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Un español en la estepa ucraniana
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“NUNCA TUVE LA SENSACIÓN DE UN PAÍS DIVIDIDO”

Un español en la estepa ucraniana

Vivo a caballo entre España y Ucrania desde hace varios años. Nunca note la sensación de un país dividido en dos mitades claramente diferenciadas

Foto: Un granjero ucraniano trabaja en un campo cercano al pueblo de Kostyantynivka, en Donétsk (Reuters).
Un granjero ucraniano trabaja en un campo cercano al pueblo de Kostyantynivka, en Donétsk (Reuters).

Cuando llegas a la estepa ucraniana-rusa lo primero que despierta tu atención es su gran inmensidad, la feracidad de sus tierras y sus infinitos horizontes. Un español piensa irremediablemente en Castilla o en La Mancha. Pues bien, esta estepa es el resultado de juntarlas y multiplicarlas por cien. Por ello Taras Shevchenko la definía como un mar de tierra donde los pueblos son islas.

En los pueblos de la estepa, algunos de ellos hoy en día abandonados, el ritmo de la vida lo marcan el sol y las vacas, un bien muy preciado en estas tierras. Las vacas son ordeñadas tres veces al día por las mujeres. En casi todas las casas hay una o dos, y el que posee más de cuatro ingresa automáticamente en el club de los ricos del pueblo.

Yo, que vivo a caballo entre España y Ucrania desde hace varios años, nunca note la sensación de un país dividido, como se dice ahora, en dos mitades claramente diferenciadas. Simplemente en una zona se habla más un idioma que otro

Estos animales son una posesión muy estimada porque la venta de su leche, algo que se realiza semanalmente, supone un pilar muy importante de la economía familiar. Con esa aportación se pagan las deudas en la tienda del pueblo, los productos que el tendero ha ido apuntando en su lista. A ella sólo se suma una diminuta pensión de aproximadamente 75 u 80 euros.

El diseño de los pueblos es sencillo: calles paralelas y perpendiculares unas a otras entre casitas unifamiliares que constan de un pequeño huerto en la parte trasera. Las casas son muy humildes; la construcción, muy sobria y realizada con materiales de muy poca calidad. El modelo de vivienda es el mismo desde Vladivostock hasta la parte más occidental del país. Es decir, se construía bajo los parámetros de un régimen comunista. La cuestión no era alcanzar un exiguo confort, sino tan sólo unos servicios mínimos… Demasiado mínimos para nuestra época.

La mayoría de los habitantes de la estepa no tiene agua corriente dentro de su vivienda, que suele constar de tres módulos: un zaguán, un pequeño salón y habitaciones, amuebladas muy humildemente. A sólo unos metros de la casa se encuentra la cocina, donde se come, y cuya instalación recuerda a las cocinas españolas de los años 60. Por último, en la calle, ligeramente alejado de la casa, está el baño, aunque sería más apropiado decir letrina. Otra pequeña construcción guarda el mayor tesoro de estas familias; es el cobertizo dedicado a los animales, vacas, cerdos, gallinas y patos. Sin ellos es muy difícil sobrevivir al largo y duro invierno.

Un pastor ucraniano en las montañas de los Cárpatos, a 700 kilómetros de Kiev (Reuters).El koljós, una de las mejores creaciones del comunismo

La gente de la estepa es acogedora y muy casera. Pasa su tiempo libre en el hogar y durmiendo. Para la gente de estos pueblos todos los días de la semana son iguales. Ya casi no hay jóvenes; han tenido que emigrar debido a que la desaparición de los koljoses (las granjas colectivas de la Unión Soviética) provocó la pérdida de muchos puestos de trabajo.

Los habitantes de los pueblos de la estepa viven un poco de espaldas a la crisis. Bastante tienen con sobrevivir al día a día, que es su mayor problema

El koljós se encontraba entre las cosas mejor organizadas del comunismo. El campo se cultivaba óptimamente, de una forma ecológica… se mimaba la tierra. Durante los años 70 y 80 la gente tenía todo lo necesario para vivir, era feliz y estaba contenta. Los tiempos duros llegaron con la independencia y la liberalización de la economía. El paso de una economía regulada a otra de mercado libre fue demasiado rápido. Súbitamente descendió la calidad de vida, porque subieron los precios de los alimentos, que antes estaban controlados, y se disparó la inflación. Las pensiones se quedaron rezagadas y el Estado no asumía, o no podía asumir, las subidas de la inflación.

Nunca tuve la sensación de un país dividido

El clima de la estepa es duro, hay una primavera explosiva y corta que da paso a un verano caluroso, con temperaturas que muchos días sobrepasan los 40 grados. El otoño es tan corto como la primavera. Aventura las heladas y las temperaturas a menudo inferiores a -20 grados (se llegan a alcanzar los -27 y la sensación térmica es de -35) que traerá el invierno. La vida, el día a día, es duro, muy duro, pero la gente es feliz.

En la ciudad no se vive mucho mejor que en el pueblo en términos económicos. Los salarios son bajos y los gastos mayores. Tan sólo se disfruta de un mayor confort en las viviendas porque se dispone de agua caliente que sale directamente del grifo, que procede de una central donde se calientan enormes cantidades que posteriormente se distribuyen. También tienen gas para calentarse y gozan de más servicios que en las zonas rurales.

Un agricultor ucraniano trabaja en un campo cercano al pueblo de Bugayvka (Reuters).Como todos sabemos, actualmente el país se encuentra en una situación delicada por el conflicto con Rusia y la sublevación en el este prorruso. Los habitantes de los pueblos de la estepa viven un poco de espaldas a la crisis. Bastante tienen con sobrevivir al día a día, que es su mayor problema. Yo, que vivo a caballo entre España y Ucrania desde hace varios años, nunca note la sensación de un país dividido, como se dice ahora, en dos mitades claramente diferenciadas. Simplemente en una zona se habla más un idioma que otro. Es decir, lo más normal del mundo: los ucranianos que viven cerca de la frontera con Hungría hablan magiar, la gente de zonas próximas a Polonia habla polaco, y los que habitan las regiones colindantes con Rusia utilizan más el ruso que el ucraniano.

¿Enemistad entre regiones? No hasta hace meses

La gente mayor, los jubilados, echan de menos la vida del koljós. La vida era más cómoda, más fácil que en la actualidad. Como ya he comentado, esta gente mayor no tiene un gran sentido de pertenencia a una nación determinada, ya que antes eran rusos. Pero las personas nacidas durante el periodo de la independencia, y la gente que nació años antes pero cuyas vivencias se desarrollaron en una nación llamada Ucrania, sí sienten el nacionalismo, bien entendido.

Hasta hace unos meses la vida transcurría con la tranquilidad de siempre. Nunca he notado ese sentimiento de aversión entre los habitantes de diversas regiones, salvo por las clásicas bromas entre comarcas. A los habitantes de los Cárpatos, por ejemplo, los llaman Vendere, pero no es un término que denote odio, si no hay intención o vodka de por medio.

En la estepa las personas viven un poco de espaldas al conflicto. Ello no quiere decir que lo ignoren, hay ucranianos informados, pero la gente llana ni siquiera habla del problema de la zona este del país. Incluso en las áreas de conflicto, a no mucha distancia, se desarrolla una vida normal. Yo, por ejemplo, cuando voy a la ciudad, encuentro soldados por el camino y barricadas defensivas erigidas con sacos terreros en puntos considerados estratégicos. Todo ello entra ya dentro de lo cotidiano.

Internet ha sido decisivo en el comienzo de este conflicto. Supone una ventana abierta al mundo. La gente joven es la más informada en este aspecto, ha visto cómo es la vida en otros países y la ha idealizado. Para ellos entrar en Europa es abrir la puerta a la libertad, a la lucha contra la corrupción

El fenómeno Internet, que aquí llegó con cierto retraso respecto a los países desarrollados, ha sido decisivo en el comienzo de este conflicto. Internet es información, supone una ventana abierta al mundo. La gente joven es la más informada en este aspecto, ha visto cómo es la vida en otros países y la ha idealizado. Para ellos entrar en Europa es abrir la puerta al confort, a la libertad, a la lucha contra la corrupción, con la que aquí conviven y a la que ya no dan importancia porque está en todas partes. Internet y los emigrantes han abierto una ventana difícil de cerrar; aunque alguien conquistase todo el país, ese gusano seguiría trabajando, porque ya ha hecho una gran labor.

A menudo la gente me pregunta por cosas relacionadas con Europa. Suelo suavizar un poco lo que cuento porque me da una cierta vergüenza que una persona igual que yo viva en unas condiciones mucho peores en cuanto a calidad de vida. Noto que la gente quiere saber, tener información de la vida en Europa. En Rusia todo el mundo sabe cómo se vive en el Viejo Continente, porque muchas familias han trabajado en la UE.

Cuando llegas a la estepa ucraniana-rusa lo primero que despierta tu atención es su gran inmensidad, la feracidad de sus tierras y sus infinitos horizontes. Un español piensa irremediablemente en Castilla o en La Mancha. Pues bien, esta estepa es el resultado de juntarlas y multiplicarlas por cien. Por ello Taras Shevchenko la definía como un mar de tierra donde los pueblos son islas.

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