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Los graves disturbios y el gas lacrimógeno empañan el inicio del Mundial de Brasil
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VIOLENTOS ENFRENTAMIENTOS EN SAO PAULO

Los graves disturbios y el gas lacrimógeno empañan el inicio del Mundial de Brasil

“¿Estás animada para la Copa?”, pregunta el taxista mientras conduce al centro desde el aeropuerto de Río, donde a las 8.00 ya hay una protesta

“¿Estás animada para la Copa?”, pregunta el taxista mientras conduce en dirección al centro desde el aeropuerto internacional de Río de Janeiro, donde a las 8.00 de la mañana ya hay una manifestación del personal de tierra del aeródromo. Una protesta no muy concurrida, pero lo suficientemente grande como para cortar la principal vía de acceso y dejar con el corazón en un puño a todos los que intentan tomar un avión.

“Yo no estoy para nada contento. Todo ese dinero que han gastado en los estadios me parece una vergüenza”, prosigue el taxista. La periodista intenta centrar el tiro. “¿Por qué los brasileños se manifiestan por los gastos del Mundial y no salieron a la calle cuando se descubrió el mensalão, el mayor escándalo de corrupción de la era Lula? ¿Acaso los políticos no robaron más dinero que el que se ha invertido en los estadios?”, pregunta. Sólo obtiene un largo silencio por respuesta.

No pocos brasileños piensan como este hombre. Miles de personas marcharon ayer en Río de Janeiro en manifestaciones contra la organización del Mundial de Fútbol horas antes del inicio del campeonato en São Paulo. La protesta congregó a profesores, sindicatos, partidos políticos de izquierda, feministas y cientos de ciudadanos en demanda de mayores inversiones en salud y educación, en lugar de en estadios.

Los activistas se congregaron en la plaza de Candelaria y marcharon por la avenida Río Branco, una de las principales arterias de la segunda mayor ciudad de Brasil, colapsando el tráfico del centro en un horario en que los brasileños salían del trabajo antes de ir a ver el Brasil-Croacia, partido inaugural del Mundial. Porto Alegre y Belo Horizonte, que serán sedes de la Copa del Mundo, también registraron protestas, al igual que Brasilia, Fortaleza, Juiz de Fora, Recife y São Paulo. En total, siete ciudades sede.

El coste en conjunto del Mundial sigue siendo un misterio. O Globo, el principal grupo mediático del país, habla de 8.000 millones de dólares, “un 48% más de los que preveía en 2010”. La cadena estadounidense CNN, en cambio, cita la cifra de 10.900 millones “de acuerdo al último balance oficial divulgado en noviembre”. Sólo las obras de construcción o reforma de los estadios que albergarán los partidos del evento, estimadas inicialmente en 800 millones, superan ya los 2.700 millones de dólares. Una inversión total que supera la efectuada por Alemania en 2006 y Sudáfrica en 2010 juntas.

Policía Militarizada contra Black blocks en Sao Paulo

Y, como no podía ser de otra forma, las protestas de los indignados brasileños en el día de la inauguración del Mundial de Fútbol no se han hecho esperar. Todos, tanto en Brasil como en el extranjero, las esperaban. En São Paulo, donde se celebró el partido Brasil-Croacia, se produjeron varios enfrentamientos entre los Black blocks (los bloques negros) y la Policía en la zona de Itaquerão, cerca de la avenida de acceso al Arena Corinthians. Volaron las pelotas de goma y las granadas aturdidoras. En otra protesta celebrada por la mañana, al menos 12 personas resultaron heridas, entre ellas cinco periodistas. Un reportero y una productora de la CNN fueron alcanzados por una bomba de gas lacrimógeno mientras hacían un directo.

Un centenar de trabajadores del metro de São Paulo se encontraban reunidos en la sede del sindicato para reclamar la readmisión de 42 empleados despedidos recientemente cuando jóvenes vestidos de negro y encapuchados se sumaron a la concentración. Habían sido dispersados previamente por la policía en una cercana concentración contra el Mundial, por lo que decidieron sumarse a los empleados del metro, que se encontraban reunidos en la zona este de la capital paulista, a unos cuatro kilómetros de distancia del Arena Corinthians.

La tensión aumentó con la llegada de unidades de la Policía Militarizada (PM). Varios manifestantes crearon barricadas de fuego con bolsas de basura a pocos metros de distancia de una gasolinera. “Las tropas de choque comenzaron a avanzar y tiraron bombas de gas. La carcasa golpeó contra mi brazo y me hirió. Conseguimos escapar de tres bombas que explotaron muy cerca de nosotros”, comentó a la agencia EFE Fernanda Valerio, quien asistió a la protesta contra los elevados gastos del Mundial.

Durante la confusión, un grupo intentó refugiarse dentro de un bar, pero los gases lacrimógenos entraron en el local y algunas personas, incluidos niños, sufrieron problemas respiratorios. “La situación es de caos, estamos en un lugar cerrado, la Policía lanzando bombas (de gas) y con niños aquí. La sensación es de caos”, dijo Roberto Guimaraes, a quien los disturbios sorprendieron cuando tomaba un café.

“¡Que se joda la FIFA!”

Mientras tanto, en Río de Janeiro, varios miles de personas protestaban en el centro, cerca de la iglesia de la Candelaria. La Policía dispersó a los manifestantes con gas pimienta, pero las marchas se desplazaron a Lapa, el barrio de marcha nocturna, habitualmente tranquilo durante el día. Resulta llamativo que la reportera de la TV Globo, la cadena principal de Brasil, informaba desde Lapa a través de una conexión en directo por Skype de pésima calidad. Su discurso sobre la tensión y los enfrentamientos no se correspondía con las imágenes, en las que se veía a muchos policías cargando contra una mujer tendida en el suelo.

Las protestas no fueron violentas en todos los casos. La noche del miércoles, en los mismo Arcos de Lapa, un grupo de cineastas independientes llamado Paêbirú Realizações Cultivadas presentaba en pre-estreno Dominio Público. Se trata de un largometraje en el que se denuncia la gentrificación de las favelas de Río de Janeiro, que estaría conduciendo a desalojos masivos en pos de la temida especulación inmobiliaria. Para los autores del filme, la culpa es del Mundial y del modelo poco sostenible de ciudad que han impuesto los gobernantes. El documental comenzó a ser grabado hace dos años y fue concluido gracias a un crowdfunding masivo.

También en otros estados, como Minas Gerais, ha habido protestas bajo el lema “Fuck FIFA”. En Porto Alegre, en el sur del país, unos 12.000 manifestantes marcharon mientras se producían destrozos en comercios y cajeros. En total, siete de las 12 ciudades sede de la Mundial están en ebullición. Y lo que queda.

Pero la proverbial alegría de los brasileños ya se ha apoderado de las calles y en Río de Janeiro se respira un aire festivo. La fórmula mágica de fútbol y samba está triunfando y muchos lugares de marcha han organizado eventos con macro pantalla y con roda de samba incluida. La fiesta ha comenzado, a pesar de todo.

¿Por qué quieren los brasileños boicotear el Mundial?

Ocurrió el pasado 20 de mayo. Un grupo de vándalos quemó una réplica gigante de la Copa del Mundo realizada por artesanos de Teresópolis, el municipio de la sierra carioca donde entrena la selección brasileña con vistas al Mundial. No se trató de un ataque aislado. Tan sólo una semana después, un grupo de 70 profesores rodeó el autobús en el que viajaba la selección de fútbol a su llegada a Río de Janeiro y puso en jaque el dispositivo de seguridad diseñado por el Gobierno brasileño. La presidenta, Dilma Rousseff, se ha visto obligada a anunciar que el Ejército se encargará de garantizar la seguridad durante el mes en que se celebrará el Mundial.

¿Por qué los brasileños quieren boicotear el Mundial?, se preguntan muchas personas en Europa tras ver las imágenes de protestas y enfrentamientos en algunas de las ciudades que acogerán el evento deportivo.

En la Cidade Maravilhosa ha habido 18 protestas sólo en el mes de mayo. Hace semanas, 200 manifestantes colapsaron de nuevo el centro para marchar contra la Copa do Mundo. Dos horas más tarde, los profesores volvieron a gritar su desesperación en las calles y cerraron la avenida Presidente Vargas, una de las arterias principales de Río.

En São Paulo, en un solo día llegaron a registrarse nueve manifestaciones. Y en Brasilia, la foto de un indio ataviado con sus ropas tradicionales y apuntando a la policía con una flecha ha dado la vuelta al mundo. Los indios reclaman que la flecha sea considerada un arma blanca y un símbolo de su identidad cultural en un país en el que la cuestión indígena está muy lejos de resolverse.

placeholder Antidisturbios disparan gases lacrimógenos durante la protesta en Sao Paulo (Reuters).

Este amor por la protesta, que surgió el año pasado en vísperas de la Copa Confederaciones, no debe ser confundido con un sentimiento antifutbolístico. A pesar de que una parte de la población critica abiertamente en la calle y en las redes sociales la brutal inversión en estadios, en detrimento de sectores considerados prioritarios como la salud y la educación, la mayoría de los brasileños apoya a su selección y se entregará durante un mes al Mundial en cuerpo y alma.

Las protestas son más bien el epílogo de un proceso de concienciación de un pueblo que conoció una de las dictaduras más feroces de América Latina y que, gracias a las políticas sociales del Gobierno Lula, ha podido tener acceso a la información a través de internet. “O gigante acordou” (“El gigante se ha despertado”), gritaron los manifestantes hace ahora un año. Y esto es exactamente lo que puede verse en las calles: el pueblo de Brasil ha abierto los ojos y ha empezado a reclamar lo suyo. Si toca protestar en la época del Mundial, mucho mejor, porque las reivindicaciones tienen más posibilidades de ser satisfechas en los momentos críticos. Pero de aquí a hablar de boicot al campeonato...

“¿Estás animada para la Copa?”, pregunta el taxista mientras conduce en dirección al centro desde el aeropuerto internacional de Río de Janeiro, donde a las 8.00 de la mañana ya hay una manifestación del personal de tierra del aeródromo. Una protesta no muy concurrida, pero lo suficientemente grande como para cortar la principal vía de acceso y dejar con el corazón en un puño a todos los que intentan tomar un avión.

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