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De cómo el islam radical ha ganado la batalla en Egipto
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LOS SALAFISTAS SE EXPANDEN EN EL GOLFO Y ÁFRICA

De cómo el islam radical ha ganado la batalla en Egipto

Son el único partido religioso que sobrevivió al golpe de Estado. El imparable ascenso de los salafistas convierte al grupo suní ultra conservador en ganador

Foto: Salafistas egipcios se manifiestan en la plaza Tahrir de El Cairo en una imagen de archivo. (Reuters)
Salafistas egipcios se manifiestan en la plaza Tahrir de El Cairo en una imagen de archivo. (Reuters)

La trayectoria del salafismo político en Egipto es la historia de un éxito fraguado en la sombra. En los últimos tres años, han jugado correctamente sus cartas para acercarse al poder, formando alianzas con quien creían necesario. Son el único partido religioso que ha sobrevivido al golpe de Estado e incluso han participado en la redacción de la nueva Constitución. El imparable ascenso de los salafistas sitúa al grupo suní ultraconservador, de doctrina más radical que los Hermanos Musulmanes, como la formación que más se ha consolidado en la arena política del Egipto posrevolucionario.

Su brazo político, el partido Al Nur, se fundó en el albor de los días que siguieron a la destitución de Hosni Mubarak. En sus comienzos fue ignorado por la mayoría y nadie creyó que un partido de corte tan radical recibiría apoyo popular. Fue en las elecciones parlamentarias de 2011, en las que los salafistas se hicieron con casi un cuarto de la cámara (111 asientos de 498), cuando demostraron tener un amplio espectro de seguidores. Los principales ganadores, los Hermanos Musulmanes, vieron en ellos al aliado perfecto para imponer su ideario islamista. Sin embargo, para evitar el desgaste, los salafistas no presentaron candidato en la campaña presidencial. Su postura fue más prudente: apoyaron a candidatos islamistas independientes, como Abul Futuh.

Son el único partido religioso que ha sobrevivido al golpe de Estado. El imparable ascenso de los salafistas sitúa al grupo suní ultraconservador, más radical que los Hermanos Musulmanes, como el partido que más se ha consolidado en la arena política del Egipto posrevolucionario

El movimiento, una versión musulmana suní que interpreta el Corán de un modo literal, es una de las corrientes más fundamentalistas en la actualidad. En Egipto se gestó en los años 70, en la ciudad costera de Alejandría, cuando varios de sus seguidores decidieron fundar Al-Dawa al-Salafi (La llamada salafista) para predicar el retorno a los orígenes del islam. Sus preceptos imitan el modo de vida de sus antecesores (salaf) musulmanes durante las primeras generaciones de los discípulos del profeta Mahoma. Hoy en día cuentan con cerca de 10 millones de seguidores en Egipto y, en 2010, se les consideró el grupo musulmán que se extiende con más rapidez en el mundo.

Los guardianes de la ‘sharia’

Su doctrina integra un conjunto de normas muy estrictas que aplican en su vida diaria. Interpretan el Corán al pie de la letra y por eso imitan el modo de vestir de sus antepasados. Los hombres lucen largas barbas, mientras que las mujeres se cubren con el niqab (el velo negro que cubre prácticamente el rostro, el cuerpo y las manos). Son el grupo más asiduo a las mezquitas y también se caracterizan por el trato desigual que le dan a la mujer ya que, según ellos, el Corán atribuye más autoridad al hombre, al que la mujer debe obedecer. Así, evitan saludar a las mujeres con la mano o darles protagonismo en los actos de calado público.

Su postura siempre ha sido antidemocrática, ya que consideraban la política como un valor contrario a la ley islámica. Su líder declaró estar en contra de la democracia occidental, que permite a las personas decidir aquello que está permitido y lo que no, sin recurrir a la voluntad de Dios

Su irrupción en la política ha supuesto una novedad. Sobre todo, porque no contaban con experiencia previa a la revolución de 2011, ya que durante los años de Sadat o de Mubarak vivieron reprimidos por las autoridades. Su postura siempre ha sido antidemocrática, ya que consideraban la política como un valor contrario a la ley islámica. El líder religioso, Yaser Burhami, declaró a Al Arabiya estar en contra de “la democracia occidental, que permite a las personas decidir aquello que está permitido y lo que no, sin recurrir a la voluntad de Dios”. Su principal ambición política es la aplicación de la ley islámica, la sharia, además de introducir sus costumbres en la sociedad, generalmente a través de las madrasas, las escuelas coránicas.

El avance del salafismo, no sólo en Egipto, sino también en países como Libia, Túnez o Siria, donde las revueltas árabes han allanado el camino a los grupos más radicales, inquieta a Occidente. El New York Times definió el movimiento como “una de las consecuencias más alarmantes de las revueltas árabes, que ha pasado inadvertida” y apuntó que es innegable su constante expansión en el Golfo y en el Norte de África. Aunque no todos apuestan por la insurrección armada, recientemente varios grupos salafistas han participado en actos violentos: en Libia han destruido santuarios que incumplían sus preceptos, en Túnez han atacado negocios que vendían alcohol y en Siria varios grupos armados reciben financiación de los saudíes wahabíes, de creencias similares, para combatir al régimen de Bachar Al Asad.

placeholder Seguidores del excandidato salafista Hazem Salah rezan en El Cairo (Reuters).

Unos maestros de la adaptación

“La clave de su éxito es que han sabido adaptarse muy rápido”, explica a El Confidencial Nervana Mahmud, analista política en la BBC o The Independent. “Nadie esperaba que este grupo, sin experiencia previa, actuase de un modo tan inteligente. Se aproximaron a los Hermanos Musulmanes cuando estaban en el poder y, cuando estos perdieron popularidad, al ejército. No deberíamos subestimarlos”. Y así fue. Al Nur se apresuró a romper relaciones con la Hermandad tras la declaración constitucional de 2012, en la que Mohamed Mursi se atribuía poderes absolutos. Los salafistas supieron ver al tirano islamista y rápidamente se unieron al bloque opositor, el Frente de Salvación Nacional.

Su doctrina integra un conjunto de normas muy estrictas que aplican en su vida diaria. Interpretan el Corán al pie de la letra. Son el grupo más asiduo a las mezquitas y también se caracterizan por el trato desigual que le dan a la mujer. Según ellos, el Corán atribuye más autoridad al hombre. Así, evitan saludarlas con la mano o darles protagonismo en los actos públicos

Pero, sin duda, la imagen del líder del partido, Yunis Makhyoun, junto al general Al Sisi cuando este anunció la destitución de Mursi tras el golpe de Estado supuso el cisma con el resto de fuerzas islamistas. Semanas más tarde, el ejército desalojó violentamente el campamento de Rabaa, donde murieron más de 600 seguidores de la Hermandad. Al Nur emitió un comunicado en el que instaba a sus partidarios a apoyar a los militares: “El ejército egipcio es el ejército árabe más coherente en la región. (…) Por el bien nacional, todos los ciudadanos deben apoyar a las fuerzas armadas egipcias”. La nueva alianza le costó el apoyo de los otros grupos salafistas, que se distanciaron de Al Nur hasta el día de hoy.

“Esta Constitución respeta nuestra ‘sharia’”

“Apoyamos la hoja de ruta (marcada por el ejército) porque nuestro estado está deteriorado tras tres años de inestabilidad”, cuenta a este diario Nader Bakar, responsable de prensa de Al Nur. “Tuvimos que decidir entre un estado débil o apostar por un estado con instituciones. No queremos que nuestro país termine como Libia, Yemen, Siria o Irak, así que no podemos permitir que caiga el ejército”, explica. Asegura que el tiempo le dará la razón y el resto de agrupaciones entenderán su nuevo proyecto. “El éxito de Al Nur es que hemos sabido convertir nuestros fracasos en una oportunidad”.

En los últimos meses, Al Nur ha sido el único partido religioso que ha participado en la redacción de la nueva Carta Magna. Su empeño siempre fue la inclusión del artículo 219, aquel en el que “los principios de la ‘sharia’ (…) incluyen fuentes creíbles de las doctrinas suníes”. El resto del Comité no quiso introducir esta distinción del término suní, resumiéndolo en el artículo 2: “Los principios de la ley islámica son la principal fuente de legislación”. Sin embargo, Bakar no concibe el nuevo artículo como un fracaso ya que “en el nuevo texto el rol de la ‘sharia’ está definido desde el principio, en el preámbulo”, algo que no ocurría en el de 2012. Esto favorece una mejor aplicación de la ley islámica ya que el preámbulo compromete al resto de artículos.

placeholder Salafistas piden la consolidación de la 'Sharia' en una marcha en El Cairo (Reuters).

“¡Esta Constitución respeta nuestra ‘sharia’ islámica, la queremos!”. Durante las últimas semanas, cabecillas del partido han recorrido platós de televisión para fomentar el voto del en el referéndum. Como Bakar, han viajado por todo el país para convencer a su auditorio de que esta Constitución es la adecuada porque respeta la ley islámica. En cambio, el Frente Salafista, uno de los grupos opositores a Al Nur, anunció que boicotearía la votación para mostrar su desacuerdo.

Los salafistas atraenal electoradode los Hermanos Musulmanes

La clave de su éxito es que han sabido adaptarse muy rápido. Nadie esperaba que este grupo, sin experiencia previa, actuase de un modo tan inteligente. Se aproximaron a los Hermanos Musulmanes cuando estaban en el poder y, cuando perdieron popularidad, al ejército. No deberíamos subestimarlos

Según las estimaciones, si los Hermanos Musulmanes no participan en ninguna de las elecciones, Al Nur atraerá a gran parte de sus votantes. Una victoria similar a la de 2011 les haría disfrutar de una fuerte presencia en el Parlamento, y serán capaces de ejercer una presión considerable a la hora de legislar. En la carrera presidencial, aseguran que quedarán al margen. “Sabemos que el próximo presidente cargará con toda la responsabilidad de la corrupción, de reformar el Estado profundo, o de lidiar con las autoridades”, explica Bakar. “No queremos que otros puedan condicionar el crecimiento de la corriente islamista. Sólo han pasado meses desde que Mursi saliera del Gobierno, el pueblo no está convencido de la capacidad de los partidos islámicos”.

A pesar de los logros de Al Nur, el año 2014 trae nuevos retos para el partido. El principal, su división interna; el partido Al Watan, una escisión del propio Al Nur, así como el resto de agrupaciones salafistas, que podrían concurrir en coalición y robarles votos en las próximas elecciones. La prohibición de partidos con base religiosa, artículo de la recién enmendada Carta Magna, presenta otro obstáculo que podría entorpecer su futuro. Pero, sin duda, las elecciones serán un buen medidor del efecto que su alianza con el general Al Sisi ha tenido sobre sus electores, a quienes tendrán que convencer. Si no lo consiguen, podrían decantarse por otros grupos que no se han sumado a la reformulación política del salafismo.

La trayectoria del salafismo político en Egipto es la historia de un éxito fraguado en la sombra. En los últimos tres años, han jugado correctamente sus cartas para acercarse al poder, formando alianzas con quien creían necesario. Son el único partido religioso que ha sobrevivido al golpe de Estado e incluso han participado en la redacción de la nueva Constitución. El imparable ascenso de los salafistas sitúa al grupo suní ultraconservador, de doctrina más radical que los Hermanos Musulmanes, como la formación que más se ha consolidado en la arena política del Egipto posrevolucionario.

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