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Belén, la mentira que cantan los villancicos… para los cristianos
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arruinada por LAS TRABAS AL CULTO Y AL TURISMO

Belén, la mentira que cantan los villancicos… para los cristianos

El muro, los asentamientos, las restricciones al culto cristiano y al turismo hacen que esta tierra esté lejos de ser el remanso de paz que cantan los villancicos

Foto: Un sacerdote ortodoxo camina ante turistas en la Basílica de la Natividad, Belén (Reuters).
Un sacerdote ortodoxo camina ante turistas en la Basílica de la Natividad, Belén (Reuters).

El camino que lleva a Belén baja hasta el valle escoltado por policías israelíes, jeeps, muros de hormigón. A un lado y al otro de la carretera, en las zonas donde no hay ni valla de alambre y púas que frene la vista, las colonias salpican el paisaje, moles de viviendas ya habitadas y andamios y hormigoneras para ampliarlas. Si Santa Helena no se equivocó situando los Santos Lugares, hoy los pastores podrían ir a visitar al Niño Jesús sin cruzar checkpoints, desde Beit Sahour, el valle de los guardianes de la noche, hasta la basílica de la Natividad de Belén; pero posiblemente los Reyes Magos se vieran retenidos en un control por falta de permiso, caminando desde el Mar Muerto. El muro, los asentamientos, las restricciones al culto cristiano y al turismo hacen hoy que esta tierra esté lejos de ser el remanso de paz que cantan los villancicos.

El ejemplo más claro del bloqueo que padece Belén es la calle de la Estrella, una vía de piedra, serpenteante, reconstruida con dinero de la cooperación española, por la que supuestamente entraron los pastores que, siguiendo una estela de luz, iban en busca del pesebre. Históricamente, la vía era el acceso a la ciudad y estaba plagada de comercios, de vendedores de productos frescos y artesanos. Hoy, con todo limpio y bien mantenido, no hay un alma. Las tiendas están cerradas. Sus tradicionales puertas verde agua tienen los cerrojos sellados desde hace años, desde la Segunda Intifada, cuando la villa fue escenario de algunos de los más duros enfrentamientos entre palestinos y Ejército israelí y se frenó de pronto el flujo de turistas.

El muro, los asentamientos, las restricciones al culto cristiano y al turismo hacen hoy que esta tierra esté lejos de ser el remanso de paz que cantan los villancicos

Jamil Obeid, arrugado y serio, es el único tallador de madera de olivo que queda en la calle. En 20 años ha pasado de tener diez empleados a su cargo a no poder llegar él mismo a fin de mes. Una pieza mediana, explica, vale hoy tres dólares, lo mismo que entonces. Mientras habla con la prensa, reunida en un tour por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), nadie entra en su negocio. Tampoco antes. Quizá después. “Hoy no he tenido ni un cliente”, confiesa. Es más de mediodía. Jamil se despide con el cigarro en la boca y la mirada en las estrellas de leds de colores que ya cruzan el cielo. Este año el alumbrado se ha adelantado a la primera semana de diciembre, cuando habitualmente no se enciende hasta mediados de mes, un gasto extra que busca atraer a los visitantes, extranjeros, palestinos y árabes de Israel.

De las tiendas, los hoteles y los guías, del turismo, depende directamente el 65% de la población local, que arrastra tasas de entre el 30 y el 43% de paro y de la que el 28% del total tiene estatus de refugiado, es decir, son personas que se resguardaron en Belén tras escapar de sus ciudades originales en 1948, tras la creación del Estado de Israel y la guerra posterior, con sus descendientes.

¿Hay una luz de esperanza?

Rula Maayah, la ministra palestina de Turismo, que tiene su oficina en Belén por su importancia estratégica en el sector, reconoce que, pasada la Intifada, sin atentados al otro lado del muro y sin enormes incursiones armadas por parte de Israel en Cisjordania (Gaza es otro mundo), los visitantes están recuperando la confianza de forma paulatina. En 2012 se recibieron un 18% más de visitas, hasta los 2,25 millones, y se anotaron un 25% más de pernoctaciones, casi 1,8 millones. Las cifras de 2013 están siendo “ligeramente más bajas” pero aún así, mejores que las de 2011. La previsión es llenar los hoteles, con unas 8.000 habitaciones, esta Navidad. Hay cinco hoteles más, de entre tres y cinco estrellas, que están en construcción. Rusos y polacos son los principales clientes.

placeholder Una turista cristiana reza en la Basílica de la Natividad, en Belén (Reuters).

Más allá de los recelos que aún puedan quedar en los turistas, confusos sobre qué es Palestina, qué peligros conlleva la estancia o qué servicios encontrarán, hay un problema añadido que empuja a muchos visitantes a alojarse en establecimientos de Israel, al otro lado de los controles: las restricciones a los guías y autobuses turísticos. Sólo hay 42 palestinos autorizados a cruzar al lado israelí y hacer tours allá con sus clientes, mientras que el Ministerio sostiene que hay 7.150 israelíes que tienen libre acceso a los territorios palestinos. “Estos guías van a zonas palestinas como Belén, el este de Jerusalén o el Valle del Jordán, mientras nosotros no podemos enseñar nuestra propia tierra de forma profesional. Al hacer los paquetes turísticos, las agencias optan por lo sencillo, aunque nosotros pongamos precios competitivos”, se lamenta Maayah.

Lo “sencillo” es la visita rápida a la Basílica de la Natividad o al Campo de los Pastores. Un asesor de la ministra cuenta que en muchos casos los turistas “traen hasta el bocadillo comprado en el lado israelí, porque los asustan sobre los alimentos de esta zona, y compran sus souvenirs también allí porque les comentan que los nuestros son made in China”.

Impedir el desarrollo económico palestino

Lo que los israelíes están haciendo con los cristianos es coger su propia tierra para obligarlos a marcharse, dice el padre Ibrahim Shomali, al frente de una parroquia con 160 años de historia. Pone como ejemplo los 120.000 cristianos procedentes de Beit Jala que se encuentran hoy en Estados Unidos, exiliados por el asedio

El pasado marzo, un informe del Banco Mundial reconocía que “el control israelí impide el despliegue del potencial económico palestino”, con el turismo como uno de sus pilares. Sólo si la administración palestina controlase los territorios de la llamada Zona C, bajo pleno dominio israelí (62% de Cisjordania), su PIB podría triplicarse hasta los 3.400 millones de dólares. Hoy, la Autoridad Nacional Palestina -o el Estado de Palestina, como insiste en llamarse tras su reconocimiento como estado observador de Naciones Unidas en noviembre de 2012- sólo manda sobre un 13% del Consejo de Belén. Un 11,6% del terreno, al oeste, se ha quedado al otro lado del muro de separación levantado por Israel y declarado ilegal en 2004 por la Corte Penal Internacional, mientras que el 76,4% restante está ocupado por asentamientos y controlado por sus consejos y por la protección que les brindan el Ejército y la Policía de Fronteras.

Hay 12 colonias en tierras confiscadas de Belén, cuatro de ellas ocupan más de 10.000 hectáreas de suelo privado. El resultado es la discontinuidad del territorio cisjordano entre Belén y la región de Hebrón y de la ciudad con Jerusalén, cuya mitad este es pretendida como capital del futuro estado palestino.

En el lado que Israel se ha anexionado de facto con el muro en Cisjordania se quedan unos 1.300 sitios arqueológicos o históricos palestinos que ya no se pueden explotar como reclamo turístico, más de 3.000 si se cuentan los que se ubican en área C. En el caso de Belén y sus alrededores, duelen especialmente el monasterio de Mar Elías, antes dependiente de Beit Sahour, desconectado de sus fieles y donde quedan apenas tres monjes, o el complejo de Herodión, el palacio-fortaleza de Herodes El Grande, rodeado por colonos.

placeholder Una turista saca fotografías en la gruta de la Basílica días antes de Navidad (Reuters).

“Nos impiden desarrollar nuestra fe cristiana”

“No sólo es Israel quien saca rédito de estos espacios sino que, al ser inalcanzables para los palestinos, están matando nuestras tradiciones, porque nos impiden acceder a lugares donde desarrollamos nuestra fe”, denuncia el padre Ibrahim Shomali, párroco de Beit Jala, al frente de una parroquia con 160 años de historia. Se queja con Mar Elías a su izquierda y la colonia de Har Homa a su derecha. Recuerda cómo hace años el patriarca latino de Jerusalén cruzaba desde aquí a la Natividad en las horas previas a la Nochebuena, cómo iban a recibirlo los cristianos de la zona -unos 15.000 de Belén (la mitad de la población), unos 9.500 de Beit Jala, otros 8.000 de Beit Sahour-.

“Ahora es imposible”, reitera, señalando una de las torres de vigilancia, a lo lejos. “Lo que los israelíes están haciendo con los cristianos es coger su propia tierra para obligarlos a marcharse”, cuenta a El Confidencial, poniendo como ejemplo los 120.000 cristianos procedentes de Beit Jala que se encuentran hoy en Estados Unidos, exiliados por el asedio, o las 400 familias cristianas que, sólo en los últimos cinco años, se han marchado de Cisjordania, según datos de la OLP (vea el reportaje Una Tierra Santa sin cristianos).

El padre Shomali con la colonia Har Homa al fondo (C. Rengel)Una Tierra Santa sin cristianos es una catástrofe. Por eso los visitantes se tienen que concienciar de lo que pasa, porque no basta con que vengan a ver las piedras del pasado, sino que se deben interesar por las piedras vivas que sufren”, reclama el sacerdote. “No queremos permisos -insiste- para poder rezar en Jerusalén y salir de nuestra jaula. Queremos una total libertad de culto”.

El padre Shomali lleva también la causa de Cremisán, donde un monasterio y un colegio salesianos están en la picota por el nuevo trazado del muro que plantea Israel, que los dejará desconectados de Beit Jala, en el lado israelí o, en el mejor de los casos, partirá los campos de labranza adyacentes, parte propiedad de los monjes y parte de 58 familias de agricultores cristianos. En septiembre, el cura se vio en el Vaticano con el Papa Francisco, a quien le entregó una carta explicando la situación. La Corte Suprema de Israel ha puesto la revisión del caso el 25 de diciembre, día de Navidad. “Es un signo de desprecio. Que los cristianos no puedan ni celebrar su día grande. Nuestro abogado tratará de cambiar la vista, pero el mensaje del Gobierno de Israel está claro”, critica.

Orgullo de cristiano viejo

El Banco Mundial reconoce que el control israelí impide el despliegue del potencial económico palestino, con el turismo como uno de sus pilares. Sólo si la administración palestina controlase los territorios de la Zona C, bajo pleno dominio israelí, su PIB podría triplicarse hasta los 3.400 millones de dólares

Nora Carmi, portavoz de Kairos Palestine, una asociación de cristianos de base, añade que la práctica cristiana está amenazada por la campaña de “Price tag” -algo así como “el precio a pagar”- que judíos radicales, especialmente colonos, llevan años lanzando contra intereses palestinos, sin respetar ni iglesias ni mezquitas. Los residentes en los asentamientos cercanos a Belén, denuncia, no sólo “no permiten” el acceso a determinados restos o a caminos habitualmente usados en procesiones y romerías, sino que “dañan el patrimonio” con actos vandálicos.

“No podemos entrar a los sitios, no los podemos preservar ni poner en valor, así que el resultado es el abandono. Hay saqueos y robos”, los últimos, en la Iglesia de Burquin, recuerda para El Confidencial. A su juicio, la presión ejercida por Israel pone en peligro la herencia, “a medio camino entre lo tangible y lo intangible, entre los lugares santos y la relación que tenemos nosotros con esa historia”.

Ese orgullo de cristiano viejo lo tiene también Ziad Al Bandak, asesor en asuntos de su comunidad del presidente palestino Mahmud Abbas. “Mi familia vivía a 70 metros de la Natividad. Así fue durante cientos de años. ¿Quién dice que la tatarabuela de mi tatarabuela o algo así no fuese la cuidadora de Nuestro Señor?”, comenta a este diario, reivindicando su presencia de siglos en la zona. Habla ante la basílica donde una estrella de plata marca el lugar donde supuestamente nació Jesús, en el subsuelo en una iglesia del siglo IV levantada por el emperador Constantino I. Es la joya de Belén. Otro símbolo de resistencia.

placeholder Peregrinos cristianos visitan la Basílica de la Natividad (Reuters).

Ahora, al fin, está siendo sometida a la reforma que lleva décadas necesitando. En 2011, la UNESCO la catalogó como Patrimonio de la Humanidad en peligro, misma etiqueta que recibió la Calle de la Estrella. EEUU e Israel votaron en contra de esta protección, que abrió las puertas a la creación de un organismo, impulsado por el Gobierno palestino, que busca fondos para el arreglo. Hoy se han logrado ya casi tres millones de euros de los 50 que se necesitan para hacer la reforma integral, explica Al Bandak.

El dinero proviene de la ANP, donantes particulares palestinos y algunos estados como Francia, Hungría, Grecia, Rusia o el Vaticano. España acaba de anunciar una ayuda de 100.000 euros. No han esperado a tenerlo todo para empezar, era un lujo excesivo teniendo en cuenta lo apremiante de los trabajos. Se ha firmado un acuerdo entre las tres ramas cristianas que llevan la Natividad -armenios, greco-ortodoxos y católicos- que el pasado septiembre permitió que comenzase la fase inicial, de arreglo de los tejados y las ventanas.

Las filtraciones de agua son el mayor problema, porque están causando grietas y reblandeciendo los muros, afectando a las maderas, los mosaicos y los frescos. También hay algunos daños menores de balas y botes de humo, recuerdo del asedio que en 2002 sufrió la basílica por parte de las tropas de Israel contra el encierro de milicianos palestinos, cinco semanas en la diana.

placeholder Monjes rezan en la Basílica de la Natividad, Belén (Reuters).

“Antes sólo pusimos parches cosméticos. Al fin ahora empezamos con el trabajo serio”, se felicita el asesor, que resopla cuando se le pregunta si algún día tendrán dinero para hacer la obra completa, hasta los cimientos. “Inshallah” (si Dios quiere), es la respuesta. Luego se pone políticamente correcto. “La protección de la iglesia es nuestro deber moral y religioso con un lugar sagrado para los cristianos. Pelearemos para ello”.

Sueña con una apuesta internacional como la que en el año 2000 permitió remozar el Santo Sepulcro de Jerusalén. Los turistas ahora pasean sin problemas entre andamios y lonas. Los especialistas de una empresa italiana ganadora del concurso oficial de restauración hacen turnos especiales cuando se cierra el recinto a las visitas. Tienen que acabar la obra en septiembre de 2014. Recomponer 1.700 años de historia y fe.

En la puerta, chavales a los que los padres sacan del colegio venden lo imposible a los extranjeros. Chicles sabor granada, estampas en 3D de la Gruta de la Leche, gomas de borrar con la cara de Jesucristo. “Hay que aprovechar las fiestas”, justifica uno de los adultos. Los visitantes pasan de largo. Van a su autobús directamente. El guía, israelí, les chilla. Es hora de cruzar el muro. Algo sencillo con pasaporte foráneo. Sin cacheos, sin interrogatorios. “Míralos. No saben ni que están en tierra ocupada. Es inaceptable. Si los cristianos del mundo nos escucharan de verdad, la revolución sería tan grande que esta misma Navidad ya seríamos libres”, dice Nora Carmi. El calendario marca ya el dos de diciembre.

El camino que lleva a Belén baja hasta el valle escoltado por policías israelíes, jeeps, muros de hormigón. A un lado y al otro de la carretera, en las zonas donde no hay ni valla de alambre y púas que frene la vista, las colonias salpican el paisaje, moles de viviendas ya habitadas y andamios y hormigoneras para ampliarlas. Si Santa Helena no se equivocó situando los Santos Lugares, hoy los pastores podrían ir a visitar al Niño Jesús sin cruzar checkpoints, desde Beit Sahour, el valle de los guardianes de la noche, hasta la basílica de la Natividad de Belén; pero posiblemente los Reyes Magos se vieran retenidos en un control por falta de permiso, caminando desde el Mar Muerto. El muro, los asentamientos, las restricciones al culto cristiano y al turismo hacen hoy que esta tierra esté lejos de ser el remanso de paz que cantan los villancicos.

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