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Historia de un hombre honesto en el país más corrupto del mundo, Afganistán
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NUNCA HA ASCENDIDO Y COBRA 200 DÓLARES

Historia de un hombre honesto en el país más corrupto del mundo, Afganistán

Esto es lo que conlleva ser honesto en el país más corrupto del mundo: cobrar 200 dólares al mes y no ascender en 20 años. Es la historia de Abdul Saboor

Foto: Un agente de tráfico en el centro de Kabul, capital de Afganistán (Reuters)
Un agente de tráfico en el centro de Kabul, capital de Afganistán (Reuters)

El veterano agente de tráfico sube al escenario. Toma posición bajo un enorme cartel en darí que reza “Corrupción” y en el que una X roja atraviesa la palabra. Tras 25 años en su puesto, Abdul Saboor va a ser nombrado “el hombre más honesto de Afganistán”. Posa para las cámaras junto al ministro del Interior, responde a las preguntas de la prensa local... y, después, regresa a la casa de cinco habitaciones que comparte con otras 28 personas.

Presidente tras presidente, gobierno tras gobierno, los líderes que han ostentado el poder le han descrito como un hombre “incorruptible”. Incluso los talibanes reconocieron su integridad. Guarda con celo los diplomas que así lo acreditan. Le han valido de poco: después de dos décadas trabajando como agente de tráfico en Kabul, Saboor, famoso en la capital porque jamás ha aceptado un soborno, nunca ha sido ascendido.

Esto es lo que conlleva ser honesto en el país más corrupto del mundo: cobrar 200 dólares al mes y no ascender en 20 años. Es la historia de Abdul Saboor, un guardia de tráfico famoso en Kabul por no aceptar sobornos, y de su lucha por unas mejores condiciones laborales

El “hombre más honesto de Afganistán” es, en realidad, un símbolo de los sacrificios que debe realizar una persona honesta quequiere cumplirconla ley en un país como el suyo. A sus 52 años, sólo le han premiado con un ascenso alegórico. Su sueldo, que no redondea con sobornos, asciende a 200 dólares mensuales. El color negruzco de sus tobillos atestigua quemás de una vezhan soportado el peso de un vehículo. Su garganta está permanentemente irritada por el polvo y la contaminación característicos de Kabul. Pero su salario no alcanza para pagar medicinas o costear la asistencia hospitalaria.

“Desde Mohamed Najibulá hasta la actualidad, todos los Gobiernos me han querido y felicitado. He recibido cartas de agradecimiento por mi servicio. Por eso, pido al Gobierno que no se retrase en el pago de nuestros salarios y que aumente los sueldos para que podamos tener una vida mejor. También mejores medios para nuestra labor. He trabajado durante 25 años, pero no me han ascendido. Aunque me gusta lo que hago. Incluso durante los talibanes o el Gobierno del presidente Rabbani (en 1992), nada ha cambiado para mí. Los ciudadanos me quieren y rezan por mí porque mi dedicación es absoluta. Soy fuerte y resistente”, cuenta Saboor al diario Washington Post.

Afganistán es el país más corrupto del mundo (tras Corea del Norte y Somalia), según los ranking de Transparencia Internacional. Desde que los talibanes fueron derrocados en 2001, muchos funcionarios públicos se han embolsado cientos de millones de dólares, procedentes en gran parte de la ayuda internacional. En este país empobrecido hasta el extremo por la guerra permanente, las más insignificantes corruptelas dominan la vida diaria del afgano. Y, aunque los países occidentales donantes han creado programas y agencias para luchar contra la corrupción, muchas de sus instituciones no sólo la toleran, sino que la fomentan implícitamente. Puede que Abdul Saboor se haya convertido en una celebridad, pero muy pocos afganos están dispuestos a seguir su ejemplo.

“Si no aceptan sobornos, sufrirán como Saboor”

placeholder Saboor habla ante las cámaras tras ser 'galardonado'.

“Si no aceptan sobornos, sufrirán como Saboor”, dice alWashington PostMohamed Shafiq Hamdam, presidente de Anti-Corruption Network, una asociación que hace meses se sumó a la petición de otras organizaciones civiles para que el agente de tráfico se llevase el galardón.

Mientras habla para las cámaras, Saboor mantiene sus ajadas manos entrelazadas, muy quietas. Todo lo contrario a cuando está de servicio. Basta verle en acción en la caótica Kabul para comprender por qué ha atraído la atención del Gobierno de Hamid Karzai. Sus colegas de profesión se toman frecuentes descansos y pasan el día ideando trucos para extorsionar a los conductores. Pero Saboor se planta de un salto ante los coches que pretenden ignorar su señal de stop, sopla con furia su silbato contra aquellos que aceleran antes de girar en su rotonda.

En una ciudad de carreteras infernales por las que circulan más de un millón de vehículos, y en la que las señales de tráfico comenzaron a ignorarse justo después de ser colocadas, Saboor es famoso tanto por su incorruptibilidad como por su actitud teatral. Por ello, aunque haya recibido diplomas de expresidentes o ministros de los talibanes, sus admiradores más fieles son los conductores de Kabul, muchos de los cuales apoyaron su nominación para ser elegido “el hombre más honesto” del país. A menudo, estos se detienen para saludar a Saboor personalmente.

Es el único agente de tráfico honesto en Afganistán”, dice Abdul Hussen, un taxista. “Todos los demás son perros”, apostilla Hasibullah, un compañero de profesión. “Cada día nos piden sobornos. Si no pagamos, nos retiran la licencia”.

Si quieres ascender, debes pagar

Sabe muy bien cómo un agente de tráfico hace dinero: aceptas sobornos y rompes las multas. Por un módico precio, permites que camiones circulen por áreas restringidas de la ciudad. Sancionas a los conductores por aparcar en calles donde el aparcamiento es legal y gratuito. Y, para lograr un ascenso, lo compras

Ahora que el Gobierno del corrupto Karzai entra en sus últimos meses, Saboor se muestra contento por el cambio, aunque no espera ninguna transformación en un sistema de corrupción institucionalizada. Si le preguntas cómo ha cambiado Afganistán desde la caída de los talibanes, nunca responde con frases hechas sobre la expansión de la democracia. “Ahora –dice– hay muchos más coches”.

Este hombre sabe muy bien cómo un agente de tráfico hace dinero: aceptas sobornos y rompes las multas. Por un módico precio, permites que camiones circulen por áreas restringidas de la ciudad. Sancionas a los conductores por aparcar en calles donde el aparcamiento es legal y gratuito. Y, para lograr un ascenso, lo compras. “No todos somos moralmente tan fuertes como Saboor”, dice Atta Mohammad, quien comparte rotonda con el héroe. Como la mayoría de agentes de tráfico, asegura que no es corrupto.

El veterano agente de tráfico sube al escenario. Toma posición bajo un enorme cartel en darí que reza “Corrupción” y en el que una X roja atraviesa la palabra. Tras 25 años en su puesto, Abdul Saboor va a ser nombrado “el hombre más honesto de Afganistán”. Posa para las cámaras junto al ministro del Interior, responde a las preguntas de la prensa local... y, después, regresa a la casa de cinco habitaciones que comparte con otras 28 personas.

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