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Austeros contra estimuladores: cinco años después de la crisis, ¿quién va ganando?
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EUROPA TIEMBLA POR LA RALENTIZACIÓN DE ALEMANIA

Austeros contra estimuladores: cinco años después de la crisis, ¿quién va ganando?

Europa vuelve a dar un espectáculo lamentable. En los últimos años, la zona euro ha sufrido dos recesiones y nadie descarta una tercera. ¿Quién gana el debate?

Foto: El presidente de EEUU, Barack Obama, y la canciller alemana, Angela Merkel, caminan por los jardines de la Casa Blanca el pasado mayo. (Reuters)
El presidente de EEUU, Barack Obama, y la canciller alemana, Angela Merkel, caminan por los jardines de la Casa Blanca el pasado mayo. (Reuters)

Europa vuelve a dar un espectáculo económico lamentable. En los últimos cinco años la zona euro ha sufrido ya dos recesiones y, por increíble que parezca, nadie descarta una tercera. Los mayores temores llegan ante la ralentización de la economía alemana. Desde el mes de agosto, casi todo son malas noticias desde Berlín: se ha reducido la previsión de crecimiento para este año hasta el 1,2%; el índice de confianza de los inversores teutones está en su mínimo de dos años, y la de su empresariado, en niveles de plena recesión. Hasta la quintaesencia del milagro alemán da malas señales: las exportaciones están en mínimos desde 2009.

“Todos esperábamos que fuera Alemania la que sacara a la zona euro de esta complicada situación de parálisis –asegura a El Confidencial desde Barclays en Londres François Cabau–, pero ahora vemos estos datos que preocupan porque no son estacionales, sino que significan una ralentización estructural en Alemania”. Y no es sólo Alemania. Francia está estancada, Italia en recesión, Grecia vuelve a poner los pelos de punta por la posibilidad de una salida prematura del rescate, España es el país del desempleo…

El problema, para Javier García Toni, es que los austeros han puesto ‘condiciones a cambio de los préstamos concedidos insostenibles y luego han querido olvidarse; pero todo vuelve, como está viendo Alemania en estos momentos’

¿Qué pasa en Europa? En este sórdido quinquenio, las recetas económicas han sido cocinadas por el que se ha dado en llamar el frente “austero” de la economía. Los primeros pasos y políticas contra la crisis fueron dictados por una constelación de líderes conservadores europeos: la canciller alemana Angela Merkel, el presidente francés Nicolás Sarkozy y el presidente de la Comisión Europea José Manuel Durão Barroso, con el apoyo de los mandatarios holandeses y austríacos, entre otros. Los dirigentes de países como España, Irlanda, Portugal siguieron sus recomendaciones. Otros, como Italia o Francia, aún se resisten.

Cinco años después, resulta obvio decir que el plan no ha funcionado. Lo que varían son las razones a las que se apunta para explicar el fallo. Para los estimuladores, simplemente se ha seguido el plan equivocado: al querer reducir el déficit demasiado rápido, precisamente han aumentado el déficit y el desempleo y se ha frenado la economía. Hay que estimular la economía hoy mejor que mañana, apuntan los prolaxitud. El problema, para Javier García Toni, de EsadeGEO, es que los austeros han puesto “condiciones a cambio de los préstamos concedidos insostenibles y luego han querido olvidarse; pero todo vuelve, como está viendo Alemania en estos momentos”.

Para los acólitos de la austeridad, el problema viene de los países que no se han tomado en serio las reformas, como Francia o Italia. “Se tendría que haber actuado más rápidamente en otros aspectos también, no sólo en aplicar la austeridad”, reconoce a este diario el empresario alemán Richard Wiesend, CEO de OneToOne, en Múnich. “Cierto, había inversiones y gastos sin sentido que suponían un lastre para la economía. Pero es verdad que sólo reduciéndolos no se puede animar una economía”.

Y luego hay quien dice que ni lo uno ni lo otro. “En realidad la única receta que funciona es la que no se ha empleado: reducir los impuestos para aumentar la renta disponible de personas y empresas para reactivar la demanda, el consumo y la contratación”, opina Daniel Lacalle, economista y gestor de fondos.

La Eurozona ante el espejo anglosajón

Estados Unidos y Europa entraron en recesión en 2009. Desde entonces, una de las dos áreas ha levantado cabeza y la otra no. Mientras en la zona euro el desempleo ronda el 12%, en Estados Unidos y Reino Unido ya ha caído al 6%. En ambas zonas el paro partía de una cifra similar en 2008. Los americanos crecen a una tasa interanual del 2,6% (PIB), los británicos por encima del 3%... Europa está en un escuálido 0,7%. ¿Cuáles han sido las diferencias?

La más importante ha sido el bazooka monetario lanzado por la Reserva Federal en Estados Unidos (tres planes de financiación directa de la economía a través de compra masiva de bonos, o Quantitative Easing). Por un lado, bajaban artificialmente los tipos de interés para aumentar el préstamo; como compraban además activos respaldados por hipotecas, impulsaban el mercado inmobiliario y, con él, uno de los principales sectores de la economía. El presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, un estudioso de la Gran Depresión, tomaba así esencialmente los mandos de la economía más importante del mundo. Sus primos británicos les seguían el paso. EEUU, además, consideró que no era el momento para embarcarse ni en subidas de impuestos ni en recortes demasiado drásticos del gasto público, a pesar de las interminables crisis del techo de deuda generadas en el Congreso. El resultado es que, tras reactivar su economía, Washington ha conseguido reducir el déficit a la mitad y al mismo tiempo generar empleo.

‘En EEUU el estímulo fiscal no ha servido nada más que para comprar tiempo y, aunque se ha reducido el paro, la participación laboral se ha hundido a niveles de 1978’, sostiene Daniel Lacalle

No todos los analistas están de acuerdo con esta versión. Daniel Lacalle niega la mayor: “En Estados Unidos el estímulo fiscal no ha servido nada más que para comprar tiempo y, aunque se ha reducido el paro, la participación laboral se ha hundido a niveles de 1978”. La recuperación económica ha dependido más, dice, del “milagro del fracking” y del hecho de que Estados Unidos haya empezado a producir más petróleo que Arabia Saudí.

Otra de las críticas fundamentales al monetarismo es que, en el fondo, todas estas grandes compras de bonos públicos, de inyecciones de dinero en los mercados, sobre todo en los bancos, sólo sirven para “hormonar” a las bolsas y hacerlas adictas al dinero barato, que después se juega comprando y vendiendo acciones de grandes empresas, sin que a la economía real le llegue nada de esta fiesta.

El debate llega a las más altas esferas del Banco Central Europeo. En los últimos días, con las bolsas destrozadas y los datos económicos apuntando a una nueva recesión, ha habido una auténtica pelea de gallos del BCE. El halcón alemán Jens Weidmann dice que su país no necesita estímulo fiscal. El lugarteniente de Mario Draghi, Benoit Coeure, afirma que es necesaria una política fiscal para detener la lowflation, la baja inflación. Mientras, el austríaco Ewald Nowotomy sale al rescate del alemán: convertir el BCE en un banco malo es una “idiotez”.

La paradoja del “Triángulo de las Bermudas” económico

“¿Que quién tiene razón en este debate? ¡Ninguno de los dos!”, nos dice desde Dinamarca Steen Jakobsen, el economista jefe de Saxobank. “Todas las teorías económicas han fallado, y eso es lo que tendríamos que haber aprendido de esta crisis. Hemos aplicado las tesis keynesianas de la expansión fiscal (en la primera parte de la crisis), y sólo aumentaron los déficits porque se hicieron sin reformas; y lo mismo ha ocurrido con las políticas monetarias expansivas, se hicieron sin crecimiento y sin reformas”.

El motivo por el que han fallado es el conocido como Dilema del Triángulo de las Bermudas: ¿cómo puede ser que haya habido a la vez unas cifras de desempleo récord, y la productividad en mínimos, mientras las bolsas han tocado máximos históricos? Por la regla del 80-20, explica Jakobsen: el 80% de la economía son pymes, y estas han tenido que pagar un 4-5% más de tipos de interés de lo habitual por los créditos, si es que los conseguían, mientras que el 20% de las empresas que cotizan en bolsa, sobre todo los grandes bancos, se han financiado a 2-3% por encima de lo normal. Son estas las que se han beneficiado de todas estas políticas de los bancos centrales. Pide que se deje de una vez de hacer políticas económicas destinadas a este 20% de empresas que crean “cero” empleo.

‘¿Que quién tiene razón en este debate? ¡Ninguno de los dos!’, dice Jakobsen, el economista jefe de Saxobank. ‘Todas las teorías económicas han fallado’

Pero, a pesar de críticas como las de Lacalle o Jakobsen al monetarismo tan en boga, el paquete de estímulo monetario “a la americana” por parte del Banco Central Europeo parece casi inevitable. En su informe “Escalera hacia un QEII (paquete de estímulo monetario, segunda edición) en Europa”, el banco londinense Barclays asegura que la amenaza de una recesión va a convertirse en el disparador del bazooka. Y lo va a hacer muy pronto: en el primer trimestre de 2015. Los estimuladores preparan el champán.

En Europa hemos padecido dos crisis: una que ya terminó y otra que sigue vigente. La más acuciante, la de la deuda, la solucionó Mario Draghi con un poco de retórica y algo de dinero sobre la mesa. El diario The Economist, poco sospechoso de keynesiano, lo ha reflejado recientemente en una de sus viñetas, en la que el italiano presidente del Banco Central Europeo achicaba agua de un barco de papel hecho con un billete de euro, mientras en la proa los líderes europeos miraban altivos al frente, ignorando que el barco se hundía. La otra crisis paralela, la presente, es la del estancamiento económico (Alemania decreciendo, Francia estancada, Italia en recesión), y tiene peor solución.

“Va a dar igual la cantidad de dinero que le den a los bancos. La gente está tan endeudada que no hay gasto ni crédito”, explica Federico Steinberg, del Real Instituto Elcano. “Eso, sumado a una política fiscal demasiado contractiva, tiene como resultado que la inversión pública no suple al gasto privado”.

¿Un New Deal, un plan Marshall… un plan Juncker?

En su discurso ante el Parlamento Europeo, el próximo presidente de Europa, Jean Claude Juncker, anunció por sorpresa su intención de lanzar un plan de inversiones “público-privadas” por valor de 300.000 millones de euros. Infraestructuras digitales, interconexión energética… Para los estimuladores es justo lo que hace falta, y el momento es ahora. Incluso los austeros empiezan a asentir a regañadientes. En una rueda de prensa en la enésima cumbre europea por el empleo, en Milán, Angela Merkel reconoció que hay que llevar a cabo inversiones, y sólo añadió que hay que mirar bien dónde.

Berlín ha sido la gran supertacañona de esta crisis. Ha puesto parte del dinero para el rescate a Grecia, pero desde entonces ha preferido centrarse en su objetivo de déficit cero. Con ello, su ratio de inversión ha caído al 17%, por debajo de la media del 20% del grupo de los países avanzados OCDE. Y esto ha hecho daño al resto de los países.

‘El problema que tenemos en Europa es la desconfianza entre los europeos y la reticencia a pagar las deudas de otros. En EEUU eso no pasa. A un hombre de Florida no le importa tener que sacrificar algo por uno de California’, dice Weissend

“Había que hacer las dos cosas: reducir burocracias y gastos, y estimular la economía”, nos dice Richard Weissend. “El problema que tenemos en Europa es la desconfianza entre los europeos y la reticencia a pagar las deudas de otros. En Estados Unidos eso no pasa. A un hombre de Florida no le importa tener que sacrificar algo por uno de California”.

Con eso se llega al problema político de todo este debate entre austeros y estimuladores. No hay una unión política, sólo estados que negocian entre ellos, y que se prestan dinero a regañadientes. “Los problemas son transnacionales y, sin embargo, en Europa las decisiones las han tomado una serie de Gobiernos fuertes o por la troika, algo que adolece de legitimidad democrática”, argumenta Javier García Toni.

Gane quien gane este eterno debate, del que se cumplen ya cinco años, está claro que la victoria será pírrica. El desempleo cabalga a sus anchas en algunas de las principales economías de la Eurozona, el temor se apodera de unas bolsas que habían vivido de fiesta y que para algunos analistas consultados ya han “capitulado”, ya se han rendido a la realidad de que no pueden doblar su valor mientras las clases medias globales siguen atemorizadas. Como me decía Jakobsen: ahora las malas noticias para la economía van a ser malas noticias para las bolsas. Y eso es bueno, porque significa que todo el mundo va a tener que centrarse en la economía real.

Europa vuelve a dar un espectáculo económico lamentable. En los últimos cinco años la zona euro ha sufrido ya dos recesiones y, por increíble que parezca, nadie descarta una tercera. Los mayores temores llegan ante la ralentización de la economía alemana. Desde el mes de agosto, casi todo son malas noticias desde Berlín: se ha reducido la previsión de crecimiento para este año hasta el 1,2%; el índice de confianza de los inversores teutones está en su mínimo de dos años, y la de su empresariado, en niveles de plena recesión. Hasta la quintaesencia del milagro alemán da malas señales: las exportaciones están en mínimos desde 2009.

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