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Los cristianos de Irak izan la bandera kurda: "Ahora tenemos más miedo que nunca"
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SIN AGUA, sin luz Y CON YIHADISTAS A KILÓMETROS

Los cristianos de Irak izan la bandera kurda: "Ahora tenemos más miedo que nunca"

Medio millón de cristianos viven aún en Irak. La cifra se reduce debido al exilio por los desplazamientos forzados, la marginación y la violencia sectaria.

Foto: Cristianos iraquíes asisten a la misa de Navidad celebrada en una iglesia de Bagdad, la capital del país (Reuters).
Cristianos iraquíes asisten a la misa de Navidad celebrada en una iglesia de Bagdad, la capital del país (Reuters).

Cuando el coche se aproxima al checkpoint que da entrada a Bartela, en la carretera que une Mosul con Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, uno de los guardias obliga al conductor a apartarse y solicita la documentación de los mismos cuatro ocupantes que hace apenas media hora han estado recorriendo la villa.

No le sirven las excusas. El uniformado se sube como copiloto y guía el vehículo hasta la sede de la Guardia de la Iglesia de Bartela, el nombre oficial de la milicia local, formada por entre 500 y 600 voluntarios que custodian las inmediaciones de las cuatro iglesias del pueblo. Sólo hace media hora que los mismos dirigentes con pinta de funcionarios ocupados han visto esas mismas caras, lo que no es óbice para retenerlos ante un regreso inesperado y, por lo visto, sospechoso.

'Tenemos miedo de cualquiera que venga al pueblo'. Son tiempos revueltos. A sólo 13 kilómetros de Bartela, los yihadistas del ISIS se han hecho con la ciudad de Mosul. 'Nunca hemos tenido tanto miedo como ahora', dicen

Tenemos miedo de cualquiera que venga al pueblo”, concede a este diario Sabah Bihnam, uno de los representantes del Consejo Popular Caldeo Siriaco Asirio, un partido de unidad cristiana prokurdo cuya influencia se extiende por la planicie iraquí de Nínive, en la región disputada entre el Gobierno de Bagdad y el Kurdistán autogestionado. Son tiempos revueltos. A sólo 13 kilómetros de Bartela, los yihadistas del Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS, por sus siglas en inglés) se han hecho con el control de Mosul, de la que el pueblo depende administrativamente. “Nunca hemos tenido tanto miedo como ahora", zanja.

El rápido avance de los radicales de ISIS por todo Irak ha traído a la memoria de los 20.000 habitantes de Bartela, de los que 14.000 se confiesan asirios cristianos, los peores años de violencia sectaria. Y, sin embargo, el temor a las matanzas confesionales no es siquiera el mayor de sus problemas. El miedo les sobra desde hace más de una década; lo que les falta es agua, electricidad y gasolina.

"No tenemos ni agua, los yihadistas nos dan igual"

“No tememos al ISIS”, se indigna Faysa mientras la multitud congregada en su casa cacarea sin parar, “no tenemos ni los recursos más básicos para vivir, nos da igual ISIS”. En el pueblo, como en otras localidades de la región, llevan más de una semana sin agua, sin luz y sin gasolina. Hasta Bartela, conectada a la red mosulita, llegaba agua potable cada día, según reconoce Bihnam. Ahora, los camiones con los que el Gobierno Regional Kurdo intenta restablecer el suministro, cortado tras la toma de la ciudad el pasado 10 de junio, van cargados de líquido extraído de pozos cuyo olor disuade de beber.

'Alguien tiene que proveer las necesidades básicas o acabaremos marchándonos', añade Daoud, cabecilla de la guardia urbana. 'Si la situación continúa así, este será el último siglo de los cristianos en Mesopotamia'

Lo mismo ocurre con la luz, cuyo funcionamiento depende de los generadores de gasoil. Ahora que el país del petróleo (Irak guarda las quintas mayores reservas del mundo y, con 2,9 millones de barriles diarios, es el octavo productor mundial) se ha quedado sin combustible (después de que Bagdad cortase el suministro en Mosul y Kirkuk debido a los combates entre radicales suníes, kurdos y Ejército iraquí), hacerse con un bidón de carburante para poner en marcha el ventilador es una misión casi imposible. Lo atestiguan las colas de entre uno y tres kilómetros en las carreteras de la zona y en Erbil, desde donde los peshmerga, milicianos que conforman el proto-Ejército kurdo, no dejan cruzar con más de treinta litros.

Pasamos entre diez y doce horas sin luz, no tenemos agua que beber desde hace diez días”, protesta Mayo, la madre de 85 años de Faysa. “¿Qué podemos hacer con eso? El Gobierno es responsable, (el primer ministro Nuri al) Maliki lo ha cortado (el suministro)”.

"Este será el último siglo de cristianos en Mesopotamia"

“El Gobierno iraquí dice que esta zona es suya”, ilustra el sacerdote Behnam Lallo, párroco de la iglesia nueva de San Jorge (Mar Giwargis, en arameo). “El Gobierno Regional Kurdo también dice que esta zona es suya, pero cuando se trata de proveer los servicios básicos, cada uno apunta al otro”. Un paseo por las calles vacías da buena impresión de la política de negligencia en la aldea. Las carreteras sin asfaltar bordeadas de tiendas con carteles desgajados de sus postes y garajes donde los motores se apelotonan van a dar a plazas aún en construcción y parques con atracciones infantiles donde parece que no ha jugado nadie en siglos.

Lallo no sabe bien a quién responsabilizar de la dejadez que atenaza el pueblo, si al Gobierno central, que se atribuye legalmente el territorio, o a Erbil, que reclama la región desde que en 2003 la invasión estadounidense tumbase el régimen de Sadam Husein y borrase lustros de férreo centralismo bajo el puño de hierro suní. Con el reconocimiento del Gobierno Regional Kurdo, al que se asignaron las provincias de Dohuk, Erbil y Suleimaniya, al norte del país, llegaron las reclamaciones sobre los territorios entre la frontera de la región autónoma y las grandes urbes de Mosul y Kirkuk. Buena parte de esos terrenos en disputa corresponden a lo que los cristianos (asirios católicos y ortodoxos, caldeos y siríacos) consideran su cuna ancestral, el reducto de la antigua Asiria, al norte de la provincia de Nínive.

“Sí, tenemos miedo de ISIS, eso es algo indiscutible”, argumenta Sabah Bihnan, líder del pueblo, “pero qué más da si ni siquiera podemos vivir nuestras vidas”. “Alguien tiene que hacer algo, proveer las necesidades básicas, o acabaremos marchándonos de este lugar”, añade Daoud, cabecilla de la guardia urbana que rechaza dar su nombre completo. “Si la situación continúa así, este será el último siglo de los cristianos aquí (en Mesopotamia)”.

Menos de medio millón de cristianos viven aún en Irak. La cifra se ha reducido hasta la tercera parte en los últimos diez años debido al exilio voluntario al que se ha sometido la comunidad durante años de desplazamientos forzados, marginación y violencia sectaria. Acabada la guerra, y después de que en 2011 las tropas de EEUU abandonasen suelo iraquí, nada parece haber mejorado. “Esperábamos ir a mejor, pero todo está yendo a peor”, reprocha el sacerdote, “ahora (tras la ofensiva de ISIS) vendrán con aviones y bombas”.

Menos de medio millón de cristianos viven aún en Irak. La cifra se ha reducido hasta la tercera parte en diez años debido a desplazamientos forzados, marginación y violencia sectaria

Según Lallo, el pueblo está protegido por las tropas kurdas, que permanecen en los alrededores. En el interior, las banderas con el sol estampado como emblema ganan por goleada a las dos enseñas iraquíes que asoman en algún punto de Bartela. “Me gustaría tener un Irak unido, como antes”, se posiciona, “pero no creo que eso sea posible; no tenemos sitio ni con los suníes (cuyos radicales han cometido atroces atentados) ni con los chiíes (identificados con el actual Gobierno que los margina), así que nos vemos más con los kurdos”.

El Gobierno Regional Kurdo, sin embargo, no está tampoco libre de pecado. Los cristianos han fracasado desde el pasado siglo, cuando tras la caída del imperio otomano surgieron los primeros movimientos nacionalistas asirios, en su intento de solicitar a Bagdad la creación de una región en Nínive similar al Kurdistán. En los últimos años, Erbil ha tomado la avanzadilla, protegiendo el perímetro de sus aldeas, asegurando cuatro asientos en el Parlamento kurdo para los cristianos y suministrando bienes que no llegan desde Bagdad. Para algunas organizaciones, se trata de una estrategia para ganar votos de cara a un “sí” en el futuro referéndum para la anexión de las áreas disputadas.

“No tenemos una posición oficial”, asegura Bihnam, “lo que necesitamos es paz, así que dondequiera que haya paz, allá vamos”. Faysa, que maniobra para mantener a su niña en brazos mientras habla, recela del prestigio que han ganado las fuerzas kurdas a cuenta de asegurar la zona: “Sí, según ellos, están ahí y nos protegen, pero no sabemos qué pasará. También había soldados dentro de Mosul”.

Cuando el coche se aproxima al checkpoint que da entrada a Bartela, en la carretera que une Mosul con Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, uno de los guardias obliga al conductor a apartarse y solicita la documentación de los mismos cuatro ocupantes que hace apenas media hora han estado recorriendo la villa.

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