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La (otra) guerra de Irak: "Estamos pensando ya de dónde obtener petróleo y gas"
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LA YIHAD SE LANZA A LA CONQUISTA DEL CRUDO

La (otra) guerra de Irak: "Estamos pensando ya de dónde obtener petróleo y gas"

En Irak, las consecuencias de la inestabilidad ante la ofensiva yihadista, en la que participan también otros grupos suníes, se han dejado sentir en el bolsillo

Foto: El secretario de Estado de EEUU, John Kerry, a su llegada al Aeropuerto Internacional de Erbil, capital del Kurdistán iraquí (Reuters).
El secretario de Estado de EEUU, John Kerry, a su llegada al Aeropuerto Internacional de Erbil, capital del Kurdistán iraquí (Reuters).

Kirkuk tiene un problema con la gasolina. Lo admite Aso Mamand, líder de la Unión Patriótica del Kurdistán (PUK, en kurdo), las mismas siglas que defiende el gobernador de una de las mecas del petróleo en Irak. No deja de ser una terrible paradoja, a juzgar por las colas kilométricas que abarrotan las gasolineras en las carreteras que llevan de Mosul, ahora tomada por los yihadistas del Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS, por sus siglas en inglés), y Kirkuk a Erbil, la capital del Kurdistán iraquí.

“Tenemos asegurado el suministro de combustible, pero estamos pensando ya de dónde podemos obtener más petróleo y gas”, reconoce Mamand. Lo que no dice es hasta cuándo durarán las reservas. El Gobierno Regional Kurdo se ha dado un mes después de que arrancasen los primeros enfrentamientos la pasada semana en la refinería de Biyi, la mayor del país, a 200 kilómetros de Bagdad, ahora bajo control de ISIS. De Biyi depende, en buena parte, el consumo interno del país, con una capacidad de producción de unos siete millones de litros de combustible al día.

Es parte de la estrategia de los radicales, que ya probaron suerte (y vencieron) en Siria. Desde la rica región de Deir Ezzor, donde se concentran los principales yacimientos del país vecino, avanzaron hacia Irak, arrasando por la provincia de Al Anbar hasta Nínive

Es parte de la estrategia de los radicales, que ya probaron suerte (y vencieron) en Siria. Desde la rica región de Deir Ezzor, donde se concentran los principales yacimientos del país vecino, avanzaron hacia Irak, arrasando por la provincia de Al Anbar hasta Nínive, a las puertas del Kurdistán. Allí, en Deir Ezzor, como en la provincia de Raqqa, son los milicianos quienes se han hecho con el control de la producción en las refinerías. Por todo el paisaje desértico que se extiende más allá de la rivera del Éufrates, las columnas de humo negro anuncian quemadores improvisados para producir combustible de baja calidad que vender para autoabastecer sus ciudades.

En Irak, las primeras consecuencias de la inestabilidad ante la ofensiva yihadista, en la que participan también otros grupos insurgentes radicales suníes, se han dejado sentir en el bolsillo. Los bidones de un combustible tan pálido como el aceite de girasol que se venden en un mercado negro que ha crecido en los arcenes de cualquier carretera han triplicado su precio habitual. Lo que antes se pagaba a 500 dinares el litro (0,30 euros) ahora alcanza los 1.500 (0,93 euros). La alternativa, convertida en tema predilecto en los corrillos de taxistas, es sólo esperar hasta seis horas al sol a las puertas de una gasolinera que en cualquier momento puede colgar el cartel de cerrado.

Moneda de cambio

La misma riqueza iraquí se está convirtiendo en su peor pesadilla. Los ataques insurgentes liderados por los milicianos de ISIS siguen la estela de los yacimientos e instalaciones petrolíferas del país. Este mismo miércoles, han logrado cercar tres pequeños yacimientos con una producción de unos 28.000 barriles diarios en torno a Ajeel, a 30 kilómetros de Tikrit, localidad al sur de Biyi.

La operación ha llevado a entablar negociaciones entre el Gobierno dirigido por el primer ministro chií, Nuri al Maliki, y las tribus suníes que campan en buena parte del oeste iraquí y que han apoyado a los radicales en su avance hacia Bagdad. Los líderes tribales exigen la gestión de las instalaciones y la retirada del Ejército iraquí, mientras que Bagdad ofrece sólo la seguridad de la planta a cambio de que retiren su apoyo a los radicales, según ha asegurado una fuente gubernamental a la agencia Reuters.

La estrategia da una idea de la magnitud del problema que afronta un país donde el petróleo se ha convertido en moneda de cambio. A una semana del inicio de las negociaciones para la formación de un nuevo Gobierno en Irak, cada bando se posiciona a un lado de la línea de fuego que empiezan a marcar los pozos en torno a Kirkuk y Mosul, al norte. Mientras, el mercado se desmorona. Sólo en el mes de junio, el precio del barril ha saltado 5,57 dólares hasta situarse cerca de los 115, su nivel más alto desde septiembre del año pasado, según informa la agencia Efe. La alerta ante un posible desabastecimiento de los mercados ha obligado a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (de la que Irak es el segundo mayor productor) a lanzar un mensaje de calma.

Por lo que sabemos, la mayor parte de la producción en el sur, el 95% del total, está intacta”, señalaba el lunes el secretario general del organismo, Abdalá Salem el Badri. El sureste del país, dominado por los mayores yacimientos en torno a Basora, de mayoría chií, permanece bajo mando de Bagdad. Salem el Badri ha atribuido la escalada en los precios a que “el mercado está nervioso y hay actividades de especulación”. “No hay escasez de suministro”, ha rematado.

Irak es el noveno productor de crudo del mundo, con casi tres millones de barriles extraídos al día, según datos de la Organización de Países Productores de Petróleo para 2013, que suponen un 84% de sus exportaciones. Con 2,3 millones de barriles diarios es el cuarto mayor exportador del mundo y el quinto en reservas estimadas, con casi 141.500 millones de barriles, un pastel que todos se quieren repartir y que ya se comen los gigantes de Exxon, BP o Petro China.

La carta kurda

Entretanto, los kurdos han aprovechado para sacar tajada de una situación que les ha permitido avanzar sobre las áreas disputadas con Bagdad, entre ellas la peleada Kirkuk, donde los peshmerga, los combatientes que conforman el Ejército del Kurdistán, se sitúan a apenas dos kilómetros de una de las mayores plantas de la pública North Oil Company, encargada de gestionar los cinco yacimientos más grandes (también de gas) de la región.

“Las fuerzas de seguridad de Bagdad (la Guardia de Protección de las Instalaciones, GPI) son quienes protegen la planta por dentro”, explica Aso Mamand, líder en la ciudad del PUK, las mismas siglas que defiende el presidente iraquí, el kurdo Jalal Talabani. “Los peshmerga están fuera”, aclara, “no pueden entrar”. Por si quedan dudas del papel de las fuerzas kurdas en asegurar la integridad de la planta, Mamand quita hierro al hecho de que al frente de la GPI en Kirkuk esté un general kurdo. “Los peshmerga la protegen ahora porque el Ejército de Bagdad ha huido”, concluye.

Lo cierto es que, tras el arrollador despliegue del Ejército del Kurdistán en los alrededores de Kirkuk tras la toma de Mosul, la entidad presidida por Masud Barzani se ha permitido el lujo de dar un pinchazo más a sus relaciones con el Gobierno central. La pasada semana logró enganchar su propio oleoducto, el mismo que conduce petróleo hacia Turquía sin el consentimiento de Bagdad, a las vías de Kirkuk, en un desafío que hace posible las exportaciones desde el territorio no reconocido como kurdo a través del puerto turco de Ceyhan.

Desde comienzos de este año, Erbil ha estado exportando petróleo sin permiso de los yacimientos ubicados en su territorio. De Ceyhan han salido hasta la fecha dos barcos con barriles de crudo que el Gobierno Regional Kurdo asegura haber vendido ya, aunque ninguno ha sido descargado. Se trata no sólo de un movimiento político encaminado a lograr la independencia o a presionar para asumir una mayor soberanía sobre sus recursos (entre ellos, unos 45.000 millones de barriles en reservas y entre 3 y 6 toneladas de gas, según el Ministerio de Recursos Naturales del Gobierno regional), sino de un órdago económico que permita desarrollar el proyecto nacional y que ya se empieza a ver en una Erbil que busca convertirse en una nueva Dubai.

Kirkuk tiene un problema con la gasolina. Lo admite Aso Mamand, líder de la Unión Patriótica del Kurdistán (PUK, en kurdo), las mismas siglas que defiende el gobernador de una de las mecas del petróleo en Irak. No deja de ser una terrible paradoja, a juzgar por las colas kilométricas que abarrotan las gasolineras en las carreteras que llevan de Mosul, ahora tomada por los yihadistas del Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS, por sus siglas en inglés), y Kirkuk a Erbil, la capital del Kurdistán iraquí.

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