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¿Hará el nuevo Gobierno de Francia las reformas con las que nadie se ha atrevido?
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REFORMAS ESTRUCTURALES O DISoLUCIÓN

¿Hará el nuevo Gobierno de Francia las reformas con las que nadie se ha atrevido?

Acorralado, el nuevo Gobierno de Hollande podría intentar las reformas estructurales que necesita Francia. Su otra alternativa es disolverse y convocar elecciones.

Foto: Hollande atiende, bajo la lluvia, la ceremonia en la isla de Sein.
Hollande atiende, bajo la lluvia, la ceremonia en la isla de Sein.

François Hollande estrena hoy un nuevo Gobierno que debería estar integrado por fieles a su política de rigor y libre de izquierdistas. Un Ejecutivo que hable con una sola voz, pero que se verá acosado por una fronda de diputados socialistas que amenaza con bloquear la política gubernamental y con poner en peligro las reformas encargadas a Manuel Valls.

La imagen del jefe del Estado francés el día de la crisis más grave de su mandato era patética. Solo en el estrado, aguantando un aguacero y una tormenta que le obligaba a limpiar sus gafas para poder leer y a sujetar las hojas de su discurso, Hollande celebraba ayer en la isla de Sein el 70 aniversario de la Liberación. En un texto histórico bajo el diluvio, en lugar de "patria varada" dijo "partido fracasado". Un lapsus explicable porque su mente ya no estaba para celebraciones del pasado, sino obsesionado por la tormenta que se le avecina.

placeholder Hollande, ayer en la Isla de Sein.
Hollande, ayer en la Isla de Sein.

La rebelión del fin de semana de su ministro de Economía, Arnaud Montebourg, a la que el lunes se sumaron la titular de Cultura, Aurélie Filippetti, y el responsable de Educación, Benoit Hamon, abre un camino de incertidumbre en la gestión política del dúo Hollande-Valls. Montebourg y Hamon eran una especie de caución izquierdista para el gabinete. Sin ella, Valls se sentirá con más libertad de acción, pero el nuevo Gobierno puede protagonizar en el futuro la batalla de El Álamo, acosado (además de por la derecha, los Verdes y la extrema-izquierda), por unos diputados socialistas, descontentos con una política económica de austeridad que consideran "fracasada" y "aberrante", como la ha calificado Montebourg.

Todos contra Valls

François Hollande ganó las elecciones con un programa antiliberal en el que designaba al "mundo de las finanzas" como su verdadero enemigo. La izquierda francesa, y parte de la europea, pensaba que Hollande sería el Llanero Solitario contra los austericidas de Bruselas y de Berlín. Sus primeras medidas económicas de envergadura consistieron en aumentar los impuestos sin exonerar a nadie. Para calmar la sacudida impositiva generalizada, blandió su promesa de hacer pagar un 75 por ciento a aquellos que ganaran más de un millón de euros al año. Esa medida fue enterrada por el Consejo de Estado mientras la recuperación económica no llegaba. Peor aún, el aumento del desempleo era imparable, la desindustrialización preocupante y la explosión de los déficits hacía sonar las alarmas de los ministerios de Finanzas y Economía.

La izquierda francesa, y parte de la europea, pensaba que Hollande sería el Llanero Solitario contra los austericidas de Bruselas y de Berlín

Hollande se convertía en el presidente más impopular de la V República. En enero de este año cambia de rumbo y se confiesa socialdemócrata. Para demostrarlo, diseña un plan de apoyo a la patronal cifrado en 50.000 millones de euros. Hollande confía en que los empresarios contraten si se les rebajan las cargas sociales. Al tiempo, nombra a Manuel Valls, considerado un social-liberal sin complejos, al frente de su nuevo Ejecutivo. Es la señal de salida para la rebelión dentro de su partido. Desde entonces, Hollande y Valls han visto cómo sus proyectos son boicoteados o ignorados por muchos diputados socialistas. Ministros como Montebourg y Hamon permanecen en el Gobierno, a pesar de sus diferencias con Valls.

placeholder Barricada durante una protesta contra los despidos en una fábrica de Goodyear
Barricada durante una protesta contra los despidos en una fábrica de Goodyear

Cinco meses más tarde, Hollande encarga a Valls nombrar un equipo de Gobierno "en coherencia con las orientaciones que él mismo ha definido para el país". Es decir, sin vuelta atrás: contención de los déficits, cumplimiento con las exigencias de Bruselas, mantenimiento de la política de acercamiento a la patronal, en definitiva, llevar adelante el saneamiento de las finanzas públicas y la reforma del Estado que ningún gobernante ha osado encarar en más de 30 años.

Hartos de Montebourg

Hollande y Valls estaban hartos de escuchar críticas de sus propios ministros y, en especial, del responsable de Economía. El histriónico político ha querido siempre destacar por su atrevimiento, pero su política ha sido un sonado fracaso personal, como lo demuestran los casos Alstom, Florange, Gadrange o SFR, donde su apuesta difería de la oficial y en todos ellos fue derrotado. Montebourg provoca su expulsión del Gobierno para convertirse en el mártir de la izquierda dentro del PSF. Su mirada y su inagotable ambición están puestas en las primarias para la candidatura presidencial de 2017. Cuenta con el fracaso de Hollande y la inquina contra Valls dentro del partido, y ya ha empezado a recabar apoyos.

Los socialistas siguen divididos en dos grupos irreconciliables: izquierdistas y socialdemócratas

Montebourg, que justificó su salida del Gobierno atacando la política que él mismo había encarnado, se aliará ahora con el centenar de diputados socialistas opuestos a la línea socialdemócrata de la pareja Hollande-Valls. Porque la reformas que Francia no ha hecho en décadas, tampoco las ha hecho el PSF en su interior. Los socialistas siguen divididos en dos grupos irreconciliables: izquierdistas partidarios de alianzas con comunistas, verdes e, incluso, trotskistas, y socialdemócratas que sueñan cada noche con un Bad Godesberg à la française.

Para los socialistas franceses el dilema es doloroso: apoyar a un Gobierno con el que no comparten los principios, o enfrentarse a él y hacerle perder la mayoría en la Asamblea, torpedeando sus iniciativas. Si optan por la segunda opción, el fantasma de la disolución puede convertirse en una realidad tangible. Más de la mitad de los diputados socialistas podrían perder su escaño, según los sondeos. Muchos se lo pensarán antes de arriesgar el sueldo y los privilegios que el acta de parlamentario les confiere.

placeholder Valls a la conclusión de una cita en el Palacio del Elíseo, en París.
Valls a la conclusión de una cita en el Palacio del Elíseo, en París.

Hollande y Valls tendrán un gabinete más manejable, pero son conscientes de que necesitan una mayoría para hacer aprobar sus medidas. Saben que con Los verdes no pueden contar. Los ministros ecologistas se negaron a formar parte del primer Gobierno Valls. Su entonces líder, Cecile Duflot, acaba de publicar un libro poco elegante en el que desvela los entresijos de la política hollandista cuando ella misma formó parte del Gobierno Ayrault. Sólo algún disidente verde podría ser tentado, pero se condenaría de por vida a la excomunión de la familia ecologista.

La carta de la "cohabitación"

Hollande ha perdido a su izquierda y arrastra a los abismos en los sondeos a su primer ministro, una circunstancia que para muchos es la gran oportunidad de convertirse en el Schroeder francés: aplicar las reformas estructurales que nadie antes se ha atrevido a implementar en Francia y pasar a la historia como el gran reformador, aun perdiendo las próximas elecciones. Muchos dudan de que a Hollande le seduzca la idea; todos aseguran que a Valls no le importaría representar ese rol.

En todo caso, Hollande puede jugar otra carta si se ve abocado al desastre. Disolver las Cámaras sabiendo que si la derecha gana las legislativas, él seguirá en la Presidencia. Ello podría facilitar la renovación de los socialistas en la oposición y obligaría a la derecha a quemarse haciendo frente a la crisis.

La Unión por un Movimiento Popular (UMP) espera todavía la decisión de Sarkozy sobre su vuelta a la política

La derecha francesa ha sido prudente con la explosión del Gobierno Valls. Algunos de sus representantes piden elecciones anticipadas, pero saben que es un riesgo. La Unión por un Movimiento Popular (UMP) espera todavía la decisión de Sarkozy sobre su vuelta a la política. No es el momento de ir a las urnas. Salvo, por supuesto, para el Frente Nacional de Marine Le Pen. El FN es el único partido que sique subiendo en los sondeos, surfeando en la crisis que ahoga a Francia. Si, además, como Hollande quiere, el sistema proporcional se vuelve a aplicar, la hija del ogro Le Pen podría soñar con unos resultados históricos. Por eso, el FN es la única formación que pide, sin tapujos ni temores, un adelanto electoral.

François Hollande estrena hoy un nuevo Gobierno que debería estar integrado por fieles a su política de rigor y libre de izquierdistas. Un Ejecutivo que hable con una sola voz, pero que se verá acosado por una fronda de diputados socialistas que amenaza con bloquear la política gubernamental y con poner en peligro las reformas encargadas a Manuel Valls.

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