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“Hemos trabajado con españoles. Si no nos mata la mafia, los talibanes lo harán”
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ENTREVISTA A DOS TRADUCTORES AFGANOS

“Hemos trabajado con españoles. Si no nos mata la mafia, los talibanes lo harán”

Hablan un español impecable tras pasar tres años con el Ejército en Afganistán. Buscan un futuro en el que no contemplan regresar a su país. Los matarían.

Foto: Soldados españoles de la ISAF durante una visita a una mina en Herat, Afganistán (Efe).
Soldados españoles de la ISAF durante una visita a una mina en Herat, Afganistán (Efe).

El populoso barrio de Zeytinburnu lleva décadas acogiendo extranjeros. Varios miles de iraníes, y especialmente de afganos, inmigrantes en busca de un futuro y refugiados de las sucesivas guerras que ha sufrido el país, se concentran en esta zona del extrarradio de Estambul. A menudo, trabajan en las multitudinarias fábricas textiles radicadas aquíy malviven hacinados en apartamentos regentados por compatriotas. Las redes de contactos e intermediarios llegan hasta el propio Afganistán.

Por ello, no es sorprendente que Sanjar y Mumtaz hayan aterrizado aquí, donde al menos pueden contar con cierta solidaridad por parte de sus connacionales. En Afganistán, dicen, temen por sus vidas. Su trabajo de intérpretes para el Ejército español allí desplegado les ha puesto en situación de riesgo.

Al hablar con El Confidencial, Sanjar se apresura a enseñar su antiguo carnet de la ISAF, la Coalición Atlántica para Agfanistán, válido desde octubre de 2012 hasta julio del año pasado, para certificar su identidad. Pero este joven de 28 años afirma haber trabajado con las tropas españolas ya desde 2009. Tanto él como Mumtaz hablan un español impecable, aprendido a lo largo de cuatro años en la Universidad de Kabul y perfeccionado en los tres años pasados con los soldados.

“Yo no veo ninguna posibilidad de quedarme en Afganistán, por eso me he ido”, dice Sanjar. “En primer lugar te mata la mafia, porque como hemos trabajado con extranjeros, piensan que somos ricos. Y, si no, te van a buscar a casa los talibanes”, se lamenta. “Si vas a mi pueblo, ves carteles que dicen que aquellos que trabajen con extranjeros son unos infieles y que les van a matar. Está escrito que a partir de las 7 de la noche no se puede salir”, comenta Mumtaz.

El plan de acogida que nunca se llevó a cabo

Mumtaz y Sanjar forman parte del grupo de traductores que ha solicitado un visado para asentarse en España, hasta ahora sin éxito. Explican que, desde que el Ministro de Defensa, Pedro Morenés, anunciase el pasado diciembre la existencia de un plan de acogida para estas personas, han tratado en vano de que las autoridades españolas les permitan viajar al país.

“Hemos presentado nuestros documentos más de 15 veces en la embajada española en Kabul”, asegura Mumtaz. De modo que, al ver que no recibían respuesta, decidieron viajar a Estambul. Por su propia seguridad, y también para ver si tenían más suerte ante las autoridades consulares en Turquía. El resultado, hasta ahora, ha sido el mismo: “Nos dicen que no ha llegado nada de Madrid”, afirma.

MIlicianos abatidos en un reciente ataque talibán (Reuters).
Fuentes del Ministerio de Defensa aseguran que a principios de año el mando en la base española de Qala-i-Naw, por petición de sus superiores, elaboró un informe sobre la seguridad de sus trabajadores, de cara a adoptar las medidas oportunas. “En total, estamos hablando de 50 personas. En diciembre, el Mando de Operaciones remitió un informe al Ministerio de Exteriores con sus consideraciones acerca de estas 50 personas, basándose en las condiciones de seguridad o el riesgo que padecen. Considera que 28 de ellaspueden optar a un visado y una indemnización, y 22 sólo a indemnización”, explican desde Defensa.

“Ahora, esto es un mero análisis, no algo que obligue ni que sea perentorio. La situación de seguridad en Afganistán es la que es, y además, no es igual en enero que en septiembre. Igualmente, no es lo mismo la situación de riesgo que padece una persona que vive en Qala-i-Naw que la que vive en Kabul, la de un trabajador que ha estado implicado más de cerca que la de otros que han tenido menos exposición, y un largo etcétera”, subrayan.

El informe con estas consideraciones, pues, habría sido remitido a otras instancias gubernamentales. En Exteriores aseguran que el proceso está en marcha, pero que lleva su tiempo. Mientras, Sanjar y Mumtaz, que se encuentran en Estambul con un visado de tránsito de tres meses, de los cuales ya ha pasado uno, ven con angustia cómo pasan los días.

'Mi hermano trabajó con las tropas estadounidenses. Le han dado un visado para él y su mujer. Hace 25 días que está en Washington', comenta Mumtaz con cierta amargura. 'Algunos me decían que si aguantaba hasta el final, tal vez me llevarían. Por eso aguanté'

Los traductores no son ni mucho menos los únicos que han viajado a Turquía por miedo al futuro tras la retirada de las tropas de la Coalición Atlántica, en muchos casos por vías más irregulares. “Estamos viendo un serio incremento en el número de afganos que llegan a Turquía, en muchos casos desde Irán. Y muchos tratan de ir a otros países de forma irregular, arriesgando sus vidas”, explica a El Confidencial Belinda Mumcu, de la oficina de Cáritas en Estambul, que trabaja con numerosos refugiados. “A los que llegan aquí, les damos apoyo médico, comida básica y algunos objetos”, narra. Esta organización señala que toda la atención está centrada ahora mismo en los refugiados sirios, pero que existen otras comunidades en situación vulnerable, de las cuales los afganos es la más numerosa.

A principios de año, la sección turca del ACNUR constató la llegada súbita de más de 20.000 ciudadanos afganos, la mayoría procedentes de Irán, donde su número es superior a los 800.000. Estos 20.000 son apenas aquellos registrados por el organismo, o que han establecido contacto con él, pero el número real es probablemente muy superior. Como consecuencia, el Gobierno turco ha comenzado a poner trabas a los afganos, por lo que los procesos de determinación del estatuto de refugiado por parte del ACNUR ha sido suspendido para esta nacionalidad.

A ello se le suma que Turquía, en el momento de firmar el Estatuto Internacional de los Refugiados en 1951, temerosa de un vecindario inestable, exigió la inclusión de una cláusula especial de exención. Como consecuencia, este país solo acepta refugiados europeos. A los demás, a los procedentes de sus fronteras orientales, los considera 'huéspedes'en régimen de tránsito hacia un tercer país.

No tienen un estatus claro, y por lo tanto la protección básica para este grupo es muy limitada”, dice Mumcu. “No sabemos las cifras, pero la mayoría no tienepermiso de residencia, y además, en la práctica, casi no hay forma de que consigaun permiso de trabajo. Por lo tanto, muchos afganos tienen que vivir en Turquía por debajo de los estándares básicos, en casas abarrotadas y en condiciones insalubres”, asegura.

placeholder Tropas españolas rinden homenaje en Kabul a las víctimas del Yak 42 (Efe).

Emboscadas, talibanes infiltradosy una doble vida

Mumtaz y Sanjar comparten cuarto con varios compatriotas más, inmigrantes económicos empleados en el sector textil. “La comunidad afgana aquí es muy pobre. Muchos estaban antes en Irán, ilegales. Pero los iraníes tratan muy mal a los afganos, especialmente a los suníes. Así que muchos han venido aquí a trabajar para ganar un poco de dinero e intentar volver a Afganistán”, afirma Mumtaz. “Las personas con las que estamos viviendo son casi analfabetas. No entienden cómo hemos vivido, muchos nunca han visto un ordenador”, dice.

Estos dos jóvenes hilan una anécdota bélica tras otra: emboscadas, infiltraciones de los talibanes en el Ejército Nacional Afgano, escaramuzas. Y por encima de todo, la angustia de tener que mantener su trabajo en secreto ante todo el mundo, incluida parte de su familia. “Durante un año, sólo lo sabían mis padres”, relata Mumtaz. Pero poco a poco, aseguran, las cosas se van sabiendo.

'Cuando a mi padre, en alguna reunión, le han dicho que su hijo trabaja con los soldados extranjeros, lo ha negado. Pero si la gente no me ve en el pueblo durante los cuatro años de universidad, y durante varios años más de trabajo, empieza a sospechar'

“Cuando a mi padre, en alguna reunión, le han dicho que su hijo trabaja con los soldados extranjeros, lo ha negado. Pero si la gente no me ve en el pueblo durante los cuatro años de universidad, y durante varios años más de trabajo, empieza a sospechar”, dice Sanjar. “Mi padre me dijo que no fuese al pueblo; nos encontrábamos en Kabul”, comenta. Cuando ha ido, solo ha estado unos pocos días, y cree que ese es el motivo por el que sigue vivo.

Algunos de los afganos que colaboraron con la Coalición ya han sufrido represalias. A su amigo Rahimi le han quemado la casa en su pueblo, en la provincia de Herat, y han obligado a su familia a marcharse. A otros intérpretes, afirman, les han llegado amenazas. Pero hay casos aún más dramáticos: en noviembre, un intérprete que trabajaba para las tropas alemanas fue asesinado por la insurgencia en la provincia de Kunduz. Se le había concedido un visado para instalarse en Alemania, pero llegó tarde. “Le cogieron en su casa, y le encontraron despuésen el maletero de un coche con una bolsa de plástico en la cabeza”, explica Sanjar. La anécdota es cierta, según ha comprobado El Confidencial. El hombre, identificado como Jawad Wafa, había sido torturado y estrangulado con un alambre.

Mumtaz y Sanjar dicen que uno de sus motivos para aceptar el trabajo fue desde el principio la idea de que al final se les ofrecería la posibilidad de ir a España. “Mi hermano trabajó con las tropas estadounidenses. Le han dado un visado para él y su mujer. Hace 25 días que está en Washington”, comenta Mumtaz con cierta amargura. “Algunos me decían que si aguantaba hasta el final, tal vez me llevarían. Por eso aguanté”, explica Sanjar. “Sabíamos que un día nuestras vidas estarían en peligro. ¿Por qué seguimos trabajando? Por una esperanza”.

'Si vas a mi pueblo, ves carteles que dicen que aquellos que trabajen con extranjeros son unos infieles y que les van a matar. Está escrito que a partir de las 7 de la noche no se puede salir'

El populoso barrio de Zeytinburnu lleva décadas acogiendo extranjeros. Varios miles de iraníes, y especialmente de afganos, inmigrantes en busca de un futuro y refugiados de las sucesivas guerras que ha sufrido el país, se concentran en esta zona del extrarradio de Estambul. A menudo, trabajan en las multitudinarias fábricas textiles radicadas aquíy malviven hacinados en apartamentos regentados por compatriotas. Las redes de contactos e intermediarios llegan hasta el propio Afganistán.

Por ello, no es sorprendente que Sanjar y Mumtaz hayan aterrizado aquí, donde al menos pueden contar con cierta solidaridad por parte de sus connacionales. En Afganistán, dicen, temen por sus vidas. Su trabajo de intérpretes para el Ejército español allí desplegado les ha puesto en situación de riesgo.

Al hablar con El Confidencial, Sanjar se apresura a enseñar su antiguo carnet de la ISAF, la Coalición Atlántica para Agfanistán, válido desde octubre de 2012 hasta julio del año pasado, para certificar su identidad. Pero este joven de 28 años afirma haber trabajado con las tropas españolas ya desde 2009. Tanto él como Mumtaz hablan un español impecable, aprendido a lo largo de cuatro años en la Universidad de Kabul y perfeccionado en los tres años pasados con los soldados.

“Yo no veo ninguna posibilidad de quedarme en Afganistán, por eso me he ido”, dice Sanjar. “En primer lugar te mata la mafia, porque como hemos trabajado con extranjeros, piensan que somos ricos. Y, si no, te van a buscar a casa los talibanes”, se lamenta. “Si vas a mi pueblo, ves carteles que dicen que aquellos que trabajen con extranjeros son unos infieles y que les van a matar. Está escrito que a partir de las 7 de la noche no se puede salir”, comenta Mumtaz.

Ejército Afganistán Pedro Morenés
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