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El sabor amargo de la victoria: así ven los israelíes esta guerra
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CREEN QUE EL ALTO EL FUEGO LLEGARÁ PRONTO

El sabor amargo de la victoria: así ven los israelíes esta guerra

Amargura… porque es una guerra, y ello siempre supone sufrimiento y pérdidas irreversibles. Victoria… porque en algún momento terminarán los combates

Foto: Palestinos revisan los escombros de una casa destruida tras un ataque aéreo israelí . (EFE)
Palestinos revisan los escombros de una casa destruida tras un ataque aéreo israelí . (EFE)

Amargura… porque es una guerra, y ello siempre supone sufrimiento y pérdidas irreversibles para la población civil. Victoria… porque en algún momento terminarán los combates, se proclamará el alto el fuego y cada una de las partes, cabe suponer, evaluará lo sucedido como un éxito propio. Así se ven las cosas desde Israel, donde el grueso de la población considera que el operativo militar contra Hamás y contra otros grupos radicales armados en la Franja de Gaza ha sido una guerra que les fue impuesta, una guerra que se intentó evitar advirtiendo a los palestinos de que dejasen de disparar misiles contra la población civil y pidiendo al mundo que intervenga.

Por ello, cuando se alcance el alto el fuego, y aun sabiendo que también civiles palestinos murieron o quedaron heridos, el sabor de boca en Israel es que se libró una guerra justa y justificada.

Incluso Shimon Peres, que este jueves finalizó sus funciones como presidente, una figura plenamente identificada con la búsqueda de la paz con los vecinos palestinos, usó estos días un lenguaje categórico y firme ante a los ataques de Hamás. Y en la ceremonia en el Parlamento (Kneset), en la que asumió el cargo su sucesor Reuven Rivlin, se refirió al tema con estas palabras: “No me imaginé que también esta vez, tras haber sido atacados con misiles destinados a matar civiles y tras haber descubierto túneles ocultos pensados para asesinar, deberíamos advertir nuevamente al mundo respecto al peligro de la demencia terrorista”.

“Hamás ha vuelto a introducir a cientos de miles de habitantes de Gaza en un campo de fuego y de muerte. En su momento, nos fuimos de Gaza por nuestra propia voluntad, y les ayudamos a rehabilitarse. Desafortunadamente, se apoderaron de ella fanáticos terroristas”, afirmó Peres.


El gran desafío de Israel, apuntan la mayoría de los analistas locales, será concluir el operativo preservando los logros desde un punto de vista militar pero sacando adelante, al mismo tiempo, cambios políticos para dar al Gobierno de Hamás la sensación de que tiene mucho que perder si vuelve a disparar cohetes.

En este sentido, se considera que la potente ofensiva militar, que comenzó hace 17 días y cuya fase terrestre ya entra en su segunda semana, ha alcanzado importantes logros. Según fuentes de la Inteligencia, la infraestructura armada de Hamás ha recibido un duro golpe. Hablan de 500 milicianos muertos, de la destrucción de gran parte del arsenal de la organización, estimándose que les queda la mitad o menos de los cohetes que tenían en sus manos al comienzo del operativo (parte de ellos se ‘gastaron’ al lanzarse contra Israel). Además de haber dejado muy tocado el sistema de fabricación de dichos proyectiles.

Especialmente importante para Israel es la carrera contra el tiempo que se libra para localizar y destruir la mayor cantidad posible de túneles subterráneos antes de que llegue el alto el fuego. Hasta el momento han desmantelado 11 de los 31 descubiertos, cada uno de ellos dirigido hacia un poblado israelí cercano a la frontera, en el marco de un complejo sistema de túneles ideado en su estrategia de terror. El problema de fondo, tal cual lo expresa Boaz Ganor, director del Instituto de Estudios de Antiterrorismo de Hertzlia, es la contradicción intrínseca en la ecuación ‘capacidad- motivación’. “Al atacar a una organización terrorista para destruir su capacidad de acción, al mismo tiempo se aumenta su motivación para tratar de volver a actuar”.

A largo plazo, muchos analistas valoran cambiar de estrategia. “Es necesario modificar la política respecto a Gaza”, dice el general retirado Giora Eiland, exasesor de seguridad nacional. “Hamás tiene un estado propio, dejemos que se desarrollen y florezcan todo lo que quieran. Llegados a ese punto, si vuelven a atacar, tenemos toda la legitimidad del mundo para responder con más fuerza que ahora”. Según Eiland, además, es un error pensar que la guerra contra Hamás es la única opción. “También estados que son hostiles pueden acabar encontrando un modus vivendi, sin declaraciones de paz”.


Levantar el bloqueo de Gaza y permitir la apertura de los pasos fronterizos aliviaría la presión y cambiaría las condiciones de vida de los palestinos, mejorando la situación interna. Sin embargo, aunque siga enviando comida, combustible y electricidad a Gaza, Israel no abrirá los pasos fronterizos como ocurría en el pasado. Al menos mientras Hamás esté en el Gobierno. Tampoco lo hará Egipto, que controla el paso de Rafah que conecta Gaza con el Sinaí, y que ve en Hamás un potencial enemigo. “Con Hamás no hay nada de qué hablar y la única solución es exterminarlos”, es una opinión que se oye a menudo. De boca no sólo de políticos de la derecha nacionalista, sino también de otras voces mucho más moderadas.

Entretanto, la sensación extendida es que el alto el fuego tardará todavía unos días, pero llegará. Por una parte, Israel no puede aceptarlo mientras Hamás mantenga túneles que conectan con sus poblados civiles y que dejan abierta la posibilidad de un atentado con decenas de muertos en un kibutz. Por otro lado, Israel tampoco puede permitirse rechazar la tregua cuando los involucrados en las negociaciones digan que hay una fórmula idónea para firmarla.

Pero la pregunta que más inquieta a los israelíes (dado que Hamás ya ha aclarado que la única opción para que acepte desarmarse es que Israel también deponga las armas –algo que nunca hará porque sería suicidarse en su propio vecindario– es si la calma será definitiva. La mayor parte de la población tiende a pensar que no, que va a ser algo sólo temporal. Y que cuando callen los cañones y los misiles… empezará la cuenta regresiva hacia la próxima deflagración.

Amargura… porque es una guerra, y ello siempre supone sufrimiento y pérdidas irreversibles para la población civil. Victoria… porque en algún momento terminarán los combates, se proclamará el alto el fuego y cada una de las partes, cabe suponer, evaluará lo sucedido como un éxito propio. Así se ven las cosas desde Israel, donde el grueso de la población considera que el operativo militar contra Hamás y contra otros grupos radicales armados en la Franja de Gaza ha sido una guerra que les fue impuesta, una guerra que se intentó evitar advirtiendo a los palestinos de que dejasen de disparar misiles contra la población civil y pidiendo al mundo que intervenga.

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