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Los héroes 'ultras' de la revolución ucraniana
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EL VERDADERO PODER DE LA ULTRADERECHA

Los héroes 'ultras' de la revolución ucraniana

La aparición de banderas rojinegras llamó la atención de la prensa internacional por primera vez el pasado enero, cuando se produjeron durísimos enfrentamientos entre la policía

Foto: Seguidores de grupos nacionalistas ucranianos conmemoran el 104 aniversario del líder nacionalista Stepán Bandera (Efe).
Seguidores de grupos nacionalistas ucranianos conmemoran el 104 aniversario del líder nacionalista Stepán Bandera (Efe).

La aparición de banderas rojinegras llamó la atención de la prensa internacional por primera vez el pasado enero, cuando se produjeron durísimos enfrentamientos entre la policía antidisturbios ucraniana (Berkut) y los grupos de autodefensa de los concentrados en la Plaza de la Independencia de Kiev, que terminaron derribando el Gobierno del presidente ucraniano Víktor Yanukóvich a finales del mes siguiente. Durante aquellos tres días, anticipo de futuros enfrentamientos, barricadas de neumáticos ardieron y mantuvieron a raya a los Berkut, convirtiendo la plaza en una fortaleza llameante.

Con el añadido de un nuevo emblema, aquellas banderas eran las mismas que las del antiguo Ejército Insurgente Ucraniano (EIU), una facción nacionalista de sangriento recuerdo en la Segunda Guerra Mundial. La interpretación de la memoria de este grupo armado ha acentuado la división entre zonas culturales del país, ha sido empleada en los últimos años en un intento de dotar al joven país de una identidad unitaria, ha resultado en el auge de la ultraderecha y ha sido la prueba que ha tomado el Gobierno ruso para presentar los eventos de Kiev como un golpe de Estado ultraderechista.

Bajo el nombre de Pravyi Sektor (Sector de la Derecha, SD), un conjunto de agrupaciones nacionalistas y de ultraderecha consideradas marginales y completamente desconocidas para la sociedad ucraniana se unieron al comienzo de las protestas para proteger a los manifestantes. En una entrevista por correo electrónico con El Confidencial el 2 de febrero, el portavoz del grupo, Artyom Skoropadsky, describía así la situación en aquel momento:

“Siete manifestantes han muerto, cerca de 30 están desaparecidos y hay más de un centenar en prisión. Cada noche, en torno a 30 coches pertenecientes a los manifestantes son incendiados. Quienes protestan son sometidos a duras palizas y humillaciones. La semana pasada vimos como uno de los líderes del Maidán, desaparecido durante una semana, reaparecía tras haber sufrido torturas, haber sido crucificado y con una oreja cortada. El Gobierno está utilizando la violencia extrema para suprimir las protestas. Pensamos que la situación requiere de una respuesta adecuada por parte del Sector de la Derecha. En este momento, estamos dispuestos a cualquier solución para terminar con las atrocidades. Todo esto podría haberse evitado si Yanukóvich hubiera dimitido”.

Dos semanas de creciente tensión más tarde, con más de un centenar de muertos entre manifestantes y la policía, el SD respondía al acuerdo alcanzado entre la oposición parlamentaria y el Gobierno de Yanukóvich con un ultimátum para su dimisión. Esa misma noche, el presidente huía a Rusia.

Yarosh, líder del Sector de Derechas durante un mitin en Kiev (Reuters).

Desde entonces, el grupo ha relajado su hermetismo y se ha mostrado de forma controlada a la prensa internacional. Su líder, Dmytro Yarosh, de 42 años y con una vida dedicada a la militancia nacionalista a sus espaldas, anunció la semana pasada su intención de presentarse a las elecciones presidenciales del próximo 25 de mayo. Yarosh ya se sienta en el Consejo de Seguridad del nuevo Gobierno interino. Lo inquietante del anuncio de su candidatura fue que también señaló que no tenía intención de disolver las milicias callejeras del grupo.

Otro de los líderes del SD, Aleksandr Muzychko, ha ganado notoriedad recientemente a raíz de dos vídeos en YouTube. En uno de ellos, el dirigente de 52 años y complexión redonda depone entre insultos, amenazas y alguna colleja, a un fiscal en la ciudad occidental de Rivne al mando de un grupo de militantes supuestamente del PS. En otro, dirigiéndose a una asamblea local, coloca un fusil de asalto, una pistola y un cuchillo sobre la mesa invitando a los presentes a quitárselos para concluir que sólo el pueblo ucraniano puede hacerlo. Muzychko está a cargo del grupo en las regiones occidentales del país. La Fiscalía rusa ha declarado a ambos en búsqueda internacional, aunque sus fichas no aparecen todavía en la base de datos pública de Interpol.

A pesar de la alarma que las actuaciones de Muzychko y la negativa de Yarosh a disolver las milicias podrían provocar, el grupo colabora con las nuevas autoridades y no parece estar llevando a cabo una campaña de intimidación. “Básicamente el Gobierno tiene control sobre ellos, pero hay algunos individuos que se hacen pasar por miembros del grupo para cometer ilegalidades”, explica Iuri Yakimenko, analista político del Centro Razumkov de investigaciones sociológicas. “Sus miembros son muy diversos y pueden incluir gente muy educada, clase media, trabajadores, estudiantes o ultras del fútbol. Por lo general, gente joven, menor de 35 años”, añade.

“Muzychko es un payaso y nos reímos de él en YouTube”, apunta el escritor y periodista de Kiev Oleg Shikarenko. “Absolutamente nadie le toma en serio excepto la propaganda rusa. Yarosh sí puede tener un cierto futuro político, pero no tiene ningún programa realista. Los miembros del SD fueron auténticos héroes entre el 18-20 de febrero, pero los héroes no hacen política”, reitera Shikarenko, que resta peso al grupo señalando que tienen las mismas aspiraciones que cualquier joven derechista de 17-25 años. Yakimenko señala que las últimas encuestas dan a Yarosh un 2% de los votos en las próximas presidenciales, percepción que comparte también Shikarenko.

Fuera de Ucrania, la comunidad académica centrada en este joven país post-soviético ve con inquietud el ascenso de la ultraderecha en los últimos años, pero también critica la contaminación de la opinión pública internacional por la influencia de los mensajes de los medios de comunicación rusos, que han descrito los eventos de los últimos meses como un golpe de estado llevado a cabo por grupos neonazis, entre los que han destacado al SD.

placeholder Un opositor identifica cadáveres durante los disturbios en Kiev (Reuters).

“El problema es que los hechos no son tan sencillos como para descartar la versión rusa asumiendo que si los medios rusos están haciendo propaganda, lo contrario a lo que dicen tiene que ser la verdad. Aunque la postura rusa sobre los ataques a los ruso-hablantes, la cultura rusa, los judíos, o el auge del neonazismo esté completamente alejada de la realidad, lo cierto es que ha habido un fortalecimiento de la derecha y la ultraderecha en Ucrania que, por cierto, comenzó antes de la revolución, en las elecciones legislativas de 2012 que llevaron a Svoboda (un partido nacionalista actualmente en el gobierno interino) al parlamento”, analiza para El Confidencial el especialista en nacionalismo y violencia política en el espacio post-soviético Tarik Cyril Amar, de la Universidad de Columbia.

“Que Ucrania no tenga un problema inmenso con la ultraderecha, no quiere decir que no tenga un problema con la ultraderecha”, insiste el profesor. Amar señala que el grupo y sus ideas ganaron una gran legitimidad a través del papel que jugaron en la guerrilla urbana que les enfrentó al Gobierno de Yanukóvich. Una legitimidad que, apunta, es asumida sin ninguna crítica en este momento en la sociedad ucraniana.

“El problema con el SD es que, a pesar de que está colaborando con el Gobierno, parece reservarse el derecho a definir el interés nacional y Yarosh ha apelado varias veces, aunque ahora lo hace menos, a cierto tipo de lógica del Maidán”, continúa Amar. Este razonamiento, relata, se basa en el fuerte sentimiento de hartazgo y desconfianza profunda de la política que llevó a una gran multitud de ciudadanos a las protestas. “El SD considera que el nuevo gobierno está repleto de figuras de lo que llaman el ‘viejo sistema’. Si este Gobierno volviera a las andadas, se reservan el derecho a intervenir desde fuera del sistema. Es una lógica muy peligrosa”, explica.

La ideología del grupo es difícil de definir en términos occidentales, en parte también por la variedad de grupos que lo componen, siendo Tridente, la Asamblea Nacional-Social Ucraniana (UNA/UNSO) o Patriotas de Ucrania los más destacados. Igor Krivoruchko, líder del UNA/UNSO define la doctrina política del grupo como natsiokratiya, algo así como nación-cracia, definiendo nación como una comunidad espiritual que une a todos sus miembros y proponiendo un modelo de sociedad basado en estamentos sociales autogestionados profesionalmente con ayuda del Estado.

"Por supuesto que tenemos que entrar en política"

“Por supuesto que tenemos que entrar en política”, explica a El Confidencial.Todas las nuevas caras de la política son seguidores del antiguo poder o son familiares. Tenemos que llevar al parlamento a gente dispuesta a trabajar por los intereses del país y dispuesta a defenderlos a toda costa”, añade Krivoruchko, que explica oponerse en este momento a la integración europea, ya que el país necesita ahora regenerarse.

El origen del ascenso de la ultraderecha en Ucrania, señalan diversos analistas, reside en parte en las políticas identitarias del presidente anterior, Víktor Yúschenko. Aupado al poder tras la Revolución Naranja de 2004, Yúschenko vio la necesidad de dotar a un país compuesto de dos grandes zonas con historias muy diversas de una identidad común. Fue entonces cuando optó por recuperar la figura del líder independentista Stepán Bandera como luchador por la independencia de Ucrania, a pesar de la controversia en torno a la implicación de su organización en pogromos, colaboración con los nazis en el Holocausto y limpieza étnica en las regiones del Oeste del país. Bandera también era considerado un criminal en la época soviética y aún mantiene la misma reputación en las regiones orientales de Ucrania y en Rusia.

“Por un lado, las autoridades de Kiev tomaron la hambruna de 1932-33 como un acto deliberado de genocidio contra la nación ucraniana. Inflaron las cifras de muertos para compararlo al Holocausto y lo llamaron Holodomor, en una cierta instrumentalización de la historia”, relata a este periódico Anders Rudling, profesor de historia de Ucrania y especialista en el Holocausto en la universidad sueca de Lund.

“Esto podría haber funcionado como mitología nacional, pero por otro lado glorificaron la figura de Stepán Bandera y otros comandantes de la EIJ y les atribuyeron cualidades heroicas alejadas de la realidad”, explica. Rudling señala que al llegar la Segunda Guerra Mundial, los nacionalistas ucranianos esperaban que Hitler reconociera el estado ucraniano, del mismo modo que había reconocido el eslovaco. Sin embargo, a medida que la guerra avanzaba, se les atribuye la muerte de 100.000 polacos, haber colaborado en el Holocausto y haber combatido tanto a soviéticos como alemanes, esto último en una situación típica de varios países y movimientos nacionales de Europa del Este en aquel momento. Continuaron combatiendo a los soviéticos como movimiento guerrillero hasta principios de los años 50 en el oeste del país. Este último es el recuerdo que mayor impronta ha dejado en estas regiones.

“Sin embargo, esta ideología que todo patriota ucraniano del Oeste aceptaba acríticamente terminó tomando vida propia y abonando el terreno para el auge electoral del partido radical Svoboda, que pasó del 2% al 10,44% de los votos de 2006 a 2012”, apunta Rudling. “Yuschenko que, aunque ingenuo, paradójicamente ha sido uno de los presidentes más democráticos del país, creó una política de Estado de la que se benefició Svoboda”, añade.

placeholder Activistas de Svoboda en el aniversario del nacimiento de Stepán Bandera (Reuters).

La figura de Bandera no puede ser aceptada por el Este ucraniano, rusohablante y de cultura rusa, país con el que le unen 350 años de historia común. Las provincias del Oeste, cuna y bastión de los partidos nacionalistas radicales ucranianos, han pertenecido sucesivamente a Polonia durante 600 años, 120 al Imperio Austríaco y otros 20 a Polonia durante el periodo de entreguerras. Hábitos alimenticios distintos y tradición religiosa le dan un carácter nacional distinto. De ahí también el nulo apoyo a estos grupos en las regiones del este de Ucrania.

El temor de todos los analistas consultados es que la anexión rusa de Crimea y una posible invasión de las regiones orientalesterminen por dar alas a los grupos de ultraderecha. También señalan las próximas elecciones presidenciales del 25 de mayo como la verdadera medida de la situación política del país, en caso de que lleguen a celebrarse en condiciones de normalidad.

“El país está ahora mismo en manos de moderados, pero es inquietante que Svoboda tenga siete miembros en el Gobierno interino. También la ambivalencia de Yarosh”, señala el profesor Amar.“Pero hay otro factor a tener en cuenta: Ucrania está en la más absoluta bancarrota. Vemos que está llegando la financiación externa. Sin embargo, el gobierno ha anunciado medidas que constituyen claramente un programa de austeridad, entre ellas la reducción para este año del gasto público en un 17%. Por otra parte, la moneda ha sufrido una fuerte caída, lo que ha golpeado duramente a los ucranianos que tenían sus créditos en moneda extranjera. La ayuda financiera sólo va a lograr evitar que el país se desmorone y, esperemos, que a largo plazo traiga además una recuperación. De cualquier modo, va a ser una transición muy dura”, describe Amar.

“Una situación en la que los ucranianos de a pie van a sufrir consecuencias económicas brutales, combinada con la intervención militar de un país extranjero es un vivero perfecto para los grupos radicales. Esto deja abierta la cuestión sobre cómo evolucionarán estas fuerzas políticas. No lo puedo predecir, pero creo que va a ser un problema que estará presente en el futuro”, concluye Amar con preocupación.

La aparición de banderas rojinegras llamó la atención de la prensa internacional por primera vez el pasado enero, cuando se produjeron durísimos enfrentamientos entre la policía antidisturbios ucraniana (Berkut) y los grupos de autodefensa de los concentrados en la Plaza de la Independencia de Kiev, que terminaron derribando el Gobierno del presidente ucraniano Víktor Yanukóvich a finales del mes siguiente. Durante aquellos tres días, anticipo de futuros enfrentamientos, barricadas de neumáticos ardieron y mantuvieron a raya a los Berkut, convirtiendo la plaza en una fortaleza llameante.

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