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Thaksin, el líder multimillonario de los desheredados de Tailandia
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LA CLAVE DE LA CRISIS SOCIAL Y POLÍTICA

Thaksin, el líder multimillonario de los desheredados de Tailandia

Entender el conflicto social y político enquistado en Tailandia durante una década exige empezar por un personaje que no ha pisado el país en cinco años

Foto: Manifestantes contrarios al Gobierno con un cartel contra Thaksin. (Reuters)
Manifestantes contrarios al Gobierno con un cartel contra Thaksin. (Reuters)

Entender el conflicto social y político enquistado en Tailandia durante más de una década exige analizar la historia de un personaje que no ha pisado el país en cinco años y quizá nunca vuelva a hacerlo. Es Thaksin Shinawatra: multimillonario, ex primer ministro y hermano mayor de la todavía líder del Gobierno, Yingluck Shinawatra, acorralada por las protestas que desde hace semanas exigen su renuncia y la cancelación de las elecciones previstas para el 2 de febrero.

Thaksin fue elegido primer ministro por mayoría en el año 2001, depuesto por una revuelta en 2006 y permanece en el exilio desde 2008 para no cumplir una condena de dos años de cárcel por corrupción. Existen pocos políticos con semejante influencia y capacidad divisoria. A su lado, los camisas rojas, los desheredados de las provincias rurales. Enfrente, los camisas amarillas, la élite de Bangkok.

Thaksin ha conseguido que millones de campesinos se identifiquen con un multimillonario e, incluso, que muchos estén dispuestos a caer defendiendo su nombre. En mayo de 2010, mientras el Ejército masacraba la protesta de los camisas rojas en la capital, él compraba en las tiendas más elitistas de París

Empresario metido a político, se sirvió del poder para enriquecerse y beneficiar a los suyos, debilitó las instituciones democráticas, colocó a familiares y amigos en puestos de poder, metió mano en la caja pública y todavía tutela, desde la distancia, los Gobiernos que le han sucedido. No resistiría un examen democrático a pesar de haber llegado al poder a través de las urnas. Cuando se aproximaba una cita electoral, visitaba pueblos y regalaba a los campesinos decenas de vacas bajo la amenaza de llevárselas si perdía.

Todo eso es cierto. Pero también lo es que fue el primer político que se ocupó de las clases bajas de Tailandia. Estas no desmienten sus sombras, pero enfatizan que les reservase parte de su tiempo. Eso es precisamente lo que hace bueno a un dirigente en Asia, donde la casuística da casi por descontada la corrupción.

placeholder Enfrentamientos durante  las protestas en Bangkok (Efe).

El "champagne Chávez"del sudeste asiático

La analogía periodística con Silvio Berlusconi es recurrente: Thaksin es un magnate de las telecomunicaciones, populista y corrupto. Pero Berlusconi gobernaba para los ricos. El fondo de Thaksin lo acerca más a Hugo Chávez: sólo el pertinaz olvido de las masas pobres explica su carrera política. “Está entre uno y otro. Thaksin es un rico populista. Berlusconi es muy rico y Chávez no lo era. El líder venezolano era mucho más populista que el italiano. Diría que Thaksin intenta ser el champagne Chávez del sudeste asiático”, comenta a El Confidencial Paul Chambers, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Chiang Mai.

Thaksin ha conseguido que millones de campesinos se identifiquen con un multimillonario e incluso que muchos estén dispuestos a caer defendiendo su nombre. En mayo de 2010, mientras el Ejército tailandés masacraba la protesta de los camisas rojas en el centro de la capital y provocaba 90 muertos, Thaksin compraba en las tiendas más elitistas de París. “Me alegro de que se distraiga. Sufre mucho por no poder estar en su país”, decía entonces uno de los manifestantes a este corresponsal en el cerco militar.

Una devoción casi religiosa

Empresario metido a político, se sirvió del poder para enriquecerse y beneficiar a los suyos, debilitó las instituciones democráticas, colocó a familiares y amigos en puestos de poder, metió mano en la caja pública y todavía tutela, desde la distancia, los Gobiernos que le han sucedido

Una visita a Isán –las 20 provincias del noreste, una sartén implacable donde los campesinos se desloman para arrancarle algo a la tierra, alejada de las playas de arena blanca o los neones de Bangkok– confirmaba entonces una devoción casi religiosa por Thaksin. En los colegios o en los hospitales, todo el mundo destacaba los beneficios de las Thaksinomics, su receta. El magnate subvencionó la sanidad hasta la semigratuidad (cada consulta médica costaba 30 bahts, unos 0,6 euros) y multiplicó las ayudas a la educación.

Su principal aportación fue la creación del fondo rural: en el año 2001 dio un millón de bahts (22.500 euros al cambio actual) a 75.000 pueblos del país para que los repartieran en microcréditos.Un puñado de miles de bahts para cada familia fue una oportunidad para escapar de la pobreza, la primera que les ofrecían. Thaksin también facilitó asesores para disminuir las posibilidades de que el campesino se encontrase dos días después arruinado y con un crédito a devolver. Las autoridades de la provincia de Roi-et aseguraban entonces que un 40 % de las familias tuvo éxito con los microcréditos. Ninguna empeoró, porque carecían de margen.

Un porquero saludaba desde su mansión de 200 metros cuadrados con azulejos y columnas románicas, una de tantas viviendas de lujo que salpicaba un paisaje de dolorosa pobreza. Con el microcrédito compró diez cerditos, los cebó y vendió. Repitió la operación varias veces. En su antigua chabola de planchas metálicas dormitaban dos marranos. “Si el Ejército no hubiera echado a Thaksin, verías muchas más casas como la mía”, aseguraba.

placeholder Disturbios antes de las elecciones en Tailandia (Efe).

¿Fue Thaksin beneficioso?

Calibrar los beneficios de la política económica de Thaksin es arduo. Las interpretaciones dependen del color de la camisa. La prensa tailandesa, tradicionalmente amarilla, acostumbra a minimizar sus éxitos. “Sus políticas populistas no hicieron virtualmente nada para reducir la brecha entre ricos y pobres”, aseguraba un editorial de The Nation.

Un estudio de sus estrategias de la Universidad de Wesleyan de 2010 añadía que habían “empujado a los aldeanos a confiar en el Gobierno, porque este debería darles el dinero suficiente para escapar de la pobreza. (…) Esas políticas permitieron que la gente se sintiera más conectada con el Estado y el Gobierno de lo que nunca se había sentido antes. Es probable que ese sentimiento de participación mayor contribuya a la popularidad de Thaksin en la actualidad, a pesar de que sus políticas no hayan tenido éxito”.

Entre 1990 y 1995, antes de que llegase Thaksin, la economía tailandesa creció un 91%, mientras que entre 2000 y 2005 lo hizo un 41%. Sin embargo, la pobreza se redujo al mismo ritmo en ambos periodos, llegando a caer a la mitad

En el otro lado se defienden beneficios como la electricidad, créditos baratos, sanidad semigratuita y buenos precios del arroz en el mercado. Contra los que argumentan que la pobreza no se redujo mucho más durante su mandato que en el resto de las dos últimas décadas, hay un dato revelador: entre 1990 y 1995, antes de que llegase Thaksin, la economía tailandesa creció un 91%, mientras que entre 2000 y 2005 lo hizo un 41%. Pero la pobreza se redujo al mismo ritmo en ambos periodos, llegando a caer a la mitad. Que Thaksin lograra los mismos éxitos en su lucha contra la pobrezaen un contexto económico mucho menos boyante subraya un mayor énfasis que sus predecesores.

Chambers asegura sin dudar que sus microcréditos o las subvenciones sanitarias ayudaron a los pobres, aunque matiza que será necesario más tiempo para calcular el alcance exacto de sus políticas. “Pero aunque no fueran del todo exitosas, al menos la percepción en la Tailandia rural es que sí les han ayudado. La percepción es más importante que la realidad, al menos en tiempos electorales”, explica.

A Thaksin no se le puede negar el logro de colocar en el mapa político a millones de campesinos. En las anteriores elecciones, Yingluck prometió millones de tabletas PC para los escolares y subir un 40% el salario mínimo. El Partido Democrático, alineado con los camisas amarillas, un aumento del 25% de las inversiones en infraestructuras urgentes.Algunos califican la dinámica electoral tailandesa actual de obscena subasta y alertan de que disparará la inflación y no solucionará la falta de empleo. Son análisis demasiado sesudos para la gente del Isán, que disfrutan ahora de los regalos de Bangkok.

Entender el conflicto social y político enquistado en Tailandia durante más de una década exige analizar la historia de un personaje que no ha pisado el país en cinco años y quizá nunca vuelva a hacerlo. Es Thaksin Shinawatra: multimillonario, ex primer ministro y hermano mayor de la todavía líder del Gobierno, Yingluck Shinawatra, acorralada por las protestas que desde hace semanas exigen su renuncia y la cancelación de las elecciones previstas para el 2 de febrero.

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