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Ejecutivo occidental, olvídate de tu gran aventura en el extranjero
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la figura del expatriado, en extinción

Ejecutivo occidental, olvídate de tu gran aventura en el extranjero

Los expatriados están en extinción en las empresas occidentales. En Asia, el 80% de los altos ejecutivos contratados entre 2006 y 2012 fueron asiáticos.

Foto: Ejecutivos caminan por el interior de un edificio en el distrito financiero de Tokio. (Reuters)
Ejecutivos caminan por el interior de un edificio en el distrito financiero de Tokio. (Reuters)

Los contratos de los expatriados han sido siempre la envidia de cualquier trabajador: casa gratis, seguro médico internacional, educación para los hijos en las mejores escuelas, viajes pagados de vuelta a su país y el doble o el triple de su salario original. Contratados casi siempre en sus países de origen, el sacrificio para conseguir estos beneficios era obvio: la persona (y su familia) se tenía que mudar al extranjero. En muchos casos podía tratarse de países en vías de desarrollo como Brasil, China, Kazajistán o Marruecos.

Este tipo de expatriados, sin embargo, se ha vuelto cada vez más difícil de encontrar entre las empresas occidentales. En Asia, el continente de mayor crecimiento económico y donde se están volcando todas las multinacionales, la consultora Spencer Stuart calcula que entre 2006 y 2012 el 80% de los altos ejecutivos contratados fueron asiáticos.

“Ahora cada vez hay menos expatriados”, explica a El Confidencial Julen Madariaga, el director de proyectos en Vietnam de la multinacional francesa Technip. “Antes era más corriente, ahora sólo hay expatriados cuando verdaderamente se necesitan”.

En Asia, el continente de mayor crecimiento económico y donde se están volcando todas las multinacionales, la consultora Spencer Stuart calcula que, entre 2006 y 2012, el 80% de los altos ejecutivos contratados fueron asiáticos

El caso de Fagor Automation en Asia era una buena muestra del escaso personal foráneo que las empresas necesitan hoy en el extranjero. Con más de 70 trabajadores, cinco oficinas en China, una en Taiwán y otra en Corea del Sur, el único expatriado propiamente dicho es su director en Asia, Jesús Amezaga. En sus manos está la responsabilidad de gestionar todo el mercado asiático, el más importante para su empresa.

Aunque la tendencia se veía venir desde hace años, la crisis económica ha ahondado todavía más en la reducción de este tipo de personal. “Los expatriados suponen un coste muy alto cuando las empresas occidentales están intentando reducir costos por todas partes”, dice a El Confidencial Jesús Amezaga.

Los gastos de estos empleados han sido tradicionalmente muy altos, aunque siempre han dependido de la empresa, el país de destino y el propio perfil del trabajador. Si bien algunas empresas gastan en torno a 200.000 euros al año por expatriado, en otros casos la cifra puede ascender hasta un millón y medio de euros (especialmente si el trabajador tiene familia numerosa). Hasta ahora, estas expensas se justificaban por los conocimientos técnicos del expatriado, su fidelidad a la empresa y su alta rentabilidad, ya que casi siempre han sido altos ejecutivos que están al frente de proyectos de millones de euros.

La nueva competencia de los países ‘subdesarrollados’

Muchos de estos factores, sin embargo, están cambiando en el siglo XXI. Los niveles educativos han aumentado radicalmente en todos los países en vías de desarrollo, que han formado en los últimos años a decenas de millones de licenciados universitarios (muchos de ellos con experiencia en el extranjero). Si en continentes como Asia o África antiguamente era complicado encontrar a personal cualificado, en la actualidad la misión se ha vuelto mucho más fácil.

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Además de que los locales son más baratos, también aportan valor añadido a las multinacionales. “Hacer la empresa más local ayuda al negocio”, explica a El Confidencial Pedro Pardo Morán, el director de ventas en Sudamérica de la canadiense Solex. Son ellos los que conocen el contexto cultural, dominan el idioma y disponen de contactos. La tendencia, como explican todos los expatriados consultados para este reportaje, también funciona a la inversa: las empresas que se instalan en España están casi en su totalidad formadas por personal español.

Junto a las cuestiones económicas y a la necesidad de localización de las empresas, la mentalidad y el estilo de vida de muchos jóvenes profesionales también han cambiado. Los nuevos tiempos imponen mayor flexibilidad y acabar con las fronteras nacionales, algo a lo que muchos ejecutivos ya están acostumbrados. “Hace años, al que estaba dispuesto a salir de su país se le consideraba un aventurero”, recuerda Jesús Amezaga. “Pero en un mercado más globalizado, el problema lo va a tener el que no esté dispuesto a salir”.

El español Pedro Pardo Morán es un buen ejemplo de la nueva mentalidad de muchos jóvenes directivos. Con 35 años, no tiene hijos ni tampoco demasiados problemas para cambiar de país. Después de vivir en Dubai y en Londres, se mudó a Sao Paulo hace dos años para montar la nueva oficina de su empresa. “Ahora cada vez más gente, como puede ser mi caso, se va motu propio, porque la experiencia que ganas, tanto a nivel profesional como vital, merece la pena”, explica desde Brasil.

La tendencia, como explican todos los expatriados consultados para este reportaje, también funciona a la inversa: las empresas que se instalan en España están casi en su totalidad formadas por personal español

Muchos otros profesionales no esperan a ser enviados por una empresa, sino que se van directamente al país de destino. En ocasiones puede ser por turismo, para estudiar, hacer prácticas o directamente a buscar trabajo. Para las empresas, suponen una nueva forma de contratar personal cualificado occidental sin recurrir a los grandes paquetes de expatriados, ya que una vez allí son contratados como personal local. Hace una década podía resultar difícil encontrar occidentales con la formación adecuada en países como India, pero actualmente se ha vuelto mucho más fácil. La falta de conocimiento sobre el funcionamiento de la empresa, o determinadas habilidades específicas, se compensan con cursos de formación.

Enviados especiales para poner proyectos en marcha

Cuando los expatriados no desaparecen, se transforman. Algunas empresas han comenzado a recortar sus generosas condiciones, haciendo pagar parte del alojamiento o la educación de los hijos a los expatriados. Al mismo tiempo, se ha vuelto mucho más popular la figura del enviado especial o el expatriado de corta duración, que se desplazan a un país por un corto período de tiempo o para poner un proyecto en marcha. Una vez que han cumplido su misión, se vuelven a casa y delegan la responsabilidad en los trabajadores locales.

A pesar de que cada vez son menos, los expatriados siguen siendo necesarios en muchas empresas. “Acabar no se acaban, porque siguen haciendo falta expatriados para algunos pocos puestos”, explica Julen Madariaga. Su papel sigue siendo fundamental cuando las empresas extranjeras empiezan de cero en un país o en determinados puestos muy técnicos y concretos en los que algunos trabajadores son imprescindibles. También siguen siendo requeridos como hombres de confianza, personas de la empresa que se pueden comunicar y entender con las oficinas centrales. Aunque seguirán existiendo, la crisis de los expatriados deja bien claro que en el siglo XXI trabajar en el extranjero ya no será algo tan traumático, al menos para las finanzas de las empresas.

Los contratos de los expatriados han sido siempre la envidia de cualquier trabajador: casa gratis, seguro médico internacional, educación para los hijos en las mejores escuelas, viajes pagados de vuelta a su país y el doble o el triple de su salario original. Contratados casi siempre en sus países de origen, el sacrificio para conseguir estos beneficios era obvio: la persona (y su familia) se tenía que mudar al extranjero. En muchos casos podía tratarse de países en vías de desarrollo como Brasil, China, Kazajistán o Marruecos.

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