es testigo estos días de escenas inauditas. Junto a los minaretes de la mezquita rezan juntos cristianos, judíos y musulmanes

Foto: Miembros de la comunidad musulmana de Sidney rezan ante el Café Lindt, escenario del trágico secuestro (Reuters).
Miembros de la comunidad musulmana de Sidney rezan ante el Café Lindt, escenario del trágico secuestro (Reuters).

Lakemba, el corazón árabe de Sidney, es testigo estos días de escenas inauditas en el resto del mundo. Junto a los minaretes blancos de la mezquita del barrio rezan codo con codo cristianos, judíos y musulmanes.

Es la otra cara de la moneda tras el secuestro de 17 personas por un hombre armado en pleno centro financiero de la ciudad australiana. El suceso terminó ayer de forma trágica con la muerte de dos rehenes, una abogada de 38 años y el encargado de la tienda, de 34, y el secuestrador, un refugiado político de origen iraní que fue abatido por la policía.

El incidente ha despertado a Australia de su letargo. Nunca antes el país había sufrido un ataque de corte islamista y el último atentado terrorista se remontaba a 1986, cuando activistas armenios hicieron estallar un coche bomba frente a la embajada turca en Melbourne.

En la calle principal de Lakemba un grupo de jóvenes debate la cuestión en un corrillo. ‘Ese tipo era un completo idiota, lo que hizo no tiene nada que ver con el islam ni con ninguna religión’, asegura Hamza, un joven marroquí

La difusión de imágenes del secuestrador, Man Haron Monis, obligando a los rehenes a sujetar una bandera negra con la sahada (la declaración de fe al islam), que reza: “No hay más Dios que Alá, y Mohamed es su profeta”, desató el pánico también entre la comunidad musulmana de Sídney.

En los barrios del oeste de la ciudad, donde se concentra la comunidad árabe y musulmana, los vecinos temen que se asocien las acciones de un “individuo enfermo y perturbado” -en palabras del primer ministro australiao, Tony Abbott- con el islam. En la calle principal de Lakemba un grupo de jóvenes debate la cuestión en un corrillo. “Ese tipo era un completo idiota, lo que hizo está mal, no tiene nada que ver con el islam ni con ninguna religión”, asegura Hamza, un joven marroquí que, tras diez años en Australia, todavía recuerda con nostalgia su pueblo natal de Bina Melleo.

“No hay ninguna relación entre terrorismo y el islam”

“Hay mucha gente que no entiende que no hay ninguna relación entre estos terroristas y nuestra religión”, continua Hamza. El joven considera probable que se sucedan episodios de racismo y xenofóbia tras los sucesos de esta semana. “Mi madre lleva el hiyab (el velo islámico), ¿tengo que tener miedo por ella?”, pregunta.

El aspecto del barrio de Lakemba se aproxima más al de las calles bulliciosas de las grandes metrópolis árabes que a las pulcras avenidas de la Australia moderna en la que se encuentra. Aquí, los coches hacen sonar la bocina constantemente, los vecinos se llaman por el nombre y es difícil escuchar inglés en la calle.

La diferencia está en la presencia de personas de otros países y continentes. Chinos, paquistaníes, afganos, iraníes, filipinos e indonesios conviven en harmonía en apenas un puñado de kilómetros cuadrados. Es el sueño australiano, el de un país donde el 25% de sus ciudadanos nació en otras latitudes, y donde otro 25% desciende de inmigrantes.

Yousef Aiwad regenta una pequeña tienda de comestibles en la calle principal del barrio. Ante los estantes atiborrados de conservas etiquetadas en árabe y los sempiternos paquetitos de ‘baklava’ cargada de miel en el mostrador, Aiwad afirma: “Yo soy australiano”.

Reconoce que echa de menos su Trípoli natal y contemplar el Mediterráneo desde la costa libanesa. Pero valora “la libertad, la justicia, la eficacia de la Policía” en Australia. “Estoy muy afectado por lo que sucedió en el centro, me marché porque estas cosas ocurrieron y ocurren en mi país, no quiero que esto pase en Australia”, explica.

Yousef Aiwad regenta una pequeña tienda de comestibles. Ante los estantes atiborrados de conservas etiquetadas en árabe afirma: ‘Yo soy australiano. Estoy muy afectado por lo que sucedió en el centro, me marché de Líbano porque estas cosas ocurren en mi país, no quiero que esto pase en Australia’

En Lakemba, es posible saber cuánto tiempo lleva una familia afincada en Australia solo por el estado de su jardín. En un barrio donde predominan las casitas de ladrillo rojo de una sola planta, basta con fijarse en las tapias de los jardines, en los escalones que conducen a la entrada y en el estado del césped.

Amal Badr Jaled, por ejemplo, muestra con orgullo sus rosales en flor y pisa con cuidado el césped tupido frente al porche en el que descansa una shisha humeante. Ataviada con el velo islámico, o ‘hiyab’, cuenta que dejó la ciudad costera siria de Tartus hace más de tres décadas.

A sus cincuenta años, no habla ni una palabra de inglés. Pero como Aiwad, se considera australiana. Se encoge de hombros ante la pregunta de si teme represalias hacia la comunidad musulmana en Sidney tras el secuestro del lunes: “Lakemba es nuestra casa, aquí nadie nos va a hacer nada y yo salgo poco de aquí”, asegura. Pero añade que “el problema es para las chicas jóvenes que van a la universidad o que trabajan en la ciudad, a ellas sí puede pasarles eso”.

Badr Jaled admite que reaccionó con alarma ante la noticia del secuestro, pero se muestra aliviada por la reacción de la Policía y de la comunidad musulmana, judía y cristiana. “Esto es lo que me gusta de Australia”, asegura con una sonrisa.

Lakemba, el corazón árabe de Sidney, es testigo estos días de escenas inauditas en el resto del mundo. Junto a los minaretes blancos de la mezquita del barrio rezan codo con codo cristianos, judíos y musulmanes.

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