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“Luchamos por cambiar el sistema a fondo, no sólo las caras de quienes gobiernan”
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EL CORAZÓN CÍVICO DE LA REVUELTA EN UCRANIA

“Luchamos por cambiar el sistema a fondo, no sólo las caras de quienes gobiernan”

Están decididos a que su revolución traiga un cambio y convierta en realidad las promesas de prosperidad que la caída de la URSS no terminó de cumplir

Foto: Un manifestante opositor observa a la Policía antidisturbios desde una barricada en Kiev. (Reuters)
Un manifestante opositor observa a la Policía antidisturbios desde una barricada en Kiev. (Reuters)

En menos de una semana, las protestas se volvieron violentas. Lo que comenzó como una reacción firme pero pacífica a la negativa del presidente ucraniano, Víktor Yanukóvich, a firmar el Tratado de Asociación con la Unión Europea el pasado 21 de noviembre, derivó en enfrentamientos con los antidisturbios, los berkut, concentraciones multitudinarias, huelgas generales, barricadas y toma de edificios del Gobierno. El año 2013 aún no había concluido y, con la oposición en la calle, ya había un nuevo campamento en la plaza de la Independencia de Kiev, esta vez bautizada como Euromaidán (Europlaza) por los concentrados. Se cumplían tan sólo nueve años de la revolución naranja. Un exboxeador con talento político, un miembro del gabinete de la ex primera ministra encarcelada Yulia Tymoshenko y el líder de un partido nacionalista se subían al escenario como dirigentes opositores.

El cambio de año pareció traer más de lo mismo, pero el conflicto se radicalizó aún más hace apenas dos semanas con la aprobación durante una sesión relámpago del 16 de enero de un paquete de leyes draconianas dirigidas a criminalizar las protestas. La reacción de la calle se abrió con tres días de disturbios e impresionantes barricadas de neumáticos y autobuses de policía ardiendo. En un contexto de secuestros de manifestantes, de grupos de criminales contratados para aterrorizarlos y con la aparición de los primeros muertos (fruto de un secuestro y de heridas de bala sufridas en el tumulto), la atención mundial se centró en los guerrilleros urbanos que, cóctel molotov en mano y equipados con todo tipo de pertrechos caseros, ganaban la calle a las berkut a pesar de todo. El origen ultranacionalista de buena parte de ellos sembró la desconfianza entre la opinión pública internacional.

La gente ha venido a cambiar este sistema hasta el fondo, no las caras que lo integran. Y esa es nuestra meta. Que un líder opositor se convierta en el nuevo presidente no lo es. Colaboramos con la oposición en este momento porque necesitamos su apoyo, pero vemos claramente que juegan con las mismas reglas que el Gobierno

Pero todo frente tiene una retaguardia que busca preservar a toda costa, y las barricadas de Kiev no son una excepción. Más allá de su coraza amalgamada de movimientos de ultraderecha y voluntarios de toda procedencia, late el corazón de un movimiento cívico integrado por más de 40 grupos más o menos informales, interconectados y con ramificaciones en otros maidanes a lo largo del país. Están decididos a que su revolución traiga un cambio definitivo al sistema político de Ucrania y haga realidad al fin las promesas de prosperidad que la caída de la URSS no terminó de cumplir.

Bajo el nombre de Sector Cívico (Gromadsky Sektor), los primeros activistas que se instalaron en Maidán tuvieron que organizarse desde cero para mantener la movilización. Toda la protesta es como una red. La gente vino a protestar y se integró en la cocina o en la limpieza de la calle”, explica Kateryna Maksim, encargada de prensa del grupo. “Pasadas unas semanas, cada uno vio qué le se le daba mejor y se asoció para crear otros grupos. Los especialistas en informática se juntaron y crearon una organización de informática (IT Namet) para la plaza”, añade. Entre otros, existen también un grupo dedicado a la atención médica y una biblioteca gratuita.

placeholder Un manifestante opositor hace guardia en una barricada en Kiev (Reuters).

“La gente ha venido a cambiar el sistema a fondo”

El Sector Cívico, que cuenta con unos 75 miembros permanentes en el campamento de Kiev y “varios miles” en otras ciudades del país, estuvo detrás de algunas acciones preliminares destinadas a crear una “protesta positiva”, como la aparición de manifestantes con espejos delante de las hileras de berkut o colocar un piano en la plaza. Además de volcarse en alojar a cuantos llegan de fuera de Kiev, el grupo participa en negociaciones con la oposición y se reúne con los representantes europeos que se acercan a la plaza.

Más allá de su coraza amalgamada de movimientos de ultraderecha y voluntarios de toda procedencia, late el corazón de un movimiento cívico integrado por más de 40 grupos, interconectados y con ramificaciones a lo largo del país. Están decididos a que su revolución traiga un cambio definitivo y convierta en realidad las promesas de prosperidad que la caída de la URSS no terminó de cumplir

Esto se debe a una característica común que todos los grupos consultados declaran y en la que coinciden los analistas: el rechazo a los partidos tradicionales. “La gente no vino a unirse a un partido político porque los partidos, sobre todo los que están en el Parlamento, son parte del sistema. La gente ha venido a cambiar este sistema hasta el fondo, no las caras que lo integran. Y esa es nuestra meta. Que un líder de la oposición se convierta en el nuevo presidente no lo es. Lo que tiene que estar claro es que, esté quien esté, no puede haber ni represión ni dictadura”, declara Maksim.

De la misma opinión es Diana Sergiienko, miembro de Fuerza Popular (Silo Liudei), joven asociación humanista presente en varias ciudades y volcada en proveer asistencia legal a manifestantes arrestados. Sergiienko explica que su organización se unió a las protestas “para cambiar la situación y la política en Ucrania”. “Colaboramos con la oposición en este momento porque necesitamos su apoyo, pero vemos claramente que juegan con las mismas reglas que el Gobierno”, señala a El Confidencial.

placeholder Manifestantes antigubernamentales descansan junto al fuego en Kiev (Reuters).

“Sin la ultraderecha, la Policía habría disuelto el Maidán”

Es precisamente la necesidad lo que, en opinión del periodista independiente Maksim Eristavi, ha creado esta situación de entendimiento entre ultraderechistas y organizaciones cívicas que escandaliza a algunos observadores. “De los 40 grupos de la plaza, en torno al 90% son organizaciones de derechos civiles. Habrá dos o tres grupos de ultraderecha, que son la fuente principal de radicalización del movimiento. Estos grupos controlan las barricadas y son la línea de frente que separa a la policía de los manifestantes. Son los que mantienen la seguridad. Dentro de la plaza, están los grupos cívicos organizando el alojamiento, la comida y las actividades de protesta a través de su Asamblea (rada) Popular”, explica Eristavi. “Que tengan que convivir unos con otros es más bien una circunstancia fruto de la desesperación de los grupos cívicos”, añade.

Sin su protección, la Policía habría disuelto el Maidán”, admite a El Confidencial el también periodista ucraniano Oleksander Akymenko. “Hay que reconocerles el mérito, pero no creo que tengan muchos seguidores una vez triunfe la revolución. Son marginales en la sociedad”, explica en alusión a la coalición de partidos extremistas Praviy Sektor (Sector Derecho), que ha llamado la atención en los combates urbanos por su ferocidad, buena organización y actividad constante. Estos grupos parecen tener una agenda similar a la de los demás manifestantes, en tanto que exigen una limpieza a fondo de la vida política del país y en su indiferencia hacia los líderes de la oposición. Están aprovechando para avanzar su propia causa.

La presencia de bandas de matones (conocidos como titushki por Vadym Titushko, un gorila arrestado por atacar a un grupo de periodistas en mayo del año pasado) que dan palizas y hacen desaparecer a miembros de la oposición (al menos en dos ocasiones, han reaparecido muertos o con graves signos de tortura), ha llevado a los residentes de los distintos maidanes que pueblan el mapa de Ucrania a celebrar la reciente decisión de las asociaciones de hinchas de varios equipos de fútbol de pedir a sus miembros que se unan a las autodefensas de las plazas. Otra organización activa en las movilizaciones, MaidanSOS, se especializa en asistir a quienes buscan a personas desaparecidas en las protestas y a quienes han sido agredidos. En este sentido, un grupo de abogados ucranianos especializados en derecho humanitario, y dirigidos por un respetado profesor de Derecho, anunció el pasado lunes la creación de una Comisión para Investigar las Violaciones de los Derechos Humanos en Ucrania en relación con las movilizaciones en curso.

placeholder Opositores durante una manifestación contra el Gobierno en Kiev (Reuters).

Y ahora qué…

Además de la virulencia de las protestas, existe otro elemento que las diferencia de las que precedieron a la revolución naranja de 2004. “En aquella ocasión, fue la gente de la región occidental del país la que provocó el cambio llenando Kiev. Pero, en 2014, el nivel de frustración con el Gobierno y de apoyo al movimiento es mucho mayor que cualquier división nacional con que podamos especular. Esto fue particularmente notorio en el primer día de protesta nacional, el 1 de diciembre, cuando también se sumaron la ciudades del este de Ucrania”, explica Eristavi, añadiendo que ya no se trataba de acercarse o no a la UE, sino de impedir que el Gobierno reprimiera las protestas a placer. “Pero cuando aparecieron los grupos de ultraderecha, la parte oriental del país se sintió confusa: no les gusta Yanukóvich (su índice de aprobación también ha caído en su feudo político del este), pero tampoco les gusta la ultraderecha. Eso provocó una cierta pérdida de entusiasmo en estas regiones”, continúa.

“Pienso que no existe ninguna división étnica entre este y oeste de Ucrania, sino entre ucranianos bien informados y ucranianos no tan bien informados”, explica a este diario Akymenko. “Hay muchísima propaganda rusa en Crimea y en la parte oriental del país”, denuncia. Eristavi coincide: “Los medios rusos están tratando de utilizar la presencia de grupos radicales para demonizar todo el movimiento”. También Antón Savidi, de la Asamblea de Coordinación de Estudiantes, grupo presente en las plazas y centrado en movilizar a estudiantes universitarios, se queja del trato dispensado por la prensa del país vecino: “Los medios rusos y parte de los occidentales describen Maidán como una reunión de anarquistas y ultraderechistas, pero no es verdad. Son minoría. En Maidán, puedes encontrarte a cualquiera, incluso al director de Microsoft Ucrania, que se cogió vacaciones para venir a ayudarnos a limpiar la zona”.

Ninguno de los grupos o analistas consultados se atreve a hacer un pronóstico sobre qué va a suceder a corto plazo. Aun así, Savidi parece tenerlo claro: “Pensamos quedarnos en la plaza todo el tiempo que haga falta”.

En menos de una semana, las protestas se volvieron violentas. Lo que comenzó como una reacción firme pero pacífica a la negativa del presidente ucraniano, Víktor Yanukóvich, a firmar el Tratado de Asociación con la Unión Europea el pasado 21 de noviembre, derivó en enfrentamientos con los antidisturbios, los berkut, concentraciones multitudinarias, huelgas generales, barricadas y toma de edificios del Gobierno. El año 2013 aún no había concluido y, con la oposición en la calle, ya había un nuevo campamento en la plaza de la Independencia de Kiev, esta vez bautizada como Euromaidán (Europlaza) por los concentrados. Se cumplían tan sólo nueve años de la revolución naranja. Un exboxeador con talento político, un miembro del gabinete de la ex primera ministra encarcelada Yulia Tymoshenko y el líder de un partido nacionalista se subían al escenario como dirigentes opositores.

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